Un tema que ocupa mis reflexiones desde hace bastante tiempo es la política. Dicho así suena como muy abarcativo e inespecífico. Si agrego que lo pienso desde Argentina, como peronista, y como sobreviviente de la década del ‘70. La cosa va tomando otro color.
Por Daniel Mojica
Ustedes querrán saber por qué ocupa mis desvelos este aspecto que atraviesa nuestra realidad como ciudadanos y habitantes de esta bendita tierra. Siendo la política un tema del que todo el mundo habla. Resulta que muchos (más de lo que me gustaría) son ‘hablados’ por la política a través de los grupos corporativos, dueños de medios de comunicación, que hacen política para su propio beneficio.
Esos medios son corporativos, precisamente porque defienden intereses de empresas, que forman esas corporaciones. Allí trabajan periodistas y diversos trabajadores de diferentes especialidades que hacen a la producción, creación y difusión de noticias. No siempre de información.
Para estos medios corporativos “la construcción de noticias” (lo definieron muy bien hace no mucho tiempo los creativos de uno de esos canales, cuando dijeron “la realidad se puede tapar o se puede hacer tapa”) es su tarea principal. Creo que en esa construcción de sentido expresaron claramente, no sólo su orientación sino la manera en que manipularían a la población en general.
La información es otra cosa. La información es la que ayuda a tomar unas decisiones o tomar otras decisiones.
Los hechos suceden. Pero es a partir de cómo se cuentan esos hechos, que las consecuencias sean unas u otras.
En la Argentina las “noticias falsas” (fakenews) no comenzaron en el siglo XXI. Basta recordar todo lo que se dijo de Juan Perón y Eva Duarte de Perón, por poner sólo algún ejemplo.
Ahora también está presente lo que se denomina “lawfare” (término inglés traducido imprecisamente como “guerra jurídica o guerra judicial”, en realidad es una contracción gramatical de las palabras “law” (ley) y “warfare” (expedición bélica).
Algunos autores definen al “lawfare” como una guerra sin restricciones “…como el uso de la ley para lograr la subordinación, la conquista o el control de poblaciones subalternas” o, en general, de grupos menos poderosos, definiéndolo como “el esfuerzo por conquistar y controlar a los pueblos indígenas mediante el uso coercitivo de los medios legales…” (1).
Volviendo al primer párrafo de estas reflexiones. Me preocupa que los políticos en mi país, luego de la dictadura genocida que desapareció y asesinó a treinta mil militantes políticos y secuestró y robó la identidad de más de 500 niños y niñas; hayan aceptado, en su gran mayoría, las reglas de juego impuestas por los mandantes y gestores del genocidio. Desde entonces; no, me corrijo, el golpe genocida vino a completar la tarea comenzada el 16 de junio de 1955, con el bombardeo a Plaza de Mayo con más de 300 muertos y centenares de heridos (hecho nunca esclarecido), que siguió con el golpe del 16 de septiembre de 1955 y luego con los fusilamientos de 1956. Las víctimas: el pueblo y patriotas peronistas.
A partir de allí, del derrocamiento del gobierno democrático de Perón, vivimos una ficción democrática, con una sucesión de actos electorales.
Hablo de ficción democrática y de la aceptación por parte de los políticos de las reglas impuestas por el colonialismo. Ahora le puse el nombre correcto.
La ficción se hubiera terminado si el primer gobierno democrático surgido luego de tantas violaciones a la Constitución Nacional, el de 1983, del presidente Raúl Ricardo Alfonsín, en uno de sus primeros actos de gobierno hubiera restituido la Constitución Nacional (CN) de 1949, sancionada siguiendo las directivas de la CN vigente entonces, la de 1853.
Ese fue el comienzo de la ficción democrática. En mi fuero íntimo tengo la sensación que seguimos transitando una ficción democrática, sostenida por la antes mencionada corporación mediática que se fue consolidando y adquiriendo más y más poder ante la cobarde sumisión de gobiernos, funcionarios, jueces, y dirigentes en general, salvo honrosas excepciones.
De esa manera fueron llevando a la población entre fakenews y lawfare, a elegir cada vez el mal menor. Dejando en el olvido hasta la traición cometida (y nunca juzgada) con el tema Malvinas (que será tema de otra nota). Ese fue un verdadero acto de traición a la Patria. Con sus autores, coautores y partícipe necesarios.
Con el silencio cómplice del grueso de la clase política, sin distinción de banderías políticas.
Esa degradación democrática contagió a gran parte de la militancia política. Porque sin darse cuenta fueron adaptando sus reclamos a las posibilidades que el sistema democrático corroído y devaluado ofrecía.
De esa manera desaparecieron conceptos arraigados casi desde nuestro nacimiento como Patria: colonialismo, imperio, revolución, liberación nacional, poco a poco fueron desapareciendo del paisaje construido por los colonizadores, para poco a poco quedarse con la subjetividad ciudadana, en su camino a quedarse con nuestros recursos naturales y parte de nuestro territorio conquistado y certificado por ley luego de la rendición de 1982.
Por estas, entre otras razones, me preocupa la política.
(1) J. L. Comaroff, Colonialism, Culture, and the Law: A Foreword, 26 LAW & SOC. INQUIRY 306 (2001)
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