Por Carlos Aira *
Fragmento de Héroes de Tiento, historias del fútbol argentino 1920-1930.
La Copa América nació en Argentina. Fue en 1916, en el marco de los festejos del Centenario de nuestra independencia. Entre tanta fiesta y conmemoración, la AAF organizó un torneo internacional con la presencia de Chile, Brasil y Uruguay.
Este torneo no tenía nombre oficial. Pero alguien tuvo una idea genial. En los primeros días de julio de aquel 1916, se realizó una tertulia en un exclusivo salón de la Capital Federal. Estaban invitados los máximos dirigentes del fútbol continental. Entre ellos un uruguayo retacón y de gruesos bigotes en forma de manubrio. Era el presidente de Montevideo Wanderers, club nacido junto al siglo, que no revestía la importancia de Peñarol o Nacional. Su nombre era Héctor Rivadavia Gómez, y gracias a una avivada suya, los sudamericanos tenemos el torneo continental más antiguo del mundo.
Rivadavia Gómez fue presidente de la AUF entre 1907 y 1912. En aquel invierno, una vez instalado en nuestra capital, su habilidad perspectiva lo alumbró en una idea que lo catapultó hacia el bronce eterno. El 4 de julio se realizó la primera reunión de delegados. Los presentes se entregaron a la sofisticada monotonía de la rutina. Todos menos uno. Rivadavia Gómez llevaría a cabo una estrategia pensada. En el momento adecuado, cuando se aplaudió la jornada patria que estaba por vivir Argentina, momento en el cual afloraban las fibras patrióticas, el oriental pidió la palabra. Con un discurso sobreactuado pero efectivo, expuso:
“En Argentina no solamente se está disputando un torneo de fútbol celebrando el centenario de su emancipación, sino que este torneo nos deberá guiar en nuestra emancipación de otros centros mundiales”.
Las palmas se batieron hasta ensordecer. Rivadavia Gómez ganó la primera batalla: la emocional. Convencido que su plan no podía fallar, el uruguayo propuso una jugada maestra: crear la primera asociación continental de fútbol a nivel mundial. ¡Sudamérica vanguardia del fútbol organizado!
Domingo 9 de julio de 1916. Centenario de nuestra independencia. Con la firma ad-referéndum de los doctores Juan Blengio Rocca, Álvaro Zamith, Juan Esteban Ortuzar y Adolfo Orma, titulares de las asociaciones de fútbol de Uruguay, Brasil, Chile y Argentina respectivamente, nació la Confederación Sudamericana de Fútbol (CSF).
La carta orgánica se fechó el 15 de julio, un día antes de la final Argentina-Uruguay. Allí se sentaron las bases de la naciente Confederación. Se estableció una sede permanente en Montevideo. Se fijó para el 15 de diciembre la realización del congreso constitucional. También se decidió que el presidente honorario de la naciente unión fuera Héctor Rivadavia Gómez. El hombre se entronizó en el cargo hasta su muerte, en 1936.
En la reunión del 15 de diciembre se sorteó el orden de los futuros campeonatos de la naciente confederación. Se estableció el nombre de Campeonato Sudamericano y una periodicidad anual. El trofeo que se pondría en disputa era bellísimo. Setenta centímetros de alto, con base de madera diseñada para colocar los escudos de los países triunfadores. La joya fue adquirida en la tradicional Casa Escasany, Rivadavia esquina Florida. La CSF abonó la friolera de tres mil francos suizos por la misma.
Por cortesía hacia el país anfitrión, los delegados decidieron que fuera Uruguay sede del torneo de 1917. Brasil debió realizarlo en 1918, pero un brote de gripe obligó la postergación para el año siguiente. Chile fue anfitrión en 1920. A nuestro país le correspondió la organización del Sudamericano 1921.
CUANDO PA´CHILE ME VOY…
A comienzos de 1921 el fútbol continental estaba partido en dos. Argentina tuvo su cisma hacía dos años. En Brasil la relación entre las ligas Carioca y Paulista era insostenible. Las apariencias mandan y la Confederación brasileña se mantuvo unida. En Uruguay existía una virtual situación de quiebre, que finalmente se produjo años después.
Si algo necesitaba el fútbol continental para que todo estallara era una invitación inoportuna. Y esta llegó. A fines de agosto, la Asociación Amateurs recibió una invitación muy especial. La realizaba la Federación Chilena, y lo hacía en el marco de las fechas patrias en aquel país.
Al no tener afiliación internacional, la Amateurs estaba imposibilitada de presentar jugadores en los Sudamericanos. Con sagacidad, sus dirigentes le dieron a la invitación una inequívoca doble lectura. Por un lado entendieron deseosas a las diversas asociaciones de establecer relaciones con ellos. La otra lectura era maquiavélica y política: al invitar la federación chilena, fundadora de la CSF, a una liga rebelde, ponía a ésta en paridad de condiciones. En la sede de la Amateurs especulaban: ¿Se animará la CSF a expulsar a los chilenos?
