Roberto Baschetti, peronista, sociólogo, investigador e historiador dialogó con Gabriel Fernández en los especiales de Radio Gráfica, e hizo un recorrido histórico sobre el 17 de octubre de 1945.
GF: ¿Qué es el 17 de octubre para vos, Roberto?
RB: Mirá, si habría que definirlo en pocas palabras, porque obviamente tampoco podemos dar una clase de historia, yo creo que el 17 de octubre implica la entrada de las masas, el pueblo en la historia política argentina. Hay que recordar que el período histórico inmediatamente anterior a ese 17 de octubre y a lo que vendría luego, que fueron 9 años de gobierno peronista, estuvo signado por lo que se llamó la Década Infame y ese nombre ya nos evita hablar de las barbaridades que se hacían con el pueblo. Es decir, el pueblo, hasta el momento de la llegada de Perón, el 17 de octubre de 1945, tenía obligaciones, pero no tenía absolutamente ningún derecho. Eso cambió a partir de esa gesta popular que fue la llegada del Peronismo y donde millares y millares de trabajadores entendieron que Perón era aquel que llevaba adelante y que respetaba sus derechos y la posibilidad de progresar dignamente en la Argentina. Hay miles de testimonios. Yo siempre recuerdo a una obrera que se llamaba Josefa y que trabajaba, en 1945, en las fábricas de medias Minué, recuerdo el nombre de la fábrica porque mi madre compraba esas medias, es un relato muy cortito pero que te demuestra lo que significó Perón para toda esa gente, para el proletariado argentino. Ella dice: “yo trabajaba en esa fábrica hasta los días domingos. Como era menor de edad, una vez vinieron los inspectores y, para que no me vieran, los patrones me encerraron 2 horas en el baño. Teníamos que limpiar los pisos y la heladera y si protestábamos, nos echaban a la calle. El obrero no tenía derecho a ninguna queja, si levantábamos la voz, nos hacían llevar por la policía. El 17 de octubre es imposible de describir, fue como si Dios hubiera bajado al balcón y nos hablara, porque lo que Perón nos decía, nos daba tanto estímulo para vivir, que es imposible de decirlo con palabras. El resultado fue que a ningún obrero le faltó comida, ni ropa, ni a ningún niño le faltó un juguete de navidad, ni a la familia un pan dulce”. Fijate qué sencillo y qué fácil de explicar lo que fue el 17 de octubre para el grueso de la gente.
GF: ¿Qué paso en esos días? 16, 17, 18, ¿Qué pasó con la convocatoria que se hizo? Ese llamado al paro posterior y el advenimiento de las masas, antes de la concreción de la medida. Contáme un poco.
RB: Vamos a empezar por el final, digamos. El 17 de octubre de 1945, como sabemos, un movimiento de masas que llevaba décadas escalizando, salió a la calle y marcó a fuego la historia argentina del siglo XX. Una multitud de trabajadores y trabajadoras movilizó espontáneamente y tomó la Plaza de Mayo, para pedir la libertad de Juan Domingo Perón, que era el depuesto titular del Ministerio de Trabajo y Previsión. Ese día, como sabemos, después fue celebrado como el día de la lealtad. Pero claro, hay que hacer un poco de recorrido de la historia hacia atrás para entender qué sucedió, que es lo que vos me estás pidiendo. El 4 de junio de 1943, un movimiento revolucionario puso fin en la Argentina a un período de fraude electoral y corrupción económica que, como comenté antes, pasó a la historia como la década infame. Un año después de tomar el gobierno, en el 44, los propios mentores de aquella sonada militar declaraban -el gobierno de la revolución no sirve a los intereses de un partido, ni a los de un grupo, ni a los de un hombre. Busca la unión de todos los argentinos en la tarea común de hacer una Argentina grande, en la que reine la paz, la armonía y la justicia-, hasta ahí, una declaración de principios que se pueden leer en cualquier revolución en la Argentina. Pero para 1945, aquellos objetivos que leí, eran motivo de diferentes interpretaciones, por parte de sus propios protagonistas. Un grupo de poder emergente de la primera hora, fue el grupo de los