Por Nehuén Gusmerotti *
Barro tal vez sea la propuesta musical más disruptiva de los últimos tiempos. La propuesta metalera de Ca7riel sacudió a metaleros y traperos por igual, tendiendo puentes donde antes no los había. Apenas vamos pasando el primer año desde el lanzamiento de su EP homónimo debut, algunos meses más de un disco que entró como un ariete en la escena musical. Ese tiempo bastó para que el cuarteto pise por vez primera las tablas del mítico Teatro de Flores. No solo eso, sino que lo agotó, lo sometió y pasó a quedarle chico.
Para quienes vamos a ver recitales del palo metalero con frecuencia, el show de Barro de la noche del pasado jueves 22 de febrero fue esperanzador. Años hace que venimos viendo como el rango etáreo de los recitales del género crece. Para sorpresa de quien escribe, el público convocado por Barro tenía una enorme cantidad de pibes y pibas que no pasaban los 25 años. Hay vida para el metal por venir. Pero no solo eso, la fecha del jueves tendió otro puente necesario cuando Okarda (banda telonera) sorprendió a propios y extraños con unas cumbias que bailaban los ursos de pelos largos y de negro vestidos. Los dos géneros más populares de la urbe en armonía.
La previa de la salida de Barro estuvo teñida de un calor social que superaba la temperatura atmosférica. El himno, los clásicos cantitos contra Milei (¿alguien recuerda un presidente puteado en medio país con solo tres meses de asumido?), el recuerdo de Macri, también algunos para Patricia Bullrich. Y casi sin aviso, telón afuera y el cuarteto arrollando las casi dos mil almas que se agolpaban frente al escenario. “Mader of Drogons” sonando como si fueran una banda con veinte años de trayectoria. Atrás dos balazos, “Barro” y “Punky”, de su mencionado EP debut.
La primera interacción de “Cato” para con su público marcó la frecuencia en que da ese intercambio. “¿Cómo están hijos de puta?” aulló el joven músico calzando unos cuernos de sátiro que daban un aire pagano e infernal a un escenario que no necesitó de visuales, pantallas ni grandes puestas en escena. Solo los cuatro músicos ante su gente, y quienes paso a paso comienzan a ser su gente. “Garchémoslo” vino acompañado de la primera salida al escenario de Cuca, la mascota del grupo, ese gusano rosado y demente que salta desaforado cada canción que sale a la cancha.
La primera rotación dentro del cuarteto llegó con “Big Bang” y el enroque bajo-voz. Cato pasó a las cuatro cuerdas y Julián “El” Montes se hizo cargo de la voz en un tema más canción que sus predecesores y un estribillo muy radial. El primer invitado de la noche fue el hermano de Ca7riel, Julián Guerreiro, “el responsable de que yo sea metalero” contó el cantante. Juntos hicieron “Nunca Pedí Nacer”. Le siguió un excelente cover de “Cupid´s Dead”, de Extreme, también con invitado, esta vez Edu Giardina, pero en formato cantante. Atrás “Constimordor” con otro enroque entre Cato y Montes, “Montes” tras corear al bajista, el primer sencillo del disco, “Missing Children”, y “Spot”. Una ametralladora pesada que mantenía al público encendido y en pleno agite ya con más de una hora de show sin descanso.
La sorpresa de la noche fue bajar veinticinco cambios cuando la banda invitó a Mex Urtizberea para hacer una tremenda versión de “Cementerio Club” que hizo lagrimear a más de uno. No conformes con eso, Ca7triel les dio un regalo a los amantes del progresivo. Creo no errar cuando digo que más de uno se cayó de culo cuando Barro+Mex dispararon los primeros acordes de “Hocus Pocus” de Focus. Un delirio progresivo en que los cinco músicos se lucieron e hicieron vibrar con una banda legendaria a todo Flores. Mención aparte para los demenciales solos de viola de Chowy Fernández y Ca7riel durante el tema. ¿El techo de Barro? Nadie tiene la más puta idea aún.
La cosa siguió. “7 Rojas” vino acompañada del Chowy haciendo la marcha peronista con la pera en la guitarra, melodía que repitió Montes minutos después y a la que se prendió hasta Alan Fritzler, el V8 que hace andar todo desde los parches del fondo. “Todo esto nunca lo va a poder hacer una IA”, gritó Cato luego del tramo de improvisación y antes de hacer “Fakin Robots”, con una crítica mordaz al uso de la inteligencia artificial. Siguieron “Soy Droga” y “Consti”, otra canción dedicada al lugar infernal del que provienen todas las canciones de la banda. Ahí parecía que se terminaba la cosa, pero ante el clásico “una más…”, seguida del “Hijos de Puta” que caracteriza la fraternidad de Barro con su gente, hubo más. “Fornai” completó prácticamente todo el joven repertorio del grupo porteño con Ca7riel agitando Flores con una manija viral. Con casi dos horas de show, Barro se retiró agradeciendo haber reventado el legendario local de Avenida Rivadavia y con una prueba pasada por arriba como una topadora.
¿Qué decir de Barro? No tienen techo. El cuarteto suena afiladísimo. Puede ser nu metal, y puede hacer lo que quiera partiendo de ese eje. Tiene una figurita difícil de la escena actual: Ca7riel. Pero también tiene a un guitarrista prolífico que finalmente tiene una banda en la que se puede lucir. Tiene un bajista versátil, muy groovero y que hasta se anima a cantar algunos de los temas más entradores del grupo. Y uno de los bateros más codiciados del metal contemporáneo, Alan Fritzler. Con ese plantel, Barro crece a pasos agigantados, y lo que para quien escribe es más importante, reaviva la llama de un metal pesado que parecía condenado a un ghetto nostálgico y sectario. Usted metalero y metalera, hágase un favor, escuche y vea a Barro.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)
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