Por Nehuén Gusmerotti *
Casi diez años hubo que esperar para tener en la Ciudad de Buenos Aires un festival del y para el metal pesado nacional. Fue el Golden Center de Parque Norte el encargado de albergar una jornada que busca ser histórica en el género pesado. Un escenario inusualmente paqueto recibió a las brigadas metálicas, que una vez más fueron llamadas a defender el heavy metal y llenar de remeras negras el norte de la ciudad. La apuesta era fuerte, algunas de las bandas más importantes en actividad, propuestas jóvenes y un despliegue de festival con Lolla Vibes. Más de doce horas de metal pesado, tachas, cuernitos y birra fueron protagonistas de la primera edición del Argentina Metal Fest.
Vamos a intentar hacer un repaso de una titánica maratón de bandas que finalizó pasadas las tres y media de la mañana. Lo mejor y lo más flojo de un evento extremadamente valioso para la escena metalera nacional. Bandas, recinto, sonido, merch, organización. Incluso algunas contradicciones de quienes venímos pateando la escena hace rato.
Arranquemos por uno de los puntos más altos del evento: las bandas. La lista elegida o conseguida para su edición debut fue alucinante. No solo por la previa, que era positivamente llamativa, sino porque todas las bandas revalidaron su lugar con un show demoledor. Groover, banda a la que pone su voz uno de los organizadores del evento, Nahuel Arguiz, fue la encargada de abrir la velada con una ya abundante cantidad de público. Valor del metalero, siempre hace el aguante. El cartel era potente desde temprano, para las 16:00 ya estaba tocando Chowy Fernández con su proyecto instrumental (que tuvo un tema nuevo, “Mis Demonios” con tintes baladeros cantado). El violero mostró su carisma sobre el escenario, aunque se notó molesto por un show recortado cuando todavía la cosa iba como un relojito.

De las bandas que no había escuchado en vivo, Darlotodo fue de las más sorprendentes. Un Nú Metal poderosísimo que recordaba al viejo Carajo cargado de rabia de principios de siglo. El cuarteto repasó temas de su primer disco homónimo como “Libérame” o “La Venganza”, y su más reciente sencillo, “Veneno”. Mención aparte para Juan Francisco Massot, bajista de la banda, que desparramó groove y potencia por igual en toda la lista del grupo que anunció su primer Teatrito el próximo 20 de septiembre. NVLO fue otra de las que se ubicó entre las “nuevas” propuestas, aunque el presente del grupo está en un nivel y convocatoria que ya la ponen a coquetear con las destacadas del movimiento. “Jrónos” o “Claridad” fueron algunas de las elegidas, mientras Emiliano León arengaba al público a pudrirla un poco más. El climax de su presentación fue con Knario Compiano sumándose a hacer una versión aplastante de “Children of the Grave” en memoria al eterno Ozzy, el homenajeado de la jornada por excelencia.
Dos de las pequeñas sorpresas de la lista que no estaban en cartel fueron los interludios. Primero Mario Ian con su guitarra acústica y sus versiones desenchufadas, luego Hombre Peste, el gran tributo a la obra de Ricardo Iorio que repasó algunos clásicos entre arme y desarme de bandas. Una iniciativa interesante para mantener al público acompañado, ambos artistas se presentaron en dos intervalos.
Lörihen, si bien no es un palo que uno curta demasiado, sonó muy bien. “Extraños Signos”, “Vida Eterna”, incluso un cover de V8, el clásico “Cautivos del Sistema”, fueron algunos de los temas que, entre papel picado, acompañaron el show de los longevos músicos que están transitando las tres décadas de trayectoria. Acá se registró la primera demora en un cronograma que venía teniendo una precisión de cirujano. Plan 4 comenzó con más de media hora de demora. Pero cuando Knario se subió con los suyos a las tablas se llevó todo puesto. Compiano es uno de los mejores frontman de la escena, pero hay que decir que la capacidad de resiliencia de Plan 4 es conmovedora. Salieron con un set demoledor con temas como “Hoy es el Día”, “Mi Falta de Fe”, “Mi Religión” (Para los viejitos fans de la banda) o “Mecanismos de Odio”, de los nuevos cañonazos. “A ver si acompañan a este viejo de 51 años”, tiró antes de hacer “Destino”, de su primer disco, mientras sacudía la cabeza como si tuviera 20 años. El mencionado disco tendrá su celebración el próximo 8 de noviembre en Uniclub. Sobre el cierre de su presentación tocaron una versión muy polenta de “Paranoid”, finiquitada con un “Gracias Ozzy” vociferado por el cantante.
Una de las apariciones más extrañas de la noche fue Cabezones. La banda de César Andino sonó muy bien, hizo una buena lista, pero su sonido está bastante alejado del metal pesado y uno se pregunta qué razón hizo que sean parte del cartel. Algunos clásicos, el popular “Pasajero en Extinción”, cover de Soda, y no mucho más para un momento en que muchos aprovecharon para aprovisionarse de birra o algo para comer.

