Por Erika Eliana Cabezas
“Para mi el teatro es una búsqueda. Esa búsqueda es sentir la vida y sentirla cada vez más. No postergar el presente. Es hacer esta obra y experimentarla. Salir de la superficie, entregarme cada vez más al arte”, expresa Marcelo Savignone, actor y director de amplia trayectoria, que actualmente se encuentra montando De Interpretatione. Todos los sábados a las 22 en el Teatro Belisario, ubicado en Corrientes 1624, pone a dialogar la filosofía con el teatro bajo el pensamiento de Paul Ricoeur. Parte de las obras que realizó de Antón Chejov -Un vania, Ensayo sobre la gaviota, Mis tres hermanas- para, en el interín, preguntarse si es posible interpretar sin traicionar al autor.
– Hace rato estás indagando el cruce entre la filosofía y el teatro. Cuerpo es un ejemplo. Pero, ¿cómo surge particularmente la idea de trabajar esta obra?
– En Cuerpo, que era un trabajo que estaba basado en la filosofía de Spinoza, aún no estudiaba filosofía, pero sí tenía lecturas de aproximación porque me interesaba. Doy clases de teatro y, en algún momento, se empieza a necesitar teoría para nombrar, para trabajar el concepto de lo que sucede. Las cosas no pasan solamente por el sentir. En eso la lectura teórica teatral naturalmente me fue llevando hacia lecturas más filosóficas. Cuando apareció la pandemia, me metí a la carrera de filosofía. Eso me llevó a profundizar sobre pensamientos más filosóficos, profundizar la misma obra Cuerpo. Me doy cuenta que, a lo largo de mi historia como artista, hay una constante de ir a la fuente. A partir de eso me doy cuenta cuánta semejanza hay en algunas problemáticas que plantea la filosofía y que plantea el teatro, con una diferencia, que el teatro se basa en la praxis. Aunque, cierta filosofía también. Eso es un poco el porqué ahondó en la filosofía. Y después de repente poder dar con Paul Ricoeur, que me hizo pensar la noción de interpretación. Esta cuestión de cuando uno entra en contacto con el texto, el texto es un texto póstumo es muy interesante. Después dice “un texto puede tener muchas posibles interpretaciones, pero no infinitas”. Por lo cual, en lo que a mi refiere, las obras de Chejov tuvieron muchas posibles interpretaciones, pero no han sido infinitas. No se puede hacer cualquier cosa, a pesar de que las tres versiones de Chejov que realicé fueron diferentes.
– ¿Cuál es el vínculo que encontrás entre la filosofía y el teatro?
– Algunas preguntas muy filosóficas son de vital importancia para el teatro. Las preguntas por la muerte, por la vida, por la libertad son cuestionamientos que el teatro lo lleva desde otro punto de vista, desde otros lugares. El cuestionamiento de lo dado. Por ejemplo, los mandamientos. No matarás. Fijémonos en las obras de Shakespeare a ver qué pasa. Hay algo de ese cuestionamiento. Por ejemplo, Antigona,el problema de la libertad. Quiere enterrar a su hermano, pero el Estado representado por Creonte no la deja. Y uno dice, pero eso ya pasó. Bueno, eso lo vivimos hace dos años nuevamente. Hay algo de eso muy contundente. En lo personal, desde otro tiempo, la teoría teatral no me satisfacía. Necesité buscar un concepto más fuente que los propios dados en el teatro, porque entendí que gran parte de mi cuestionamiento hacia la pedagogías eurocentristas tenían que ver con empezar entender las fuentes para no dar una clase repitiendo lo que me han dicho que debería ser. Este es un poco el entramado que noto como semejanza.
– Tu trayectoria es amplia, ¿por qué te basaste en las obras de Chejov y no en otras?
– Hay una regla en Aristóteles que plantea que para que suceda la catarsis tiene que haber un elemento lejano reconocido. A mi con Chejov me pasa exactamente eso. Es algo lejano, comienzo de siglo XX, pero me produce una sensación de reconocimiento en la problemática que me conmueve profundamente. Me produce decir las cosas que dice Chejov. Las siento en el cuerpo de mi presencia, al día de hoy y cuando monte las obras. Cuando yo monte Vania era muy joven para hacer Vania pero necesitaba hacerlo, y hoy tengo un poquito más de la edad de Vania y me sigue interpelando de la misma manera y no. Y en Shakespeare lo que hay es la ingeniería del mal. El hombre es lobo del hombre y Shakespeare lo manifiesta de manera fantástica. Uno dice “es teatro”. Hay un tirano, que es derrocado por un grupo, y este que lo derrocó tiene ideales y en un momento esos ideales se comienzan a transformar. Así mata al amigo, al otro y se convierte en tirano. Luego viene otro, la gran rueda. Uno dice “bueno, pero eso sucede en Shakespeare”. En la Revolución Francesa también pasó algo similar. Hay algo de esa condición humana que a mi me genera una pregunta enorme y al día de hoy me sigue interpelando.
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