Martes 13. No te cases ni te embarques. Pero aquella tarde, casi de primavera, partió desde la estación de Retiro el tren que llevó a los jugadores Amateurs hacia Chile. Los pasajeros fueron Emilio Fernández, arquero de Gimnasia Esgrima La Plata; Pedro Omar, back derecho de San Lorenzo; Gabino Pérez, back derecho de San Isidro; Humberto Recanatini, back izquierdo de Sportivo Almagro; Ernesto Matozzi, half derecho de Estudiantil Porteño; Luis Boffi, centro half de Vélez Sársfield; Luis Célico, half izquierdo de Atlanta; Cándido García, Centro half de River Plate; Adolfo Heissinger, wing derecho de Tigre; Alberico Zabaleta, insider derecho de Racing Club; Gerardo Caldar, Centrofoward de Defensores de Belgrano; Pedro Reggi, insider izquierdo de Lanús; Manuel Pardal, wing izquierdo de Platense; Manuel Seoane, insider izquierdo de Independiente; José Fortunato, wing izquierdo de Barracas Central y Pedro Lucco, insider izquierdo de Quilmes.
Una infidencia de aquel viaje. Adolfo Heissinger, alto, rubio y estampa prusiana, rompió corazones en Viña del Mar. Tanto que una señorita, finalizado el Sudamericano, se vino a Buenos Aires con la loca idea de reencontrarse con él. Para el delantero había sido un amor pasajero, pero cuando se enteró de su presencia se escondió en una isla de Tigre mientras la chilena daba vueltas por la zona. Heissinger no jugó unas cuantas jornadas debido a su auto reclusión. Finalmente, la joven, menor de edad, fue deportada por las autoridades hacia su país.
OTROS VIENEN A CASA…
Los dirigentes AAF pidieron a la CSF una sanción ejemplar para los chilenos. Del otro lado de la cordillera dimensionaron el conflicto generado. Intuyendo que en el congreso previo al torneo continental serían durísimos con ellos, decidieron retirar su seleccionado de la competencia. En Santiago se decidió que sólo viajaría un delegado con la difícil misión de realizar lo necesario para eludir la sanción.
Septiembre de 1921. Las delegaciones fueron arribando a Buenos Aires. Los primeros en llegar fueron los brasileños. Lo hicieron a bordo del transatlántico Avón. En la delegación no había jugadores paulistas. Tan sólo cariocas. Ellos estaban tan partidos como nosotros. El escándalo Crítica pareció zanjado. El diario les regaló una calurosa recepción: “Desde anoche son nuestros huéspedes los delegados y jugadores brasileños que participarán del gran torneo sudamericano de football. Sean bienvenidos”
La Liga Paraguaya de Football era el nuevo socio de la CSF y hacía su debut continental. Los guaraníes arribaron a bordo del vapor Bruselas, que realizó un periplo singular: desde Asunción bajó por el rio Paraná hasta Rosario. Allí, los guaraníes jugaron una serie de amistosos ante Tiro Federal y Newell´s. Pero hubo otro motivo para la escala técnica que hoy causaría gracia: recoger a los futbolistas rosarinos Ernesto Celli, Gabino Sosa y Julio Libonatti y llevarlos hacia Capital.
Los paraguayos se ganaron la simpatía porteña. Apenas dejaron la dársena, emprendieron a pie el camino hacia el Hotel Comercio, ubicado en Retiro. Al pasar por la cancha de Boca, Ministro Brín y Pérez Galdós, la emoción surcó de lágrimas los rostros guaraníes: en el mástil del estadio se izó la bandera tricolor, mientras empleados y socios aplaudían a la delegación visitante.
Por su parte, la presencia de los uruguayos fue esperada con entusiasmo. Tanto por hinchas como por la prensa. Apenas piso tierra argentina, León Peyrou, presidente de la AUF tuvo una declaración que dejó entrever conflicto de intereses entre ambas márgenes del Plata:
“Estamos abocados a resoluciones de extrema importancia en lo que se refiere al football continental. El cisma argentino anarquiza el football continental y el pedido de la asociación argentina de descalificación de la asociación chilena por haber jugado partido con los amateurs argentinos debe ser tratado con muchísimo cuidado”
ABOGADOS, JURICONSULTOS Y MANYA PAPELES
El jueves 29 de septiembre fue el día que casi se suspende el Sudamericano. La jornada comenzó con una recepción oficial en el edificio de Cancillería. Un evento social a medida de los burócratas del fútbol. Carlos Jaunarena, presidente de Estudiantes de La Plata y delegado AAF, concurrió acompañado por Alfredo Beranger, exitoso comerciante y hombre fundamental en la historia del Club Atlético Temperley. Junto a ellos, dos personajes necesarios para torcer la muñeca de Peyrou en caso que defendiera la posición chilena. Ellos eran Olavo Vianna, Capitán de Navío y delegado CBF; y Manuel Bedoya, abogado representante del fútbol paraguayo. Jaunarena especulaba: con ambos delegados de su lado, tenía mayoría simple. De ser así, la suerte de Peyrou y Chile estaba sentenciada.
Tanto Viana como Bedoya fueron recibidos por el Dr. Honorio Pueyrredón, Ministro de Relaciones Exteriores. Departió escasos minutos con los visitantes. Algunos cronistas publicaron que estuvo amabilísimo con ellos. Por la noche se realizó la sesión inaugural del Congreso. La AAF alquiló el salón principal del Augusteo, Sarmiento 1374, una de las joyas más importantes del patrimonio edilicio porteño. Rodeados de un refinado marco art noveau, los presentes tenían un denominador común: salvo Vianna, eran abogados vinculados al capital británico o estadounidense.
