Juan Manuel de Rosas, figura clave de la historia argentina en la primera mitad del siglo XIX, sigue siendo objeto de controversias históricas y políticas. El periodista Jorge Dorio y el historiador Norberto Galasso recorrieron algunos aspectos del debate en el aire de Radio Gráfica.
El personaje y las interpretaciones
Invitados por Especiales Radio Gráfica, el primer aspecto que analizaron los entrevistados fue la singularidad de Rosas. Según Dorio, “es curioso encontrar en un hombre de cierta época una influencia que lo trascienda tanto como para llegar hasta nuestros días. Mal que nos pese, ha marcado líneas en la historia nacional que siguen, hasta el día de hoy, generando buena parte de eso que algunos llaman “la grieta” y que no existe como tal. La única que siempre existió fue la de los defensores de la voluntad nacional y popular, y los enemigos de esa voluntad”.
“En cualquier caso, la misma propaganda que se utilizó en contra de Rosas siguió dominando el panorama contra el general Perón y con cualquier gobierno popular que aparezca en el panorama político argentino. Cuando uno habla sobre Rosas, puede ver muchos costados frágiles o criticables, pero ha sido tan denostado y demonizado, que creo que vale la pena empezar por reivindicar las cosas que hizo a favor de la historia nacional“, siguió.
Dorio agregó que esas invectivas “no tienen que ver con las críticas al centralismo porteño de los federales que se le oponían, como Ángel “Chacho” Peñaloza o Felipe Varela, sino con su defensa del interés nacional y su oposición cerril a lo que fuera cualquier tipo de predominio del comercio extranjero, sobre todo británico. El resto son cuestiones que se debieron resolver en términos de la política interna”.
“En cuanto los crímenes, es inconcebible la eficacia de la prédica antirrosista. No solo hay que ver las cuestiones de época para contextualizar, sino que si se revisa la represión policial de Bartolomé Mitre, que intervino todas las provincias menos Entre Ríos, los llamados crímenes de Rosas son un poroto. Lo que digo es que, una vez sembrada la semilla de un demonio, por otro lado ayudada por un texto tan maravilloso como el ‘Facundo’, esa construcción de ‘Civilización y barbarie’ ha seguido acosando nuestra historia“, reflexionó.
Galasso, por su parte, sostuvo que “los inicios del revisionismo histórico se centraron en Rosas, en los años ’30, como crítica al mitrismo. Pero se inició de una manera conflictiva. Reivindicando, de parte de Carlos Ibarguren, al gran estanciero que impone el orden. Fuertemente nacional en tanto conservador. Después se evolucionó, a través de José María Rosa y la influencia del peronismo, en una figura en la que se rescata especialmente la batalla de Vuelta de Obligado, enfrentando a los imperios inglés y francés, la Ley de Aduana, tendiente a defender la industria nacional frente a la importación. Un tercer período del revisionismo respecto a Rosas, en el que tiene bastante influencia el revisionismo federal-provinciano, que yo comparto, donde se reivindica a Rosas por algunos otros aspectos, pero se le marca la disidencia con los caudillos del Interior, especialmente con el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, y su base social, nacional criolla, pero fundamentalmente de estancieros. Todo esto da para grandes polémicas, donde se reivindica su condición de exiliado, y porque su reivindicación comenzó como respuesta al mitrismo, lo peor que hemos tenido como interpretación de nuestra historia“.
Estancieros y mercado interno
Dorio y Galasso también reflexionaron sobre las bases sociales y económicas del período rosista.
El primero señaló que “hay cuestiones puntuales a tener en cuenta. Los críticos contemporáneos le achacan a Rosas que no cerró totalmente las importaciones, cosa que generaba huecos en las economías provinciales. Pensar las ideas de industrialización que se podían tener en esos años no era sencillo, sin haberse consolidado una estructura económica que fuera más allá del comercio de carnes, ni un mercado mundial en términos de oposición a la potencia naval británica. Las tradiciones económicas internas son difíciles de seguir pero, sin ser el gran industrialista que a uno le gustaría que haya sido, no se puede negar el desarrollo de actividades de ese tipo”.
Y el segundo indicó que “Juan Lavalle y Bernardino Rivadavia, eran la ‘extrema derecha’ del liberalismo. Rivadavia hizo una política probritánica en materia financiera y de explotación de recursos. Rosas intentó un nacionalismo ganadero porque él mismo lo era, y dijo ‘operé como hombre de los Anchorena’, en ese momento dorreguistas y después rosistas. Más tarde, los estancieros se hicieron liberales y mitristas. Ahí traicionaron a Rosas, y lo mandaron al exilio, en el que lo pasó muy mal. Le ofrecieron la nacionalidad británica para ser propietario en Southampton, y la rechazó. Sus adversarios son los neoliberales de la época, el macrismo y estos que salen a manifestarse contra la cuarentena“.
Caseros
Por último, tanto Galasso como Dorio discutieron el significado de la batalla de Caseros, que determinó la caída del gobierno de Rosas.
El historiador observó que “el país se fue forjando alrededor del puerto por la política rivadaviana. Rosas no quebró eso al negarse a dictar la constitución y distribuir las rentas aduaneras. Eso provocó que Felipe Varela, con todo su historial latinoamericano y su lucha junto al Chacho Peñaloza, reivindicara a Caseros. El control del puerto fue el conflicto que llevó a la batalla. La aduana era el recurso fundamental de las Provincias Unidas del Río de La Plata, y Buenos Aires se la quedó para sí“.
El periodista destacó que “el único unitario que a uno no le produce repulsión, el general José María Paz, dijo sobre Caseros que era una pelea entre federales. De hecho, ni Justo José de Urquiza ni ninguno de los comandantes del Ejército Grande podrían jactarse de ser antirrosistas de la primera hora. Urquiza fue el brazo armado de Rosas a lo largo de toda la construcción política de su gobierno”.
- Entrevistas realizadas por Gabriel Fernández en Especiales Radio Gráfica (Viernes a las 18hs)
- Redacción por Martín Gorojovsky
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