Ya pisando las 23:00 Arde La Sangre disparó su arsenal de metal alternativo con “Tecnocracia”, “Mundo Perverso” y “El Reino Maldito”, entre otras. El cuarteto que propone una continuidad al sonido de Carajo sobre el final de su carrera desplegó temas de sus dos discos, La Cura y Pase lo que Pase. Corvata al frente parece no sentir el paso de los años y este cuarteto en pocos años ha logrado un sonido prolijo y aplastante en iguales proporciones. Contaron con Miny invitada para hacer “OBDC” y un broche de oro para los nostálgicos que supimos ver a Carajo hace añares, “Joder” junto al Richar Asspero.
Ya pasadas las doce llegó el momento de los dos tanques de la noche. Que Asspera es una de las bandas que mejor suena en la escena no es sorpresa, ni sus letras bizarras opacan su tremendo nivel técnico ya. La banda que fundó un subgénero armó una lista tribunera, llena de clásicos y la clásica performance con los personajes de la mitología assperiana como el Rubio Salvaje sobre el escenario. “Tarifazo”, “Partiendo Cabezas”, “Rotopercutor”, “La concha de Dio$”, fueron algunos de los himnos que hicieron agitar a las más de tres mil almas metaleras que seguían en el Golden Center. “Hijos de Puta” y “La Poneta” fueron la previa del homenaje de Asspera a Ozzy con un medley de letras cambiadas de The Wizard, N.I.B. y Paranoid (Perdón a Ozzy mediante) y el cierre clásico con “Pogo al Corazón”.

El final del evento estaba a cargo de Horcas. Los legendarios del thrash argento arrancaron con algunos temitas de sonido que rápidamente pudieron resolver y volaron todas las pelucas restantes. Meza agradeció el aguante de público, “desde las dos de la tarde están aguantando el metal acá”, dijo posiblemente el mejor frontman del metal y uno de los más carismáticos de la Argentina. “Ciego para Ver”, “El Diablo” de su más reciente disco coparon el arranque, aunque también “Fuego”, “Abre tus Ojos” y “Punto Final” fueron parte del set. Antes de “Argentina, Tus Hijos”, en una de las tristemente pocas apariciones del contexto social que aparecieron en la jornada, Walter Meza vociferó con rabia “¡Por el Garrahan, por los jubilados, las Malvinas son argentinas cipayo hijo de mil putas!”. No solo ese fue el registro del contexto que hizo Horcas. La banda tuvo en cuenta las altas horas de la noche e hizo una lista corta. “Vence”, “Solución Suicida” y “Esperanza”. Para el final del show, el clamor popular se elevó de las masas, “¡Destrucción! ¡Destrucción!” era el pedido inevitable en cada festival de metal que se precie de serlo. Para sorpresa de todos, la elección fue otra y Meza invitó a Knario, Lorihen y Asspera a hacer una versión antológica de “Brigadas Metálicas” muy acertada para redondear una jornada para el recuerdo. Igual, los rangos y las tradiciones se respetan. Cuando creíamos que todo había terminado con Brigadas, sonó el riff divino del clásico de V8 y el gordo lanzó “Ya no creo en nada…” Un cierre épico a la altura del evento.
Si bien la maratónica cantidad de horas en el Golden Center hicieron que los últimos momentos sean divertidos pero difíciles, el balance de la primera edición del Argentina Metal Fest fue muy positivo. El sonido de todas las bandas fue muy bueno, permitiéndoles lucirse sobre el escenario. El lugar, o la venúe como dicen los que saben, estuvo bastante bien distribuido. Tenía un muy nutrido pasillo con merch, vinílos, guitarras y algunas hierbas más, aunque la gran falencia de la noche fue la compra de birra. Si bien el precio era más que accesible, tener una sola caja que venda cerveza para tres mil metaleros es bastante novato. Un metalero solo hace una cosa si tiene que escuchar bandas durante horas, tomar hectolitros de cerveza, y la cola para adquirir una era de más de una hora. Algo resoluble poniendo dos o tres puestos más distribuidos por el recinto. La fila para retirar hamburguesas también era bastante tediosa y larga, dando la sensación de que no daba abasto para tanta gente.
Algo negativo y que nada tuvo que ver con la organización sino con un puñado de imbéciles fueron los robos de celulares. Tanto las bandas como los organizadores debieron llamar a tener cuidado por los reiterados manoteos de teléfonos durante los pogos. Algo que nada tiene que ver con el metal, sino con unos pocos vivos que se aprovechan de la situación.
El 23 de agosto puede haber sido un día histórico para el regreso de un festival de metal hecho por metaleros y para grupos nacionales. Ya sea por el nivel de sonido, la producción cuidada para disfrutar en familia o por la selección de bandas, lo hecho en Golden Center fue muy bueno. Las contradicciones aparecen ante la lollapalización de un evento del género popular por excelencia de este país, pero no por eso lo vuelve menos necesario. La enorme cantidad de público desde temprano, la buena onda entre bandas y tener más de doce horas sin un solo incidente dentro del recinto, dan cuenta de la hermandad metalera. Para algunos es una pose, para otros es una forma de vida. Esperamos tener una segunda edición en 2026 para revalidar lo hecho en este año. Así, de una vez, las brigadas de metal vuelvan a tener un lugar en la Ciudad de Buenos Aires.
(*) Conductor de Resistiendo con Ideas (Lunes a viernes de 20 a 21 horas)














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