La muchachada futbolera, un centenar de reos con gorras proletarias, esperaron sobre la calle Sarmiento el arribo de los delegados extranjeros. La presencia popular contrastó como nunca cuando llegaron los dirigentes al Augusteo. Lo hicieron en automóviles. Bajaron elegantes. Vestidos con casimires británicos, y para no perder la tan bien conceptuada flema british, calzaban relucientes zapatos de charol y coronaban sus cabezas con sombreros bombín.
Estos congresos continentales eran un muestrario de grandes oradores. En un entorno refinado, regado con buen scotch, los delegados floreaban su verba. Pero aquella no fue una noche de protocolo. Una vez comenzada la sesión, el delegado paraguayo manifestó el desagrado de jugar el partido inaugural, pautado el domingo 2 de octubre, cuando su equipo había arribado hacía horas y tendrían pocas tardes para entrenar. Los dirigentes modificaron el fixture. Nuestro seleccionado ocupó el lugar de los guaraníes. Argentina y Brasil disputarían el partido inicial.
El segundo tema a tratar fue el que desató la controversia. Jaunarena tomó la palabra y sin anestesia marcó la posición de la AAF: desafiliación inmediata de la Federación de Football de Chile por incumplimiento de normas éticas. Los trasandinos no enviaron representación deportiva, pero si un abogado más hábil que el mejor gambeteador. Nacido en Valparaíso en 1892, la vida de Norberto Ladrón de Guevara tuvo muchas aristas. Fue uno de esos raros personajes de la época. Doctorado en Derecho, recibido con honores con sólo 25 años. Fue quién creó un consultorio jurídico gratuito para obreros de su ciudad, al tiempo que ejerció representando a la Compañía Inglesa de Vapores y al Laboratorio Londres. Con los años fue diputado del partido liberal, pero antes de meterse de lleno en política, como buen sportman de la high society, fue un consumado dirigente deportivo: tuvo a su cargo la presidencia de la Asociación Automovilistas, del Club de Regatas Valparaíso, de la Asociación de Remo y del Rotary Club. Si a su vida no le hubieran faltado anécdotas, arbitró de urgencia Brasil-Paraguay disputado por el Sudamericano de 1922 en Río de Janeiro.
Sin dudas, Ladrón de Guevara era un prodigio de astucia e inteligencia. Consciente de la posición que buscaría imponer Jaunarena, el chileno planeó una estrategia continental con su par uruguayo, el también abogado y diputado Benjamín Pereyra Bustamante, hombre de Peñarol y delegado de la AUF en el congreso.
Promediando la noche todo pareció terminar de la peor forma. Ladrón de Guevara defendió la posición chilena con mucha habilidad: explicó que la invitación al seleccionado Amateurs debía tomarse como un paso adelante en la unificación del fútbol argentino. Pereyra Bustamante se percató que el conflicto interno era el talón de Aquiles de la posición argentina. Con astucia, el uruguayo pidió la palabra y lanzó una estocada durísima: “Argentina, como potencia footbalistica continental, debe dar ejemplo unificando sus ligas para los partidos internacionales”.
Jaunarena se sintió tocado. Buscó respiro en sus aliados incondicionales, pero se encontró con una sorpresa. El brasileño Vianna, sensato que su fútbol estaba tan dividido como el nuestro, expuso la importancia que Argentina resolviera su conflicto. Punto en contra. Pero el tiro de gracia lo dio el menos pensado. Era Manuel Bedoya. Calladito, encorvado hacia delante, tez mate y muy petiso. Tímidamente pidió la palabra para hacer causa común con Ladrón de Guevara: “en esta reunión se está desangrando la unión continental del football, y sin la presencia de Chile, la de Paraguay tampoco tiene sentido”.
Silencio. Incómodo silencio. Pereyra Bustamente se levantó victorioso del sillón y con voz potente amenazó con suspender el torneo si se penalizaba a Chile. Aplausos desde los cuatro costados. Esa aclamación les sonó a los dirigentes argentinos como las trompetas de Jericó a centímetros de los oídos.
Estaba todo decidido. Jaunarena capituló, y para peor, la rendición se firmó en casa. Un Núremberg futbolero. El congreso, como primer punto del acta de acuerdo, instó a la AAF a resolver el conflicto interno antes del 31 de enero de 1922. Como segundo punto le infligió una leve sanción a la FFCH. La dirigencia argentina recorrió el único camino de supervivencia que les quedó. El mismo era complejo. Lo que ellos perdieron en el campo de la política debían recuperarlo once muchachos que no tenían su selecta educación, ni vestían casimires, ni gastaban bombín.
BARRACAS, CAPITAL DEL MUNDO
La expectativa por el Sudamericano fue imponente. Brasil aun no era el rival a vencer, como lo será con el paso de las décadas. Sportivo Barracas mostraba un aspecto grandioso. El domingo 2 de octubre, la atención se centró en Iriarte y Luzuriaga. Era tanto el movimiento que podría decirse, por unas horas, Barracas fue la capital del mundo.
Ya era necesario organizar la ciudad en relación con los partidos. La empresa Anglo-Argentina de Tranvías estableció un servicio especial desde la esquina de Callao y Rivadavia hasta Vélez Sarsfield e Iriarte. Aparte, los coches a tracción a sangre de las líneas 24, 29 y 69, en los cuales podían viajar hasta ocho pasajeros, aumentaron su frecuencia cada cinco minutos. Por su parte, la empresa Tranvías Eléctricos del Sur duplicó el número de coches hasta Barracas y ofreció un servicio especial de ómnibus desde la Avenida Montes de Oca hasta la cancha para trasladar a los hinchas que viajaban en el tranvía.
