La fantasía mundial de papeles con los cuales se adquieren bienes tangibles y de acumulación de vacío cuando se destruyen riquezas reales, está terminando. El final no será inmediato pero el rumbo es difícil de revertir. Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba. Es preciso observar con claridad lo que está ocurriendo.
Por Gabriel Fernández *
Se está terminando –más lentamente de lo razonable, más rápido de lo esperado- el disparate instalado por los Estados Unidos a punta de pistola desde 1971. Por entonces, se dejó de lado el oro como patrón y se impuso el dólar como moneda mundial.
Como el país del Norte es el único capacitado para emitir su moneda, desde entonces ha comprado todo en base a papeles cuya proporción superó rápidamente su capacidad de generar riqueza material.
Han adquirido, mediante papeles que ni siquiera ameritan costos de tinta pues el verde predomina, energía. Desde el petróleo hasta cualquier otro tipo de impulsor de la producción, resultaron “pagados” con el valor imaginario dispuesto por sus autoridades financieras.
Las grandes campañas militares fueron sostenidas así y estuvieron dirigidas contra naciones que, además de contar con recursos naturales y posiciones geoestratégicas clave, estaban en proceso de cambiar la base de sus reservas sobre otros elementos de medición.
Los grandes bancos acumularon vacío y señalaron que habían acumulado riquezas. Pero las riquezas materiales no son relevables por los papeles y el desajuste de la economía mundial se está manifestando en la reconstrucción de regiones abocadas a la producción.
Es que desde aquél 1971 en adelante, con centenares de episodios intermedios entre los cuales se destacaron el Tequila, la crisis de 2008 y el actual quiebre simultáneo de la influencia de las entidades financieras y la caída del dólar, el mundo ha vivido una fantasía económica.
En todo el período los Estados Unidos y sus aliados europeos fueron desmembrados desde adentro por las corporaciones financieras, que pasaron a controlar los factores esenciales de sus estados. Pero los estados recaudaban en base a la producción genuina.
El beneficio de la producción genuina de bienes materiales fue dirigido a esas corporaciones, que lo transformaban en vacío mientras indicaban que ese era el modo exitoso de obtener ganancias. Entraron en lógica crisis y demandaron más recursos genuinos para seguir adelante.
Pero como la pugna es integral, mientras exigen la absorción de riqueza material para transformarla en papeles –acuñamos hace años la metáfora del agujero negro y señalamos que transformaban la vida, en muerte- combaten los proyectos productivos.
Es un modelo parasitario en sentido estricto, sin que la palabra implique calificación. Los pueblos lo han ido comprendiendo pese a que uno de los destinatarios de los volúmenes artificiales de emisión fue la adquisición de las acciones de los grandes medios de comunicación.
La realidad emerge, no sin dificultades. Ella explica en los hechos que las materias primas y su reelaboración a través del valor agregado son parte de un mundo físico concreto, mientras que los papeles con los cuales se adquieren están configurados por valores imaginarios, impuestos por la violencia y la propaganda.
Esto no podía durar; pero duró demasiado. El esquema tendrá una agonía –riesgosa, bélica- pero agonía al fin. Todo taller de forja parece un mundo que se derrumba. En ese marco, el coronavirus opera como acelerador.
La Multipolaridad sorprendió a la humanidad en plena victoria del Consenso de Washington. Ahora bien; es válido remarcar que los procesos históricos no son inmediatos. Falta algunos años para completar el sendero de transición.
Escucharemos muchas zonceras en este período. Analistas surgidos de las universidades dirán cosas parecidas a las que dijeron siempre y los medios la emprenderán contra quienes busquen soluciones reales.
Pero una enorme porción del planeta se irá negando, progresivamente, a aceptar billetes sin contenido a cambio de bienes tangibles. Habrá unos cuantos robots más, pero el trabajo humano seguirá siendo necesario para transformar la naturaleza en cosas que puedan consumirse.
El capitalismo, aunque se lo bautice del modo que fuere, se relanzará con producción y consumo. Los pueblos tendrán que fortalecer sus instituciones estatales para controlar a los nuevos vencedores. Pues la lucha no finalizará con la caída del patrón dólar.
(*) Área Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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