oficiales unidos, también conocido como GOU, y en su seno brillo con luz propia el coronel Juan Domingo Perón, un oficial inteligente y con amplia cultura general que sobresalía sobre sus pares y que era visualizado por muchos de estos como un referente obligado a la hora de tomar decisiones. Estratega consumado y hábil político, como supimos después, Perón entendió rápidamente que tenía que conformar una fuerza propia que le fuera fiel. En tanto, sus camaradas de armas pujaban por cargos importantes en el gobierno nacional, él eligió estar al frente a una oscura Secretaría de Trabajo, anquilosada en el tiempo. De inmediato, se relacionó con el movimiento obrero y comenzó a otorgarle olvidadas conquistas sociales. Los trabajadores, a su vez, encontraron un interlocutor válido para hacer valer sus derechos laborales. La relación se afianzó, se consolidó, se agrandó y Perón comenzó a tener vuelo propio, lo que originó recelos, envidias y pujas por un sector del elenco gobernante que aspiraba a sacarlo del medio definitivamente. Así llegamos a octubre de 1945, cuando Perón ocupaba, simultáneamente, nada más y nada menos que 3 cargos y ¡mirá que cargos!: vicepresidente de la Nación, subsecretario del Ministerio de Guerra y titular del Ministerio de Trabajo y Previsión. Una componenda de sectores de la marina y del ejército, las dos figuras prominentes de este complot eran Héctor Vernengo Lima y Eduardo Ávalos. Lograron desalojarlo por la fuerza de todas aquellas funciones. Pero los hechos terminarían dado un vuelco histórico que es lo que precisamente ocurrió. El miércoles 10 de octubre, y aquí empezamos con la cronología que nos interesa, se le permitió hablar a Perón públicamente para despedirse de los trabajadores. Su emotivo discurso encontró eco en aquellos que sentían que quedaban desprotegidos. Al día siguiente, Perón, solicitaba licencia al ministro de Guerra, a la espera de su retiro. El 12 de octubre, dos días después, un mitin antiperonista en la Plaza San Martín que reclamaba la renuncia del presidente Edelmiro Farrell y el traslado del gobierno a la Corte de Justicia, terminó en una batalla campal que culminó con un muerto. El día 13, Perón fue detenido y enviado a la isla de Martín García, la noticia de su confinamiento, comenzó a movilizar a los gremios. Perón lograría que lo revise un médico que le diagnosticó un ataque de pleuresía, lo que a su vez derivó en gestiones para devolverlo al continente e internarlo en el hospital militar. El 15 de octubre, se informó oficialmente el traslado de Perón al nosocomio militar, hecho que ocurriría 48 horas más tarde. Es decir, ya estamos el 17 de octubre. Las primeras horas, ese mismo día, los obreros del sindicato de la carne en Berisso comenzaron una movilización. Primero hasta La Plata, donde hubo escaramuza con los estudiantes universitarios anti-peronistas y luego a Avellaneda, para cruzar a la Capital Federal. Allí, y en mis lugares del conurbano bonaerense, la intención era la misma, ir al centro de Buenos Aires y exigir la libertad de Perón. El miércoles 17 de octubre a las 2 de la madrugada, Perón fue llevado al undécimo piso del hospital militar. Todos los dirigentes gremiales de los diferentes sindicatos reunidos para la ocasión, luego de una ardua discusión, aprobaron una huelga general en apoyo a Perón para el 18 de octubre. Sin embargo, las masas pasando sobre sus dirigentes comenzaron a movilizarse inmediatamente. El centro de Buenos Aires se vio invadido por una multitud entusiasta y a la vez muy firme en su reclamo. Perón liberado, hablaría en la Plaza de Mayo, bien entrada la noche. La gesta popular no pasó desapercibida por dos intelectuales de cuño nacional y popular que se sumaron a ese peronismo incipiente y para ambos, el actor principal fueron las masas. Por un lado, tengo una cita, que si querés la leemos, de Raúl Scalabrini Ortiz y, por otro lado, tengo las Memoria de Leopoldo Marechal, al respecto.
GF: Las dos son maravillosas, elegí una y leé la que más te guste.
