Ricardo Capelli, entrevistado por Mario Sadras, contó, además, cómo él y Mugica llegaron a comprender al peronismo dentro del movimiento popular.
MS: Tuviste un lugar preponderante como testigo y como militante en una época que todavía tenemos muy presente. Vos fuiste militante, allí por los 70′ ¿Cómo te definirías, como militante social, político o laburante de la villa 31?
RC: Hay dos partes en esto. A Carlos Mugica lo conocí en el año 1954. Yo tenía 17 años y él tenía 22 o 23 años. Me invitaron a un cumpleaños en la casa de él. Después de eso empezaron una serie de cosas. Yo no tenía participación política ni militancia. Mugica en ese tiempo estaba en el seminario, pero los dos éramos antiperonistas.
-¿Vos venís de una familia socialista?
Sí, vengo de una familia socialista. Y él era de una familia aristocrática, oligarca. El padre había sido canciller de Frondizi. Cuando lo conozco, Carlos era presidente del Partido Conservador. Ellos vivían en la curva aristocrática de la calle Arroyo. El hermano rico, al tiempo, hizo un edificio en la isla, en Gelly Obes. Ahí van a vivir, en el segundo piso, la familia Mugica. Cuando lo conozco a Carlos, estaba muy cerca de los problemas de los movimientos para derrocar a Perón. En aquellas épocas, la Iglesia se enfrentaba a Perón. La procesión del Corpus Cristi hundían una bandera argentina y subían la del Vaticano, toda una serie de hechos…
– Las respuestas por parte del gobierno, también. Es decir, un clima caliente. ¿Él era Mugica Echagüe de apellido, no?
Carlos Francisco Sergio Mugica Echagüe Elizalde.
-Todos los apellidos de la oligarquía
Sí y los amigos de él. Estaban los Pereyra Iraola, los Tezanos Pinto, los Rodríguez Larreta que eran compañeros del equipo de Arroyo, ahí donde jugaba al fútbol.
-¿Y vos a quién conociste de la familia que pudiste acceder a ese lugar, que era bastante cerrado?
Yo vivía en Parque Chacabuco y un amigo me invitó. Me dijo “¿querés venir a un cumpleaños?, y le dije “bueno, vamos”. Los cumpleaños en aquella época, eran de traje y corbata, no como ahora, que son de ojota y bermuda.
-¿Qué música recordás de esa noche, en la terraza del cumpleaños con toda esta gente?
Calculá que era el año 1955, era muy jazzista en esa época. La música que recuerdo era el jazz antiguo. Me gustaban los artistas argentinos y las orquestas.
-¿Y Carlos qué escuchaba?
Carlos era fanático del fútbol, pero escuchaba música de muy poca trascendencia, porque él estaba en otra cosa. Él ya estaba en el seminario cuando lo encuentro. En ese seminario lo que menos se sabía era lo que era un pobre. No tenía ese concepto de lo que es el cristianismo, que es estar al lado de los pobres. Después, vino el bombardeo a la Plaza y ahí fueron ocurriendo cosas. Recuerdo que esa misma noche, incendiaron las iglesias. Fuimos con Carlos y con otro compañero que era cura, Rodolfo Ricciardelli. Estaban calientes porque habían quemados las iglesias, no les preocupaban los creyentes y los que habían quedado muertos en la plaza. Era una cosa totalmente diferente. Después de eso, vino la Revolución Libertadora, ahí es donde derrocan a Perón. Recuerdo que fuimos con Carlos, un amigo de él y yo, los 3 a la plaza, a festejar la caída de Perón, con los pañuelos en alto, gritando “¡libertad!, ¡libertad!”. Arriba estaban Lonardi y Rojas, en el balcón. La gente que veíamos alrededor era gente muy arreglada, no era la gente que iba a la Plaza de Mayo a los discursos de Perón. Perón ya había dado aquel famoso discurso “cuando uno de los nuestros caigan, caerán cinco de los de ellos”, el 5 x 1. Nosotros estábamos en la zona de la Iglesia de Santa Rosa, yo no soy creyente.
