La obra y la trayectoria del escritor y filósofo Ángel Faretta.
El teórico del cine y del arte, en este diálogo con Gabriel Fernández por Radio Gráfica, atraviesa su camino en la literatura y reflexiona sobre algunos artistas de nuestros tiempos. Inicios, influencias y críticas.
Consultado sobre su trabajo, responde: “Es una filosofía, que como toda filosofía aspira al conocimiento sabiendo que no lo va a encontrar en el reino de este mundo”.
“Me formé en los años ´60, ´70, entonces estaba todo el estructuralismo. Y, por otro lado, el contenidismo. Y después comprendí que no podía ser, por un lado, la estructura o la forma y, por otro, el contenido. Porque si era la forma, para qué diablos, desde la escuela de Altamira, nos estuvimos preocupando para hacer una cosa. Y si solo era el contenido, la forma o lo poético no tiene sentido. Eso me impulsó mucho, es como mi objetivo, que no hay que dividir. O sea, estoy en contra del formalismo y del contenidismo”, comenzó Faretta.
Luego se refirió a un pensamiento propio desde este país: “Pienso que quería darle a mi bioma y a mí país una teoría de conjunto filosófica, porque un poco todavía hoy se toca de oído y se busca o se recibe la última novedad parisina, y por qué no podemos tener una propia filosofía, un propio pensamiento que esté puesto en nuestro idioma, pero no como una cuestión meramente nacional, sino que tenga algo propio, particular”.
Sobre su propia obra definió: “Mi filosofía trata de cubrir todos los puntos. Es formal, es simbólica, es metafísica, es política, todo es política; es histórica. No quiero separar ninguno de los elementos. Esa es mi ambición desde que escribo, que sea una teoría completa”.
“Empecé por el cine para ir por lo más contemporáneo, para luego ir hacia la poesía, hacia la lírica del tango, hacia lo fantástico, estoy preparando una teoría del relato literario. Sobre todo, me obsesionaba el cine, primero porque me gustaba y, luego, porque siendo algo tan extraordinario, y sobre todo el cine clásico de Hollywood, que como argentino y por mi inclinación religiosa y política, se lo veía como algo que era todo lo contrario no solo a lo que yo veía, sino que también pensaba”.
Sobre este aspecto profundizó para abordar no sólo el cine clásico de Hollywood, sino también para luego referirse a uno de sus artistas, Alfred Hitchcock. “El cine clásico de Hollywood, el de los grandes estudios, el cine de hasta fines del ´65 o ´66 es una interna polémica contra el mundo anglosajón, protestante y liberal. Y eso es lo que quería tratar de demostrar, pero no solamente de manera política, sino de manera formal, viendo a los grandes autores”, dijo.
“Hay que entender que el Hollywood clásico fue una alianza de judíos y de católicos que se opuso al mundo WASP, el mundo anglosajón, protestante y liberal. Eso para mí era algo tan evidente”, agregó.

Luego siguió sobre el director de cine, productor y guionista Alfred Hitchcock: “Es el más grande artista del Siglo XX. Es el más grande artística católico desde Dante Alighieri. A partir de la modernidad, la intermediación jerarquizada anterior pasa a volverse una intermediación des jerarquizada, es lo que se llama mercado”. “¿Qué quiero decir? –continuó Faretta- Hasta la Revolución Industrial, la toma del poder por parte de la burguesía liberal a partir de Inglaterra, todo artista y todo pensador estaba en un mundo ordenado. Lo que producía y su público tenían una relación totalmente armónica. El Estado, el mecenas, el que sostenía al artista y el público estaban en una comunidad de ideas. Esto a partir de la Modernidad no es así, no hay un público que participa de la visión del mundo del propio artista. Eso se quebró, eso está reemplazado por el mercado. Y Hitchcock es alguien que trabajando con ese material, pero sostenido por los grandes estudios de Hollywood, puede hacer eso”.
Al respecto brindó más ejemplos: “En Atenas, 500 años a.C. la gente de Atenas salía de ver Edipo Rey o Antigona, volvía a la casa y decía: el mundo es así. O sea, estaban de acuerdo. En la España del Siglo de Oro, del Barroco, los madrileños iban a ver La vida es sueño, volvían a la casa se tomaban un chato de manzanilla, hacían un mondongo: el mundo es así”.
“A partir de la Revolución Industrial esto no es así. Uno sale de ver El Padrino o Psycho, de Hitchcock, y no sale del cine y dice que el mundo es así. Al contrario, no hay una comunidad de ideas, hay un divorcio. Entonces Hitchcock tiene que trabajar con un material con el que tiene que expresar, simbólicamente, no alegóricamente, ciertas verdades metafísicas, pero no teniendo afuera un público totalmente cautivo, preparado”.
Consultado sobre el concepto de autoconciencia sobre El Padrino, aspecto que forma parte de la obra de Faretta, él explicó: “Definimos la autoconciencia como el saber que se sabe y el saber qué se sabe, todo arte y toda forma de pensamiento en un determinado momento tiene que poner el guante al revés, desarmar y volver a armar el funcionamiento de un arte anterior”.
Sobre el tema reflexionó: “El Padrino es un film, una saga, donde se pone más en evidencia lo que el cine quería expresar políticamente del poder, de dos concepciones del poder totalmente distintas, o se pone uno pacifista o reconoce que tiene enemigos. Todo pensamiento es necesariamente polémico. Todo pensamiento tiene un enemigo histórico. El país, la cultura o civilización que mantiene una filosofía y piensa que no tiene enemigos es un pelotudo. Por más de que no quieras tener enemigos, tus enemigos te tienen a vos”.
En relación a uno de sus libros, La traducción de la melancolía, planteó que “no se trata solamente sobre tango, se trata sobre un tema de identidad argentina, se trata sobre un tema familiarmente muy importante que es lo italiano en la Argentina, pero no en el sentido sainetero, costumbrista, sino qué carajo significó, sobre lo que curiosamente muy pocos se hay preocupado, y también el libro es una teoría poética que se centra en el tango, donde brilla Le Pera”.

“En Volver o en Golondrinas hay previsiones, vaticinaciones, de lo que es todavía la Argentina. La poesía tiene un carácter de vaticinador, por cierto Homero no es que sea necesariamente ciego o no vidente, eso era simbólico. El poeta se lo representa ciego porque mira para adentro, entonces en el caso de Volver o Golondrinas hay poéticamente ciertas cosas con respecto a nuestra forma de ser, a nuestra historia, nuestro carácter, que todavía están en pugna, evidentemente”.
Finalmente, Faretta reflexionó que “el mundo es cada vez más despolitizado, la gente piensa que con consignas y grafitis está pensando políticamente, lo fundamental es definir el enemigo, pero no mi enemigo personal, mi enemigo político, me lo da la historia. Eso creo que en Occidente en general y en nuestra patria en particular ha traído grandes problemas, una cosa es la causa personal y otra es históricamente de dónde venimos”.
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