Por Emiliano Vidal *
El proceso de inoculación frente a la pandemia crece y con las vacunas, más medidas, propuestas y reflexiones hacia el rol que tendrá la República Argentina pos covid tanto en las relaciones internas e internacionales. Una narración histórica que sume a todos y amañe los hechos del pasado para comprender los títulos del futuro también está en esa línea. En esta primera parte, la figura de Manuel Belgrano, aquel abogado y periodista que no dudó en comandar ejércitos revolucionarios que batallaron nada menos por la independencia nacional, podría ser el punto de partida, en la instancia superadora de la denominada corriente liberal y la línea revisionista de la historia nacional y en el camino a trazar, sin menoscabar a nadie, en deber ciudadano, una nueva tendencia de la historiografía argentina.
Es el 20 de junio de 2012. El lugar, el partido bonaerense de General Pintos. El evento, los dos siglos de la primera vez que fue enarbolada la insignia que Manuel Belgrano legó a sus tropas. Maestros, alumnos, familias, todo un auténtico clima de pueblo levanta la figura del ese hombre que invita a acercarse a la política, por sus donaciones para escuelas, su defensa de los derechos, su creencia en la educación. Los anfitriones son el actual ministro de Transporte nacional, por entonces jefe comunal del distrito, Alexis Guerrera, -obligado en asumir de apuro por el inesperado fallecimiento de su antecesor, Mario Meoni – y el historiador y maestro de periodistas, Osvaldo Bayer, quien decía ese día: “ este pueblo fue capaz de tener el coraje civil y la conciencia de llevar a cabo una ceremonia también auténticamente popular de quitar para siempre el nombre del genocida Julio Argentino Roca de una de sus calles principales y llamarla Pueblos Originarios, es decir, cambiar la muerte por la vida”.
En la Argentina pos pandemia y en el trayecto de encarar una nueva narración histórica, sin menoscabar a nadie, e incorporando todo y a todos, la figura de Manuel Belgrano detenta suficiente gravitación para resumir a ese ciudadano o ciudadana que se acerca la política y a la militancia. La grieta en el relato histórico oscureció el desempeño militar, su condición de economista, su labor de funcionario público, su empeño por consolidar una industria nacional. En 1857 se publicó la “Galería de Celebridades Argentinas”, una compilación que reunía biografías de personalidades del pasado argentino. En ella Bartolomé Mitre esbozaría una acotada biografía de este hombre, que tiempo después se convertiría en la obra fundacional de la historiografía argentina, “Historia de Belgrano y la Independencia Nacional”, elaborada por el propio Mitre y retocada en sus días de encierro por sublevarse en armas tras la designación de Nicolás Avellaneda al frente del gobierno nacional en la llamada “revolución de 1874”.
El tucumano Juan Bautista Alberdi, en desde su obra “Grandes y Pequeños hombres del Plata”, es un asiduo crítico de la historia que propulsa el mitrismo, tanto en la creación de un héroe en Belgrano como del propio José de San Martín a quien conocería personalmente en un viaje como ministro plenipotenciario del urquicismo. Según Alberdi, si bien ambos habían apoyado a un gobierno democrático de origen, este debía ser depositario en un soberano de una monarquía incaica.
El año pasado, a 250 años de su nacimiento y a 200 de su deceso, la irrupción de la pandemia pospuso los debates y estudios alrededor de la figura belgraniana. Sus marchas y contramarchas, aciertos y desaciertos, idas y venidas de una personalidad que es aceptada mayoritariamente por todos los sectores políticos y en la sociedad.
Un Belgrano que se presenta ante el Congreso Nacional el 6 de julio de 1816, en el que explica las conclusiones de su reciente viaje a Europa junto a Bernardino Rivadavia, y en el que manifiesta su adhesión a la resolución que establece el “Fin a la Revolución, principio al orden”.
