Una trama complejísima de factores sostiene la densidad de su política internacional. La nación que orienta Erdoğan necesita, de continuo, acordar y competir en distintos niveles con potencias de Occidente y Oriente. Vale asomarse a sus apasionantes desafíos, y comprender.
Por Gabriel Fernández *
El andar de Turquía es de lo más interesante. En cierto modo, merece considerarse un signo de los tiempos. Analistas, diplomáticos, aunque también jefes de Estado, se preguntan qué hará ante cada desafío surgido en el ámbito internacional. De allí que en nuestras Fuentes Seguras hayamos resuelto adentrarnos en sus intereses de fondo. ¿El objetivo? Comprender el sentido de los vaivenes, los alineamientos y re alineamientos que ofrece la singular potencia orientada por Recep Tayyip Erdoğan. Líder histórico que, a su vez, constituye un cabal intérprete de las tramas que brindan densidad a su país.
Un mes atrás Erdogán recibió en Ankara al ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi. Conversaron largo y tendido sobre la actualidad y emitieron conclusiones semejantes, aunque con sutiles diferencias. Preste atención. La Cancillería del coloso asiático indicó que Erdoğan le dijo a Wang que Turquía no apoya la intensificación de la campaña de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en la región de Asia Pacífico y está dispuesta a sostener la comunicación y la coordinación con Beijing sobre cuestiones internacionales y regionales como la crisis de Ucrania. El informe señaló que también se hizo referencia a las tensiones entre los Estados Unidos y China, y que Erdogan confirmó: “Turquía se adhiere al principio de una sola China y cree que su desarrollo no es una amenaza”.
Cuando los intérpretes multipolares estimaban que esa postura preludiaba un será clara la aurora y alegre el manantial, el gobierno turco indicó, en otro comunicado, que la agenda dominante fue el avance de los asuntos económicos de beneficio mutuo. Tras el intercambio, el presidente Erdoğan expresó su deseo de acelerar las labores con el objetivo de alinear la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI) de China con la Iniciativa del Corredor Medio (MCI) promovida por Ankara y lanzar la primera reunión del Grupo de Trabajo de Alto Nivel establecido para este propósito. Hasta ahí llegó.
Es decir, mientras el cónclave significó, para China, acuerdos geopolíticos muy profundos, para Turquía representó resoluciones prácticas, sin consideración “política” alguna.
PÚBLICO Y PRIVADO. La trascendencia de la reunión se asienta en el creciente volumen comercial entre ambos, que aumentó más de un tercio en la última década según el Ministerio de Relaciones Exteriores de Turquía. De hecho, Turquía sirve como exportador de materia prima semidesarrollado para su contraparte más avanzada. La nación que hace poco ratificó su rumbo en elecciones exporta diversos productos, incluidos mármol, metales y minerales, al tiempo que importa productos de alta tecnología como teléfonos y máquinas de procesamiento de datos elaborados en China.
De tal modo, el sagaz Erdoğan le hizo saber al estratega Wang que determinadas aseveraciones son formuladas en reserva mientras otras resultan dignas de ser comunicadas a un planeta que observa con atención. Ninguno de los ministerios de Relaciones Exteriores involucrados desmintió la versión del otro. Es que pese a esos matices, los acuerdos existieron ya que en verdad Turquía no tiene la menor intención de zambullirse en las olas bravías que rodean Taiwán. Aunque si en otras, como veremos.
La articulación del BRI y el MCI supone hondos lazos económicos, pero también un re alineamiento geopolítico fuerte. A China le beneficia que Turquía se asiente como potencia regional pues al defender sus derechos geográficos esenciales limita la presencia norteamericana. Pero ¿a qué se debe que los acercamientos no sean plasmados en una difusión con bombos y platillos? Vamos, lector, hacia una llamativa saga de puntos que incluye factores centrípetos y centrífugos.
TANTOS FACTORES. Entre otras cosas, la cuestión uigur. Los turcos cuestionan a China desde hace años. Los uigures son una etnia musulmana culturalmente cercanos a las comunidades de Asia Central. Unos 12 millones viven en Xinjiang, lo que representa un 45% de la población. Son considerados primos de los turcos y el trato que reciben, no siempre amable, del gobierno chino, levanta polvareda en la zona.
