Interiores. Hamas y Al Fatah. Netanyahu. Yemen. Irán. Arabia Saudita. El atlantismo. Miradas y perfiles. Rodolfo Walsh
Por Gabriel Fernández *
PRIMERA APROXIMACIÓN. La decisión de Hamas, corriente política que gobierna la Franja de Gaza desde su victoria electoral de 2007, implica un fuerte impacto en la vida interna israelí, una advertencia a Arabia Saudita para que deje de lado cualquier acercamiento con la potencia que lidera Benjamín Netanyahu, una objeción sólida a la gestión de la Autoridad Nacional Palestina que orienta Al Fatah en Cisjordania y una advertencia para los intentos occidentales de avanzar sobre Oriente Medio. Es para recordar que antes de las elecciones citadas, se registró un duro enfrentamiento armado entre Hamas y Al Fatah. También, que el hostigamiento israelí sobre los palestinos es histórico, y persistente.
En el seno del pueblo palestino, es probable que la gran acción de Hamas damnifique el prestigio del gobierno cisjordano; su titular, Mahmud Ridha Abás, es visualizado como demasiado tolerante hacia la violencia israelí. Asimismo, el éxito relativo de la iniciativa resistente parece estar siendo evaluado con satisfacción por una buena parte del mundo musulmán, en especial la República Islámica de Irán. Sin embargo, es de suponer que también ha originado preocupación en la Federación de Rusia y la República Popular China ante la perspectiva de la generalización de conflictos con demasiadas aristas.
En Turquía y Egipto, entre otros países, la nueva situación genera debate interno acentuado. En Líbano, donde no hay dudas acerca del respaldo a Hamas, la respuesta de la organización político militar Hezbollah sobre el norte israelí depende de la perspectiva que observen sus estrategas, en consulta con los de Irán. Si bien ya se han movilizado varios destacamentos hacia la región fronteriza y hubo roces, no es seguro que opere bélicamente. Sin embargo, la comprensión de las razones palestinas para sus exigencias, es el clima -mediáticamente oculto, pero denso- que envuelve todo el litigio.
Claro que los Estados Unidos pretenden usufructuar el panorama para incentivar un fuerte foco flamígero sobre la región, pero también que el malestar creciente en varias naciones europeas ante la continuidad de la guerra en Ucrania y sus derivaciones económicas, le disminuye posibilidades de convocar a una campaña masiva. Sus aliados están demasiado preocupados como para destinar más recursos a otro avance que puede extenderse temporalmente. Como era de prever, Arabia Saudita está tironeada entre sus nuevas amistades multipolares y sus antiguas alianzas regionales: una cosa es suscribir acuerdos con Irán y otra, contrastar a Israel. Enseguida abordamos la cuestión.
Nada está dicho y de nuevo, el conjunto del planeta sabe o intuye que está involucrado; directa o indirectamente.
INTERIORES. El debate abierto sobre la impericia de la inteligencia israelí merece atención; es posible que se registraran fallas, pero también, como sugieren varios analistas que desconfían del Aman, la Mosad y el Shabak hasta cuando se equivocan que mediante su vínculo estrecho, la Central de Inteligencia Americana (CIA) les haya sugerido dejar correr para agitar las arenas. También cabe poner sobre la mesa del mismo material la calidad de la operación palestina, pues no parece improvisada. Ha sido lo bastante intensa y coordinada como para recibir elogios de los especialistas militares más avezados.
Vale reflexionar: Netanyahu viene muy cuestionado por la orientación de su gobierno en general y varias medidas en particular. Los ataques ¿lo debilitan o fuerzan a los opositores a cerrar filas junto al Estado? No es fácil discernir: este periodista recibió el testimonio de uno de los más férreos y notables opositores al régimen sionista: un misil cayó a trescientos metros de su vivienda. Como factor espejo, se conocen pronunciamientos hondos en Cisjordania para que el gobierno de Al Fatah respalde seriamente, más allá de la pirotecnia verbal, a su vecino políticamente distante, Hamas.