Es el hombre y sus circunstancias. En el Virreinato del Río de la Plata, que no era otra cosa que un conglomerado económico con asiento en la ciudad puerto principal de Buenos Aires, comenzaba a incrementarse el comercio con naves extranjeras. Así fue que se crea el Consulado de Industria y Comercio. Al frente de esa tarea, la corona española designa en su secretaría, a un joven Belgrano de 24 años educado en la española Universidad de Salamanca, e influenciada por las ideas provenientes tras la revolución francesa de cinco años atrás. Es el año 1794. Manuel Belgrano, comprendió que había que subsumir la economía a la política. “No puedo decir bastante mi sorpresa cuando conocí a los hombres nombrados por el Rey para la Junta. Todos eran comerciantes españoles, exceptuando une que otro, nada sabían más que de su comercio monopolista, a saber: comprar por cuatro para vender con toda seguridad a ocho”, escribía en periódicos de la época, sin firma, por su condición de funcionario, este joven abogado.
Frente a los monopolios comerciales, en 1808, Belgrano es el promotor de generar un Fondo de Socorro al Labrador, hacia su transformación en un banco agrícola, con el fin de sostener a las clases productoras para que éstas no decayeran y tuvieran más productos para comerciar. “La Representación de los hacendados”, escrito al alimón con Mariano Moreno, y del que Belgrano no pudo firmar por en la incompatibilidad por estar al frente del Consulado, está en ese plano.
Si hoy China arremete por ser la única potencia hegemónica, y los Estados Unidos, el país con más fallecidos por covid, en mantener ese status, en los tiempos del Virreinato rioplatense, era Inglaterra quien dominaba los mares a fuerza de su enorme industria. Belgrano, promovió un bloqueo continental hacia las manufacturas británicas. Hacia 1779, mientras Buenos Aires vivía de la importación legal e ilegal de las manufacturas importadas, el resto del territorio lo hacía del trabajo agrícola y ganadero.
La tarea de Belgrano no era nada sencilla: su principal misión era defender los intereses españoles, teniendo en cuenta que de su firma se autorizaban los permisos para embarcar y desembarcar los productos comerciales. Sus propuestas triangulaban en el trípode de poder por excelencia de la monarquía española: los informes económicos elevados al Virrey, la comunicación fluyente con los demás funcionarios de la Corona y mantener una asidua relación con los comerciantes porteños en sintonía con los representantes de las economías regionales.
¿Cuándo escribió Belgrano sus ideas económicas? Pareciera que fue anoche: “Todas las naciones cultas se esmeran en que sus materias primas no salgan de sus Estados a manufacturarse y todo su empeño es conseguir no sólo darles nueva forma, sino aun extraer del extranjero productos para ejecutar los mismos y después venderlos. Nadie ignora que la transformación que se da a la materia prima le da un valor excedente al que tiene aquella en bruto, el cual puede quedar en poder de la Nación que la manufactura y mantener a las infinitas clases del Estado, lo que no se conseguirá si nos contentamos con vender, cambiar o permutar las materias primeras por las manufacturadas”.
Allí menciona que tres son los temas que deberían ocupar la atención de sus colegas: la agricultura, la industria y el comercio. A la agricultura había que fomentarla, a la industria animarla y al comercio protegerlo.
En la elaboración del Proyecto Umbral, a instancias del filósofo Gustavo Cirigliano, el lema principal sostiene que “toda la historia es nuestra historia. Todo el pasado es nuestro pasado. Aunque a veces preferimos quedarnos con sólo una parte de ese pasado, seleccionando ingenua o engañosamente una época, una línea, unos personajes”.
Los medios de comunicación oligopólicos y con asiento en la ciudad capital federal han decidido ser parte del poder real. La vara no son las buenas o malas intenciones. Son los intereses que están en juego en el manto de las relaciones internacionales y la geopolítica. Hay otro sector del periodismo que proviene de una matriz que comprende que en el pasado en el archivo están guardados todos los secretos del presente y el futuro. Lo que sintetiza el periodista y escritor Gustavo Campana: “nuestra obligación es explicar toda la película, desde el kilómetro cero de cada una de esas historias para poder terminar de entender qué nos pasa y qué nos va a pasar, entonces trabajamos la historia. Le apuntamos a eso a colocar la página del libro de historia que falta, fruto de la batalla cultural tan desigual como estamos viviendo”.
La figura de Manuel Belgrano, puede ser el punto de partida, en el trabajo ciudadano, ante el bombardeo mediático, en medio de la pandemia y el enorme proceso de vacunación, hacia una nueva tendencia historiográfica. Un deber ciudadano… primera parte.
(*) Abogado. Conductor de “De acá para allá” todos los sábados de 12 a 13 por Radio Gráfica FM 89.3
Discusión acerca de esta noticia