Sigamos. Ankara está en la intersección geopolítica este-oeste en conflicto, con especial intensidad sobre la región de Asia Pacífico. Por eso The Cradle se permite inferir que el enfoque turco hacia esa zona es principalmente económico, más que político o centrado en la seguridad: “La creciente interacción de la OTAN con QUAD y AUKUS, así como con Japón y Corea del Sur en el Indo-Pacífico, no sirve ‘directamente’ a los intereses de Turquía. Ya no es un secreto que el principal objetivo de la creciente actividad de la OTAN en el Indo-Pacífico es limitar la esfera de influencia de China en la región. Turquía no quiere ser una parte ‘visible’ de la OTAN que va más allá de su propia esfera, una fuerza que limita a China”.
En realidad, la patria de Erdoğan no pretende contrastar con el grandote que lidera su par Xi Jingpin, pero tampoco quebrar lanzas con Occidente. Esto tiene más motivos. Como miembro de la OTAN, no puede repudiar abiertamente la estrategia Asia Pacífico del atlantismo. En simultáneo, no desea salirse de esa organización ¡y a China tampoco le gusta la idea de una eventual ruptura! porque le resulta grato contar con Turquía insertando dilemas irresolubles en el seno del adversario. Un repaso de los dolores de cabeza causados por ese país en los duros debates de la entidad que canaliza la estrategia del capital financiero permite absorber con claridad lo afirmado.
Cabe insertar, con otros protagonistas pero con sentido equivalente, que la firme relación comercial de Turquía con Corea del Sur y Japón configura un nexo en proyección para la estrategia del Dragón en Asia. Los desencuentros históricos entre esos países pueden ser atemperados gracias a la intermediación turca. Sin entrar a hablar de ideologías: a puro número. Por si esto fuera poco, las industrias de Defensa de Turquía y Corea del Sur están sólidamente entrelazadas. Entonces, si -como se prevé- coreanos y ponjas se suman a la idea norteamericana de forjar “una OTAN para el Pacífico” -pesadilla de China-, Turquía no los objetará y China no le pedirá que lo haga.
El Corredor Medio es una ruta de transporte por ferrocarril que conecta Europa a través de China, Asia Central, el Cáucaso y Turquía. Conocido como Iniciativa del Corredor Transcaspio Este – Oeste – Medio, configura un elemento básico de la Ruta de la Seda. Está dispuesto para concretar una necesidad de larga data: la conexión directa con Asia Central a través de Caucasia. Aunque para China ese Corredor es una ruta complementaria, para Turquía es trascendente, pues afirma su ligazón con los países asiáticos. Entonces, ambos están de acuerdo, pero no tanto, pues al mismo tiempo su desarrollo implica que deberán competir por el comercio con Europa. Y resulta que para el Viejo Continente, los productos de China y de Turquía no son complementarios sino alternativos.
Complicado, lector, pero razonable.
RESPALDO Y COMPETENCIA. En el contexto del BRI de China, el Corredor Medio sirve principalmente como una ruta complementaria. Sin embargo, para Turquía, tiene una mayor importancia ya que fortalece sus lazos con los estados en Asia Central. Esta interconexión entre BRI y MCI también plantea desafíos, ya que como vimos lleva a China y Turquía a competir por el comercio europeo. Resulta que el aumento en la participación de mercado de China en Europa origina una disminución en la participación de mercado turco allí, y esto también sucede con los mercados del norte de África, Asia occidental y Asia central.
Como ejemplo, cabe indicar que la competencia entre las empresas de construcción chinas y turcas se ha intensificado en África durante la década reciente. Las empresas turcas han acusado a China por “competencia desleal” en ese continente. En 2019, los contratistas turcos en dificultades temían resultar absorbidos por empresas chinas con abundante efectivo. En la actualidad, los analistas económicos sostienen que las empresas turcas están pisando los talones a China en todo el continente.
