Cangi es autor de numerosos trabajos, entre ellos, Gilles Deleuze. Una filosofía de lo ilimitado en la naturaleza singular (Quadrata-Biblioteca Nacional, Red Editorial 2010, 2014); co-autor de Filosofía para perros perdidos. Variaciones sobre Max Stirner (junto a Ariel Pennisi, Autonomía, Red Editorial, 2018) y compilador de Linchamientos. La policía que llevamos dentro (junto a Ariel Pennisi, Autonomía-Pie de los Hechos, Red Editorial, 2014); Imágenes del pueblo(Autonomía, Red Editorial, 2015); Meditaciones sobre el dolor (junto a Alejandra González, Autonomía, Red Editorial, 2019); Vitalismo. Contra la dictadura de la sucesión inevitable (en colaboración con Alejandro Miroli y Ezequiel Carranza, Ediciones del Signo, 2019). Además es docente de la Universidad de Buenos Aires, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional de Avellaneda, donde dirige la Maestría en Estéticas Contemporáneas Latinoamericanas. Entrevista de Eliana Cabezas y Ariel Weinman en Radio Gráfica.
RG: ¿Es factible este debate sobre las causas de la peste, pues es como que se ha cuadriculado qué cosas se pueden conocer en este tiempo pandémico? Un sector de la ciencia –la virología- ha pasado a tener un protagonismo intenso, se discute alrededor de medicina, de clínica, de epidemiología, sin embargo, ¿es posible, en estas condiciones, abordar otros debates, otros conocimientos, que entendemos está en la base de la génesis de esta peste? O dicho de otro modo, ¿es posible hacer una incisión, una apertura, un desvío en el cuerpo de los saberes, de lo que se hace ver y acerca de lo que se puede hablar, para que emerjan otros objetos, otros conceptos, otras retóricas y otras prácticas en el seno mismo de la alianza entre conocimiento científico y capitalismo neoliberal? Hemos visto un diálogo intenso entre especialistas y medios de comunicación en este tiempo, no obstante, aquellos que vienen de los sectores del arte, del ensayismo, del pensamiento han tenido muy poco lugar en la escena pública y únicamente son utilizados para confirmar lo que los medios de información ya saben. Por eso me preguntaba si al interior del sistema de comunicación, es posible irrumpir con un tipo de pensamiento y acción que pueda desmontar, que pueda desestructurar y, al mismo tiempo, proponerse la invención de otro mundo posible. Porque éste es una fábrica de angustia generalizada.
AC: Lo que acabás de describir es muy preciso. Hemos conocido el rostro de una cantidad ingente de científicos de la medicina en los medios durante los últimos ocho meses. Mucha gente que de verdad no había escuchado nunca, más allá de mi interés, que tomó la escena pública y que tuvo palabra, que son palabras en general de carácter técnico. Son palabras agenciadas de entrada por el periodista que entrevista, sobre un saber preconcebido del que no tiene respuesta, y donde el otro se convierte, como bien decís, en una “pragmática de la confirmación”. Los medios de comunicación se han convertido, no en el lugar de una interrogación, sino en una pragmática de la confirmación. Están allí para construir un vasto “sentido común” sobre la dirección de un problema. En esa dirección he escuchado pocas voces reflexivas o críticas. Las escuché en los primeros meses de la pandemia, en el que intervinieron en los medios televisivos o redes, tratando de marcar otras preguntas u otros problemas y, rápidamente, esas preguntas y problemas se convirtieron en la urgencia para salir de la fábrica de angustia, a partir, justamente, de suturar la angustia. Todas las salidas que los medios proponen, no solamente son una pragmática de efectividad para el “sentido común”, sino una sutura de la angustia, es decir, se encargan de suturar. Pongo un ejemplo. Escucho un programa de economía, cualquiera fuera, y el problema es que dentro de ese programa llaman a un científico para pensar a la vacuna, y el periodista que está en escena dice, “a nosotros –sabés-, que nos preocupa la economía, pero la situación para poder prever marcos de interés sobre las variables económicas, requiere de entender si vamos a tener una segunda ola viral”. Entonces, todo lo que hemos previsto y lo que hemos analizado, todas las medidas gubernamentales, por ejemplo del Estado argentino, están supeditadas a la vacuna, están conectadas con la confirmación de esa discusión. Entonces, el economista escucha lo que la científica o el científico de primera línea vienen a decir que, en realidad, son muy pocas cosas; por ejemplo, han leído los documentos de la vacuna rusa (Sputnik V) o de la vacuna de la Universidad de Oxford y