Por Erika Eliana Cabezas *
Cuerpo de Baile de Carolina Guevara y dirigida por Leandro Rosati es un unipersonal que entrelaza la narración oral con la comicidad, para hablar de la historia de Corral, una joven oriunda de un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires que anhela bailar, y del disciplinamiento de los cuerpos.
“La obra habla profundamente del deseo, pero también nos metemos con el conflicto que padecemos en el disciplinamiento de los cuerpos, que aparece en las distintas instituciones que uno va atravesando a lo largo de la vida”, manifestó la actriz Carolina Guevara en Radio Gráfica, y contó que “el texto se fue armando en el laburo que se iba haciendo en escena”.
“Es un tránsito de vida. La historia de una mujer que nace, que pasa su niñez y adolescencia en un pueblo ubicado en la provincia de Buenos Aires, y que después emigró a la gran ciudad con la idea de poder cumplir con sus deseos. El relato tiene que ver con eso, con cuestionar cómo las instituciones nos disciplinan en cuerpo y cómo, a través del disciplinamiento del cuerpo, disciplinan el deseo”, explicó.
En la corporalidad de Corral también cobran vida otros personajes, arquetipos que marcaron su vida: sus padres, el médico, la maestra, la Policía, el cura. Obstáculos que le dificultaron cumplir sus sueños. “Vemos todas las desventuras que va teniendo. Aparecen las instituciones, que también pueden ser las escuelas de danza, que ponen la vara de quién puede y quién no. De hecho, en un momento ella se quiere anotar en la escuela de danza clásica y le dicen que es grande, que llegó tarde. Y es una piba de 18 años que acaba de llegar a la ciudad, y está esa sensación de cómo puede ser tarde a los 18 años”, relató la actriz.
“Algo dificultoso que tenía la obra era cómo nos metíamos con esto, porque en realidad la gente se encuentra para bailar, no es que esté prohibido el baile. Por eso insisto, a lo que apuntamos con la obra es al disciplinamiento del cuerpo. Ella es una nena distinta, diferente. Lo primero que hace es bailar en el medio de su comunión, entonces en el pueblo la marcan. Y, como en la escuela no para de moverse, la empastillan. Con esos conflictos llega a su adolescencia, donde atraviesa una identidad gay, y esto en un pueblo es muy denso. Entonces, lo que hace es huir a Buenos Aires, y Buenos Aires también tiene sus prejuicios, sus límites. Y después aparece la persona adulta, que termina de ser disciplinada en el mundo laboral”, aclaró Guevara, y confesó que la pregunta final que tuvieron que responder al momento de hacer la obra fue cómo se dirimía la problemática.
“Encontramos un final que tiene que ver con el contexto feminista que estamos viviendo. Es un espacio donde sí creo que empezamos a poder hablar del deseo, y ponemos el cuerpo y la liberación del cuerpo en el centro”, destacó.
(*) Periodista de cultura de Radio Gráfica.
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