Por Héctor Amichetti*
Hace 80 años culminaba la Segunda Guerra Mundial con la victoria de los Aliados, la reunión de “Los Tres Grandes” en Yalta (Roosevelt, Stalin y Churchill) anticipaba una nueva configuración del mundo, dividido en dos grandes zonas de influencia política, comercial y fundamentalmente ideológica, una dominada por la URSS comunista y la otra por el capitalismo de los Estados Unidos.
En ese contexto, coincidiendo con los comienzos de la “guerra fría”, surge un Movimiento de masas en Argentina que cambiaría sustancialmente el rumbo de su historia.
El trascendental acontecimiento que tuvo como protagonista central a nuestra clase trabajadora en aquella jornada del 17 de octubre de 1945, significó el nacimiento de un gran Movimiento político que impuso a partir de entonces el estado de movilización como marca insustituible que perdura ocho décadas más tarde.
A diferencia de otras fuerzas políticas nacionales, el peronismo es un Movimiento antes que un Partido y es esencialmente la dinámica de su organización territorial y sindical con sus inevitables altibajos, la que le ha permitido subsistir a lo largo de tantos años superando las más diversas formas de represión, varias derrotas electorales y recurrentes convulsiones internas.
Hemos visto sucumbir en nuestra América y en otras regiones del mundo grandes movimientos nacionales que, con el correr de los años, desaparecieron o se transformaron, abandonando los principios que le dieron origen, es raro encontrar un caso como el del peronismo que, al cumplir 80 años de vida, logra mantener latentes las banderas que representan su razón de ser.
Superando largos períodos de proscripción y una muy fuerte desviación neoliberal en tiempos democráticos allá por los años ‘90, supo enderezar su rumbo a través de la experiencia de tres mandatos consecutivos de gobierno desde 2003 hasta 2015, la imposibilidad de consolidar en la práctica el Proyecto Nacional y Popular en un mundo en el que operan complejos cambios, no desmerece la reafirmación práctica de los principios revitalizados durante aquel período.

En el peronismo se mantiene latente la visión independentista que contenía la Tercera Posición, equidistante del intento de dominación directo del capitalismo, pero también de la influencia soviética, lo que trasladado al actual panorama internacional se expresa en el rechazo a ser parte del patio trasero estadounidense y en la persistente voluntad de integrar a la Argentina con las demás naciones latinoamericanas e insertarnos en bloques internacionales de complementación económica y cooperación mutua, como es por ejemplo los BRICS.
La permanencia de una consolidada organización de los trabajadores y trabajadoras con marcada identidad peronista, es otra de las razones que dan fundamento a un alto grado de coherencia ideológica, a pesar de los criminales embates represivos y el daño económico estructural que la puesta en práctica de los modelos neoliberales han provocado en nuestro país, no han podido barrer con conquistas sociales que provienen de los años jóvenes del peronismo. Sigue vigente, por ejemplo, la organización de base con delegados y comisiones internas en los lugares de trabajo; los sindicatos y federaciones organizadas por rama de producción y servicio encabezan la negociación paritaria de salarios y convenios colectivos y, aún con enormes dificultades, las organizaciones gremiales sostienen un sistema solidario de salud para afiliados y familiares a través de las castigadas Obras Sociales Sindicales, a lo que debemos agregar turismo y recreación social, dinámica actividad cultural y centros de formación profesional.
Todo esto que suele sorprender a la mayoría del movimiento sindical mundial tiene que ver con los pilares construidos por el peronismo desde sus primeras acciones de gobierno y antes también, con las avanzadas que motivaron que el subsuelo de la patria se sublevara para liberar a su líder e impedir una marcha atrás de la historia.
No se concibe al peronismo sin la organización libre del pueblo en todos los sectores, incluso en aquellos donde el antiperonismo intenta ganar batallas como es el caso de los trabajadores y trabajadoras empujados a la informalidad laboral por los modelos neoliberales, allí la experiencia del peronismo transmitida de generación en generación, se traduce en la creación de organizaciones sociales en defensa del trabajo y la dignidad, como así también en la práctica de una férrea solidaridad organizada en los barrios entre los más humildes y castigados del pueblo.

Luego de los períodos de dictadura militar en nuestro país, el demo-liberalismo como acertadamente lo caracterizaba Juan Perón, ha facilitado todas las herramientas a su alcance para impedir que el peronismo consolide sus gran objetivo de reconquistar la independencia económica con justicia social, instrumentos como el endeudamiento externo han demostrado ser muy eficaces para que perdure la dominación, es por eso que el desafío central que se le presenta al Movimiento en el transcurso de esta segunda década del siglo XXI, es recuperar el auténtico sentido de la democracia, no alcanza con armar alianzas y coaliciones para ganar una elección si nuestra fuerza política no es capaz de desarticular los factores de poder que actúan por fuera del sistema democrático condicionando la voluntad popular tras obtener una victoria electoral.
Hace 80 años el peronismo abrió paso a una nueva etapa de democracia representativa, republicana, federal y social, esta última definición: Democracia Social, implica protagonismo y participación popular, pueblo organizado y movilizado destruyendo las trampas que le tienden en el escenario de la democracia formal, asegurando políticas de transformación en beneficio de las mayorías, lo que necesariamente impone acabar con los privilegios de las minorías.
Los gobiernos de países que vienen implementando programas muy similares a los que elaboró y supo poner en práctica el peronismo, son los que más han avanzado en el desarrollo económico y social de sus pueblos. Con Estados fuertes controlando las áreas estratégicas, planificando una economía mixta y garantizando soberanía nacional y popular, con sistemas financieros al servicio de la producción, con manejo de recursos naturales y promoción de su industria, con impulso a la investigación científica y tecnológica, fortaleciendo la educación y la salud pública, abriendo su integración al mundo en la búsqueda de inversiones que sirvan al crecimiento local con acuerdos entre naciones que repercutan en beneficios mutuos.
El pueblo organizado y movilizado es origen y razón de ser del peronismo, sin ejercicio del poder del pueblo será imposible debilitar la estructura de poder del entramado corporativo antidemocrático que, lejos de festejar la muerte de un Movimiento que cumple 80 años, sigue demasiado preocupado por no haber podido convertirlo en un partido liberal.
El peronismo fue, es y será siempre sinónimo de soberanía nacional, un indomable Movimiento de masas para el cipayaje y su largo sueño de convertir a la Argentina en “próspera” colonia de alguna potencia extranjera.
*Secretario General Federación Gráfica Bonaerense














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