Acerca del referendo del 25 de octubre en Chile, mediante el cual el pueblo definirá si aprueba o rechaza la redacción de una nueva Constitución, Gustavo Ruz dialogó con Radio Gráfica. Hoy coordinador nacional del Movimiento por la Asamblea Constituyente, Ruz fue miembro del Consejo de Difusión de la Presidencia y asesor político de Salvador Allende. En la conversación recordó al líder político chileno derrocado en el ´73, su relación con Perón y el proyecto del ABC latinoamericano.
Entrevistado por Úrsula Asta horas antes del inicio de la jornada de consulta ciudadana, explicó que “cuando Piñera acepta someter a juicio del pueblo si seguimos o no con la Constitución de Pinochet, esa es nuestra victoria claramente“. Pero, aunque “no cabe ninguna duda” que va a triunfar ‘Apruebo’, la segunda papeleta que se vota anula la primera: “Va a triunfar ‘Convención constitucional’ y esa convención es un camino seguro hacia el continuismo del modelo instalado por Estados Unidos en 1989″. “Si el pueblo decidiera, habría un juicio unánime de que se cambie (la Constitución) en una Asamblea Constituyente, como la que ustedes tuvieron en 1949 con Perón, con amplia participación popular y democrática“, reflexionó. De todas maneras, destacó: “Chile ya está lleno, de Arica a Magallanes, de asambleas territoriales, de cabildos en cada población, en cada sindicato, en cada comunidad campesina. Hay poder popular emergente y eso va a prevalecer“.
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UA: Estamos con mucha atención sobre lo que sucede en Latinoamérica. Chile va a un plebiscito muy importante, que es parte de la salida de la gesta popular iniciada hace un año. ¿Cómo describiría, qué reflexión hace, sobre el proceso para llegar a este referendo?
GR: Esto es un proceso latinoamericano. Toda la necesidad que tienen nuestros países y nuestros pueblos de romper esta atadura colonial o neocolonial, que se ha instalado con particular fuerza desde los años ’80 y ’90 del siglo pasado. Chile es un ejemplo portentoso de aquello, porque, en pocas palabras, diríamos que aquí no se mueve una hoja de las estructuras de poder económico, militar, diplomático, que no sea digitada desde el Departamento de Estado norteamericano. Es un país que ha sido intervenido, no solo durante el golpe, con barcos de guerra de Estados Unidos en la bahía de Valparaíso mientras se bombardeaba el Palacio de la Moneda, sino que después del año 1989 la intervención norteamericana fue más potente, más multifacética que la intervención de 1973. En el ’89 hubo recursos económicos, agencias especiales, todo tipo de influencias por la prensa, para impedir que la lucha contra Pinochet terminara en democracia, que culminara en un sistema auténticamente democrático. Chile es un país con bastante conciencia política, entonces no se le puede decir a los chilenos que viven en democracia, cuando hay un sistema tremendamente centralizado, con poderes fácticos que están por encima de las instituciones.
Entonces, como decía, lo que ha ocurrido en el año ’89 para impedir que Chile recuperara la democracia que tuvo hasta el ’73 es que Estados Unidos intervino. Hizo que firmen los actores locales, la oligarquía, el alto mando militar, algunos partidos políticos permitidos por la dictadura en ese momento. Esa es la arquitectura de este tipo de institucionalidad que tenemos treinta años después. El resultado de esto entonces es que esa ingeniería se derrumbó en octubre del año pasado, cuando millones de chilenas y chilenos, dentro y fuera del país, marcharon para denunciar todas las atrocidades que había cometido el sistema, que le llaman neoliberal pero en realidad es neocolonial. Al derrumbarse el mito de que este es un modelo eficiente, un ejemplo para el mundo, un oasis, todo tipo de superlativos, se derrumban los partidos que administran el poder transnacional desde 1990. Los treinta años quedaron al desnudo como un sistema de desnacionalización de la economía chilena y de centralización de los privilegios en una minoría del 1%.
