Por Enrique Martínez *
Esto es como tirar al mar una botella con un mensaje adentro. Porque no conozco ningún votante de Javier Milei. Las redes sociales, que supuestamente servirían para que todos nos comuniquemos, con el tiempo sirven para que lo hagamos entre quienes pensamos más o menos lo mismo. Sobre todo si las usamos, como yo, para conectarse y no para pelearse.
Sin embargo, creo que algo sé de ellos y hasta sé que tenemos cosas en común.
Se sienten defraudados por un Gobierno que hizo un gran trabajo sanitario en la pandemia, pero dio ayuda económica a las empresas que tienen empleados registrados, con una ayuda muy modesta, que desapareció rápido, a los trabajadores independientes, que lo necesitaban mucho, tal vez más que los otros.
Se sienten defraudados por un Gobierno que se dejó llevar de la nariz por las grandes empresas y por los bancos, admitiendo niveles de inflación intolerables.
Esperaban quien marcara un camino para creer en una vida mejor. Y no sucedió.
Yo y muchos como yo, también nos sentimos defraudados. Por casi los mismo motivos.
Y también nos irritan los periodistas truchos, la justicia lenta y mala, los discursos vacíos de la casta política. Sí, existe la casta política.
No obstante, no creemos que haya que destruir el Estado y agarrarse a un barrilete sin cola. Porque en un mundo donde mandan los más fuertes, los más débiles – como vos y yo – perderemos siempre. Y el Estado es el único que puede equilibrar las cosas.
Hoy no lo hace. ¿Y entonces?
Dejame que te cuente una pequeña historia personal.
Estoy cerca de cumplir 80 años.
Me afilié al peronismo en 1963. ¿Por qué? Porque escuchaba centenares de personas contar qué había intentado el peronismo entre 1946 y 1955, en que le hicieron la revolución a Perón, y qué había logrado. Y creí – y creo – que buscar esas cosas, que en paquete se llaman justicia social, era y es lo más correcto.
Desde entonces, especialmente después que murió Perón en 1974, con el mismo discurso nos prometieron retomar el camino, a pesar de 2 dictaduras, miles de compañeros muertos, la especulación financiera y la destrucción de empresas.
Nos prometieron – porque se aprendieron el discurso – y nos traicionaron más veces que las que cumplieron, al menos parte de lo que había que hacer.
¿Por qué sigo siendo peronista?
Porque creo en las ideas. Creo en construir y no en destruir. Creo en hacerlo en comunidad y no esperando que venga un Mesías a resolverlo.
¿Se pudo? Poco. Porque la política se fue convirtiendo en endogámica, porque la democracia interna se evaporó, porque la casta bloquea y bloquea. Porque aparecieron aventureros políticos, con asesores financieros, como por ejemplo Domingo Cavallo, que hoy elogia a Javier Milei, que destruyeron los ferrocarriles, YPF, miles de empresas y mandaron a la generación anterior a la tuya a la pobreza y hasta la miseria.
¿Qué hice yo y millones más? Trabajar desde abajo, pensar soluciones desde el barrio, reclamar, probar en pequeña escala, ver en el otro un compañero que comparte problemas y posibles salidas.
¿Somos unos boludos? Tal vez. Pero boludos con libreto, que sabemos lo que está bien y lo que está mal. Particularmente, sabemos que destruir lo que esta mal, sin reemplazarlo inmediatamente por algo mejor, es suicida.
Si querés, cuando quieras y como quieras, te puedo contar las ideas por las que venimos batallando hace tiempo y que creemos que mejorarían tu vida presente y tu vida futura.
La vida es compleja y los problemas no tienen soluciones mágicas. No destruyas la tuya. No pongas un grano de arena para destruir el país, siguiendo detrás de puras fantasías.
PARA TENER ESPERANZA HAY QUE CONSTRUIR, SI ES POSIBLE ENTRE TODOS.
DESTRUIR EL ESTADO NO ES EL CAMINO. EL CAMINO ES CAMBIARLO.
(*) Coordinador del Instituto para la Producción Social
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