Por Fernando Gómez *
No hace falta recorrer demasiado los centros populares de consumo para advertir la caída brutal de las jubilaciones, los salarios y los ingresos. Un instante en una verdulería permite ver cuánta gente deja frutas o verduras al costado de la compra una vez pesada la misma, tras advertir que la plata no le alcanza. Misma postal, adquiere dimensión de tragedia, cuando una persona deja un medicamento en prioridad de otro, ante la falta de plata para comprar la totalidad de los que le fueron recetados.
Las tensiones sociales en la existencia cotidiana de la enorme mayoría de los que pisan este suelo, marcan las muy nítidas urgencias que atraviesan un tiempo político insólito, en el que la velocidad del saqueo compite en extravagancia con las patologías de la persona que ocupa los atributos nominales de la presidencia.
Sadismo, salarios mínimos y jubilaciones
Con notoria dificultad, con las ideas desordenadas y aferrado a una mentira que 24 horas antes había lanzado su ministro de economía, Luis Caputo, Javier Milei justificó el descomunal ajuste sobre las jubilaciones: “No hay plata”, sentenció e intentó exponer que los jubilados son el sector social que menos pobreza evidencia en los índices estadísticos.
Demás está decir que en nuestra Patria cinco millones de jubilados cobran la jubilación mínima, la cual se encuentra ubicada por debajo de una canasta de indigencia para los adultos mayores. Pero mas allá de lo evidente de su mentira, lo que desnuda Javier Milei es que ostenta un sadismo patológico que se torna peligroso, cuando la vida de nuestro pueblo se encuentra en juego por las decisiones que se toman por la planificación económica que se ejecuta a la sombra de sus semblantes.
También, en la entrevista que brindara a otro de los empleados de los grupos económicos que naturalizan su delirio y romantizan su estadía en la presidencia, Javier Milei, señaló que el aumento es una miseria por aplicación de la fórmula impuesta por el FMI y aceptada obedientemente por todas las partes del gobierno de Alberto Fernández, lo que es absolutamente cierto.
Lo descabellado es que hizo mención a que este problema no hubiera ocurrido en caso de haberse aprobado la ley ómnibus. Dicha ley, en su texto original que el presidente con toda evidencia desconoce, suprimía la formula de movilidad y dejaba los aumentos a discreción del Poder Ejecutivo. Finalmente, por presión de los gobernadores, recién fue modificada por una nueva fórmula atada a la inflación, pero aletargando el ritmo de implementación y asegurando un ajuste fenomenal sobre las percepciones materiales de los jubilados.
Así como Javier Milei no participó en la redacción de la fracasada ley emblema de su gestión, también dio señales efectivas de no estar al mando del sistema de toma de decisiones del gobierno. En una entrevista concedida a una radio, sostuvo que jamás regularía el precio de una cosa por decreto. Lo dijo al ser consultado si fijaría el salario mínimo vital y móvil por decreto ante el fracaso de la negociación entre las partes. Milei no sólo no estaba enterado que la negociación ya había fracasado, siquiera estaba enterado que su ministro de economía ya estaba por anunciar que efectivamente dictaría el decreto que el presidente negaba.
El deterioro de las funciones institucionales mínimas, además, se evidenció en la propia resolución del Anses que fijó los aumentos miserables para los jubilados. La misma llevaba la firma de Osvaldo Giordano, el director ejecutivo que había sido echado hacía quince días por el presidente, rodeado de insultos hacia su persona y a su esposa. O le robaron el Token con que materializó la firma digital, o bien estamos en presencia de un paradójico caso en el que los desencuentros políticos los resuelve la subordinación al ajuste planificado, en otro lugar que no sea el gobierno.
Y eso parece ser, precisamente, lo que está ocurriendo.
Romancero colonial
Postales que pensábamos imposibles hace un tiempo atrás, se producen ante la anomia política y el desierto ideológico que atraviesa el nervio militante acumulado en los últimos veinte años de historia.
Antony Blinken caminando por la Plaza de Mayo, recorriendo la distancia que separa la Casa Rosada del Cabildo de Buenos Aires. Ese mismo recorrido que Lula, Néstor, Chávez, Pepe, Correa y Cristina supieron transitar en el Bicentenario, tenían como protagonista al peligroso secretario del Departamento de Estado norteamericano, quizás quien esté en funciones de gobierno ante la senilidad del actual presidente y candidato a otro mandato.