AstraZéneca, confirman su viabilidad, dice “que son por igual efectivas”. Escuché a la responsable mendocina de epidemiología, escuché a otros interesantes investigadores del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina). Todos en realidad tienen discursos muy técnicos, pragmáticamente confirmativos. No hay ningún discurso crítico, no a la vacuna, sino al fenómeno de la construcción de una política común. Parecería que como el discurso técnico tiene que suturar la angustia, lo que de alguna manera suturaría la angustia es rápidamente traer la vacuna, aunque hubiera un retorno de lo reprimido feroz en los cuerpos individuales, en los cuerpos colectivos. Preocupa mucho más de qué manera restauramos esto. Incluso escuché en un programa económico algo formidable, ya que “van a desarmar el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) 4, y que la economía dentro de Argentina va a entrar en una liberación de los precios, que estuvieron contenidos desde el 30 o 31 de enero, comienzos de febrero de 2020”. Entonces, el problema fundamental es poder imaginar un programa de vacunación que ya haya comenzado para estar a la altura de una mayor producción. Entonces, la pregunta todo el tiempo es: ¿podemos dar trabajo si no hay vacuna? ¿Podemos generar más condiciones laborales si no hay vacuna? Pero en el medio no se está preguntando alguien si durante estos ocho meses se podría haber construido activamente vivienda, para salir de un problema desesperante que es la de la ocupación de tierras que ha planteado un drama en la escena argentina que tiene, efectivamente, una larga historia. Es decir, no ha habido una reactivación intensiva de la construcción laboral de vivienda, ni siquiera en sectores localizados y con control público para generar trabajo a una escala importante, sobre todo para resolver un problema delicado. Entonces, la pregunta es, ¿no hay un corrimiento del problema, para plantearse en los medios de comunicación si vamos encaminados a ser todos neoliberales empresarios de sí en una economía de producción? Esta pregunta se obtura ideológicamente. Alguien dice, “no, yo soy enemigo del neoliberalismo”, pero las políticas que se están llevando adelante, en el fondo, por más asistencia social que tengan, tiene un motor detrás que piensa en el empresario productivo, en el emprendedor productivo, es decir, esa discusión no puede darse porque parece muy ideológica el marco de la posición. Entonces, no se da. Si vos decís “no, mira, todos estamos operando como empresarios”, te dicen, “ah…, pero vos no sos nacional-popular, no estás a favor de los programas de las políticas públicas”. Bueno, ese es un lado de la escena. Pero el otro lado de la escena, es que tampoco generamos suficiente trabajo. Durante este período, por temor al contagio, y, evidentemente, no trabajo de fábrica, sino trabajo de construcción de viviendas o trabajo en tierras productivas, no se abrió un Plan de trabajo que abriera la posibilidad de emplear a sectores productivos a cielo abierto, o en sectores de construcción que pudieran presentar un programa de preparar las bases para viviendas, proyectadas luego en una fase de construcción posterior. Me parece que ahí está el otro problema: no nos planteamos cuál es el meollo de la cuestión de “este laboratorio”, pero tampoco es que estamos generando vectores productivos que generen producción sobre problemas que podrían estar a cielo abierto. Y yo creo que ahí estamos enfrentando este cuello tan complicado, en el que los medios trabajan solamente sobre una pragmática del “sentido común” para un acto de fe: “si logramos la vacuna, vamos a poder tener trabajo”. Esa sería como la argumentación sostenida, la cual generó un largo período de no operar con un cálculo previsible para generar trabajo, una buena cantidad de la población argentina está buscando trabajo. Entonces, evidentemente, creo que hay una situación muy complicada respecto de esto. O bien se sale por el trabajo o bien se sale por una discusión general sobre a dónde no volver. Pero parece que ninguna de la dos son posibles, en tanto que hay el argumento de que todo está suspendido a este acto de fe: es lo que la ciencia pueda fabricar, sin conocer lo suficiente sobre el virus, pero pudiendo desactivarlo a través de la vacunación para volver a la producción. Entonces, es un proceso lógico de encadenamiento que parece que no está permitiendo el desarrollo ni de preguntas ni de soluciones prácticas durante el proceso. Todo este tiempo yo me pregunté, ¿por qué no hubo un trabajo intensivo en el campo argentino? ¿Por qué no hubo en