Por Juan Salinas *
“Roma no paga traidores”. Luego de haberlo financiado abundantemente a través de un magnate sponsor a la vez de Netanyahu y Trump, los servicios israelíes confirmaron la vacuidad de las invectivas de Nisman. Contra Irán y, por supuesto, contra CFK. Dejando en evidencia que ésta sólo buscaba esclarecer si el gobierno de Irán estaba o no involucrado en los bombazos.
Producido el ataque contra la DAIA-AMIA aquel infausto 18 de julio de 1994 fue pergeñada por el Mossad israelí. Es todavía más traída de los pelos que la difundida en septiembre de 2002 por el entonces Secretario de Inteligencia, Miguel Ángel Toma, luego de que el ingeniero Stiuso le alcanzara un paper de la CIA. Chorrea imaginación calenturienta y aporta (es un decir) nombres nunca antes mencionados en los 28 años pasados desde los bombazos, un “mensaje” a la DAIA (¡Paguen lo que deben!) que demolió el edificio de la mutual judía, mató a 85 personas, hirió a centenares y le amargó la existencia a miles.
Como narra Gordon Thomas en su Mossad. Historia Secreta (Gideon Spies), cuando se introdujo y se detonó una bomba en la Embajada de Israel, los agentes del Mossad que viajaron a Buenos Aires para estudiar el tema, pidieron que se pusiera la lupa sobre Monzer al Kassar y sus amigos locales (entre los cuales había miembros importantes del círculo más íntimo del presidente Menem) lo que motivó que desde Tel Aviv, el jefe del servicio, Shabtai Shavit, ordenara su regreso. Luego, durante décadas, cuando hubo relevos en la dirección del Mossad y sis nuevos directores solicitaron permiso para reanudar la investigación, los gobiernos derechistas de Israel lo denegaron. Sorprende entonces está muy tardía maniobra del “instituto” que acrecienta la sospecha de que, por alguna razón, el principal interesado en que no se exponga a la luz quienes, cómo y por qué perpetraron los atentados es el poder político israelí, que desde poco después de aquel primer atentado y del asesinato de Isaac Rabin fue invariablemente de derecha o de extrema derecha.
Ya, de movida, lo que más llama la atención es que las acusaciones contra altos funcionarios iraníes (o siquiera contra algún persa silvestre) se han desvanecido y disuelto. No hace falta ser muy sagaz para concluir que, tal como sucedió antes con Venezuela, la virtud iraní que motivo este tardío reconocimiento es su abundancia de petróleo en momentos de extrema carestía de fuentes energéticas.
Con lo que el documento israelí sepulta nuevamente a su servidor, el fiscal Nisman, que había acusado a medio gobierno de la República islámica de Irán sin ninguna prueba, lo que volvía imposible que fuera a Teherán a interrogar a sus acusados sin hundirse en el ridículo y la ignominia.
Lo primero es leer con atención la nota publicada ayer por The New York Times (que aquí se ofrece en la traducción al castellano del propio diario). Luego iré poniendo en evidencia uno por uno todos sus macaneos, previamente numerados.
Investigación del Mossad revela nueva información sobre los dos atentados en la Argentina.
Según un artículo publicado en exclusiva por The New York Times, la agencia de espionaje israelí confirma que Hezbolá creó una célula para llevar a cabo los ataques. Pero contra lo que se pensaba, la investigación descarta que hayan estado involucrados funcionarios argentinos o agentes iraníes operativos en el terreno.
De acuerdo con un artículo publicado hoy 22 de julio en el diario estadounidense The New York Times, firmado por el periodista Ronen Bergman (1) los dos atentados ocurridos en la Argentina –contra la embajada de Israel en 1992 y contra la sede de la AMIA en 1994– fueron llevados a cabo por una unidad secreta de Hezbolá. Lo más importante de la investigación es que, contrariamente a lo que casi todo el mundo cree, estas acciones no fueron instigadas a sabiendas por ciudadanos argentinos ni por funcionarios iraníes en el país (2). La información recogida por el diario estadounidense proviene de una investigación llevada a cabo por el Mossad, el servicio secreto de espionaje de Israel.
