Por Úrsula Asta y Leonardo Martín*
La historiadora e investigadora Victoria Basualdo es además coordinadora de la Unidad Especial de Investigación de Delitos de Lesa Humanidad Cometidos con Motivación Económica, que depende de la Secretaría de Derechos Humanos.
En este diálogo con Radio Gráfica en el año que se cumplen 46 años del inicio de la última dictadura cívico-militar, reflexionó sobre el modelo económico que se vino a implantar en el ´76, el rol civil durante el terrorismo de Estado y las causas judiciales en relación a esas responsabilidades empresariales, aspecto sobre el que recientemente se presentó la publicación “Responsabilidad empresarial en las violaciones de derechos humanos en Argentina”.
Aquí, una mirada desde el mundo del trabajo y la organización sindical.
-Cuando irrumpió el golpe cívico militar, 24 de marzo del año ’76, ¿qué objetivo tenía? ¿Cuál era el modelo económico que venía a implantar la dictadura?
-Es una muy buena pregunta, me parece que algunas de las respuestas están en muchas banderas que vimos en la movilización impresionante del 24 de marzo. Una movilización de sectores muy diversos, y creo ahí está la ubicación de la problemática económica y laboral, que es muy importante, y tiene que articularse con muchas de esas otras banderas que vimos.
Empiezo por lo primero, sin duda el golpe del 24 de marzo tenía un programa económico. Se proponía constituir y llevar adelante un punto de inflexión. No fue un rayo en un día de sol. No es que hubiera sucedido en el aire. Había habido por décadas una disputa muy fuerte. Argentina tiene una serie de golpes de Estado durante el período de la Guerra Fría, está el golpe del ’55, el del ’66, y los procesos represivos que iban articulando. En el propio periodo del ’73-’76 hay procesos represivos de enorme magnitud, pero el del 24 de marzo del ´76 se proponía ser un punto de inflexión para intentar resolver aquello que desde el ’55 no podía terminar de resolverse.
Ahí es donde quiero poner en el centro la cuestión a la clase trabajadora y el movimiento sindical que, sin duda, son un sujeto central en la historia, muy invisibilizado frecuentemente. Se ve poco la centralidad que tiene la disputa laboral y la organización de la clase trabajadora y la enorme preocupación que esto implicaba no sólo para los militares, sino también para el poder económico y para todo un grupo concentrado de empresas que se involucró muy fuertemente en el golpe.
Sin dudas, ahí tenemos una línea. Argentina tiene una larga tradición de organización en los lugares de trabajo. Delegados, delegadas, comisiones internas, son una instrumentación desde las bases muy poderosa. Y esto, en articulación con una estructuración sindical muy poderosa de base nacional con confederaciones, y con una estructura de derechos que se va ganando por décadas, estuvo en el centro de lo que el 24 de marzo se quería cambiar.
Pero, mirando este programa y dada también la movilización y los sujetos que acompañan el 24 de marzo, me parece muy importante ver que no es solo una cuestión de clase, sino también de género, de identidad étnico racial… Hubo banderas que hablaban de los 30.400 desaparecidos, visibilizando justamente la persecución a las disidencias durante la dictadura.
No creo que sean cosas diferentes o disociadas, sino que hay una interrelación entre esta cuestión. Así como proponemos la interseccionalidad en términos teóricos para ver los desafíos que tenemos hacia delante, hay que mirar la dictadura desde esa perspectiva. Tenía un modelo de género determinado, buscaba ordenar a las familias con una cabeza patriarcal y con una sumisión o un papel para las mujeres determinado, había un lugar de persecución de las disidencias, había un desprecio de los pueblos originarios y de las identidades por fuera de lo que se concebía el corazón del “ser nacional”. Lejos de debilitar el argumento central de las transformaciones económicas y sociales, y la cuestión laboral, todo esto lo completa.
-Algo que acompañaste es la búsqueda de justicia en esta materia particularmente, y en la participación empresarial dentro del terrorismo de Estado. Hubo algunos juicios, como el de 2018. ¿Qué trazo harías para contar a dónde estamos hoy?
-Hay una gran cantidad de juicios en desarrollo. Lo primero que hay que decir es que los juicios suceden alrededor nuestro. Son instancias muy reveladoras de todo esto que estaba diciendo antes. Y son instancias de participación. Hay una interpelación muy fuerte que necesitamos sentir respecto de cómo esto que está sucediendo en la Argentina hace historia mundial. Esto que hacemos, de llevar a los tribunales esta historia y de perseguir Memoria, Verdad y Justicia, no es algo obvio. Es algo extraordinario que demanda unos esfuerzos tremendos y esto está sucediendo ahora.
Se logran cosas como las que decías, como en la causa Ford del 2018: una sentencia histórica porque por primera vez se condenó a dos altos funcionarios de la empresa Ford Argentina, junto al responsable militar Santiago Riveros, Hector Sibilla y Pedro Müller, fueron condenados a 10 y 12 años de cárcel como partícipes necesarios del secuestro de 24 ex trabajadores y delegados de Ford.