FACTORES. Existen muchos elementos que cabe tomar en cuenta. Por ejemplo, el zigzagueo saudita. Pocas semanas después del acercamiento a Irán, China mediante, el gobierno monárquico ofreció a Washington aumentar los niveles de producción petrolera, si los precios lo ameritan, para “normalizar” sus relaciones con Israel. El acuerdo también permitiría que los Estados Unidos ayuden a Arabia Saudita a desarrollar un programa de enriquecimiento de uranio. Es significativo que la información se conociera a través del Wall Street Journal un día antes de la operación Inundación de Al-Aqsa. Es cierto que Arabia Saudita advirtió que todo pacto con Israel debe ofrecer satisfacción a las demandas palestinas, pero el mundo árabe no confía en sus palabras.
Este domingo empezó con lanzamientos cruzados en el norte. Las Fuerzas de Defensa informaron haber empleado su artillería y sus drones contra el Líbano. En sintonía, Hezbollah atacó con cohetes y artillería el territorio israelí “en solidaridad con el pueblo palestino”. Por su parte, el secretario general de la Liga Árabe, Ahmed Abdoul Gheit, viajó a Moscú por invitación del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Serguéi Lavrov. La Autoridad Nacional Palestina que conduce el mencionado Abás pidió una reunión urgente del Consejo de Ministros de Asuntos Exteriores de la Liga ante la compleja situación.
Cuatro días antes, el líder supremo de Irán, Ali Jamenei publicó este mensaje en las redes sociales: “El régimen usurpador está llegando a su fin. Hoy, la juventud palestina y el movimiento contra la opresión y la ocupación en Palestina son más enérgicos, más vivos y están más preparados que nunca en los últimos 70 u 80 años. Si Dios quiere, el movimiento alcanzará sus objetivos”. Y también se expresó directamente contra el acuerdo de los sauditas: “La posición de la República Islámica es que los países que apuesten por la normalización con Israel perderán. Están apostando a caballo perdedor”. Vale adentrarse en esta tensión, pues trasciende el debate sobre los combustibles.
Acérquese, lector. Y arremánguese porque vamos rumbo a un rompecabezas de cierto volumen.
LA GUERRA IGNORADA. Yemen limita al Norte con Arabia Saudita, al Este con Omán, al Sur con el Océano Indico (Golfo de Adén) y al Oeste con el Mar Rojo. Es el país más poblado de la Península Arábiga, con 33 millones de habitantes en 500 mil kilómetros cuadrados. La república que lidera el presidente Ebrahim Raisi y la monarquía que conduce el príncipe Mohamed bin Salman se vienen imputando mutuamente de respaldar con armas y recursos a los distintos sectores que se disputan el poder. La nación es un importante productor petrolero y las exportaciones del oro negro configuran la principal fuente de ingresos. Esa cualidad permite comprender las disputas internacionales, así como el drama de la monoproducción, pues se trata del país más pobre de Oriente Medio.
El conflicto tiene antecedente próximo en un levantamiento que siguió a la llamada Primavera Árabe, en 2011, que forzó al entonces presidente Ali Abdullah Saleh, a entregar el poder al vicepresidente, Abd Rabbu Mansour Hadi. Así se desató una dura e intrincada pugna por el poder entre los aliados de Saleh, el movimiento rebelde de los hutíes, y las fuerzas de Hadi. Saleh, que había gobernado Yemen durante más de 30 años, se unió a los hutíes para expulsar a Hadi de la capital, Saná.
El movimiento hutí, que representa a la minoría musulmana zaidí chiita de Yemen, había combatido en una serie de rebeliones durante los años previos. En principio, muchos de estos enfrentamientos quedaron encapsulados en la empobrecida provincia de Saada, en el norte del país. Cuando los hutíes realizaron una aproximación a las fuerzas leales a Saleh, lograron tomar el control de la capital, Saná, en septiembre de 2014, y desde allí continuaron avanzando hacia la segunda ciudad más grande del país, Adén.