Desde distintas partes del conurbano, contingentes de hinchas pugnaban por presenciar la inauguración del torneo. La empresa británica Ferrocarril del Sud resolvió que aquel día las formaciones del ramal Ensenada-Constitución tuvieran parada en la estación Tres Esquinas. Ubicada en la intersección de las calles Tres Esquinas (actual Osvaldo Cruz), Herrera y Vieytes. A esa estación perdida en el recodo sur de Barracas, Enrique Cadícamo, veinte años después de aquel campeonato, le escribió una de sus más logradas poesías hechas tango:
Yo soy del barrio de Tres Esquinas,
viejo baluarte de un arrabal
donde florecen como glicinas
las lindas pibas de delantal;
donde en la noche tibia y serena
su antiguo aroma vuelca el malvón
y bajo el cielo de luna llena
duermen las chatas del corralón.
LA PELOTA COMENZO A RODAR
Sportivo Barracas presentó su estadio en las mejores condiciones posibles. A modo de primitivos palcos, el club construyó plateas especiales para familias y miembros de delegaciones extranjeras. La AAF cursó invitaciones para el evento. Horas antes del debut ante Brasil, confirmaron su presencia José Luis Cantilo, Intendente Municipal, y el radical Arturo Goyeneche, presidente de la Cámara de Diputados, quién pasó a la historia en 1939 cuando declaró Patrimonio de la Nación al Obelisco, salvándolo de una segura demolición, aprobada por el Concejo Deliberante en consecuencia de la opinión pública que opinaba que afeaba la ciudad.
Hipólito Yrigoyen fue invitado a presenciar la inauguración del Sudamericano. Poco afecto a las salidas públicas, fue Francisco Uriburu, director de La Fronda, quién lo bautizó El Peludo. El primo hermano del futuro dictador José Félix Uriburu así aludió a las pocas oportunidades que se lo vio al líder radical lejos de su modesta casa de la calle Brasil 1039. Como era de esperar, Yrigoyen no concurrió a Sportivo Barracas.
Los futbolistas llegaron temprano al estadio. Los brasileños no podían pasar desapercibidos. Salieron desde el Hotel Plaza vestidos de futbolistas. Largos sobretodos cubrían sus camisetas blancas. Cuando arribaron a Vélez Sarsfield e Iriarte fueron reconocidos por la multitud. A diferencia de la actualidad, los hinchas aplaudieron con ganas a los visitantes.
A las 14:00 la capacidad el estadio desbordaba. Se vendieron 30.000 entradas cuando el tope era 22.000. La reventa estuvo a la orden del día. Las entradas populares de un peso se vendían a tres, y las oficiales de cinco, a diez. A las 14:45 ingresó Brasil al campo de juego. Todos los presentes aplaudieron a la visita. Seguramente ningún hincha tenía conocimiento de un bochornoso veto presidencial. Epitácio Pessoa, presidente de Brasil, insinuó la conveniencia de excluir de la delegación a todos los jugadores negros. Ningún hombre de tez oscura salió al campo de juego de Barracas vistiendo la camiseta blanca con cuellos y puños azules. Siquiera Arthur Friedenreich, el mulato de ojos verdes. De padre alemán y madre negra lavandera. Fue el inventor del chanfle y el primer genio del fútbol brasileño. Pero ante la sugerencia presidencial, no había polvo de arroz que pudiera aclarar su tez.
El equipo argentino no tenía entrenador. Fue confeccionado por los delegados en la semana previa al partido. Los once que jugaron aquella tarde fueron Américo Tesorieri; los backs rosarinos Adolfo Celli y Florindo Bearzotti; los mediocampistas José Alfredo López, Manuel Dellavalle y Emilio Solari; y los delanteros Calomino, Julio Libonatti, Gabino Sosa, Raúl Echeverría y Jaime Chavín.
En la mañana del partido, el rosarino Blas Saruppo, jugador de Sportivo Barracas y titular del seleccionado, despertó con fiebre. Lo reemplazó Calumín, como se lo conocía al hábil Calomino. Los dirigentes le habían dado a José Alfredo López la palabra que sería el capitán del equipo. Con el delantero boquense en cancha, no cayó bien la decisión de los delegados. Luego de aquel partido ante Brasil, el equipo decidió que Calomino fuera su capitán. El joven López dejó la concentración y volvió a su domicilio. Finalmente, lo convencieron de continuar, pero sin ejercer la capitanía.
CALOMINO
Nació como Pedro Bleo Fournoll, pero el apellido de la vida trascendió al tiempo. La suya fue la historia de miles de pibes pobres de la ciudad de Buenos Aires. Nació el 13 de marzo de 1892. Fue abandonado por sus padres y adoptado por la familia Calomino. Comenzó a jugar en los potreros de la calle Corrientes al fondo, hasta que en 1911 fichó para Boca. Desde ese momento, hasta su retiro en 1925, fue el ídolo indiscutido del pueblo xeneize. Fue el primer wing derecho en hacer malabarismo junto a la raya. Un predecesor de Natalio Perinetti, Oreste Corbatta, Emilio Bernao y René Houseman. Calomino ingresó a la historia por patentar la bicicleta, mucho antes que la hiciera famosa el Lobo Fischer. Pegados a la baranda, los viejos xeneizes, a su media lengua, le gritaban daguele forte, Calumín. Ese era su grito de guerra.