La investigación hecha pública por el Mossad a través de The New York Times brinda un relato detallado de cómo se planearon los ataques, incluida la forma en que se introdujeron los explosivos al país (3), en contrabando de botellas de champú y cajas de chocolate.
Si bien el Mossad enfatiza que la inteligencia israelí todavía cree que Irán, un partidario de Hezbolá, aprobó y financió los ataques y suministró entrenamiento y equipo (?), los hallazgos contrarrestan las afirmaciones de larga data de Israel, Argentina y los Estados Unidos de que Teherán tenía un papel operativo en el terreno. También contrarrestaron las sospechas en Argentina de que funcionarios locales y ciudadanos habrían sido cómplices de los ataques, la llamada “conexión local”.
En el primer ataque, que mató a 29 personas en 1992 (4) fue destruida la embajada israelí en Buenos Aires. El segundo, en 1994, atacó la sede de un centro comunitario judío (AMIA), donde murieron 86 personas (5) incluido el atacante a bordo de una camioneta con explosivos (6), en uno de los crímenes antisemitas más mortíferos desde la Segunda Guerra Mundial.
Las consecuencias políticas de estas explosiones se sintieron durante décadas en Argentina y aun se sienten, con infinidad de marchas y contramarchas en ambos procesos judiciales, que finalmente nunca llegaron a sentar en el banquillo de los acusados a los reales ideólogos de los atentados (7).
Los ataques también sorprendieron a Israel, que se ve a sí mismo como el protector de los judíos en todo el mundo, y demostraron el alcance global y la creciente amenaza de Hezbolá en ese momento.
Los bombardeos fueron llevados a cabo por Hezbolá en venganza por las operaciones israelíes contra la milicia chiíta en el Líbano, según la investigación del Mossad, que agregó que Hezbolá había utilizado infraestructura secreta construida durante años (8) en Buenos Aires y otros lugares sudamericanos para planificar ataques.
La investigación del Mossad menciona que los explosivos utilizados en ambos ataques fueron introducidos de contrabando en Argentina por agentes de Hezbolá en botellas de champú y cajas de chocolate, en vuelos comerciales desde varios países europeos. Luego estos explosivos fueron escondidos en un parque de Buenos Aires (9).
Los productos químicos utilizados para fabricar las bombas fueron adquiridos por una compañía comercial utilizada como tapadera para las operaciones de Hezbolá en América del Sur, según la investigación.
Los atacantes que participaron de la operación no fueron llevados ante la justicia o asesinados en los múltiples ataques de Israel contra Hezbolá a lo largo de los años, y aún viven en el Líbano, según consigna la investigación. (10)
Los atacantes
La información del Times consigna que se emitieron “notificaciones rojas” de Interpol contra dos personas acusadas de haber participado en los ataques, ambas identificadas en la investigación del Mossad como agentes libaneses de Hezbolá. Una tercera persona es buscada por los Estados Unidos. El comandante de operaciones de Hezbolá, Imad Mughniyeh, quien fue mencionado por la investigación del Mossad como el jefe de la unidad que llevó a cabo los ataques, murió en una operación conjunta israelí y estadounidense en 2008.
Las conclusiones del Mossad se basan en información de diversos agentes, en el interrogatorio de varios sospechosos y en vigilancia y escuchas telefónicas. Los hallazgos de los informes internos fueron confirmados en entrevistas este mes con cinco altos funcionarios actuales y anteriores del Mossad. (11)
La investigación también reveló fallas del Mossad, que no tenía una advertencia previa de los ataques. El segundo fue muy similar al primero y fue llevado a cabo por el mismo grupo, pero la investigación mostró que la inteligencia israelí no había detectado ninguna actividad anterior.
A partir de 1988, Hezbolá envió agentes a varios países sudamericanos para adquirir “experiencia que les permitiera abrir negocios legítimos y tener una fuerte cobertura comercial para moverse entre diferentes países”, según esta nueva investigación divulgada.
