La pandemia de Covid-19 abrió una crisis tan profunda como inesperada. En el corto plazo se abre un escenario económico de enorme tensión ante el parate económico, pero en el largo plazo el sindicalismo puede ver reforzado en sus objetivos y premisas estratégicas con la crisis del ideario neoliberal.
Por Leonardo Martín*
La victoria del Frente de Todos en las elecciones de octubre pasado fue un enorme alivio para los trabajadores y el sindicalismo argentino tras cuatro años durísimos. Deterioro en los niveles de empleo e ingresos, intentos de flexibilización laboral, persecuciones judiciales a dirigentes e intervención de organizaciones fueron las líneas de confrontación que empleó el anterior gobierno. Todo eso acompañado de un discurso público profundamente antisindical, una destrucción del entramado productivo local y un endeudamiento externo creciendo en forma exponencial.
Con mayor o menor convicción, por puro pragmatismo en otros casos, practicamente todo el abanico gremial apoyó masivamente la candidatura de Alberto Fernández. La principal expectativa era un cambio del modelo económico y una modificación de rumbo en las políticas que aplicó el macrismo en sus cuatros años de rapiñaje en el Estado.
Apenas un par de meses atrás, la magnitud de la crisis por la pandemia del Covid-2019, no estaba en los pronósticos de nadie. La profunda y aún no dimensionada del todo crisis económica global que desató, cambió la agenda más inmediata del sindicalismo a nivel local enfocando los esfuerzos en mitigar la emergencia, no perder empleos, sostener ingresos en la mayor medida posible y cuidar la salud de los trabajadores. Pero atención, pensando en el mediano y largo plazo puede ser una crisis de la cual el gremialismo salga fortalecido en sus objetivos y premisas estratégicas. Puede ser, nada está escrito de antemano. Los caminos se construyen, pero hay ocasiones donde el terreno parece estar más liso para ese tránsito una vez superado el ripio desparejo del primer tramo.
“El presente económico es durísimo, pero en el mediano y largo plazo puede ser una crisis de la cual el gremialismo salga fortalecido en sus objetivos y premisas estratégicas”.
El frente económico inmediato no es duro, es durísimo, sintetizado en la calificación de “economía de guerra”. La actividad está mayoritariamente paralizada al menos hasta el 13 de abril y más allá de la voluntad de ir descongelando progresivamente la cuarentena, las medidas de distanciamiento social continuarán en el tiempo. Por supuesto, todo también dependerá de la evolución de los contagios. Si la curva se mantiene en línea horizontal o decreciente serán buenas noticias a nivel sanitario y económico.
Para afrontar la crisis, el Gobierno lanzó una batería de medidas como créditos a PyMES, recortes en el pago de contribuciones patronales, ampliación de los REPRO, recursos para cubrir salarios e incluso el decreto 329/2020 mediante por el cual se evitan despidos y suspensiones por los próximos 60 días en aquellos casos que se buscaba argumentar “causas de fuerza mayor”.
Todas medidas para mitigar la crisis ante el parate, pero es eso, amortiguar el impacto de la caída. Las tensiones seguirán estando allí en el día a día con despidos, intentos de recortes de salarios o su pago en cuotas.
El escenario internacional no ayuda. El comercio global se evaporó, hasta con prácticas piratas donde los países se roban entre sí cargamentos de respiradores e insumos médicos. Economistas de las diversas tribus indican que esta recesión puede ser peor que el crack de 1929. Es decir,de la crisis más emblemática del sistema capitalista. Ni que hablar de la más reciente crisis financiera en 2008/2009 que Argentina sorteó con decisión política y recursos. Eran tiempos donde el Banco Central tenía un alto nivel de reservas y donde el Gobierno tomó la decisión de estatizar las estafa del sistema de capitalización privada, las malogradas AFJP. Es decir, contó con herramientas potentes para llevar adelante políticas económicas anticíclicas. Otro detalle, Argentina venía de años de crecimiento a tasas chinas. La datos de la herencia macrista indican, por el contrario, una caída del PBI del 5% respecto a 2015.
El contexto en el cual el Frente de Todos asume es infinitamente más crítico, con la economía funcionando con respirador tras la caída y el superendeudamiento de estos años.
Si se pensaba una salida mirando hacia afuera los datos son poco alentadores ¿A quién le va a exportar Argentina? ¿Cuáles van a ser los precios de las materias primas? Simultáneamente, se desvanece la ambición de tener en Vaca Muerta un potente generador de divisas ante el derrumbe de los precios internacionales del crudo. La salida exportadora entró en una crisis seria, al menos en el corto plazo.
EL APORTE GREMIAL FRENTE A LA PANDEMIA
La reacción sindical en Argentina ha acompañado con disciplina y prolijidad las medidas dispuestas por el Gobierno nacional para evitar que los niveles de contagio se disparen y con ello las muertes y el colapso del sistema sanitario. También haciendo su aporte garantizando el funcionamiento de los rubros esenciales necesarios para el día a día de la población. Allí no hubo fisuras, en un camino donde se fueron buscando los mecanismos y las formas para evitar el contagio del virus aplicando medidas de prevención y protocolos en esa dirección.