– Te iba a preguntar sobre tu vínculo con lo institucional de la iglesia
No, yo no tengo mucho vínculo. Últimamente empecé con esas causalidades que ocurren en la vida, que me hacen pensar que hay una vibra, que hay algo, una energía que acerca las cosas, sino el mundo no puede ser. Cuando a mí me decían que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, yo decía, entonces, Dios no era un buen tipo, ¿no? Ahí tenía las grandes discusiones con Carlos.
Mis viejos eran esa gente que de pronto se pasaban entre ellos, clandestinamente, el diario “La Vanguardia” y la leían como si fuera la Biblia. Son cosas que ya no se usan, ahora es todo virtual, apretas un botón y te salen los diarios en 40 idiomas, la cosa ha cambiado.
Entonces, íbamos a un conventillo por la calle Catamarca y yo recuerdo que la gente, cuando cayó Perón, estaba hecha pelota. Siempre que íbamos al conventillo era eufórico, una cosa de reírnos y divertirnos con la gente de ahí. Ese día había una opacidad, un silencio, que cuando entramos casualmente, no porque íbamos nosotros, había en una pared escrito con tiza de pizarrón y con una luz muy mortecina, que decía “sin Perón no hay Patria ni Dios, abajo los cuervos”. Entonces, vimos eso y hablamos con la gente, pero no nos daban mucha bola, porque ellos sabían que Carlos era aspirante a cura y que estaba en el seminario. Ellos piensan que a Perón lo bajó la iglesia. Él, dijo, ahora se la agarran un poco conmigo. Tal es así, que recuerdo que esa noche fuimos a tomar un café por Belgrano y Entre Ríos, por ese lado, y hablábamos- che, que joda esto. Están equivocados ellos o estamos equivocados nosotros- porque realmente esta reacción no la esperábamos. Ahí, nos dimos cuenta que Perón para ellos era su protector. Te lo diría religiosamente, como el ángel de la guarda para los pobres, para los laburantes, para la gente que vivía en los conventillos.
De ahí, Carlos, se va para su casa, me llama por teléfono y me dijo, acá es un festejo, están las campanas, es un festejo orgiástico lo que hay en esta zona. Ahí me pareció que algo estaba cambiando y no me disgustó, porque cambiaba el sentido de que esa gente estaba festejando, cuando la gente que necesitaba estaba mal. Y es ahí, donde él lo concatena con la figura de Cristo, entonces, donde aparece en él, lo que es la fe en el cristianismo, ahí hay un cambio fundamental. Aquello de que estábamos equivocados ellos o nosotros. No tuvimos ninguna duda que los que estábamos equivocados éramos nosotros.
-¿Eso fue una elaboración que surgió casi inmediatamente luego del golpe?
Sí, inmediatamente, no más de 2 o 3 meses, ya estábamos con la conciencia totalmente diferente.
-¿En qué se apoyaron, en qué lecturas, en qué conversaciones, en qué referentes para ir reconstruyéndose ustedes y para ir construyendo esa identidad revolucionaria?
En mi caso, yo estaba en un mundo muy distinto, yo era operador en la Bolsa de Cereales y operador en la Bolsa de Comercio. Era muy joven, tal es así que para las operaciones yo iba con una persona mayor que firmaba mis operaciones porque yo era menor. Trabajaba para una casa de las que ahora se llaman corporación. Y Carlos, te imaginas, tenía una familia totalmente antiperonista y la reconversión la hablaba con la familia y no era tan fácil. Recuerdo que después de la caída de Perón, yo iba a cenar cuando ya vivían ese lío.
-¿La familia percibió ese cambio en Carlos?
Mira, se respetaban mucho ellos. Lo que pasa es que la familia de él, como toda familia patricia, quiere tener un hijo militar, en lo posible de la Marina, o sino cura para que llegue a obispo. Pero qué pasa, que Carlos les había fallado para ellos, entonces, por lo tanto, no era tan fácil. El padre, cuando Carlos en 1959 ya era cura, ya tenía todo el camino preparado, la gran alfombra con Caggiano, que era en esa época el cardenal y demás.
– ¿Había otros curas en la familia Mugica Echagüe?
No, en ese momento no. Después, la hermana, Marta, tuvo un hijo que fue cura y que vive actualmente, pero yo no lo conozco.
-¿Vos no tuviste más vínculo con la familia Mugica luego del asesinato?