Antony Blinken detenta el fracaso de Ucrania sobre sus espaldas, el retroceso geopolítico de Estados Unidos y la consolidación de polos de poder notorios en el orden mundial que avecinan tiempos convulsos fronteras adentro de Occidente. Llega desde Brasil, país en el que tuvo que coincidir con Lula acerca de la necesaria creación del Estado Palestino ante la brutalidad del sionismo que abre horizontes que Estados Unidos no precisa en un tiempo de debilidades domésticas.
Ese Blinken que acumula pocos éxitos, vino a llevarse una foto que le resulto fácil. Una reunión con un Javier Milei que lo aclamó desde el balcón de la Casa Rosada, donde el yanqui caminaba con la vergüenza que no tienen los cipayos nativos que ocupan dicho edificio y sentenció al “house organ” de los intereses norteamericanos, Infobae, que “Argentina decidió volver al lado de Occidente, del progreso, la democracia y la libertad” en un exabrupto colonial innecesario, de lo que nadie logró poner en duda durante toda la existencia de esta democracia liberal.
Blinken sostuvo que “vemos un potencial extraordinario y queremos que las empresas estadounidenses sigan siendo el socio predilecto de la Argentina”, en lo que fue la enlatada frase para narrar el lobby por el rediseño de la participación norteamericana en las inversiones de litio en nuestro país, como así también, la búsqueda de tasas de reemplazo de hidrocarburos y recursos gasíferos, para el caso de un declino de Estados Unidos en su posición en otras latitudes que hoy abastecen su mapa de intromisión.
La visita de Blinken completó las postales coloniales de una semana en la que el saqueo económico impuesto a nuestro país, fue convalidado por Gita Gopinath, una de las dos que manda en el Fondo Monterio Internacional, quien se dio cita en la Argentina para ratificar que su objetivo es seguir empujando hacia una catástrofe social los destinos de la mayoría de nuestro pueblo.
Oportunidades
¿Milei es el último experimento de la democracia liberal? ¿Qué sistema político están diseñando los que planifican la economía sin leyes, sin funciones ejecutivas, sin atender a decisiones judiciales? ¿Hay límite al saqueo económico sin que las tensiones sociales se encaucen en un ciclo de producción de crisis? ¿Hay sobrevida en el sistema político que conocimos hasta ahora, después del ataque sistemático al que se lo piensa someter mientras la crisis se produce (la culpa es de la casta, dixit)?
¿Cómo salir de esta crítica situación? ¿Tiene el peronismo la reserva militante, ética, moral e ideológica suficiente para ser un instrumento catalizador de esa crisis que inevitablemente le espera como límite al régimen que se moldea detrás de las apariencias?
La velocidad con la que los grupos económicos imponen un programa bajo el paradigma del salvajismo político y la radicalidad ideológica. Los coloridos sainetes que disparan las trastornadas deficiones de Javier Milei y la búsqueda de refugio en un pasado que no tiene perspectiva de futuro, aún impiden poder establecer el método para ir zanjando discusiones. Aún, la frenética tiktokización de los análisis coyunturales, impiden hasta poner en común los interrogantes para encontrar certezas colectivas.
Pero, sin dudas, el tiempo de crisis que se avecina es una oportunidad fantástica para producir política. Las experiencias comunitarias que nazcan para sobrevivir los tiempos de asfixia económica, la resistencia que se moldee ante el inevitable avance del saqueo, las tensiones sociales que desgastan el sentido común impuesto que autoriza el sadismo de romantizar y justificar el ajuste sobre la enorme mayoría, abrirán un tiempo en el que los pliegues de dichas tensiones, habrán de parir el cuerpo social que traiga respuestas a interrogantes que aún están en pañales.
Ese pueblo que produce tensiones y sentido colectivo, habrá de buscar un instrumento político que ofrezca una agenda que ponga sus esperanzas en el centro de la construcción de fortaleza. Aquella experiencia de Néstor Kirchner en el 2003, leyendo las emergencias de una crisis que hizo estallar el neoliberalismo sin que lo tuviera como protagonista, merecen volver a pensarse en clave de un tiempo que, además, amenaza con obligarnos a diseñar un sistema político que deje atrás los límites de la mascarada liberal que arropaba una mal llamada democracia que apenas ostentaba sufragio.
Enderezar el camino hacia las convicciones ideológicas, forjar los espacios militantes que piensen en clave colectiva los desafíos del tiempo convulso y reordenar las prioridades militantes en torno a las urgencias y tensiones que atraviesa nuestro pueblo, son las claves para respirar en la asfixiante coyuntura plagada de desbordes y excesos que nos deparan los romanceros del colonialismo.
(*) Editor de InfoNativa. Vicepresidente de la Federación de Diarios y Comunicadores de la República Argentina (FADICCRA). Ex Director de la Revista Oveja Negra. Militante peronista. Abogado.
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