Una tarde de clásico ante los uruguayos, en cancha de GEBA, estrenó unos botines de cuero que le regaló un amigo. No jugó bien, se sintió incómodo. Harto, se sentó en el césped, se sacó los botines y los dejó junto a la raya de cal. Jugó el resto del partido en medias. Fue la primera y única vez que usó botines. Siempre, hasta su último partido, jugó con zapatillas de lona. Vistió en 229 partidos la camiseta azul y oro. Marcó 96 goles. Con el paso de los años se convirtió en un mito. Fue requerido cada vez que se deseaba recrear aquella época. Su época. Calumín falleció el 12 de enero de 1950.
PASION POR EL FUTBOL. AMORES Y RENCORES
Ante Brasil se jugó un partido vibrante. La visita pudo ganarlo, pero un remate que se introducía en el arco argentino fue salvado sobre la línea por Bearzotti. El esfuerzo se pagó con la rotura en la costura del pantalón, que lo dejó impúdico el resto del encuentro.
Argentina derrotó a los brasileños con un solitario gol convertido por Julio Libonatti. No será el más importante del delantero rosarino en el torneo. Finalizado el partido, la emoción se apoderó de los hinchas, quienes ubicados detrás de los arcos, sólo tuvieron que saltar las gruesas cadenas que los separaban de sus ídolos. Una multitud llevó en andas a los preferidos: Calomino, Tesorieri y Libonatti. También hubo tiempo para reconocer al rival. Un conscripto junto a un muchacho vestido de marino alzaron al guardavalla Julio Kuntz y lo pasearon para el aplauso de los presentes. Para completar la fiesta, los delegados argentinos festejaron alborozados el arqueo de caja. Se recaudó una fortuna: ¡veinticuatro mil pesos! ¡Casi lo que costó la construcción del estadio!
Fragmentos del partido fueron emitidos en el cine Select, Lavalle 921. La entrada a cuarenta centavos. Lejos de los biógrafos, los futbolistas argentinos festejaron el triunfo en el Parque de la Cervecería, invitados por la cervecera Quilmes.
No todos sonreían con la victoria. La Asociación Amateurs dio la espalda al Sudamericano. La dirigencia entendió que no existían motivos para suspender su campeonato. Aquel 2 de octubre se disputaron nueve encuentros con muy poco público en las tribunas. Hinchas y jugadores fueron a presenciar el partido en Sportivo Barracas. Este detalle motivó un sarcástico comentario de Crítica con el título: “Que dicen ahora los dirigentes amateuristas ¿Arrastra o no arrastra público la Asociación Argentina?”
“Se ha dicho que la Asociación Argentina no contaba con el apoyo popular. ¿Quieren decirnos los señores dirigentes de la Asociación Amateurs, quienes eran los que ayer en número de 40.000 personas circundaron el field de Sportivo Barracas? ¿Eran amateuristas? ¿Y entonces por que no fueron a ver los partidos organizados por esa institución? Para la Asociación Argentina el éxito no puede ser más lisonjero pues pone de manifiesto ante los ojos de los propios delegados extranjeros las mentiras, las intrigas y las intencionales campañas de difamación con que ha procedido en todo momento la Asociación Amateurs. El éxito de ayer ha sido un cachetazo dado por nuestros aficionados a los escrupulosos dirigentes amateuristas. Merecido se lo tenían. Y eso que se gastaron unos pesitos en repartir panfletos ignominiosos. ¡Cretinos!”.
LA VIDA POR UN TELEFONO
La expectativa que generó el torneo fue gigantesca. Los medios redoblaron esfuerzos con tal de brindar los detalles del certamen. Con tanta expectativa se exacerbó la necesidad de inmediatez informativa. Crítica tituló en tapa lo que significó un enorme acontecimiento:
“CRITICA y el gran campeonato sudamericano. ¡Instalación de un teléfono directo desde la cancha de Sportivo Barracas a nuestra redacción! En su deseo de favorecer a los aficionados, CRITICA no omitirá esfuerzo alguno a fin de corresponder al favor que le dispersan los aficionados al football que han hecho de éste diario el verdadero paladín del popular deporte”.
Fundado por Natalio Botana el 15 de septiembre de 1913, Crítica fue el gran vencedor en éste Sudamericano. Influenciado por los canillitas, quienes le reclamaron a Botana mayor cobertura futbolera. La fiebre del Sudamericano 1921 lanzó a Crítica de un cómodo quinto puesto en ventas a un liderazgo que se consolidó por dos décadas. Su relación con el fútbol fue muy rica y se potenció a niveles insospechados cuando el mismo Botana aceptó la presidencia de la AAF en 1926.
No todos los empresarios tuvieron la visión de Botana. Los cronistas de El Telégrafo de la Tarde se quejaron amargamente de sus dificultades con las comunicaciones: “Cuesta un trabajo ímprobo conseguir la comunicación telefónica. Los aparatos de todos los alrededores han sido acaparados. Cada solicitud se cobra tres nacionales”
SORPRESA GUARANI
Los guaraníes hacían su debut continental. José Laguna, el ídolo quemero, fue el entrenador del equipo. No tenían muchas ilusiones. Algunos cronistas visitaron las prácticas del equipo en la vieja cancha huracanense de Chiclana y Avenida La Plata. Consultados, los muchachos de la albirroja declaraban que sólo venían a aprender.