Sí, tuve vínculo con Marta, fundamentalmente, que era la más cercana a Carlos, que falleció este año, el 1 de abril. Y ahora tengo contacto con el hijo de Marta, el que no es cura, el otro, que es un gran fotógrafo y con él a veces nos encontramos.
Marta Mugica, después, se nominó como peronista para seguir con la historia de Carlos y demás. En el año 1999 me encontré con Marta en un restaurante “Parrilla Rosa”, que era de una amiga nuestra. Y me dijo, Ricardo, “¿no crees que los montoneros fueron quienes mataron a Carlos?” Y le dije “no”.
-Llegamos a ese momento epifánico en el que descubrieron al movimiento popular y la verdadera adhesión de los pobres al peronismo y se volcaron en cuerpo y alma a esa tarea, allí en la parroquia Cristo Obrero ¿Cómo fue la construcción de ese espacio?
No, Carlos se va en el año 1968, calculá que fue en el año1959. Como te había dicho, el padre hizo toda la alfombra en la iglesia del Socorro y ahí empezó a tener problemas con la gente que iba, porque la gente empezaba a tirar la bronca de que había un cura, que en lugar de difundir el evangelio, estaba haciendo política y ese era Carlos. Aparte de la política, tenía un pinta bárbara, entonces le daban bola. Así es que una vez fuimos con el hermano, que construyó la capilla Cristo Obrero, que es el que construyó el edificio de Gelly Obes, también, que era el rico de los Mugicas y socio de Héctor Ricardo García, él de Crónica, y bueno una vez lo fuimos a buscar y había un confesionario con una cola de minitas, muy lindas ¿Quién estaba confesando? Carlos. Entonces, cuando salimos, quisimos llegar a un arreglo para alquilarle el confesionario pero no se pudo. (risas)
-¿Tenía buen humor?
Carlos no solo tenía humor con las cosas cotidianas, sino que también se la agarraba con la iglesia, con Dios. Por ejemplo, decía que el día que se aviven que Dios no existe, ¡locura!, tenemos que ir todos a laburar. Además, puteaba, aparte, jugando al fútbol, no le gustaba perder a nada. Era un tipo bueno, futbolero, hincha de Racing, fanático. Y en aquella época no había gorrito, se ponía un pañuelito con los nudos y se iba con la hinchada, con el bombo, con lo que fuere, él era un barra brava, un tipo bastante normal, que en esas cosas no tenía nada que ver con de donde el procedía.
– ¿Había encontrado su propia identidad acercándose a los pobres, proviniendo de una familia de la oligarquía?
Te estaba contando, por ejemplo, que después de cenar, ahí en Gelly Obes, a veces nos sentábamos los 3, Carlos, el padre y yo a charlar, me acuerdo que había elecciones y una vez nos dijo: “Ustedes los peronistas, los radicales, los comunistas, lo socialistas, gasten guita, mátense entre ustedes, hagan campaña y hablen todo lo que quieran, que gane quien gane, los que mandamos somos nosotros”. Parece la Biblia eso.
– Y tenía razón, lo estamos viendo ahora mismo con los sectores de la oligarquía, que más allá de los resultados electorales en Argentina y en el continente pretenden seguir teniendo los destinos
Sabes qué es lo que pasa, que lamentablemente siguen teniendo el poder. Nosotros debemos luchar para retomar el poder, como sea, pero tenemos que tener el poder. Y lo mismo le va a pasar a Evo. Pero acá el poder es muy grande, el poder hegemónico, las corporaciones y esos 20 tipos que salen a la calle a hacer despelote.
-¿Carlos estaría con este gobierno?
Sin duda, Carlos estaría enamorado de Cristina, no tengas ninguna duda. Calculá que estuvo con Perón. Carlos se fue a Europa y la familia aprovechó para decir que se iba huyendo de una mina que lo estaba acosando, cosa que no era cierto, él tenía una relación con Lucía Cullen, que fue el gran amor de su vida. Él se fue a Europa, pero antes se había ido a Bolivia a tratar de recuperar los restos del Che Guevara, obviamente lo sacaron, de ahí se fue a Francia, en el Mayo Francés, y luego estuvo en Madrid y desde ahí llamó a Lucía y le dijo “venite para acá”, y ella le contestó “sos un loco”, y el respondió “venite para acá, yo quiero que vengas”, ella le vuelve a decir “pero no tengo un mango, cómo voy a pagar un pasaje”, y él le dijo “andá a verlo a Hernán y habla con él”.