RB: Raúl Scalabrini Ortiz, escribiría, porque de alguna manera si hay algo que queda de esa épica es que fue algo colectivo, fue algo de un pueblo, un pueblo movilizándose por su líder. Por eso voy a leer la de Scalabrini Ortiz: “Venían de las usinas de Puerto Nuevo, de los talleres de Chacarita y Villa Crespo, de las manufacturas de San Martín y Vicente López, de las fundiciones y acerías del Riachuelo, de las hilanderías de Barracas. Brotaban de los pantanos de Gerli y Avellaneda o descendían de las Lomas de Zamora. Hermanados en el mismo grito y en la misma fe, iban el peón de campo de Cañuelas y el tornero de precisión, el fundidor, el mecánico de automóviles, el tejedor, la hilandera y el peón”. Y remata con una frase que será histórica: “Era el subsuelo de la patria sublevado”, nada más ni nada menos.
GF: No es fácil y no ha habido movimientos equivalentes, a nivel planetario, donde por 7 décadas y un poco más se sostenga esa identidad. No es fácil tener un profundo anclaje en el corazón popular y en la mente popular que perdure a lo largo de las eras como lo ha hecho el peronismo.
RB: Lógico, es más, todos los movimientos políticos similares o parecidos, a lo que después fue el peronismo y que nacieron en esa misma coyuntura histórica, como el el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) en Bolivia, la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) en Perú y demás tuvieron una vigencia limitada y después nunca más. El peronismo sigue tan vigente como nunca. Primero, porque no hubo una ideología, ni ningún programa político nacional y popular revolucionario. Y también, hay que decirlo, revolucionario, con todas las palabras, porque cambió las estructuras injustas. No hubo nadie que pudiera superar ese peronismo y esas 3 banderas vigentes que todos conocemos: soberanía política, justicia social e independencia económica, que siguen siendo las banderas históricas del pueblo argentino. Quizás hasta le podemos agregar una cuarta, que Perón ya la hablaba con su tercer mundo y tercera posición, que era la Patria Grande Latinoamericana, tan vigente y tan necesaria, en estos momentos, para poder conseguir nuestros fines. Porque ya no estamos hablando de un país, sino de un continente, que merece ser liberado de los enemigos, que son los mismos: la oligarquía, el imperialismo, los grupos concentrados de poder, que siempre trataron de poner obstáculos en el camino y ojalá hubieran sido nomás obstáculos. Porque muchas veces también bombardearon, asesinaron, fusilaron, hicieron desaparecer gente, todo lo que lamentablemente sabemos de nuestra historia argentina contemporánea.
GF: ¿Qué pasó con el pensamiento de esos militares del 43 y del 44 para desembocar en el bombardeo posterior, golpe de septiembre del 55?
RB: Es difícil de explicarlo en tan poco tiempo. Hay que recordar que en el ejército argentino, desde su creación, había dos posturas que estaban enfrentadas. Un sector del ejército que se podía llamar nacional e industrialista, con visión del futuro y pensando que el pueblo tenía que ser incluido en esos cambios que se querían hacer, podemos hablar de Perón, de Mosconi, podemos hablar de Savio, podemos hablar del general Juan José Valle y así ir acercándonos en el tiempo con otros generales u oficiales de diferentes fuerzas. Y por otro lado tenés el ejército mitrista, el ejército del contubernio, el ejército refractario a todo lo que sea peronismo. Acordáte, esas disputas que había entre los sectores del ejército que querían el poder, que eran todos gorilas, pero se dividían en azules y colorados, no hay que pensar que eran colorados porque tenían afinidad con los comunistas, sino porque en las maniobras militares algunos se ponían brazaletes colorados, otros azules, pero eran todos parte del mismo sector que no querían la democracia por el pueblo. John William Cooke, me recuerdo, fue el que vivió en esa posición, cuando había un sector, incluso dentro del peronismo que confiaba en el sector de los azules, mira que después el líder fue Onganía y terminó en lo que sabemos, en una dictadura terrible. Y Cooke, con esa pasividad que tenía para explicar las cosas, decía, “compañeros, no nos engañemos, los colorados son gorilas las 24 horas, los azules, cuando hacen falta”. Esos dos sectores del ejército estuvieron siempre enfrentados. Lamentablemente, lo que predominó siempre fue el sector negacionista y ultra gorila, que hizo todas las barbaridades que ya sabemos.
- Redacción Lucia Izaguirre
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