Por Carlos Aira
La Copa del Mundo de Rugby 2023 le brindó al deporte argentino otro momento para la historia. 34 minutos del segundo tiempo. En un partido ardoroso, trabajado punto a punto, Los Pumas vencían 19 a 17 a Gales. En una rápida jugada del ataque rojo, Louis Rees-Zammit encaró hacia el in-goal argentino en búsqueda de un try que sentenciaba el futuro de Los Pumas. El descenlace era inminante hasta que Matías Moroni ingresó a la historia del deporte argentino con un tackle tan espectacular como heroico. Argentina terminó venciendo 29 a 17 a Gales y clasificó a la semifinal del Mundial donde enfrentaremos a los All Blacks.
El acto heroico es una marca registrada del deporte argentino. Un deporte lleno de talentosos, pero bien sabemos que algo falta cuando el triunfo no tiene el condimiento especial. Vencer está muy bien, pero a veces no alcanza sin el agregado de la heroicidad. Este sentimiento no surge por generación espontánea, sino que es parte de un ADN formativo en nuestro deporte. El gen del héroe se tiene o no, pero el deportista argentino que es portador del mismo no duda. Como no dudo Moroni en su jugada imposible.
Nuestro deporte está lleno de ejemplos y en las más diversas disciplinas deportivas. México 86 esta íntimamente ligado a la genialidad de Diego Armando Maradona, pero del partido final ante Alemania Federal el héroe fue José Luis Brown. Sus detractores decían que el Tata había ido al Mundial por su relación con Bilardo. Aquella tarde abrió el marcador con un frentazo. Minutos más tarde, se luxó el hombro y no podía mover el brazo derecho. Cualquier otro jugador hubiera pedido el cambio, pero Brown hizo un agujero en la camiseta y metió el dedo. «No salgo ni muerto», le dijo a Carlos Bilardo. El Tata jugó así el resto de la final. Argentina fue campeón mundial y el Tata se transformó automáticamente en un héroe eterno.
Hablando de Diego. Maradona jugó el Mundial Italia 1990 con su tobillo izquierdo completamente deforme, del tamaño de un limón. Cualquier otro mortal quedaba fuera de la lista de buena fe. Frente a Brasil, el equipo nacional la pasó muy mal. Cuando Diego tuvo una chance no la desperdició. 35 minutos del segundo tiempo. Tomó la pelota en campo propio. Se sacó de encima la marca de Alemao y emprendió una carrera imposible. Gambeteó a Dunga y Rocha. Cuando el tobillo no dio para más, le dio un pase mágico ¡de derecha! a Claudio Caniggia que convirtió uno de los goles más gritados en la historia del fútbol argentino. Aquel épico triunfo del 24 de junio de 1990 es producto de la heroicidad de Diego.
El boxeo le brindó a nuestro deporte momentos memorables. La heroicidad de Víctor Emilio Galíndez ante Richie Kates no tiene parangón. 22 de mayo de 1976. Fue una de las peleas más sangrientas que se recuerden. Kates le partió la ceja derecha de un cabezazo en el tercer round. Desde ese momento, Galindez combatió con la cara bañada en sangre. Cada tanto limpiaba su sangre en la camisa del árbitro Stanley Christodoulou. En tiempos de combates mundialistas a 15 asaltos, noqueó a Kates faltando diez segundos para el gong final. Una hazaña para todos los tiempos. Propia de un boxeador pasional y vibrante.
Jorge Fernando Castro también ingresó en el selecto olimpo de deportistas bendecidos por el máximo grado de heroicidad. Aquel 10 de diciembre de 1994, en Monterrey, México, el púgil santacruceño seguramente realizó la peor pelea de su vida. John David Jackson, invicto y hombre de la Top Rank de Don King, le estaba dando una paliza inhumana. El Roña llegó al rincón previo al noveno round desfigurado. Como un guiño del destino, aquella noche sangrienta el árbitro fue Stanley Christodoulou, el mismo de Galindez-Kates. Cuando restaban 62 segundos para el campanazo, un zurdazo de Jackson sacudió a Castro. Parecía el final. El Roña retrocedió tambaleante, pero en verdad era un ardid. Jackson se confió y bajó la guardia. Ahí apareció la Mano de Díos. Castro tiró una derecha en cross que pasó de largo. Sin embargo, conectó una zurda demoledora que impactó en el mentón de Jackson. Milagro en Monterrey. Don King declaró: «Pensé que Rocky solo existía en una película«.