Esta sentencia fue confirmada el año pasado por el máximo tribunal penal de nuestro país, la Cámara Federal de Casación Penal, de mentalidad muy conservadora en general. Habrán visto a Casación permanentemente en todas las noticias judiciales, marcando justamente las retracciones, los faltantes, lo que no alcanza. Sin embargo, ese Tribunal de Casación respaldó la sentencia condenatoria de estos tres militares y los dos civiles en la causa Ford.
Es un ámbito impresionante para ver estas cuestiones. Tenemos la causa Acindar en desarrollo con procesos civiles. La causa ingenios La Fronterita en Tucumán. Los ingenios fueron un núcleo central. Toda la impunidad tremenda que se dio en el caso Ledesma, seis años más tarde la Corte falla y habilita la instancia de juicio oral para un imputado que es de tal edad y con tales patologías, que a esta altura, después de todo el paso del tiempo, va a ser difícil que se lo pueda juzgar, o por lo menos eso es lo que se está dirimiendo en términos de peritaje. Es un terreno muy complicado el que tenemos por delante, pero tenemos potencialidades que es muy extraño encontrar a nivel internacional y por eso es tan importante convocar a sumarse.
-Entre el golpe del ´76 y el fin de esa dictadura cívico militar, ¿qué rasgos identificarías dentro de la clase trabajadora? ¿Cómo estaba al comienzo de la dictadura y qué características tenía? Cuando termina, ¿qué pasa con esa clase trabajadora en materia de ingresos, de composición, de la desindustrialización que se vivió esos años?
-Lo primero que tenemos que decir es en términos de la participación de los asalariados en la distribución del ingreso, esa distribución funcional del ingreso lo que mide es qué participación tienen los salarios sobre el PBI, qué participación tienen las ganancias, un aproximado entre capital y trabajo:
A mediados de los años ’70, la clase trabajadora alcanzaba a más de 45 puntos del ingreso nacional. En el ´82 en la crisis hiperinflacionaria, que termina desencadenando el final de la dictadura, junto con Malvinas y las movilizaciones de derechos humanos, que ya acumulaban muchos años esas movilizaciones sindicales y obreras, ahí la participación de los asalariados era de 22 puntos. Pasó de más del 45 a 22 puntos de participación. Es decir, la mitad. Lo cual es una cifra tremenda.
Por supuesto la cifra no queda allí, porque algo que hay que decir es que hubo procesos de resistencia y de disputa durante todo ese tiempo, y eso no quiere decir de ningún modo que suscribo a la visión de la clase trabajadora de manera uniforme, homogénea, y tampoco del movimiento sindical. Siempre hubo corrientes diversas y hubo concepciones distintas.
De hecho, hubo sectores sindicales que prefirieron construir con la dictadura y pactar en algún sentido. No les fue bien, porque la dictadura proponía una reconfiguración radical del mapa sindical. Por lo tanto, algunos de ellos pudieron inventar un poder para continuar hacia delante, pero realmente es una minoría en términos del mapa sindical en su conjunto.
¿Cómo se termina? Se termina con una participación muy inferior. Con una serie de cuestiones muy instaladas, muy importantes, por ejemplo la tercerización laboral, una de las grandes estrategias empresariales más complicadas que nos acompañan hasta la actualidad.
La ley de Contrato de Trabajo del año ´74, elaborada por Centeno, establece una serie de cláusulas para el freno de los efectos más nocivos de la tercerización laboral, que es la creación de una clase trabajadora de primera y una de segunda, que por supuesto son barridos en la reforma de la Ley de Contrato de Trabajo que se hace durante la dictadura que mutila muchos de esos artículos y elimina muchos otros.
Esas cuestiones son cambios con los cuales convivimos hasta la actualidad. Hay mucha dificultad de ver la importancia de estos fenómenos, de la tercerización que aparece como un mal menor porque al menos genera empleo, cuando en realidad produce un efecto de fragmentación y de pérdida de derechos brutal en un sector de la clase trabajadora.
-Recuerdo la reforma que impulsó el macrismo…
-La reforma laboral de Macri iba por todo, efectivamente. Esa reforma que se quiso presentar en el 2017, de forma contemporánea a ese video que luego vimos de la “Gestapo Sindical” mientras que buscaban armar causas a sindicalistas y desactivar el proceso de lucha, que fue impresionante durante el macrismo. Hay que ver la foto de las plazas, increíbles, una tras otra. No sé si recuerdan el 14 y el 18 de diciembre del 2017 en el Congreso. Estamos hablando de plazas impresionantes, de un paro general que costó mucho. Esto quedó grabado en las cabezas de todos, pero claramente que cuando se hizo ese paro general se alcanza una magnitud en Argentina que no tienen en ningún otro lugar de América Latina.