En realidad no es justo decir que lo que va a ocurrir hoy es una salida en respuesta a lo que ocurrió en octubre del año pasado. Porque lo que el pueblo exigió en las calles fue una asamblea constituyente, con representación paritaria, con participación de los pueblos originarios, que en Chile tienen fuerte presencia. Una asamblea constituyente plenamente soberana, que pudiera pronunciarse sobre todos los aspectos de la convivencia social, política e institucional. Pero en lugar de eso, que fue la demanda absolutamente mayoritaria y unánime de las multitudes, la élite política decidió protegerse a sí misma. Se protegieron unos con otros, tanto los partidarios del gobierno de Sebastián Piñera, como los dirigentes de la Concertación de Partidos por la Democracia o Nueva Mayoría, que es la coalición que asumió en el año ’90 y que se cambia de nombre de elección en elección. Ahora están disueltos, pero lo importante es que esa coalición que representa Ricardo Lagos Escobar, el ex presidente, llegó a un pacto, a un convenio con Piñera y, entre estos dos bloques políticos que han gobernado a Chile desde el año ’90, crearon y nos impusieron una salida para ellos, para seguir repartiéndose como un duopolio. Igual que en Estados Unidos, que cuando le va mal a los republicanos entran los demócratas, y cuando le va mal a los demócratas entran los republicanos.
“no es justo decir que lo que va a ocurrir hoy es una salida en respuesta a lo que ocurrió en octubre del año pasado. Porque lo que el pueblo exigió en las calles fue una Asamblea Constituyente”
Es seguir haciendo enroque entre el bloque oligárquico vinculado al pinochetismo, que representa Piñera, y el bloque, llamémosle así, de partidos cupulares centralizado en Santiago que han pactado principalmente con empresas transnacionales para entregar el cobre y nuestras riquezas. Y ese bloque, representado por Lagos, está en la misma postura que el bloque representado por Piñera.
Consiste en un paquete de aproximadamente nueve elecciones, de las cuales la primera tendrá lugar hoy, domingo 25 de octubre de 2020, y la última en agosto de 2022. Vamos a estar durante casi dos años en una agenda de elecciones en las que la gente, la ciudadanía, va a tener que votar por los candidatos impuestos por las cúpulas que han estado estos treinta años gobernando el país. De manera que para nosotros no es una oportunidad de hacer una nueva Constitución, porque el sistema, el mecanismo que se ha creado, es tramposo y garantiza que no habrá realmente una nueva Constitución, pero sí permite que estos dos bloques, que han negociado puerta giratoria -Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera-, van a votar que hay una nueva Constitución, hecha de tal manera que no cambien las bases del sistema económico impuesto por la dictadura.
-Sin embargo, además de una lectura crítica, o por lo menos precavida por lo que va a ocurrir mañana, también observo mucha expectativa. ¿Cuál es la importancia histórica que tiene este proceso, teniendo en cuenta las dificultades que usted señala?
-Si podemos distinguir matices, o ser dialécticos, el pueblo pidió mayoritariamente, de manera multitudinaria, algo que no se veía en Chile, yo creo que ni siquiera durante el gobierno de la Unidad Popular, ni siquiera en las marchas que hicimos contra Pinochet, hubo tanta gente en las calles como ahora. Ese clamor, que era muy arrasante, un aluvión de masas en las calles, era lo que decía Allende, se abrirán las amplias alamedas, repletando las alamedas, las personas apuntaban contra el sistema, no solo contra el presidente Piñera, sino contra el sistema instalado durante estos treinta años, que lo administró durante un tiempo la Concertación de Partidos por la Democracia, de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, y que después siguió administrando Piñera, pero sin cambios fundamentales de este modelo.
Ahora bien, lo otro que pidió la multitud fue una nueva Constitución, y pidió el cambio de los políticos que están en las cúpulas de estos partidos parlamentarios actuales. El grito de batalla del pueblo era ‘Que se vayan todos’, porque realmente es un desastre. Un país que entró en un nivel de decadencia económica, política, moral, con alto índice de corrupción.
Piñera pretendió primero aplastar ese clamor con una brutal represión, usando los peores métodos que usaba Pinochet con la policía, los carabineros. Con torturas, con asesinatos, disparando balines al rostro de los manifestantes, de manera que más de cuatrocientos de ellos perdieron la vista total o parcialmente. Eso fue horroroso y el shock que produjo esa represión y esta crisis, esta cesantía, y la paralización de la economía nacional, requería una salida que Piñera no tenía durante los primeros treinta días. Iba de tumbo en tumbo, sin saber qué hacer. Hay una famosa declaración del Departamento de Estado norteamericano, de Mike Pompeo, que dice ‘si continúa la inestabilidad social en Chile, Estados Unidos buscará otro Pinochet’. Viniendo de quien viene, es para preocuparse.