En 2015 Arabia Saudita, evaluando que el avance de los hutíes, implicaba un desembarco iraní en la zona, lanzó una campaña militar aérea para restaurar al gobierno de Hadi. La coalición saudita acusó a Irán de aliarse con los hutíes con el objetivo de expandir su influencia en los países árabes, incluido Yemen, que comparte una larga frontera con la monarquía que orienta Bin Salmán. Ese conjunto de países, articulado para batir a los hutíes, son estados árabes sunitas: Qatar, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Egipto y Jordania. También están Marruecos, Sudán y Senegal. Pero la música la pusieron los Estados Unidos, el Reino Unido y Francia.
De hecho, el gobierno norteamericano llevó a cabo incursiones aéreas regulares argumentando que intentaba eliminar posiciones de al Qaeda y del autodenominado Estado Islámico en Yemen. Algunos meses atrás, el gobierno estadounidense admitió que había desplegado fuerzas especiales en la región. Las otras potencias occidentales aceptaron haber abastecido con armas e inteligencia a la coalición de Arabia Saudita. Desde sus voceros periodísticos, esos espacios justificaron su accionar apuntando que la República Islámica había brindado a los hutíes asesores militares, agentes de inteligencia y armamentos.
En enero de 2015, los hutíes reforzaron su control en Saná, rodearon el palacio presidencial y otros puntos clave de la ciudad y colocaron a Hadi bajo arresto domiciliario. Un mes después, el presidente escapó a la ciudad de Adén y los hutíes y las fuerzas de Saleh continuaron sus intentos de tomar el control de todo el país. Hadi huyó del país en 2015. Todo el período se caracteriza por devastadores enfrentamientos con graves consecuencias para la población civil. Hasta los especialistas occidentales admiten que el arranque de la catástrofe se asienta en el arribo de Arabia Saudita al conflicto.
En meses recientes, las fuerzas leales a Hadi, junto con combatientes separatistas sunnitas del sur del país, lograron detener el avance de los rebeldes hutíes en Adén. En agosto las tropas de la coalición saudita tomaron control de Adén expulsado a los hutíes y sus aliados de gran parte del sur del país. Hadi estableció su gobierno de forma temporal en Adén, aunque la mayoría de los miembros de su gabinete continúan en el exilio. En medio de semejante panorama, los terroristas de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQPA) y los del autodenominado Estado Islámico usufructuaron el caos y tomaron el control de territorio en el sur y continúan sus ataques contra Adén. Los hutíes, por su parte, continuaron controlando la capital, Saná, y la ciudad sureña de Taiz desde donde lanzan proyectiles y misiles a través de la frontera de Arabia Saudita.
Durante meses habían surgido informes de divisiones en la delicada alianza entre los hutíes y los simpatizantes de Saleh. A principios de diciembre estallaron enfrentamientos en Saná entre los que habían sido aliados con ambos bandos responsabilizando al otro de iniciar el conflicto. El 2 de diciembre pasado, Saleh apareció en televisión para anunciar a la coalición saudita que estaba listo para “pasar a una nueva página” en las relaciones entre ambos e iniciar un diálogo.
La oferta fue recibida positivamente por los sauditas, pero no por los rebeldes hutíes, quienes acusaron a Saleh de traición y prometieron seguir su lucha contra la coalición dirigida por Arabia Saudita.
Saleh, catalogado históricamente como un político acomodaticio y pragmático que ha modificado sus alianzas en varias ocasiones, nunca se llevó bien con los líderes hutíes. En verdad, concretó acuerdos de conveniencia. Como varios preveían, murió en un “enfrentamiento”, semanas atrás.
Con la muerte de Saleh, es probable que se intensifiquen las tensiones en la región y se reduzcan las posibilidades de encontrar una solución para la devastadora guerra. Los bombardeos aéreos saudíes y norteamericanos ya causaron nueve mil muertos, una grave situación social, brotes de enfermedades contagiosas. En conjunto, una crisis humanitaria de enorme gravedad.
MIRADAS Y PERFILES. En el caso del litigio entre israelíes y palestinos, el lugar de mirador parece determinante. Siempre lo es, claro, pero el lector agudo comprenderá que según el posicionamiento del narrador emergen diagnósticos diferenciados. Están quienes enfatizan la falta de respeto israelí hacia la cultura musulmana al fomentar el rezo en la mezquita de Al Aqsa, los que realzan la contradicción interna entre las organizaciones palestinas, aquellos que efectúan un análisis equivalente al interior de Israel, los que apuntan la inminencia de una “traición” saudí y un retorno al redil estadounidense y, en línea, la persistencia de la acción sobre Yemen -en ambos casos el ataque sería un impacto de Irán para advertir-; pero también hay otros, que suponen una provocación atlantista para la expansión del conflicto y en combinación intrínseca, la intención israelí de hallar una criminal “solución final” para el vecino indeseado.