Sin embargo, Beijing no representa un problema para Ankara en zonas importantes como Chipre, el Egeo, el Mediterráneo Oriental y Siria, que Turquía evalúa áreas prioritarias de interés. Como factor contradictorio ensamblado, los avances de la OTAN en esas regiones damnifica los intereses turcos. Ahí es donde los dos países coinciden en que una buena relación es beneficiosa. Aunque una alianza estratégica entre Turquía y China sigue sin ser posible por algunos de los datos antedichos, la negativa de Ankara a convertirse en siervo de Occidente es de gran valor para Beijing. La presencia turca como poder regional -relativamente- autónomo es todo un éxito para China.
Los ítems continúan. Beijing sigue monitoreando la creciente influencia de Ankara en el Cáucaso, en especial tras la Segunda Guerra de Nagorno Karabaj en el año 2020. En ese litigio, China sacó conclusiones duras: el apoyo de Turquía a Azerbaiyán fue un intento de ampliar su influencia al potenciar la posición azerí y limitando la influencia rusa en la zona. Se volvió a hablar de imperialismo turco, y se recordó que Armenia forma parte de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS). En línea, la Federación de Rusia inició ejercicios militares conjuntos con Armenia, emitiendo un mensaje nítido. Los enfrentamientos se derivan de la disputa sobre esa región, donde habita población armenia en el marco de la República de Artsaj.
EL ATLANTISMO Y LOS EMERGENTES. Dos meses atrás, la OTAN resolvió en la Cumbre de Vilna la continuidad de las resoluciones de 2022 en el Concepto de Madrid. Básicamente que la guerra en Ucrania debe seguir, y Ucrania no se integra a la entidad atlantista que encarna los intereses financieros concentrados. La contradicción interesada salta a la vista: mientras se apuntó “el apoyo inquebrantable” a Kiev, se indicó que “estaremos en condiciones de extender una invitación a Ucrania para unirse a la Alianza cuando los Aliados estén de acuerdo y se cumplan las condiciones”. Todos indagan cuáles son las condiciones.
Al tiempo que, sin decirlo en público, Alemania y Francia dudan en dar luz verde a la adhesión pues suponen con argumentos que se podría desatar una guerra global, Washington apunta a reconfigurar algo semejante a una Segunda Guerra Fría apuntalada por conflictos bélicos en variados puntos del planeta. El objetivo, claro, es hostigar y debilitar a la República Popular China y a la Federación de Rusia. En relación, a desmembrar todo lo que sea posible las nuevas asociaciones emergentes que los incluyen.
A pesar de los respaldos internos y externos alcanzados por el presidente Vladimir Putin en estos dos años, los Estados Unidos siguen apostando a que la tensión bélica desate un descontento público que provoque desajustes en el liderazgo moscovita. Aunque la hipótesis no resulta imposible, parece evidente que en los cálculos norteños se ha calibrado de modo deficiente la importancia de la memoria histórica del pueblo ruso; también, que al transmutarse tantos subdesarrollados en potencias multipolares -más allá de las denominaciones, en base al crecimiento concreto de sus Productos-, el entorno del agredido inhabilita el concepto de aislamiento que se intenta imponer como si su reiteración pudiera convertirlo en realidad.
Hasta ahora, los problemas que se pensó insertar en la patria del Oso han recalado sobre Europa, complicadísima con las limitaciones para el intercambio comercial e inversor con el Dragón y con el aumento de los precios de la energía tras la interrupción forzada del flujo de combustible en precio razonable mediante la destrucción instrumentada por los Estados Unidos y Noruega del Nord Stream. Aquí vale apuntar un detalle que se pasa por alto: los flamígeros levantamientos en Francia fueron disparados por el accionar policial, pero el impulso subyacente tiene raíces en el hondo malestar social. Descontento que se reproduce con variantes en la Eurozona, donde se suceden las protestas gremiales de modo recurrente.