Esto efectivamente es una preocupación muy grande. Hay una preocupación por esta clase trabajadora, por eso buscaban en el caso específico de la tercerización, como bien decís, subir la apuesta, ir más allá de lo que había ido la propia dictadura en términos de normativa laboral.
Justamente, era desconocer la responsabilidad de la empresa principal respecto de la contratista y disolver o desarmar esta estructura, justamente la tercerización tiene ese objetivo, la desresponsabilización, deshacerse de las garantías que vos tenés que darle a tus propios trabajadores que trabajan en los establecimientos. Pasan a la contratista, esa contratista pasa a ser totalmente independiente. Así, no hay una responsabilidad respecto de lo que ocurre en el espacio de trabajo. Nuevamente volvemos al espacio de trabajo, la importancia de lo que pasa ahí y la importancia de la organización obrera y sindical.
-En este sentido, tengo entendido que es así y hemos dialogado con algunos trabajadores, pero me gustaría que lo cuentes vos también, dentro de los juicios de la responsabilidad empresarial en el terrismo de Estado, hay varios sindicatos y comisiones directivas que están participando activamente. ¿Es así?
-Es así. A mí me parece muy importante alentar la participación sindical en los juicios. Hay ejemplos muy interesantes y muy potentes. La Unión Sindical en Derechos Humanos es una iniciativa muy buena en términos de articulación de sindicatos de distintas corrientes, de distintas ramas de actividad, que fueron generando sus propios sectores y áreas de derechos humanos y que aquí se juntan para estar presentes en los juicios para tener intervenciones.
Pero además hubo sindicatos que se presentaron como querellantes, en representación de sus propios trabajadores desaparecidos. Esto implica una participación directa en los juicios, implica poder revisar sus propios papeles y archivos. Implica comprometerse y decir “bueno esto nos pasa a nosotros. No son individuos, sino que son parte de nuestra organización. Estos trabajadores son nuestros y lo que les ocurrió es un problema nuestro”.
-De lo que fue la represión, el secuestro y la desaparición forzada de la dictadura cívico militar está instalada ésta idea, quizás invisibilizada al mismo tiempo, que fue especialmente dura con las comisiones internas y con los delegados. En especial en el primer tramo de la dictadura fueron trabajadores que estaban organizados. ¿Es así?
-Por supuesto. No hay ninguna duda de esto. En primer lugar te diría una cosa obvia, y esto tiene que ver con la Conadep y con una clasificación original que tendió a separar en grupos estancos identidades que son superpuestas. Es muy importante a la hora de pensar en las identidades, porque efectivamente, en general, en una sociedad en pleno empleo, como en la década de los ´70, los adultos trabajaban. Entonces, la verdad que uno pensaría que cerca del 90 por ciento de los desaparecidos deberían ser trabajadores y trabajadoras. Porque después están las autoimágenes, y las maneras de concebirse, si sos o no trabajador o si sos abogado. Pero en general, en una sociedad de pleno empleo como la de los años ´70, la inserción laboral era fundamental.
Sin duda, el activismo sindical era una cuestión muy importante. Sorprendió mucho a la propia Comisión, a la propia Conadep en los años ’80 la cuestión obrera, no sólo la cuestión de trabajadores en términos generales, y ahí estamos hablando de una definición general, sino también a la cuestión obrera. Las fábricas como territorio de represión.
Eso no es algo que estemos viendo ahora. No es algo que pueda discutirse. Es algo que estableció la Conadep en los años ´80 de una manera muy clara. Estableció una comisión directamente en Villa Constitución para examinar a Acindar Villa Constitución y el Centro Clandestino de Detención que había ahí. Lo mismo con Ford, lo mismo con los ingenios, con Ledesma. Todo eso está presente en el Nunca Más y en el juicio a las Juntas.
Entonces no estamos hablando de un tema nuevo. El tema primero es la inserción laboral invisibilizada de la mayor parte de los desaparecidos. Segundo, el eje de la militancia sindical y del activismo en los lugares de trabajo como una cuestión central.
Es algo que no solo salió con la Conadep y con el juicio a las juntas, sino que volvió a abrirse de manera exponencial en los juicios por la verdad a fines de los años ´90. Se plasmó en la presentación de la CTA ante el Juez Baltasar Garzón donde presentaron un listado de centenares de activistas dirigentes sindicales y militantes del ámbito laboral.
Esto es algo que aparece y por eso los invito a ver los juicios, muchos de ellos transmiten de manera virtual, que por la pandemia, ha quedado como una opción muy saludable. El sitio La Retaguardia es impresionante para esto. Hacen un seguimiento muy recomendable, una tarea impresionante y hay muchos otros medios también para seguirlos. Hay universidades que proyectan los juicios. Hay sitios del propio Poder Judicial. Es muy interesante ver estas audiencias. La cuestión obrera laboral y sindical aparece todo el tiempo en los juicios.
* Entrevista realizada en Feas, Sucias y Malas, sábados de 10 a 13 horas/ Colaboración de Carolina Ocampo.
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