Entiendo que eso fue un factor decantador, porque rápidamente se juntaron el sector que está con el gobierno actual y la oposición, que es la Concertación, y llegaron a este acuerdo que por lo menos tiene un aspecto positivo. Que en la primera papeleta que vamos a tener mañana al momento de entrar a la urna a sufragar, nos preguntan ‘¿Quiere una nueva constitución?’. De manera que se puede votar por aprobar una nueva constitución o rechazarla. Es una pregunta que los demócratas y los patriotas tenemos que contestar que ´sí´ ¿Porque, cómo no vamos a querer cambiar la constitución de Pinochet? Aunque la nueva tenga la firma de Ricardo Lagos. Es un aspecto positivo, porque cuando Piñera acepta someter a juicio del pueblo si seguimos o no con la constitución de Pinochet, esa es nuestra victoria claramente. Irrefutablemente triunfamos con la idea de cambiar la constitución de Pinochet. Es una victoria política y moral la que tuvimos el año pasado.
Y a partir de la votación, se transformará en una victoria jurídica vinculante. Porque en un plebiscito, convocado conforme con la ley vigente, por más que sea pinochetista, va a ganar por amplia mayoría la opción ‘Apruebo’ y eso es obligatorio para todas las instituciones del Estado, incluyendo el Ejército, la Marina y la Aviación. Tu me comprendes lo que digo, Úrsula. En Chile, que las fuerzas armadas tengan que acatar un veredicto popular es muy relevante. Por lo tanto, ahí ganamos todos los que queremos la reforma. Y vamos a ganar, no cabe ninguna duda, porque hay una parte importante de la derecha pinochetista que también va a votar ‘Apruebo’ porque quieren subirse al carro de la reforma en lugar de quedarse atrás.
“Irrefutablemente triunfamos con la idea de cambiar la constitución de Pinochet. Es una victoria política y moral la que tuvimos el año pasado”
Pero después, ahí viene la trampa, en la segunda papeleta se anula el efecto de la primera. Porque no te preguntan ‘¿Cómo quiere usted cambiar la nueva Constitución?’. No es el pueblo el que decide. Porque si lo fuera, habría un juicio unánime de que se cambie en una Asamblea Constituyente, como la que ustedes tuvieron en 1949 con Perón, con amplia participación popular y democrática. Acá no le ofrecen a los ciudadanos y a las ciudadanas decidir, sino que los obligan a tener dos opciones. Y ambas están manipuladas de tal manera que no tienen soberanía, no pueden constituir, en un sentido jurídico, sino que tienen que ajustarse al límite que impone la ley que convocó este plebiscito, la ley 21.200, promulgada por el presidente Piñera el 23 de diciembre del año pasado en una ceremonia muy solemne, en el Palacio de la Moneda, en la que tenía a su lado izquierdo, al ex presidente Ricardo Lagos. Todos se preguntaban qué hacía ahí, si era una ceremonia del actual gobierno. Estaba ahí para señalar que tanto Lagos como Piñera buscan proteger el sistema que se instaló en Chile en 1989, que no es un sistema democrático, que no es el sistema que el pueblo exigió en la lucha contra la dictadura y que ha transformado al país en una verdadera sucursal de negocios de las grandes empresas norteamericanas y europeas, o sea, en un país intervenido en más del 80% de su producto interno bruto por el capital extranjero.
Entonces, el efecto que produce la segunda papeleta, es una distorsión, porque te dice ‘Vote convención mixta o vote convención constitucional’. Ninguna de las dos opciones pueden intervenir en el modelo económico, en las empresas transnacionales que hay en Chile, prácticamente no se pueden intervenir los privilegios militares, los aspectos de la centralización del Estado. Está hecho con tales amarras que exige un quórum de dos tercios de los miembros de la convención constitucional para que se hagan cambios de alguna magnitud. Cambios se pueden hacer, los abogados son especialistas en redactar de distinta manera un mismo contenido de la ley, eso es lo que aquí llamamos ‘gatopardismo’, que cambie todo para que nada cambie.
