Por Tony Aira *
La ciudad de Buenos Aires tiene dos cementerios privados dentro del mismo cementerio de la Chacarita. Son el alemán y británico. Allí descansan soldados de las dos guerras mundiales. Cuando se ingresa al cementerio alemán, la primera tumba que se encuentra es la del Capitán Hans Langdorff, el comandante del acorazado Graf Spee.
El 1 de septiembre de 1939 comenzó la Segunda Guerra Mundial. Alemania invadió Polonia, aliada de Francia y Gran Bretaña. Después de 21 años, Europa estaba nuevamente en guerra. Muchos historiadores sostienen que Hitler cometió un grosero error de apreciación al suponer que sometería a Polonia sin la injerencia de los Aliados, como sucedió en Austria y Checoslovaquia. La Alemania Nazi no estaba preparada 100% para ir a una gran guerra y la situación de su Marina de Guerra era dramática.
El Almirante Raeder, jefe de la Armada alemana, estaba embarcado en un ambicioso rearme de su flota. En sus planes, hacia 1944 tendría capacidad de enfrentar a la poderosa Royal Navy británica. En 1939, la flota alemana no estaba en condiciones de enfrentar a los aliados, pero los marinos alemanes salieron a luchar con valentía y convicción, decididos a hacer todo el daño posible al esfuerzo de guerra aliado.
Una de las cartas ganadoras de la armada alemana era el acorazado de bolsillo Graf Spee. Este buque era una maravilla del diseño naval. El Tratado de Versailles, de 1919, puso un tonelaje máximo a la armada alemana. El nuevo buque tenía el tamaño de un crucero pero parecía un pesado acorazado, de allí el nombre de acorazado de bolsillo. Botado en 1936, el buque siempre estuvo al mando de Langdorff con una tripulación preparada y motivada.
La guerra sorprendió al buque en alta mar. Langsdorff inició una guerra contra las líneas de suministro aliadas. El objetivo fue hundir la mayor cantidad de mercantes y evitar entrar en combate con la flota aliada. El Graf Spee tenía algunas cartas a favor. Era un barco rápido y bien artillado con un plan bien definido. La primera víctima fue el mercante británico Clement, el 30 de octubre de 1939. Langsdorff hundió el barco una vez que toda la tripulación abandonó el buque. El capitán se comunicó con el puerto de Pernambuco para que recogiera a los náufragos. El Graf Spee siguió su ruta por el Atlántico y el Índico. Se mimetizaba como crucero francés u holandés agregando falsas chimeneas o baterías falsas para confundir a sus perseguidores. El 2 de diciembre de 1939, el Graf Spee localizó al mercante Doris Star, con carnes argentinas que viajaban hacia Londres. El capitán del banco logró dar señal antes de ser hundido.
El almirantazgo logró la ubicación del corsario alemán. Esa noticia la esperaba el Comodoro Harwood para cerrar el cerco sobre el buque alemán. Mientras tanto, el Graf Spee siguió su raíd. El 7 de diciembre abordó al mercante Streonshalh. En su interior encontró un mapa con las rutas de los mercantes aliados. A Langdorff le llamó la atención la gran cantidad de buques que saldrían desde Buenos Aires y Montevideo hacia el Reino Unido, por lo tanto, puso proa hacia el Estuario del Plata.
Harwood intuyó que el Río de la Plata sería un bocado irresistible para un corsario y dispuso que los cruceros Exeter, Aquilles y Ajax estuvieran al acecho. El 13 de diciembre de 1939 se encontraron los cuatro buques a la altura de la ciudad uruguaya de Piriápolis. Los primeros disparos fueron alemanes e impactaron en las torres de artillería del Exeter, reduciendo su capacidad de ataque. Ante esa situación, los más ligeros Ajax y Aquilles se adelantaron para atraer el fuego y permitir una retirada del Exeter. El capitán Langdorff pensó que era el preludio de un ataque de torpedos y se centró en sus nuevos blancos. Esto permitió la retirada del maltrecho Exeter. La valiente carga de los cruceros ligeros fue duramente castigada, en especial el Ajax, pero también impactaron sobre el barco alemán.
A las 7.25 de la mañana del 14 de diciembre, el Exeter volvió con furia. Utilizando sus únicos dos cañones pesados en funcionamiento logró dos impactos que definieron el destino del Graf Spee. El acorazado de bolsillo respondió concentrando su fuego sobre el Exeter. Harwood inició una excelente maniobra de retirada y puso al acecho para evitar la fuga del corsario alemán. El Graf Spee había recibido tres impactos que dañaron la planta desalinizadora, la planta purificadora de combustible y uno de los telémetros de tiro. El capitán Langdorff decidió ir al puerto de Montevideo para realizar reparaciones y atender a los heridos. En la capital oriental los muertos fueron enterrados con honores militares y los prisioneros aliados son liberados.
Con el Graf Spee amarrado en la capital oriental, la diplomacia aliada trabajó para que el gobierno uruguayo niegue el permiso para reparar el barco. El presidente de Uruguay era el general Alfredo Baldomir Ferrari, declarado pro-aliado y ordenó al buque zarpar en un plazo de 72 horas. En caso contrario, el barco sería internado junto con su tripulación hasta finalizar la guerra.
Las reparaciones tardarían un mínimo de diez días. Los espías británicos hicieron llegar noticias de un portaviones y un acorazado británico navegando a toda máquina con dirección al Río de la Plata. El capitán Langdorff entendió imposible salir bien parado de un combate tan desigual y tomó una decisión extrema: hundir el Graf Spee.
El 18 de diciembre de 1939, el acorazo de bolsillo alemán zarpó del puerto de Montevideo con destino Buenos Aires. En la zona más profunda del río, luego que la tripulación subió a botes de la Armada Argentina, detonaron las cargas que hundieron al Graf Spee en las aguas del río más ancho del mundo. El 20 de diciembre, vistiendo su uniforme de gala y envuelto en la bandera de combate de su buque, el Capitán Hans Langdorff se suicidó luego de asegurarse la seguridad de su tripulación. En una carta que dejó en la Embajada de su país en Buenos Aires, comunicó que debía seguir el destino de su barco.
Langdorff fue sepultado con todos los honores en el cementerio alemán de Buenos Aires. Su tripulación se desparramó en todo nuestro país. Muchos hicieron de Argentina su nueva patria, estableciéndose y formando familia. Con los años, muchos de aquellos veteranos pidieron ser enterrados junto a su gallardo capitán en Buenos Aires.
El tiempo pasó y la historia va cubriendo los hechos y pasiones. Los enemigos de ayer hoy están separados por una simple puerta en el cementerio porteño. Nada más significativo qué, del lado alemán de la necrópolis, nos recibe el Capitán Hans Langdorff, símbolo del soldado valiente y caballero del mar.
* Columnista de Desde el Barrio.
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