El Mossad identifica a los agentes por su nombre y detalla los pasaportes falsificados y otros documentos utilizados. Los agentes recopilaron información de inteligencia sobre la seguridad fronteriza, sobre la creación de compañías de cobertura y sobre posibles objetivos, incluida la Embajada de Israel en Buenos Aires.
Punto de inflexión
El 16 de febrero de 1992, Israel asesinó al líder de Hezbolá, el jeque Abbas Musawi. Después de ese ataque, según el Mossad, Hezbolá envió a un agente de alto rango, Hassan Karaki, con un pasaporte brasileño falsificado a Buenos Aires, donde compró la camioneta utilizada en el ataque a la embajada. (12)
El subcomandante de la unidad de operaciones de Hezbolá, Talal Hamiyah, también llegó a Buenos Aires, donde conoció a Muhammad Nur al-Din, un libanés de 24 años que había emigrado a Brasil unos años antes y aceptó actuar como terrorista suicida. (13)
El Sr. Hamiyah abandonó la Argentina un día antes del ataque en el que Al-Din se inmoló; todos los demás agentes de Hezbolá también abandonaron el país, según el informe del Mossad, que también describió conversaciones telefónicas entre Mughniyeh, el comandante de Hezbolá, y sus agentes.
En 2017, el Departamento de Estado de los Estados Unidos ofreció hasta 7 millones de dólares por información que condujera a la ubicación, arresto o condena de Hamiyah.
El mayor general Uri Sagie, un ex jefe de inteligencia militar israelí que recomendó el asesinato de Musawi, reconoció en una entrevista de 2016 que Israel no había anticipado la amenaza. “No preví con precisión la reacción de Hezbolá”, señaló en ese momento.
Shabtai Shavit (14), quien era jefe del Mossad en ese momento, fue advertido por un alto funcionario de la agencia de inteligencia de que había un grave peligro de otro ataque contra judíos o israelíes en América del Sur, especialmente en Argentina, según dos funcionarios de seguridad israelíes que estaban sirviendo en ese momento y que pidieron el anonimato para discutir temas clasificados. (15)
Los nuevos hallazgos del Mossad afirman que debido a que la red de Hezbolá “no fue expuesta y neutralizada” después del ataque a la Embajada de Israel, las mismas personas pudieron “llevar a cabo un ataque aún más mortal” contra la AMIA, dos años después.
NOTAS
1) Periodista íntimamente vinculado a los servicios de inteligencia israelíes que –como puede apreciase en su biografía– ha escrito varios libros acusando a Irán de éstos y otros atentados en base a informaciones provenientes de aquellos. Libros que ahora sólo valen lo que su papel para un reciclador. Je, me troncho de risa pensado en cómo habrán recibido esta noticia Hernán Cappiello y demás ontegrantes de la caterva de encubridores.
2) Hasta ahora, si algo estaba claro es que hubo una “conexión local”. En realidad, que los atentados fueron cometidos con el apoyo de una extendida banda formada por policías federales liderada por altos oficiales que habían integrado los “grupos de tareas de la dictadura –e incluso, antes, algunos, las filas de sicarios de la Triple A–, como surge con claridad del libro y la serie de “Iosi, el espía arrepentido. Por lo que sería más apropiado y preciso hablar de una “conexión internacional”. El documento israelí viene a contradecir esta evidencia.
3) Quienes conocen mínimamente el expediente judicial por el ataque a la DAIA-AMIA saben muy bien que parece claro que el explosivo utilizado, en base a nitrato de amonio, fue comprado en Olavarría por el dueño del volquete que fue dejado frente a la puerta de la AMIA escasos minutos antes de las explosiones. Se trata de un libanés, pero no de Hezbolá –musulmanes chiítas– si no, por el contrario, de un católico maronita. Vale la pena comentar que en el Líbano, la expresión más extrema de los maronitas es la Falange (Kataeb) aliada de Israel en su enfrentamiento con Hezbolá.