Eso es lo que va a ocurrir mañana. Va a triunfar ‘Apruebo’ y por eso estamos felices. Y la segunda parte va a anular lo que acuerde la primera, porque va a triunfar ‘Convención constitucional’ y esa convención constitucional es un camino seguro, certero, hacia el continuismo del modelo instalado por Estados Unidos en 1989. Ahora, somos dialécticos. El pueblo estima que va a haber una nueva Constitución, que va a haber un debate político, que van a haber nueve elecciones y eso genera un ambiente de debate político. Eso es positivo. Y nosotros vamos a avanzar en este proceso, no porque las autoridades lo permitan, sino que vamos a pasar por encima de los obstáculos que nos han puesto y nos vamos a ramificar. Chile ya está lleno, de Arica a Magallanes, de asambleas territoriales, de cabildos en cada población, en cada sindicato, en cada comunidad campesina. Hay poder popular emergente y eso va a prevalecer.
-Hemos dialogado, a lo largo de este año, con distintos sectores y asambleas vecinales, y pudimos dar cuenta de eso. Usted ha dicho cómo se ve el modelo chileno -el mito del país pujante- y aquí en Argentina tanto se abonó a ese mito. Pero se nos dice, también, que la sociedad chilena es conservadora. ¿Podría darnos una mirada sobre cómo es realmente la sociedad a la que vimos tan movilizada en el último año?
-Que sea una sociedad conservadora es un eufemismo que viene de las élites. Al contrario, en Chile, después de la Primera Guerra Mundial, se produjo una catástrofe económica y la oligarquía chilena era tan débil que no fue capaz de contener la movilización popular en esos años. Y surgió un caudillo burgués (Carlos Ibáñez del Campo), pero anti-oligárquico, anti-feudal, llamémosle así, que estaba por modernizar el capitalismo chileno. Eso fue en 1925 y, sin entrar en detalles, abrió un ciclo que va desde 1925 a 1973. En esos cuarenta y ocho años el país se democratizó progresivamente. Se promulgó el voto femenino, se crean instituciones del Estado, como la policía del Estado, que antes no existía, hubo muchas acciones de modernización del capitalismo, incluso se produjo una incipiente industrialización, no comparable con la Argentina, pero hubo un progreso democrático, de cultura y participación popular hasta el ’73.
En un momento, durante 15 años, del ’58 al ’73, Chile fue muy democrático. Los que recorrimos el mundo durante nuestro exilio, pudimos comparar que muy pocos países tenían tanta libertad como Chile tuvo hasta el ’73. En ese ambiente de libertad, las reformas arrasaron, fueron grandes: agraria, educacional, universitaria, y la gran reforma que nacionalizó el cobre. Por lo tanto, Estados Unidos no podía permitir que siguiera democratizándose Chile porque se iba a transformar en un país soberano. Algo inaceptable para el sistema norteamericano.
Por eso vino un baño de sangre, todos sabemos lo que significó la represión de Pinochet, como la que tuvieron ustedes en Argentina. No es que el pueblo sea conservador. Lógicamente hubo y hay miedo hasta ahora. Ser detenido, torturado, desaparecido, degollado, que te tiren desde un helicóptero a la boca de un volcán o al mar, que te hagan desaparecer a la familia, es algo que no se borra de la memoria popular ni en cien años. Por lo tanto, no hay conservadurismo, hay miedo. Porque los aparatos que torturaron y mataron, que instalaron el terrorismo Estado entre el ’73 y el ´90, cuando asumió Patricio Aylwin, están intactos, tienen la misma lógica represiva. Y ahora es peor, porque tienen una base militar de Estados Unidos, aquí en Concón, en el Litoral frente a Santiago, donde se adiestra a las tropas para reprimir los motines populares.
Además, hay un 70% de la población que tiene un estándar de vida malo o muy malo. Entonces, hay protestas masivas, pero también hay temor a que cuando sales a protestar, te disparen a los ojos y te dejen ciego. No estamos hablando de uno o diez casos, hablamos de cuatrocientos casos. Y no es porque un carabinero cometió un error, es una política del alto mando militar, que, dicho sea de paso, ha cometido todo tipo de desfalcos y actos de corrupción que todavía no tienen sanción alguna, porque las Fuerzas Armadas chilenas son un Estado dentro del Estado. Aparentan obedecer al poder civil, pero siguen siendo autónomas respecto a los civiles.