El automovilismo argentino también es dueño de jornadas heróicas. 4 de agosto de 1957. En Nürburgring, Alemania Federal, Juan Manuel Fangio fue en búsqueda de su quinta corona de Fórmula 1. El circuito era exigente ya que en 22 vueltas debía recorrer 500 kilómetros. En la vuelta 10, luego de una pésima parada en boxes, parecía que el piloto balcarceño se quedaba sin título. Desde que salió a pista, el Chueco hizo una carrera heroica. Entre la vuelta 10 y la 21 pasó del último lugar a liderar la competencia. En las once vueltas que dio hasta el final de la carrera batió el récord del circuito. Una verdadera locura. Aquella tarde concretó una hazaña única y se consagró campeón mundial por quinta vez.
El automovilismo local también tuvo momentos de inmenso heroismo. Tal vez el más recordado fue el 3 de abril de 1988. Carrera de TC 2000 en General Roca, Río Negro. Juan María Traverso en una carrera de ciencia ficción, porque le hizo honor a su coche – un Renault Fuego – y las últimas dos vueltas las dio con su vehículo en llamas. Un mano a mano espectacular con el malogrado Silvio Oltra que paralizó los corazones de espectadores y televidentes. El Flaco de Ramallo ganó muchas carreras y campeonatos, pero pasados 35 años el primer recuerdo que llega a la mente fue aquella carrera. ¿Por cual razón? Sencillo: la heroicidad de Traverso.
Nuestro basquetbol tuvo su momento más importante en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004. La Generación Dorada que le brindaba una medalla de Oro al deporte argentino luego de 52 largos años. Pocos recuerdan la final ante Italia y mucho más aquella victoria ante el Dream Team NBA por 89 a 81. Sin dudas, la mayoría del pueblo deportista argentino recuerda es la palomita de Emmanuel Ginóbili. Aquel 15 de agosto de 2004, Argentina enfrentaba al potente seleccionado serbio. A falta de 4 segundos para finalizar el encuentro, Serbia anotó de tiro libre y puso el marcador a su favor por 82-81, lo que dejó a Argentina con un pie fue de los Juegos Olímpicos. Sin embargo, Ginóbili se vistió de superhéroe: se deshizo de su marca y, con una insólita palomita, tiró al aro y anotó el doble que necesitaba la Selección para ganar el cotejo 83 a 82. Todo heroicidad y talento.
Sobran ejemplos de heroicidad y determinación en el deporte argentino. Cada lector debe recordar un acontecimiento. En estas Apiladas no quiero dejar afuera a un proscripto de nuestro deporte como parece que lo sigue siendo el inmenso Delfo Cabrera. El domingo 7 de agosto de 1948, el corredor de Armstrong ganó la Maratón de Londres 1948. Un secreto de aquella jornada fueron sus zapatillas: Delfo viajó a los Juegos Olímpicos con un sólo par y en los entrenamientos previos a la carrera se le rompieron. Quisieron comprar unas zapatillas nuevas pero no pudieron. Delfo Cabrera abrazó la gloria corriendo 42 kilómetros con una zapatilla encintada. Otro secreto: Delfo jamás había corrido una maratón.
Matías Moroni, un desconocido para muchos, ingresó con un tackle al preciado olimpo de los héroes. Porque el deporte argentino valora el talento, pero mucho más el componente heroico de sus protagonistas. ¿O cabe alguna duda?
Periodista y escritor / Abrí la Cancha
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