4) Oficialmente, los muertos fueron solo 22. La cifra 29 suele ser agitada irresponsablemente (hasta CFK la pronunció alguna vez) por quienes no pueden o no quieren explicar la falta de siete cadáveres. Es cierto que aquel aciago marzo de 1992, el gobierno de Menem dejó sacar de la embajada y del país todo lo que los israelíes rescataron y consideraron que no debía quedar expuesto al escrutinio público (lo que es natural y comprensible en lo que hace a algunos archivos) pero convengamos que el hecho de que se hable de 29 muertos y que presumiblemente se carezca de la identificación de 7, habla tanto de la mala fe de Israel, que no lo aclara, como de la total inoperacia de la “investigación” a cargo de la Corte Suprema. Hasta ahora, insisto, los muertos son 22 y no 29.
5) Esta cifra, 86, habla por si misma de lo chapucera de la “investigación” del Mossad, puesto que es de público conocimiento es que no fueron más que 85. Es verdad que durante siete años se consideró que los muertos habían sido 86, pero en 2001 se descubrió que uno de los supuestos muertos, el paraguayo Patricio Irala, estaba vivo y trabajando en su país, donde era panadero en un regimiento del ejército. Su esposa (de la que luego se había separado) se había presentado ante la justicia argentina diciendo que había entrado a trabajar en la AMIA como chofer, que estaba adentro del edificio y había muerto en el atentado. Y consiguió que le pagaron 50.000 dólares de indemnización. Ignorar que los muertos fueron solo 85 revela el carácter cachivachesco de la “investigación” del Mossad, cuyo prestigio, con papelones como este, se esta viniendo abajo.
6) Aun quienes se empecinan en apuntalar la supuesta existencia de camionetas-bomba en ambos atentados, admiten que no hay ninguna evidencia de que su supuesto chofer se haya inmolado. Durante once años, el espionaje israelí y quienes le hacían coro (encabezados con Ruben Beraja y el juez Juan José Galeano, que encabezaron el encubrimiento con la complicidad de los principales diarios) se la pasaron diciendo que habían existido esas camionetas-bomba, y que en el caso de la AMIA había sido una Renaul Trafic conducida por un kamikaze: el libanés Ibrahim Hussein Berro. Así fue que en 2005 los fiscales Nisman y Marcelo Martínez Burgos, acompañados por el jefe de contrainteligencia de la SIDE, Stiuso, viajaron a Detroit a entrevistar a dos hermanos del acusado, nacidos en Líbano pero ciudadanos estadounidenses. Al regreso, Nisman proclamó con bombos y platillos que ambos habían confirmado que, efectivamente, su hermano había sido el supuesto kamikaze. Bastó una comunicación telefónica de Rolando Hanglin para desbaratar el pufo. La historia completa la contó ¡en La Nación! un periodista probo, Jorge Urien Berri y pueden leerla aquí debajo del subtítulo “Un papelón monumental”. Asombrosamente, aunque su estafa procesal quedó en evidencia, Nisman y durante casi una década Nisman siguió siendo fiscal.
7) Claro, primero habría que identificarlos ¿no? El párrafo parece sugerir que aunque no haya pruebas, la “inspiración” de Hezbolá seguiría siendo de sus auspiciantes iraníes aunque estos no hayan intervenido en la materialidad de los hechos.
8) Según el documento, pues, Hezbolá habría actuado durante años en Buenos Aires sin contar con la complicidad de ningún argentino. Un absurdo lógico.
9) En su su momento, el periodista-extorsionador Daniel Santoro sostuvo en una nota de tapa de Clarín que los detonadores (fulminantes) de las bombas habían ingresado de contrabando, otro absurdo lógico porque Argentina es un país minero en el que los detonadores, que son muy pequeños, abundan. Si los explosivos hubieran sido almacenados ¡en un parque, un lugar público! como sostiene ahora el Mossad eso derribaría su presunción de que Hezbolá había construido a lo largo de muchos años una “infraestructura secreta”.
10) Como se verá seguidamente el Mossad admité seguidamente que una operación conjunta suya con la CIA asesinó en Damasco a Imad Mugniyé (o Mughniyeh, como publica NYT) un antiguo jefe de Hezbolá. Mugniyé era el único miembro comprobado de Hezbolá al que acusaba (al igual que el fiscal Nisman) de ser el cerebro del atentado, a pesar de que no existía la menor evidencia de que alguna vez hubiera estado en Sudamérica. Mugniyé y uno de sus hijos murieron cuando al enceder el motor de su camioneta, explotó un explosivo colocado en la almohadilla apoya cabezas del conductor.