Por lo tanto, sí tenemos una gran confianza, porque después del 25 de octubre de 2019 ese miedo fue remplazado por una gran voluntad de lucha, como la que conocimos durante los años ’50, ’60 y que hicieron que el pueblo chileno fuera reconocido mundialmente como un pueblo libertario, con un líder de la magnitud de Salvador Allende, que supo darle un cauce democrático a esa resistencia popular. Y que una vez que llegó a La Moneda cumplió su mandato, su programa y no engañó al pueblo.
Lo que ha ocurrido desde 1990 es que los civiles que han llegado a La Moneda prometiendo democracia y bienestar económico engañaron al pueblo. Se entregaron a las potencias extranjeras, se encasillaron en la cúpula del Estado, silenciaron al pueblo, dividieron e impidieron el protagonismo popular. Por eso ahora brota con tanta fuerza lo que denominamos el poder constituyente originario, aquel que está destinado a ser una asamblea constituyente de verdad. Yo no puedo decir hoy, Úrsula, por adelantado cómo será la respuesta al plebiscito. Pero, efectivamente creo que mucha gente cree que la convención constitucional va a ser soberana, va a redactar una nueva Constitución, pero en los hechos lo que va a ocurrir es que esa convención constitucional va a negociar una fórmula gatopardista que conserve los privilegios del capital del 1% más rico de Chile, del poder militar, en suma, de los poderes fácticos que están por encima de la Constitución y de la Ley, y que actúan como feudales.
-Es previsible que la sociedad chilena siga bien movilizada desde el domingo en adelante…
-Totalmente, porque la crisis económica continúa. No hay una medida de este gobierno que permita decir que la crisis va a pasar. No quieren salir de la pandemia de COVID-19 sacando recursos de las grandes fortunas, de las grandes transnacionales, que a pesar de que llevamos un año de crisis total, las empresas del cobre, del litio, las pesqueras, las bancarias, las administradoras de fondos previsionales, tiene grandes utilidades.
El pueblo está comiendo en ollas comunes. Hay tres millones de nuevos cesantes. La crisis en Chile es muy grave. Tenemos la más alta tasa de suicidios de adultos mayores y de jóvenes de toda América Latina. Hay una gran desesperanza por la vida. Esto no lo van a poder tapar con la elección de hoy. La elección le da un respiro al sistema político porque abre un ciclo de casi dos años de elecciones una tras otra. Cada dos meses vamos a tener que ir a votar en los próximos dos años, pero con eso no va a taparse o neutralizarse la efervescencia social por lo que te decía antes: porque Chile tiene una trayectoria, desde 1925, de casi cincuenta años, de grandes luchas populares. Y la lucha contra Pinochet fue realmente ejemplar, heroica y, como esa lucha iba triunfar y lograr la democracia, intervino Estados Unidos e impuso un presidente civil que fue, en materia económica, mucho más derechista que Pinochet.
“no va a taparse o neutralizarse la efervescencia social por lo que te decía antes: porque Chile tiene una trayectoria, desde 1925, de casi cincuenta años de grandes luchas populares”
Lo primero que hizo el presidente Patricio Aylwin fue entregarle a Estados Unidos las grandes empresas del cobre, que pocos años antes había nacionalizado Salvador Allende con la unanimidad del parlamento chileno. Esta es una serie de engaños que viene desde el año ’90. Nos presentaron como democrático lo que fue un barniz a la dictadura. En lugar de serlo con un militar, con ceremonias militares todos los días, se instaló un civil en La Moneda. Pero el poder militar quedó intacto y ese poder civil se abrió al poder extranjero, que ni siquiera Pinochet quiso aceptar dentro del país. La Concertación entregó el cobre del año ’90 en adelante, no fue Pinochet.
-Usted lo mencionó a Salvador Allende en varios tramos. Quisiera, por último, preguntarle si pudiera compartir algún recuerdo, alguna experiencia, de su trabajo mano a mano con Allende.