A los guaraníes les tocó debutar ante Uruguay, tricampeones sudamericanos. La llegada de los equipos a Barracas fue curiosa. Los charrúas parecían dandys. Empilcharon de primera. No llegaron ni en tranvía ni en una caravana de automóviles. Desde el hotel partieron juntos, bien apretados, en un coche tirado a caballo, del cual se bajaron en la puerta misma del estadio.
Por su parte, los guaraníes caminaron desde el hotel hasta la cancha. En cada calle recibían una ovación y palabras de aliento. Era muy fácil reconocerlo: transitaban vestidos de futbolistas. Cuando llegaron al estadio, los paraguayos ingresaron al vestuario en una larga fila india. El último en la hilera era un pibe que pidió prestados sus primeros pantalones largos cuando se enteró que viajaba hacia Buenos Aires. Era Gerardo Rivas y recién había cumplido 16 años. Cuando Rivas intentó ingresar al vestuario, un gendarme lo cruzó y le dijo: “rajá de acá, pibe”. Los compañeros convencieron al milico que era cierto, que ese adolescente era jugador del equipo.
Fue la tarde soñada del fútbol paraguayo. Ante la multitud que dejó 23.976$ de recaudación, los bisoños guaraníes mostraron su garra inclaudicable. Ganaron 2 a 1 ante el delirio del público que invadió la cancha cuando Rivas, ese pibe ilipulense al cual no dejaban entrar al vestuario, marcó el primer gol de su equipo. El árbitro Gerónimo Rapossi suspendió el partido durante el cuarto de hora que duró la invasión y el posterior paseo en andas del muchachito-héroe.
En Asunción el partido se vivió en las calles junto a las pizarras de los diarios. Un esforzado laburante, borrador y tiza en mano, escribía los cables que llegaban con las alternativas que se sucedían en Barracas. Cuando se confirmó el triunfo, el pueblo salió a festejar lo que era una proeza. En la desaparecida cancha de la calle Iriarte nació el mito de la garra guaraní.
Años más tarde, el Negro Laguna describió al jugador paraguayo de aquellos días:
“El fútbol paraguayo es la amalgama perfecta -nunca antes vista- de fuerza, velocidad y sacrificio. Todos defienden solidariamente con lanzas y flechas, y en manadas atacan, pareciendo una verdadera estampida de búfalos. Cada partido juegan como si fuera el último. Son aguerridos y su coraje los lleva a exponer el alma en la cancha, y en esa dación siempre sobresale aquel hechizo sobrehumano e invisible del cual carecen las demás selecciones: el patriotismo” Después supe que antes de salir a la cancha, para cada partido, cantaban a capella el Himno Nacional por dos veces seguidas”.
CAMINO AL TITULO
La fiesta guaraní duró tres días. El miércoles 12 de octubre, Brasil los derrotó 3 a 0. Cuatro días más tarde fue el turno de Argentina-Paraguay. No hubo lugar para sorpresas: nuestro seleccionado también venció 3 a 0, con goles de Julio Libonatti, Blas Saruppo y Raúl Echeverría. Blas Saruppo fue un gran delantero. No obstante sus buenas condiciones futbolísticas, su carrera fue salpicada por comentarios como éste: “Es el mejor centrofoward que tenemos hoy en día. Es uno de los footballers más decentes con que cuenta nuestro deporte. Saruppo es de los raros footballers que poseen un amplio espíritu deportivo, y esto, a pesar de los morocho subido que es”
El domingo 23 de octubre se disputó un partido trascendental. Momento de Brasil y Uruguay. Los cariocas fueron muy aplaudidos por el público. Los uruguayos ni un poco. A pesar de la intensa silbatina, los celestes vencieron 2 a 1. El domingo siguiente el clásico rioplatense definiría al mejor de América.
PASES DE FACTURAS VARIOS Y UN RECLAMO DE PAZ
La semana previa a la final fue febril, con un clima in crescendo. Ante el éxito inminente, Crítica se despachó a gusto: “Pero los hechos y las cifras bastan para revelar la verdad. No solo ha sido el actual campeonato un éxito financiero para la institución organizadora, sino que también lo ha sido moralmente y deportista. Moral, porque se ha puesto en evidencia toda la bajeza de los rivales de la Asociación Argentina, y deportivo, porque el aficionado ha podido presenciar un verdadero torneo caballeresco y emocionante, en todo el sentido de la palabra”.
Crítica enrareció el ambiente con sueltos como éste: “Ha llegado hasta nuestro oídos el rumor, de que una barra de amateuristas, completamente fuleros por el éxito del campeonato sudamericano, se aprestan el domingo próximo a concurrir al field de Sportivo Barracas y provocar una serie de tumultos, tales como insultar a los jugadores uruguayos, a fin que la asociación uruguaya rompa relaciones con la argentina”
En la sede de calle Viamonte pasaron por alto el Sudamericano. Pusieron por las nubes los éxitos de la gira propia por Chile y se rieron de la claudicación en el congreso realizado en casa. Es más, se ufanaron de poder organizar un torneo continental rebelde junto a Chile, la Liga Paulista y Peñarol, si finalmente se producía las fracturas en Brasil y Uruguay.