11) Esta sanata o sarasa –como dicen los modernos– me da pie para recordar que previamente a los bombazos a la DAIA-AMIA, Stiuso, por encargo del Mossad, intervino los teléfonos de la Embajada de Irán y los particulares de sus funcionarios. En aquella época en la que los celulares eran todavía como ladrillos, grabó así en casetes cerca de 30 mil horas de conversaciones, la mayor parte de ellas en farsi que, dijo, le pasó a los israelíes sin mas trámite porque, adujo, no tenía traductores. Es obvio que en esa enorme cantidad de charlas el Mossad no encontró nada que se pudiera relacionar con atentados u otras actividades terroristas porque de habérselas encontrado se las hubiera publicitado urbi et orbi. (sigue)
12). El Mossad habría tardado así ¡32 años! en identificar al presunto brasileño. El “Telleldín” de aquel atentado, Roberto Barlassina, quien le habría traspasado una Ford F-100 perteneciente a un fotógrafo de la Policía Federal. Barlassina nunca fue entrevistado por algún medio, nunca se publicaron fotos suyas, jamás se lo molestó a pesar de ser obvio que se había tratado de una venta fraguada: su negocio estaba cerrado, lo abrió un sábado a la mañana so pretexto de pintarlo y dijo que le apareció el supuesto brasileño que le habría pagado esa camioneta en dólares y al contado una suma muy superior a la de mercado según determinó una pericia encargada por la Corte Suprema. Según Barlassina, el “brasileño” se había llevado en ese momento la camioneta y ni siquiera habría pasado luego a buscar su documentación tal como habían convenido. Según descubrieron en 1994 Joe Goldan y Jorge Lanata, esa Ford F-100 nunca estuvo en la calle Pasteur.
13) No se ofrece prueba alguna de que estos personajes hayan estado alguna vez en Buenos Aires.
14) Si les interesa apreciar cuan metiroso resultó Shavit lean aqui. Entonces decía tener “pruebas muy sólidas” de la participación de Irán en los atentados. Ahora el propio Mossad lo desmiente: no tenía nada.
15) Está claro que tanto en el caso de la Embajada como en el de la AMIA-DAIA, Israel estaba previamente informado que era inminente que se cometiera un atentado contra un objetivo judío en Buenos Aires. En el primer caso, por Dalila Dujovne, una argentino-israelí que había sido empleada de la propia embajada, la que había sido alertada por un iraní que seguidamente se radicó en Londres (ver aqui a partir del subtítulo La verdadera pista iraní), y en el segundo caso por el brasileño Wilson dos Santos, vinculado –entre otros– a los servicios de inteligencia de su país, quien lo anunció en diálogo con la cónsul argentina en Milán y con funcionarios del consulado de Israel en esa ciudad italiana.
CONCLUSIÓN: Al parecer, o bien Israel pretende acceder al petróleo iraní (o, lo más probable, actúa así a pedido de la administración Biden). De paso hace como que nunca hubiera existido una “conexión local” (como denuncié en un extenso escrito titulado El Doctor T’ y la bomba presentado ante el inicuo juez Galeano hace más de dos décadas, el médico del presidente de Menem con rango de secretario de Estado, Alejandro “Alito” Tfeli, estuvo vinculado al atentado) lo que ratifica la necesidad de que no quede en evidencia quienes, cómo y porque colocaron y detonaron las bombas. En fin, dice que no habría habido argentinos ni iraníes en la ejecución de los bombazos. Lo que pone en evidencia que las acusaciones de Nisman (no sólo contra los iraníes, sino también contra CFK, promotora del único intento importante de esclarecer los atentados, el frustrado “memorándum de entendimiento” con Irán) eran papel mojado. A confesión de partes, relevo de pruebas.
(*) Periodista, escritor, historiador y documentalista
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