-Es una pregunta abrumadora, porque yo desde niño estuve en las campañas para que él fuera candidato y, después, antes de la elección, fui el presidente de la Junta Socialista. Hoy día no tengo partido político. En esos años lo acompañé durante toda la gira al norte y al sur, en el año ’70, durante su postulación a la Presidencia. Después, lo acompañé cuando viajamos al norte y al sur con Fidel Castro. Fui asesor porque el Partido Socialista de esos años, que nunca entendió mucho lo que estaba haciendo Salvador Allende, me nombró para ser el interlocutor entre la Comisión Política, el Comité Central del Partido, con el presidente. Y ahí me di cuenta de todas estas cosas que me hacen replantearme, a mí y a muchos otros, la forma de emancipar a los pueblos, la metodología de la construcción de una fuerza. Allende tenía un proyecto extraordinario, visionario, se adelantó cien años en la historia de la humanidad, pero no tenía un partido o una organización política que pudiera detener el golpe de Estado que inexorablemente el gobierno de Estados Unidos iba a dar. Era imposible que Estados Unidos no reaccionara.
Ahora, a mí me parece que uno de los momentos más impresionantes, se viven en Buenos Aires, cuando asumió Héctor Cámpora. El era muy allendista, quería mucho a Allende. Entonces, en la ceremonia de asunción, estaban el presidente de Cuba y el presidente de Chile detrás de Cámpora. Y Cámpora jura ante la Biblia y todo el boato protocolar, firma el documento de asunción y se da vuelta y le pasa la pluma para que firme a Salvador Allende (risas) ¡un hecho fuera de todo protocolo! Y Allende, ¿qué iba a hacer? Tomó la pluma y firmó. Luego, le ofreció la palabra y Allende hizo un gran discurso. La respuesta de la opinión pública argentina fue muy impresionante a cómo Allende había hecho una semblanza de la unidad de Chile, Argentina, de América Latina.
Allende fue muy amigo de Perón, lo visitó dos veces en Madrid, y además secundó en el año 1952, la propuesta de Perón para formar la alianza Argentina-Brasil-Chile, el ABC. Allende fue uno de los pocos políticos chilenos que apoyó la propuesta de Perón, pero estaba en el vacío, porque Estados Unidos era muy potente en Chile. Por lo tanto, la embajada gringa conspiró para que el presidente Ibáñez no aceptara o eludiera, por lo menos, la propuesta que hizo Perón. Al poco tiempo, Perón fue derrocado por eso, porque era un peligro de una alianza insumisa respecto a Estados Unidos, si no antiimperialista. Por lo tanto, la relación de Allende con Argentina es muy potente.
Y usted recordará, Úrsula, cuando escaparon de Trelew los compañeros que estaban encarcelados, llegaron a Chile y Allende los recibió. Allende llamó al presidente Lanusse. Ellos se habían reunido dos meses antes de esa fuga y habían acordado una serie de compromisos, de protocolo, de buena vecindad. Quedaron muy amigos los dos, como personas se trataron muy bien. Tanto así, que terminó la reunión y en lugar de irse cada uno al hotel, salieron a pasear por las calles de la ciudad y a tomarse unos tragos por ahí, a comerse unos salchichones por acá. Estuvieron hasta las cinco de la mañana como viejos compadres.
Era fundamental que Allende tuviera este compromiso con Lanusse, porque el golpe de Estado se estaba organizando desde Argentina. Las armas para derrocarlo venían de Argentina. Por lo tanto, Allende logró que Lanusse detuviera el uso del territorio argentino como escenario de operaciones de la contrarrevolución en Chile. Allende llegó feliz de esta entrevista y Lanusse quedó muy impresionado de Allende. Incluso le avisó que pronto venía una transición a la democracia en la Argentina. Y al poco tiempo pasó la masacre de Trelew. Lanusse le dijo que los prófugos habían matado a un guardia y que tenía que devolverlos, y Allende contestó `soy presidente y también soy socialista’, le dijo que se iba a solidarizar con los compañeros, pero que no los iba a dejar en Chile sino que iban a seguir rumbo hacia Cuba.
Se la jugó entera Allende en ese momento para que siguieran con vida los compañeros.
- Entrevista realizada en el programa Feas, Sucias y Malas (sábados de 9 a 12 hs, por Radio Gráfica)
- Redacción por Martín Gorojovsky
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