Entre tanta tirria, fueron los hinchas quienes mediaron con cordura. Ellos tan sólo querían un representativo nacional campeón. Sin importar los egoísmos y miserias dirigenciales. Como ejemplo, la carta de un lector de Última Hora: “Como ferviente partidario del Club Racing, y por ende amateurista, propongo, y es mi deseo más ardiente, que en el partido final por la Copa América nos unamos todos los deportistas para alentar y aclamar a los bravos muchachos que defenderán los colores nacionales con honor y patriotismo. Además, me adhiero a lo que dice un diario matutino de ir en manifestación hasta el local de la Asociación con los jugadores para festejar el triunfo final. Deseando que publique estas frases, que son de un racinguista que desea ver con orgullo el triunfo de los colores argentinos. Carlos E. Correa. Aráoz 2330”.
LA PREVIA
Un país vivió excitado la previa de la gran final. Sebastián García, presidente de la Asociación Rosarina de Fútbol, gestionó un convoy entre su ciudad y Capital Federal a precios populares. Se estimó en tres mil rosarinos los que viajaron apoyando a sus conciudadanos Libonatti, Saruppo, Celli y Bearzotti. El tren partiría a las seis de la mañana del domingo, regresando desde las 18 del mismo día. Las entradas del partido se vendían junto a pasaje.
Tensión. Para sacarles presión a los jugadores, los dirigentes decidieron concentrarlos en un recreo ubicado en el Tigre. El nombre marcaba el momento: “La Espera”. Bocha, sapo y pesca de bagres fueron los entretenimientos. También música. Algún dirigente invitó al maestro José Martínez, eximio pianista y compositor. El Gallego, uno de los fundadores de SADAIC, llegó acompañado por el violinista Antonio Buglione, autor de La Maleva – clásico del repertorio popular -; el pianista Luis Cosenza y un pibe llamado Pedro Maffia, un genio que le encontró sonidos nuevos al bandoneón.
El viernes anterior a la final, mientras los uruguayos jugaban al básquet en su concentración en Vicente López, los dirigentes decidieron que era momento de cambiar de ambiente. Cambiaron la bucólica quinta de Tigre por un hotel céntrico. Allí los players fueron constantemente vigilados. Ninguno podía escaparse, irse de garufa y llegar disminuido a la final. Por más que en el Teatro Esmeralda se presentara el dúo Carlos Gardel – José Razzano.
ADVERTENCIAS QUE EL PÚBLICO DEBE TENER EN CUENTA PARA EL MATCH DEL DOMINGO
- No entre al field. La policía tiene órdenes enérgicas
- Calme al exaltado que está a su lado. Sus gritos ofensivos nos rebajan
- ¡Argentinos! Entusiasmo, calma y cultura
- Los cobardes insultan. Los patriotas aplauden. Aplauda las buenas jugadas. El referee castigará las malas.
- Seamos cultos aplaudiendo a nuestros jugadores sin ofender al contrario
- Disculpemos los errores del referee; no son intencionales
- El pueblo uruguayo recibió el cariño a sus jugadores el domingo pasado, como el pueblo argentino lo hizo siempre.
LA GRAN FINAL ¡POR FIN CAMPEONES!
El sábado 29 se jugó en GEBA un amistoso en beneficio de los hospitales municipales. Participaron jugadores brasileños, paraguayos. Los implicados en la gran final aportaron un par de suplentes.
Y llegó el gran día. 30 de octubre de 1921. Otro domingo, exactos 39 años después, muy cerca de Sportivo Barracas pero del otro lado del Riachuelo, nacerá el exponente más importante del fútbol argentino hacia el mundo. Su madre, Tota, eligió sus nombres. Su padre, migrante correntino, legó su apellido. Dios terrenal del fútbol, Diego Armando Maradona.
Las ligas del interior dieron libertad a sus jugadores para asistir al partido, o más no sea, vivirlo junto a la pizarra de algún diario. No así los dirigentes amateuristas, quienes no suspendieron sus partidos. El más importante se jugaba en Peña y Arenales. Racing invicto visitaba a Banfield.
San Pedro no acompañó. Buenos Aires amaneció lluvioso y el parte meteorológico presagiaba más agua. Paraguas en mano los más previsores, casi cuarenta mil hinchas se agolparon en las inmediaciones de Sportivo Barracas cuando aún faltaban tres horas para el comienzo de la final. Los anfitriones colocaron carteles con leyendas alusivas al orden y la corrección. Ante tamaña multitud, los chorros podían hacerse su verano. Lamentablemente, no hubo corrección ni orden. El apretujamiento fue tal que un hincha falleció de un síncope cardiaco. Mientras el desafortunado era llevado a enfermería, cuatro sujetos acogotaron a un dandy de cuello duro. Le robaron la cartera con la friolera de mil seiscientos pesos y un reloj. Uno de los chorros lucía traje de marinero.
La locura por la final llevó a despropósitos. Por ejemplo, pagar cincuenta pesos por cualquier cosa que tuviera altura para ver algo
del partido desde los sectores más planos del estadio. Pensemos que un sueldo promedio eran ciento cincuenta pesos. A las 13:40, cuando faltaba una hora para el comienzo de la final, ya se había agotado el stock de bancos, mesas y cajones vacíos que algunos pillos llevaron hasta Barracas. Los más temerarios se subieron a los postes de luz y telégrafo. Un hincha que pudo treparse a lo más alto de uno de esos postes les narró las incidencias del partido a más de cien personas quienes lo escucharon apasionados desde la calle.
Otros hinchas, más espirituales, fueron temprano a la Basílica del Sagrado Corazón. Vélez Sarsfield esquina Iriarte. Luego de escuchar el sermón dominical ascendieron hasta las torres del templo para observar la final desde un lugar privilegiado. Casi celestial.