Previamente a la cuarentena, los gremios ya habían puesto sus instalaciones al servicio del Ministerio de Salud. Ofrecieron hoteles sindicales, campings y pusieron a disposición las camas de los sanatorios de las obras sociales para afrontar la emergencia sanitaria.
“La reacción sindical en Argentina ha acompañado con disciplina y prolijidad las medidas dispuestas por el Gobierno nacional”.
Vale destacar la tarea de empleados de comercio, farmacias, choferes de colectivos y transporte, trabajadores de la industria de la alimentación, las tripulaciones de los vuelos, personal de seguridad, gráficos, de televisión, bancarios, barrenderos, periodistas (¡ay ciertas coberturas televisivas!) y, obviamente, trabajadores de la salud.
No hubo de parte de los gremios planteos fuera de lugar. Primó la solidaridad y la colaboración frente a la crisis.
EL MEDIANO Y LARGO PLAZO
La propia dinámica de la crisis cambió ciertas prioridades en la marcha del Gobierno nacional. La recuperación económica, la renegociación de la deuda y un horizonte hacia el equilibrio fiscal en el mediano plazo eran la agenda planteada por el Gobierno apenas un par de meses atrás. Hoy es urgente e inmediato, capear la crisis del Covid-19 en un escenario sanitario controlado y evitar el derrumbe económico y con ello una crisis social en donde los cuatro años de macrismo ya habían dejado un margen muy estrecho.
“Nadie se salva solo”, repite Alberto Fernández en este contexto. También dijo días atrás en la apertura del Hospital Antártida del gremio de Camioneros: “durante muchos años quisieron hacerle creer a la Argentina que el problema eran los políticos y los sindicalistas. El problema de la Argentina son los que piensan que sobra gente. No los que creemos que este es un país donde todos tenemos un lugar”. Una ratificación de la necesaria alianza del Gobierno con el sindicalismo.
También hubo un reconocimiento al sistema de obras sociales que atiende a más de 20 millones de personas. Un esquema solidario que en nuestro país ha demostrando estar a la altura de las necesidades de los trabajadores y dar certidumbre en los tratamientos y urgencias.
En sus declaraciones, Alberto Fernández reforzó su discurso reivindicando el rol de un Estado fortalecido en contraposición al ideario neoliberal, de la producción frente a la valorización financiera y de la solidaridad frente al individualismo. El sindicalismo es un aliado esencial para avanzar en esas políticas. Habrá organizaciones (y dirigentes) que acompañen por pragmatismo, en otros casos es por una convicción sincera.
En esa línea, inevitablemente, habrá choques con los sectores de poder, con el poder económico real. Techint -empresa más rica del país- dio una muestra amenazando con el despido de 1450 trabajadores en plena crisis, el sistema financiero retacea créditos para las Pymes, Mirgor de Nicky Caputo despidió 740 trabajadores en Río Grande. El sector agroexportador hoy mantiene un prudente silencio, pero previo al estallido de la crisis amenazaba con cortes de rutas por una mínima suba de las retenciones.
Afectar intereses genera resistencias. Pasó durante el primer peronismo, volvió a ocurrir durante los gobiernos de Cristina Kirchner. Sin un sindicalismo y un acompañamiento social más extenso será imposible avanzar en las medidas de fondo: Sacar al sistema financiero de la especulación y declararlo como servicio público, quebrar intereses monopólicos u oligopólicos en formadores de precios, sin distribuir la inmensa riqueza del sector agroexportador concentrado y sin recuperar las empresas estratégicas de energía.
“Sin un sindicalismo y un acompañamiento social más extenso será imposible avanzar en las medidas de fondo: Sacar al sistema financiero de la especulación, quebrar intereses monopólicos, sin distribuir la inmensa riqueza del sector agroexportador concentrado y sin recuperar las empresas estratégicas de energía”.
La crisis abrió la oportunidad de avanzar en medidas que en tiempos de normalidad (si es que existe algo llamado normalidad) cuesta más tomar frente a la inercia de los acontecimientos. Primero salir de la crisis sanitaria, cuidar las vidas, y posteriormente utilizar las herramientas y crear otras necesarias por las cuales el Estado pueda direccionar el desarrollo económico.
Mayor presencia del Estado para regular y direccionar la economía hacia un modelo productivo, dar respuesta a las diversas necesidades sociales, evitar abusos oligopólicos, con la solidaridad y la Justicia social como ejes.
Una oportunidad para el sindicalismo de ser parte, sostener y enriquecer aportando la fortaleza de sus organizaciones y trabajadores, su experiencia y conocimiento para construir la etapa económica distinta que muchos piensan que se abrirá en el mundo pospandemia de coronavirus. Una etapa que debería ser más humana, justa y solidaria.
*Radio Gráfica
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