territorios del Estado implicación de sectores a cielo abierto de trabajo de granja para generar granjas o trabajos en la tierra para resolver problemas muy complicados? Que un kilo de tomates o un kilo de verduras cueste lo que un obrero no puede pagar más. Entonces, me pregunto, si vos no le podés pagar más al circuito de tu vida urbana, ¿por qué no haber implicado este régimen de producción con un fin concreto, generar algún sistema de granja productiva a cielo abierto que tuviera producción en manos de grupos, cooperativas, sectores, lo que fuera? Me parece que la fe en la vacuna tiene detenida la maquinaria de otras propuestas. Entonces, no hay preguntas generales sobre por qué vivimos así en la producción, y tampoco hay oferta de gran producción. Entonces, cuando yo escuchaba hoy esta última noticia, “8500 pesos durante 12 meses para jóvenes entre 18 y 29 años para poder llevar adelante un emprendimiento productivo”, me parece que son buenas intenciones, pero no va al fondo del problema. Porque de alguna manera los jóvenes se preguntan, ¿por qué tengo que ser “emprendedor” para tener un trabajo?, ¿por qué tendría que ser un emprendedor para tener un trabajo?, ¿no hay otro tipo de trabajo? Bueno, se ha impuesto en el pensamiento contemporáneo un único tipo de trabajo para los jóvenes, el trabajo del “emprendedor”, el trabajo del “empresario de sí mismo”. Por eso digo, estamos arrastrados por una política neoliberal, una ingeniería de la población en el que todos nosotros, tarde o temprano, somos “emprendedores”. Digamos, en buena medida, que hayamos convertido, en mi caso, un pequeño living de una casa en un aula permanente, no es una buena señal. Sería la más triste señal que un Estado podría ofertarle a una población, más allá del estado de pandemia. Porque nadie puede cubrir mi computadora, si se rompe; este dispositivo que estoy usando ha aumentado sus valores en el mercado de manera superlativa, yo no puedo salir a cubrirla. Entonces, volví mi living un aula permanente, puse mi dispositivo y pago el servicio de luz que va aumentar en enero. La pregunta central es ¿qué tipo de empresa es esta, en el que todos los obreros que estamos acá fuimos implicados en ser sostén del sistema productivo, pagando la luz, la computadora, el espacio de trabajo permanente y, al mismo tiempo, recibiendo un salario que no tendrá disputa de cambio social? Porque no va a ascender el salario, más bien va a decrecer. Entonces, estamos implicados en un salario decreciente en un trabajo permanente, es trabajo a tiempo completo con un salario decreciente en el que somos socios del pago: socios de la luz, socios de la computadora, socios de la conexión que tenemos, socios de los dispositivos. Es decir, no es que recibimos de las universidades, por ejemplo, una computadora para tu trabajo, una ayuda para financiar la luz. Entonces la pregunta que me estoy haciendo, ¿cómo va a haber preguntas más importantes si somos socios en una distribución de la derrota, en el que la pregunta de fondo no la podemos hacer, pero la implicación de salidas para trabajos productivos tampoco aparecen? Entonces, lo que estamos haciendo es que los sectores productivos que estamos tratando de sostener la cosa pública, hemos decidido colaborar: colaborar con nuestros dispositivos técnicos, colaborar con el pago de la luz, colaborar con una reducción salarial, colaborar con un trabajo permanente para sostener la vida común, porque si abandonamos esa “vida común” no hay aula, pero tampoco hay clases. Evidentemente, pongo ese ejemplo, como otros tantos más que podrían afectar al sector de los enfermeros, al sector de los que trabajan en las secciones del campo frente a empresas que han ganado ingente cantidad de dinero, utilizando productos muy empobrecidos para los que los fabrican en un mercado que no para de crecer. Uno se pregunta, ¿qué tiene que ver, de alguna manera, en algunos productos, el movimiento del dólar? ¿Qué tiene que ver? Bueno, no tiene nada que ver. Hay un imaginario, evidentemente, de que la Argentina “está improductiva” y que efectivamente “no va a poder controlarse las divisas”. Y frente a ese imaginario, la pregunta de fondo es trabajar sobre “la coyuntura del alambre”. Ahora bien, entiendo que las políticas públicas están haciendo lo mejor que pueden encontrar en este momento. Creo que para que hubiera otra perspectiva, se necesita otras discusiones que no estamos teniendo.
- Entrevista realizada en Panorama Federal, lunes a viernes 7 am en Radio Gráfica.
- Redacción Lucía Izaguirre
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