Por Gabriel Fernández *
Las campañas desatadas en la Argentina en derredor de la amenaza para la democracia que implica una eventual presidencia de Javier Milei constituyen, salvo excepciones, una ayuda extra para el candidato de La Libertad Avanza. Asimismo, nos convocan a ahondar en asuntos internacionales que ya hemos abordado en estas páginas.
¿Qué sucede? Se le brinda la posibilidad de enlazar propagandísticamente con modelos opuestos a los que pregona y absorber el empuje que los mismos tienen en naciones que intentan a su manera zafar del ruinoso control de las corporaciones financieras. ¿Cómo sucede? Se identifica las políticas desplegadas en otros lares como “derecha” y “ultraderecha” sin más argumento que la caracterización de trazo grueso.
Como se sabe, hemos abordado hasta el borde el sentido profundo del surgimiento del trumpismo en los Estados Unidos. También, los indicadores concretos de su gestión, el accionar del rubicundo en el plano mundial, las razones de sus críticos más acérrimos. Como todo ese material está a disposición del lector en el libro Fuentes Seguras y en los envíos habituales para la web de la Gráfica, vamos a detenernos ahora en otra de las varas comparativas habituales que configuran un frenesí en la difusión. Giorgia Meloni.
La premier italiana, en verdad, ennoblece con su presencia el agit prop de Milei, pero tantos postean ambas imágenes hasta el infinito sin detenerse a reflexionar. Cada consideración sobre la equivalencia de su tarea al frente del gobierno peninsular aparece laminado por la placa “fascismo”, casi en la misma proporción de las imputaciones sobre Milei. Pero no hay fascismo allá ni acá, salvo en la pereza de quienes ponen sellos sin demasiada precaución.
Veamos las definiciones concretas de Meloni y comparemos concienzudamente las mismas con las iniciativas de dolarización, entrega del Banco Central, privatización de la economía, cercenamiento del poder estatal, que fomenta Milei. La tana explicó hace poco más de un mes, que “Desde hace años, nos han contado que una globalización sin reglas y el triunfo de la economía financiera sobre la economía real aportaría más democracia donde hay autocracias y más riquezas a nuestras democracias. Estaban equivocados. O nos mintieron. Porque hoy nos dimos cuenta de cuán alto es el precio que estamos pagando por haber permitido en los últimos años la deslocalización de nuestras empresas”.
En ligazón práctica con ese diagnóstico, dio a conocer su decisión: “Estamos registrando ganancias récord de muchas instituciones bancarias, por eso hemos intervenido con la imposición del 40% sobre la diferencia injusta en el margen de interés, o mejor dicho, la diferencia entre la cantidad de interés pasivo y activo de los bancos”.
Pero por qué y para qué: “Vivimos una fase complicada y la respuesta del Banco Central Europeo fue intervenir con una política de tipos de interés muy decidida. Así aumentan los precios, el costo del dinero y las hipotecas, los préstamos existentes y conduce a una contracción de la economía. Para nosotros es fundamental que el sistema bancario se comporte correctamente”.
Esta mujer sabe lo que dice. Trump, con sus ostensibles dificultades comunicacionales, no lo hubiera planteado mejor. Pero la dirección de ambos es semejante. El contraste con el liberalismo cavallista promovido por Milei es agudo. Mientras los “derechistas” apuntados comprenden que su base de sustentación se asienta en la generación de empleo a través de la producción de bienes y el incentivo al consumo, el referente menemiano de última generación propone el arrasamiento de la banca pública, de la industria y del poder de compra local.
Las almas bellas que con sus intenciones instalan el empedrado que conduce al infierno, al identificar al adalid perruno con aquellos nacionalistas genuinos, lo benefician sin que tenga que hacer esfuerzo especial para adecuar su discurso. La edición de imágenes que los posicionan de modo equivalente y surcan las redes sin contenidos aclaratorios, sugiere que Milei pretende hacer aquí “lo mismo” que han realizado tales dirigentes en sus regiones de origen. Pero sus políticas son absolutamente diferentes.
Esto tiene otra derivación, sobre la cual ya hablaremos con más profundidad. Como sencillo adelanto, digamos: la idea de una “derecha” que “avanza en todo el mundo” es una de las grandes tonterías del período en curso. Las palabras derecha e izquierda ya no encarnan nada que un terrestre del siglo XXI pueda identificar con nitidez. Es preciso averiguar qué representa y qué hace cada referente, cada espacio, cada movimiento. Y el entorno en el cual se mueve.
Recién ahí, caracterizar. La imposición de carteles a la bartola contribuye al río revuelto en el cual pescan los oportunistas.
Milei no es de derecha. Es anti nacional.
Trump y Meloni no son de derecha. Intentan desarrollar sus propias regiones.
- Director La Señal Medios
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