Por Nicolás Podroznik (*)
Días atrás, River recibió en el Monumental a Sarmiento de Junín. El conjunto de Núñez parecía haber recuperado la memoria con dos victorias consecutivas, mientras que por el contrario el Verde llevaba sendas derrotas frente a Atlético Tucumán y Colón. Con ese panorama, muchos esperaban que los locales repliquen lo sucedido en el último enfrentamiento entre ambos, donde los de Gallardo aplastaron 7 a 0 a los juninenses. Para sorpresa de muchos, nada de esto ocurrió y los dirigidos por Israel Damonte se llevaron un triunfo categórico por 2 a 1.
Mucho se dijo al respecto de la postura táctica y estratégica de Sarmiento para obtener los tres puntos, puesto que los goles provinieron de un contragolpe y una pelota parada. River fue el que dispuso de la posesión, pero apenas pudo inquietar el arco de Sebastián Meza y si bien logró el descuento apelando al juego aéreo, no le alcanzó para evitar la victoria de Sarmiento. Las críticas le llovieron a Damonte, pero lo cierto es que el Verde hizo historia. Y para eso, ciertas premisas quedan de lado, más tratándose de un equipo chico visitando a uno grande.
¿Por qué se dan estos resultados? Porque el fútbol argentino es competitivo y cualquiera le puede ganar a cualquiera. Difícilmente veamos a un equipo chico -o no tanto- visitando a un grande y siendo partenaire de la superioridad local. Basta comparar con otras latitudes: en los últimos diez años -y enfrentando a equipos que están por fuera de los históricos grandes-, River perdió 25 partidos en su cancha, mientras que Boca lo hizo en 20 ocasiones. En España, Barcelona cayó en 13 encuentros y el Real Madrid en 9. En Italia, Juventus cosechó 9 derrotas. En Alemania, Bayern Munich -dominador absoluto de la década- perdió en 10 ocasiones. Los números dejan en claro que en Argentina ningún equipo que visita un grande sale de partenaire: siempre quieren ganar, más allá del buen juego o el espectáculo que se pueda ver. Para pensar: ¿Por qué a Simeone se lo califica de exitoso bajo esa premisa, pero en nuestro país a otros no?
Desde la consagración del Barcelona de Pep Guardiola, desde diferentes ambientes se ha coronado a la posesión de la pelota como condición sine qua non para ganar un partido. Curiosamente, esas mismas voces hacen caso omiso a otras opiniones del catalán, como su insistencia para no dejar de correr y ocupar espacios o su aprendizaje sobre el contragolpe en la Bundesliga. Lo que sucede es que se omite un apartado fundamental: los equipos de Pep continuamente generan jugadas de riesgo. Por supuesto que es posible crearlas sin la necesidad de tanta tenencia, pero es ahí donde comienza a tallar un ítem del cual no se habla tanto, opacado por esta necesidad de poseer el balón: la efectividad.
Observemos el fútbol argentino. El equipo con mayor posesión de pelota es Racing (63,85%), seguido por River (61,92%), Boca Juniors (61,38%), Vélez (58,69%) y Argentinos Juniors (58,42%). Sin embargo, a todos ellos le cuesta un Perú convertir y eso les ha costado puntos a todos. Por ejemplo, River y Racing son los equipos con más llegadas y con más promedio de tiros por partido en el campeonato, pero ambos precisan casi seis minutos de posesión para poder efectuar una llegada. Tienen la pelota y crean peligro, pero curiosamente no dominan en el terreno de la efectividad. Ahí aparecen dos nombres que están bajo la sombra.
Primero hablaremos de Sarmiento de Junín. De la mano de Israel Damonte viene realizando un gran año que hoy lo tiene peleando el ingreso a copas en la tabla general. Un equipo con un estilo poco atractivo en términos de espectáculo, pero altamente efectivo, basando su postura en cuidar el arco propio y lastimar cuando se pueda en el de enfrente. Mal no le sale: Sarmiento es el equipo que menos tiene la pelota (35,85%), pero es el que mayor cantidad de llegadas por minuto de posesión tiene (una ocasión de gol cada casi cinco minutos). Se lo puede tildar de defensivo desde su postura a lo largo de los noventa minutos, pero lastima cuando se decide a atacar.
Algo similar sucede con Unión de Santa Fe. Desde la llegada de Gustavo Munúa, se consolidó como un equipo sacrificado. Sin embargo, el Tatengue basa su buena campaña en el gol, ya que es el segundo más goleador del campeonato junto con Tigre. Vale destacar dos aspectos referidos a su capacidad para convertir: una es su variedad de anotadores (catorce futbolistas en total) y la otra -si bien es algo compleja de explicar- es elocuente: Unión es también el segundo equipo que menos disparos precisa para convertir un gol. ¿Cuál sería la diferencia con Sarmiento? En que el Verde precisa de menos posesión para convertir, mientras que el Tatengue precisa de menos chances. Detalle crucial: Unión es el 8° equipo con menos tenencia de pelota. Y aun así es de los equipos que más convierten.
Ahora bien: hay un equipo que tiene números que llaman mucho la atención. Argentinos Juniors es el equipo que menos tiros precisa para convertir, ya que promedia dos goles cada cinco llegadas aproximadamente. Este dato puede parecer bueno, pero si profundizamos nos encontramos con una problemática. Aun siendo el quinto equipo con mayor posesión de pelota, también es el quinto equipo con menos situaciones creadas. Mucha tenencia y pocas llegadas. El mérito real del equipo de Gabriel Milito no es tener la pelota, sino la capacidad de concreción de cara al arco rival. ¿Se imaginan si a esa efectividad le sumaran mayor cantidad de llegadas?
También hay que tener en cuenta una comparativa clave: cuantos tiros genera un equipo durante un partido y cuantos precisa para anotar un gol. Por ejemplo, Barracas Central tiene un registro muy bajo de llegadas de gol, ya que promedia poco más de tres situaciones de gol por partido. No obstante, su capacidad de concretar esas situaciones es alta. Basta compararlo con el puntero Atlético Tucumán: ambos no convirtieron en tan solo dos partidos. ¿Conclusión? El problema de Barracas no es el gol sino la defensa: mientras que el Decano lleva nueve vallas invictas, el Guapo apenas tiene tres.
Nunca habrá un estilo particular que permita ganar siempre los partidos. Hay quienes intentan imponerse a través de la tenencia de la pelota y otros que lo hacen a través del desgaste físico y el contragolpe. El mismo River que no pudo encontrarle la vuelta a Sarmiento le hizo cuatro a Newell’s. Y el Verde, que venía de ganar en el Monumental llegando en apenas tres ocasiones -convirtiendo dos y pegando una en el palo- sufrió cuatro goles por parte de Huracán, que a lo largo del torneo creó menos chances de gol que el propio Sarmiento. Así de maravilloso y parejo es este fútbol argentino, un verdadero faro de realidad que muestra que los partidos se ganan en las áreas.
(*) Periodista / Abri la Cancha
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