Como hemos visto en nuestras Fuentes, los presupuestos de Defensa de los países de la OTAN se están disparando, con dos direcciones complementarias de la expuesta en Ucrania. Por un lado en busca de la construcción de un bastión anti multipolar en el Mar Báltico y por otro de una coalición equivalente sobre el Océano Pacífico. Los partidos se juegan hasta el final y el atlantismo conserva una gran dosis de poder financiero, comunicacional y bélico. Por eso este periodista evalúa que algunos colegas bien situados en general se anticipan temerariamente al celebrar su dislocación.
Sin embargo, resulta innegable que el fortalecimiento de la Organización de Cooperación de Shanghai, de los BRICS, de la Unión Económica Euroasiática, así como la reorientación de la Liga Árabe, de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP +), de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental y de la Unión Africana, más los acuerdos parciales de Rusia y China con Irán y Turquía, entre otros, para no adentrarnos en las relaciones asiáticas con América latina, tiene un peso significativo en las nuevas dimensiones globales. La panorámica brinda, pese a las prevenciones del párrafo anterior, un perfil de transformación perceptible.
Eso es lo que niegan los medios occidentales. Estas agrupaciones en proceso están contribuyendo a una evolución hacia la multipolaridad, con tantos países afirmando sus intereses y siguiendo caminos independientes. Los esfuerzos para reducir la dependencia del dólar estadounidense son indicativos de esta tendencia. No se plasmarán de modo inmediato; por ahora, avanza el comercio en base a valores nacionales imbricados. Pero el sendero se va desmalezando. Alguien dijo “Tu grandeza se mide por tus horizontes”.
Se ha mencionado otra vez a la estrella del artículo, Turquía. Vamos en esa dirección.
EL MAR NEGRO ¡GRACIAS TURQUÍA! Otro cruce notable de suma cero sucedió en julio de 2022, cuando Rusia, Ucrania y la ONU firmaron la Iniciativa de Granos del Mar Negro con la mediación de Turquía. El objetivo era facilitar la exportación segura de cereales, productos alimenticios, amoníaco y fertilizantes desde los puertos de Ucrania. Luego, Rusia firmó un memorando de entendimiento con la Secretaría de la ONU para apoyar la venta de productos alimenticios y fertilizantes rusos a los mercados globales. Pero el atlantismo acotó el pacto con embargos, exclusiones (SWIFT) y barreras de seguros. Los perjudicados fueron Europa y Africa; ninguna voz “humanitaria” se alzó para denunciar el uso de los alimentos como ariete guerrero.
Turquía, aunque miembro de la OTAN, ha intentado sostener una postura neutral en la Guerra de Ucrania. Su decisión estuvo atravesada por varios factores, incluida la posición geopolítica de Ankara, la relación energética con Rusia, las relaciones comerciales y el apoyo de Moscú cuando el presidente Erdoğan se enfrentaba al aislamiento de Occidente, y el multidimensional vínculo con China analizado al comienzo. El país gobernado por el AKP viene desempeñando un papel vital en el mantenimiento de canales para Rusia durante el conflicto, gestando ira en los lineales estrategas anglosajones.
La situación de Turquía la lleva a ejercer vigilancia y contralor del Mar Negro. Lo interesante, en sintonía con los factores contradictorios de los que venimos hablando, es que no está claro si monitorea a los rusos o a los norteamericanos. Así como en el juego citado sobre será clara la aurora y alegre el manantial, los funcionarios turcos explican a sus colegas de ambas naciones en litigio lo que quieren oír. Demás está decir, aunque es necesario decirlo, que la OTAN está haciendo los movimientos esenciales para recalentar las aguas; en este caso no a través del calentamiento global sino del re posicionamiento de sus fuerzas. Bulgaria y Rumania, miembros de la coalición atlántica, también están al acecho.
El poder turco sobre la región surgió en la Primera Guerra Fría, con las restricciones de la Convención del Estrecho de Montreux sobre la presencia de buques de guerra de estados no litorales. Esto también contribuyó a que Turquía elabore una política exterior equilibrada. Por eso hoy Ankara resiste la pretensión de desmontar el acuerdo y sugiere evitar acciones que aumenten las tensiones en una zona estratégica. Con razones a mano, argumenta que una conflagración en el Mar Negro derivaría en una guerra extendida. Así, persiste en el diálogo con Rusia para garantizar la transferencia pacífica de granos regionales al mercado internacional a través del Mar Negro.