Era Hernán Benítez, el confesor de Evita. Así es que Lucía se fue para Madrid por 2 meses y medio, y fueron juntos a Puerta de Hierro a ver a Perón. Y me cuenta la hermana de Lucía Cullen que cuando estaba allá, Perón le dijo -¿pero, cómo decís, hija, que es tu apellido?– y ella responde –Cullen, mi general– y Perón dijo –Cullen no es un apellido muy peronista.
De haber visto a Perón, Carlos volvió obnubilado, estuvieron ahí media hora y ahí estaba López Rega y los que los rodeaban. Después, Lucía se vuelve y él se va a Praga, luego se va a La Habana y se encuentra con John William Cooke que lo estaba esperando. Estuvo 20 días y no lo pudo ver a Fidel, entonces vuelve a Praga, de Praga a Francia y de Francia vuelve a Buenos Aires ¿Por qué? Porque acá no era bien visto que alguien pudiera estar en La Habana, entonces nadie se enteró que él había estado en Cuba.
-El papá de Carlos fue funcionario cuando vino el Che, ¿no?
Él era canciller y cuando vino el Che se armó un despelote acá y alguien tenía que saltar, no iba a saltar Frondizi, ¿Quién saltó? El canciller, ahí le piden la renuncia al cargo.
-Vos estuviste exactamente ese día y fuiste víctima de los disparos que terminaron con la vida de Carlos
Así es, ese día fui con una amiga, María del Carmen Artero, a buscarlo porque nos íbamos a ir a un asado en la Villa, se festejaba el cumpleaños de una catequista. Mi amiga era muy creyente, bajó del auto y se fue a la misa. Yo estuve 10 minutos en el auto y bajé para ver por donde andaba la misa, para ver cuánto faltaba todavía, y cuando abro la puerta, había dos tipos sentados atrás, en una iglesia que no estaba llena, y uno de ellos miró para el costado y nos vimos, frente a frente. Era Almirón, nos conocíamos de Bienestar Social, porque a Carlos lo habían nombrado asesor de villas y, justamente, yo junto a la compañera María del Carmen lo atendíamos -ahí (en Bienestar Social) conocí al secretario de Prensa Jorge Conti y había gente que entraba armada a la oficina de él y yo pensaba que eran los custodios del brujo, porque en esa época no se conocía lo que era la Triple A. Y bueno, es ahí de donde conozco a Almirón, por eso cuando nos vimos, nos reconocimos las caras. Almirón un tipo muy serio, muy milico. No sé quien me tiró a mí, porque me tiraron 4 balas desde otro frente-.
Entonces, estaba en el auto y cuando terminó la misa nos fuimos a buscar a Carlos adentro, porque sino se quedaba hablando y no nos íbamos más. Y salimos, siempre a él lo estaba esperando toda la gente, estaba lloviznando un poco y la gente le hablaba, lo felicitaba y siempre había alguien que lo estaba llamado –padre Carlos. Yo me fui caminando mas o menos dos casas, 10 o 15 metros, y siento una gran puteada de Carlos y ahí un caos, gente que corría y que gritaba. Yo sentí la primera bala, que es como un trompazo, te pega y me dio vuelta, porque yo estaba de espaldas en el piso, me dio vuelta y yo caí mirando, estábamos los tres porque la gente estaba huyendo. A mí me tiraron desde otro lado, porque la bala me pegó de frente. Cuando caí, veo que Carlos estaba de espaldas a la pared, deslizándose hasta que se quedó sentado y ahí estaba Almirón con una ametralladora envuelta en nylon, porque estaba lloviendo, y lo acribilló.