Es probable que varios tengan razón. Todos los perfiles, es preciso admitirlo, poseen fundamento argumental.
Como se verá, el asunto es complicado.
PREVENCIONES. Desde Rusia, el filósofo Aleksandr Duguin dio a conocer la inquietud que recorre el análisis político al interior del gran protagonista del presente. Su planteo suena aventurado, pero amerita considerarse: “Si estuviéramos en una situación internacional diferente, los palestinos podrían contar con la compasión de la izquierda internacional, pero Estados Unidos está dirigido por neoconservadores y globalistas. Definitivamente no tienen tiempo para los palestinos. Aunque las políticas nacionalistas de Israel no se acercan demasiado a ellos. Pero es la reacción en cadena -y sobre todo el comportamiento de los Estados islámicos (principalmente Irán, Turquía, Arabia Saudita, otros países del Golfo y Egipto)- lo que puede convertirse en una continuación lógica en este caso. Al menos, esto puede haber sido lo que los estrategas de Hamás tenían en mente cuando decidieron iniciar un conflicto”.
El pensador completa: “La multipolaridad se está fortaleciendo, la intensidad de la hegemonía occidental en los países del colectivo No Occidental se está debilitando. Los aliados de Occidente en el mundo islámico –principalmente Turquía y los saudíes– no siguen automáticamente todas las órdenes de Washington. Es en esta situación que el polo islámico, que recientemente se unió de manera demostrativa a los BRICS, pasará la prueba. Por supuesto, el conflicto puede expandirse a otros territorios. Es posible que Irán y Hezbollah se vean arrastrados a él, lo que significa una posible transferencia de operaciones militares a los territorios del Líbano y Siria. Y en el propio Israel hay suficientes palestinos que odian a los judíos. Todo esto puede tener consecuencias impredecibles. En mi opinión, Estados Unidos y los globalistas intentarán ahora apagarlo todo, ya que no pueden sacar nada bueno de una mayor escalada”.
En tanto, la Federación de Rusia llama a la paz, a través del diálogo. Aunque suene irónico debido al desarrollo de la confrontación en Ucrania, no lo es: el Oso buscó armar una mesa de negociaciones y el Norte la desechó. Fue el ex secretario de Estado Henry Kissinger quien participó -como es habitual- en Davos y luego viajó a China para intentar insuflar vida a la puerta entreabierta. Pero sobre todo, las sugerencias de la nación que lidera Vladimir Putin no son desoídas por Irán. Lo cual no significa que sean seguidas al pie de la letra.
Sobre este problema, y acerca de tantos más, vale la pena leer a Rodolfo Walsh, quien encaró una serie sobre Palestina para el diario Noticias en 1974. En 2017, quien escribe esta nota y el Consejo de Redacción de la Revista Question Latinoamérica volvieron a publicar el material como suplemento especial. Las ediciones ya no se encuentran en la web, Error 404 -qué cosa-, pero al menos podemos atisbar sus comentarios posteriores, suscitados ante las objeciones apuntadas contra los artículos por la Embajada de Israel en nuestro país.
Mientras, seguimos buscando su obra completa.
RODOLFO WALSH. “Expliqué en mis notas que ya a fines del siglo pasado la propaganda sionista convirtió al palestino en “el hombre invisible” de Medio Oriente, a tal extremo que Teodoro Herzl hizo un viaje a Palestina y escribió un informe donde no figuraba la palabra “árabe”. El mito de la “tierra sin pueblo” era útil para fomentar la inmigración del “pueblo sin tierra”.
