Por Leonardo Martín
Apenas 44 días después de asumir como presidente, Javier Milei tuvo una respuesta masiva y federal en las calles de rechazo al rumbo económico de su gobierno. Ningún gobierno electo en las urnas tuvo una expresión de estas características de modo tan veloz y contundente, como tampoco ningún gobierno destrozó el poder adquisitivo del salario del modo acelerado en lo que viene haciendo Milei ni benefició en tan poco tiempo a los poderes económicos concentrados que hoy de modo voraz buscan lotearse y garantizarse negocios así como generar reglas de juego que los favorecen de modo escandaloso. Todo ello plasmado en el DNU 70/2023 así como en la ley Ómnibus negociada entre gallos y medianoche.
Primera conclusión de las movilizaciones en todo el país de este 24 de enero: su masividad. Miles y miles de personas volcadas en las calles muchas de ellas orgánicamente con sus organizaciones sindicales y políticas, otras tantas autoconvocadas ante el espanto de lo que se vive y viene en materia económica. Hubo movilización en el Congreso y en las principales ciudades del país también de gran masividad.
Hay un pueblo activo y vital que no está dispuesto a convalidar pasivamente el rumbo impreso por Milei. En una mezcla de convicciones, circunstancias y e instinto de supervivencia el movimiento obrero organizado ha quedado en la primera línea de resistencia y con la responsabilidad de conducir este proceso por su peso específico y lugar estratégico.
Pese a los desmesurados operativos policiales y amenazas que viene desplegando Patricia Bullrich, la respuesta en las calles fue masiva y de un pueblo pacífico que sale a expresar su descontento en un marco democrático, que en estos días atraviesa su peor momento desde el retorno democrático en 1983. La primacía de la convocatoria fue del mundo sindical y de sus organizaciones, también hubo una buena presencia de agrupaciones políticas y sociales así como expresiones del mundo de la cultura, la ciencia, pymes y cooperativo. Tampoco faltaron aquellos que fueron sueltos, identificados por el reclamo y con mucha incertidumbre sobre su futuro.
Lo explicado en varias notas previas que se pueden encontrar en el portal de Radio Gráfica, tanto el DNU 70/2023 como la ley Ómnibus implican un enorme retroceso de derechos laborales y sociales, afecta a múltiples sectores de la vida económica argentina con un perfil antinacional, antiindustrial y promoviendo la concentración económica. En términos de Paolo Rocca, un profundo “reseteo” de la vida nacional obviamente a favor de sus intereses y de las empresas más ricas de la Argentina y socios internacionales.
Bastaba ver el debate en comisión por la ley Ómnibus en donde el grueso de los testimonios invitados planteaban situaciones terminales y de deterioro en caso de prosperar su sanción. Una ley que, además, contempla darle facultades extraordinarias (en varios temas) por un año con posibilidad de extenderlo por uno más. El zorro cuidando el gallinero, algo tan peligroso como poner a Luis “Toto” Caputo a manejar la economía del país. Tiempos presentes.
Lo relevante de este 24 de enero fue la movilización, el paro tenía como objetivo garantizar la convocatoria. Desde la mañana fueron las columnas poblando Plaza de los Dos Congresos y calles aledañas. Hasta pasadas las dos de la tarde iban llegando nuevas columnas y sueltos.
En la madrugada de ese 24 de enero el Congreso había sido el escenario de un nuevo contubernio con un escandaloso dictamen para la ley Ómnibus. Legisladores que firmaron sin leer el dictamen, los tucumanos de Unión por la Patria acompañando y con idas y vueltas de negociaciones furtivas. Muchos hicieron paralelismo con el episodio de la Banelco durante el gobierno de Fernando De la Rúa para sancionar la flexibilización laboral. La cosa acá es mucho más ambiciosa.
El escenario planteado es adverso. Deterioro económico, un Congreso zigzagueante y un poder económico concentrado que ve la oportunidad de oro para avanzar de modo voraz. Milei es el presidente, pero es una cáscara vacía, aporta un poco de show, pero las palancas no las maneja él. Es el vehículo que cuando llegue el momento descartarán, olvidarán y enviarán al relleno sanitario de la historia.
Lo dicho líneas arriba, el movimiento obrero tiene un protagonismo y la responsabilidad política más importante desde la década del ochenta para acá, cuando Saúl Ubaldini era el referente de la CGT. Enfrenta un período de quita de derechos, de recortes de salarios y de una inminente suba del desempleo por la depresión económica que ya da sus primeros pasos. La conflictividad, inevitablemente, va a crecer ante la espiralización de la inflación, la suba del transporte, los servicios públicos y un descenso a la indigencia de los más pobres y a la pobreza de los que hasta hoy son sectores medios.
Parte de la sociedad e incluso del campo nacional, que quizás no tenga la mayor simpatía con determinados dirigentes, en un blender conformado por ciertos por posicionamientos políticos que se arrastran desde el menemismo y reactualizados en tiempos más recientes, otro tanto por el habitual linchamiento mediático mezclado con prejuicios. Pese a todo ello es consciente que el movimiento obrero es la principal herramienta de defensa con la que cuenta en este presente en donde el sector político ha quedado difuminado en el escenario.
Hay un desafío interno también que es sostener la unidad del mundo gremial y evitar posibles fugas. El Gobierno y el poder real van a trabajar en fracturarla con beneficios sectoriales que puedan minar la solidaridad interna. Es lo que no puede pasar, que las miradas mezquinas puedan afectar un rumbo y un período para el cual el movimiento obrero está llamado a ser protagonista y parte de la esperanza de un país con producción, empleo, mercado interno, soberanía y justicia social, la misma que el presidente Milei considera una “aberración”.
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