Faltaban minutos para el momento indicado. Los corazones de la multitud se paralizaron cuando de la nada, un aeroplano surcó el cielo de Barracas. El avión era comandado por Pedro Garré, piloto militar y futbolista de Independiente. Cuando la máquina voló a sólo cincuenta metros de altura, el acompañante de Garré arrojó flores sobre la tribuna oficial. Ahora sí, estaba todo listo para la gran final.
14:45. Ingresaron los equipos al field de Barracas. En el círculo central, un grupo de jóvenes esperaban a los futbolistas con un gran cartelón en el cual se veían los escudos de las cinco naciones sudamericanas pertenecientes a la CSF y la frase: “Argentinos en honor y homenaje (sic) a las delegaciones extranjeras (sic)”. La Nación, que apenas brindó cobertura al torneo, se quejó amargamente por la “incultura del football”
NACE UN MITO: JULIO LIBONATTI
Argentina derrotó 1 a 0 a Uruguay. El gol lo marcó Julio Libonatti, quién marcó tres tantos en el certamen. Uno por partido. Nacido en Rosario, el 5 de julio de 1901, no sólo entró en la historia por aquel gol histórico ante los celestes que significó el primer título para nuestro fútbol. Libonatti también fue el primer futbolista argentino que dio un salto que será imitado por cientos de futuros colegas: jugar profesionalmente en Europa. En 1925 dejó Newell´s para vestir la camiseta granate del Torino, club del cual es uno de sus máximos goleadores históricos. Sus brillantes actuaciones en Italia fueron determinantes para que el Calcio mirara con atención a nuestro fútbol y comenzara un vaciamiento de valores a partir de los años treinta.
POST PARTIDO
Cuando el árbitro brasileño Pedro Santos finalizó el partido, la multitud invadió el campo de juego. Todos los futbolistas, argentinos o uruguayos, fueron alzados y aclamados. Empapados en transpiración, fueron un trofeo del pueblo futbolero. Diez mil hinchas protagonizaron una procesión que se inició en Avenida Vélez Sarsfield. La inimaginable caravana siguió por Entre Ríos, Avenida de Mayo, San Martín, dobló por Florida hasta la esquina con Cangallo. Allí se hospedó nuestro equipo. El fútbol ya era una pasión popular rayana a la locura.
Durante el trayecto los transeúntes aplaudían a los jugadores que habían logrado el título y se sumaban al festejo. Una vez alojados los campeones, los fanáticos, con los futbolistas a babuchas, se dirigieron al Hotel Comercio, donde se albergaban los guaraníes, que debieron regresarse los ojos cuando vieron la multitud. ¡No lo podían creer! Salieron al balcón y saludaron emocionados. El tour continuó hasta el Alvear Palace, donde se encontraban los brasileños. Nuevamente el saludo y los aplausos. Finalmente, luego de pasearlos por la ciudad en andas, los charrúas fueron acompañados hasta el Hotel Londres. Pereyra Bustamante, aquel delegado uruguayo que jaqueó el Sudamericano, emocionado ante la multitud, declaró: “como hermanos que somos, los triunfos de ambos países, junto con las derrotas, deben festejarse juntos”
Algunos vieron en éste triunfo una buena oportunidad para dejar de lado mezquindades y unificar el fútbol. La editorial de Ultima Hora del 31 de octubre así lo demuestra:
“La victoria de ayer fue amplia y concluyente. No creemos como algunos que hubieran podido ser más inequívocos si al equipo argentino lo hubieran integrado elementos destacados de la Asociación Amateurs ¡Seamos generosos y levantemos el espíritu hasta la altura en que debe contemplarse la gran victoria argentina! No empequeñezcamos la voluntad patriótica de los bravos muchachos que nos han proporcionado un día de gloria. ¡Para nosotros y para América! Reconozcamos el éxito con justeza y ecuanimidad y dejemos para otras oportunidades estas cosas chicas que son el resultado, sin dudas, de antiguos rencores y que deben extinguirse. Ese día que a pulmón pleno podamos exclamar: ¡argentinos! ¡Hip! ¡Hap! ¡Hurra!”
La fiebre del Sudamericano tuvo historias increíbles. Como la de ese futbolista cordobés que viajó colado en todos los trenes posibles desde su provincia hasta la estación de Retiro. Cuando llegó, desconociendo la ciudad y sin un peso en el bolsillo, tuvo la suerte de ser reconocido por un dirigente de la Liga Cordobesa. Luego de escuchar su historia, lo llevó al gran partido. Posteriormente, la AAF, en homenaje a los hinchas, le costeó la Cena de Honor junto a los campeones, alojamiento en Capital y un viaje de regreso a Córdoba.
Campeones, referee y lineman fueron obsequiados con una medalla y un hermoso reloj de oro con su correspondiente cadena. Los premios fueron entregados por Casa Escasany. Cuando llegó el momento del balance económico, el mismo arrojó los siguientes números:
Ingresos: $147. 033 por venta de entradas
$15.000 aportados por el Consejo Deliberante de la Ciudad
Egresos: $113. 801, 13 por gastos varios.
El Sudamericano tuvo un superávit económico de $48.321, 88.
Se cerró un capítulo importantísimo de nuestro fútbol. Aquel título de 1921 tuvo la virtud de ser movilizador. Daba comienzo a una historia tan grande como apasionante.
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