Según el escritor israelí Amos Elon, en un libro de 1971, cuando Herzl viajó a Palestina en 1898, “debía haber allí más de 500.000 árabes palestinos”. Esto se complementa con una observación formulada en 1891 por el judío Achad Haam, que conocía bien Palestina: “En el extranjero solemos pensar que Palestina hoy es casi desierta, un páramo incultivado… Pero no es así, en absoluto. Es difícil encontrar tierras sin cultivar… En el extranjero solemos pensar que los árabes son todos salvajes, comparables a los animales, pero esto es un gran error”.
(…)
“Para explicar el éxodo palestino de 1948, la Embajada de Israel apela a un argumento que el sionismo ha dejado prácticamente de utilizar desde 1961, cuando fue pulverizado por el investigador inglés Erskine Childers.
El argumento pretendía que “dirigentes árabes” habían hablado por radio a los palestinos ordenándoles evacuar sus casas. Childers viajó a Israel en 1953 y pidió pruebas de ese alegato, sin obtenerlas. Acudió entonces al Museo Británico, donde se conserva la versión grabada por la BBC de todas las emisiones de radiales de Medio Oriente desde 1948, y no sólo no encontró un solo llamamiento árabe a la evacuación, sino numerosas exhortaciones, e incluso órdenes, de permanecer en sus casas.
Las razones que incitaron a los palestinos a huir al grito de “Deir Yassin!” son la destrucción de aldeas y las masacres que precedieron al 15 de mayo de 1948. Ello esta demostrado, en primer lugar, por uno de los responsables de esas masacres, el dirigente de la Irgun Menajem Begin, en su libro La Rebelión. Pero hay además centenares de testimonios.
El mediador de la UN, conde Bernadotte (asesinado por terroristas sionistas) dijo en su informe: “El éxodo de los árabes palestinos resultó del pánico causado por la lucha, de rumores sobre actos de terrorismo reales o supuestos y de la expulsión… Prácticamente toda la población árabe huyó o fue expulsada del área ocupada por los judíos”.
El periodista (y luego diputado) israelí Uri Avneri dice: “En algunos casos, los dirigentes judíos trataron de persuadir a los árabes de que se quedaran, por ejemplo en Haifa. Pero por regla general los incitaron a abandonar sus ciudades y aldeas”.
El propio Yigal Allon ha referido que para limpiar Galilea de palestinos, llamó a los alcaldes árabes y les advirtió “que se van a quemar todas las aldeas de Huleh… que huyan mientras hay tiempo”.
El mayor O’Ballance, historiador militar inglés, señala que “expeditivamente los árabes fueron expulsados y obligados a huir, como en Ramleh, Lydda y otros lugares. Dondequiera avanzaban en territorio árabe las tropas israelíes, la población árabe era arrancada como por una topadora”.
El terror causado por las masacres tipo Deir Yassin, y no las inexistentes exhortaciones de “dirigentes árabes” a quienes nunca se nombra, fue pues la causa del éxodo. La mayoría de esas masacres ocurrieron antes del 14 de mayo, fecha de la “invasión” de Estados Árabes, y ocurrieron en zonas netamente árabes, que aun dentro del Plan de Partición de la UN, figuraban dentro del Estado Árabe.
Entre el 21 de diciembre de 1947 y el 14 de mayo de 1948, las organizaciones terroristas israelíes montaron las siguientes operaciones de gran envergadura, fuera de los límites de Israel, que en todos los casos significaron ocupación de territorio, toma o destrucción de ciudades y pueblos, y expulsión de árabes: Qazaza (21.12.47); Sása (16.2.48); Haifa (21.2.48); Salameh (1.3.48); Biyar Adas (6.3.48); Qastal (4.4.48); Deir Yassin (10.4.48); Lajun (15.4.48); Saris (17.4.48); Tiberias (20.4.48); Haifa (22.4.48); Jaffa (26.4.48); Acre (27.4.48); Safad (7.5.48); Beisan (9.5.48). La fuente es el New York Times. Estas incursiones, y los extensos relatos que las documentan, prueban que Israel no esperó siquiera el día de su Independencia, fijado por la UN, para lanzarse a la conquista de territorio árabe; y que fueron sus organizaciones armadas las que desencadenaron la guerra”. **
- Director La Señal Medios / Radio Gráfica
** Rodolfo Walsh, en diario Noticias.
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