Al rato, siento un coche que andaba, tal es así, que en todo ese despelote, hubo un vecino que se ofreció a llevarlo, se jugó la vida ese hombre. Se iban y vieron que había un bulto más adelante y ese bulto era yo en la oscuridad, así que pararon el auto, me cargaron, me sentaron adelante con el que manejaba, yo iba con borbotones de sangre y con el pañuelo sacando por la ventanilla. Y Carlos, atrás, recostaba su cabeza sobre María del Carmen, mi amiga, sobre las piernas de la compañera, es decir iba inclinado. Los dos estábamos consientes. Llegamos al Salaverry.
-¿Cómo fue cuando llegaron al Salaverry?
Vino un amigo mío Alessandro, que era un médico gastroenterólogo de allá del Rawson, entonces le preguntó al médico de guardia –¿Cómo está Ricardo?-, y le dijeron –no deja, eso no es nada, eso se cierra solo. Bueno, hicieron el operativo ahí, me cargaron y me llevaron al Rawson. En aquella época no había celulares, era sábado y este amigo mío llamó a un gran médico, gran cirujano que estaba en la quinta, lo llamó y se fue derecho al Rawson. Me hicieron 14 operaciones en dos días, eso que cerraba solo eran 14 operaciones.
-¿Se los llevaron a los dos?
No en el caso de Carlos. El cirujano me contó que tanto Carlos como yo estábamos uno en cada camilla y que en algún momento Carlos me dijo –fuerza Ricardo que de esta salimos-. Estábamos los dos a los gritos de dolor. Y en el momento en que lo van a buscar, el cirujano le dijo –vamos al quirófano-, y Carlos dice –no, no, primero hay que salvar a Ricardo-. Eso es la vida por el otro, eso es Carlos Mugica. Esa fue la última vez que lo vi. Ya después estuve en el Rawson, estuve 2 días y luego me tuvieron que sacar porque se enteraron que me venían a matar, así es que con todos los tubos puestos me sacaron.
-¿A qué atribuís que ahora vienen a agitar estos canallas respecto de la autoría del asesinato de Mugica y del atentado contra vos?
Esto empezó en el programa de la Legrand, en Canal 13, a las sonrisitas la Bullrich con Reato diciendo que es mentira, que lo mataron los Montoneros a Mugica; el lunes ya Baby Echecopar con Levinas, también diciendo lo mismo; el martes Leuco con Reato, también diciendo lo mismo. ¡Mira qué nenes! Me hicieron una nota que no salió completa, yo creo que todo esto es un movimiento, no para culpar a Montoneros, esto es para reivindicar a la Triple A, para deshacer el hecho de que fue la Triple A quien lo mató, porque la Triple A fue la previa del golpe de los 30.000 desaparecidos. Entonces, esta gente reivindican a la Triple A, no les interesa culpar a Montoneros.
-Le decían a Grabois, a raíz de estos acontecimientos en los campos de la familia Etchevehere, que cuándo van a llegar los falcón verdes para hacer justicia. Hay, a nivel internacional, una derecha que en Europa reivindica el nazismo, Áñez reivindicó a los soldados que mataron al Che. Ahora, esto no es casual.
Todo está concatenado, sino no podría ser de otra manera. Pero, ellos están tratando con la mínimas cosas, no tienen grandes cosas, entonces salen con lo de Etchevehere, que Grabois. Lo que pasa es que están cagados las patas, porque si no hacen este despelote, se le viene a ellos la noche.
-Un poco lo que decía el papá de Carlos: “ustedes hagan lo de la guita, que la manija la tenemos nosotros”
Sí, pero ahora están tratando de echar esa manija para salvarse, no para seguir siendo poder. Tienen miedo de ir en cana, porque la hicieron tan grosa, hicieron toda y ahora tienen miedo.
Salen asuntos de las investigaciones por las espías y en algo van a caer. Dejaron marcado con sangre. Y estamos en manos de ellos, menos mal que ahora nos ayuda Bolivia, ojalá que pronto en Chile, esto de la reforma constitucional camine. Ojalá que podamos retomar con fuerza la Patria Grande, que volvamos a tener la gran esperanza para vivir en un mundo mejor. Y no tengas dudas que con los Kirchner, con Néstor y con Cristina, estuvimos muchísimo mejor, además, éramos mucho más viejos.
- Entrevista realizada en ¡Ay che domingo! (domingos de 9 a 12 hs, por Radio Gráfica)
- Redacción Lucia Izaguirre.








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