No le resulta fácil, pues ese vínculo es continuamente hostigado por la OTAN; como a esta entidad nada le importa, salvo la generación de reyertas aquí y allá, el equilibrio demanda una acción diplomática resuelta y refinada. El ex comandante de Turquía en el Mar Negro, Turker Erturk (a quien por estos pagos llamaríamos el Turco), plantea los desafíos que debe afrontar Erdoğan. Es de interés hacer hincapié en que se trata de alguien crítico del presidente y portador de una mirada que objeta la presencia occidental en su país: “A pesar de las dificultades económicas y la presión por ganancias a corto plazo, Turquía debe priorizar la estabilidad y la paz a largo plazo en la región. Es fundamental proteger la infraestructura crítica, como las tuberías de gas natural, de posibles intentos de sabotaje, ya que son vitales para la seguridad energética del país”.
Para eso, sostiene, “Ankara debe desarrollar planes y estrategias integrales para salvaguardar sus intereses, incluidas actividades de exploración, vigilancia y monitoreo en el aire, en la superficie y bajo el agua. En última instancia, el enfoque de Turquía a los desafíos regionales debe guiarse por la previsión, la diplomacia y el compromiso de mantener el Mar Negro como una zona de paz y cooperación. Al hacerlo, Turquía puede seguir desempeñando un papel crucial en el fomento de la estabilidad y la seguridad en esta región de importancia estratégica”.
Quien narra estima que con ese redondeo se puede aprehender, si se presta la debida atención, el porqué de lo que puede considerarse un zigzagueo en la política exterior del país en cuestión. Se trata de uno de los asuntos más complejos que se han abordado en estas Fuentes. Era imprescindible zambullirse (en el tema, no en el Mar Negro) para contar con los elementos necesarios que eviten el maniqueísmo argumental y faciliten el conocimiento de las razones profundas de cada movimiento.
Pero, aunque cueste admitirlo, hay más para el cierre. Pues para los turcos, el caso kurdo amerita un capítulo aparte, con elementos tan sinuosos como los precedentes, y ardientes noticias de actualidad.
TURCOS Y KURDOS. Los alzamientos kurdos se han registrado periódicamente en Turquía desde la guerra de la independencia, pasando por la transición del Imperio Otomano hacia el estado turco moderno. La fase actual del conflicto se remonta a la abolición del califato como modalidad conceptual y organizativa. Durante el reinado de Abdul Hamid II, califa y sultán, los kurdos eran súbditos leales. El establecimiento de una república secular tras la abolición del califato en 1924 derivó en las contiendas presentes.
Para completar el cuadro de situación que enfrenta la nación, cabe apuntar que dos semanas atrás el ministro de Relaciones Exteriores, Hakan Fidan, anunció el reforzamiento de las capacidades del ejército turco e instó a varios países de la OTAN a poner fin a su colaboración con el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Durante una conferencia anual de embajadores en Ankara, el principal diplomático de Turquía comentó: “Esperamos que la OTAN sea igualmente considerada con las preocupaciones de seguridad de cada uno de sus miembros y las amenazas que enfrenta”.
Fidan agregó que los países de la OTAN deben detener su cooperación encubierta con el grupo militante kurdo que está activo en Siria e Irak, ya que amenaza la seguridad nacional. Los comentarios del ministro se producen tras la revisión de la OTAN de la admisión de Suecia a la coalición transatlántica. Ankara había bloqueado la solicitud de Estocolmo de unirse a la alianza militar pues alberga a miembros del PKK, así como a su rama siria, las Unidades de Protección del Pueblo (YPG). Turquía designa a los grupos kurdos como organizaciones terroristas, haciéndolos responsables de las muertes de civiles durante décadas de lucha armada, incluida la muerte de civiles en un atentado con bomba en noviembre de 2022 en Estambul.
Fiden reiteró que Turquía busca asegurar sus intereses en Siria y prometió “hacer todo lo posible para evitar que Siria sea un refugio para organizaciones terroristas y un escenario para guerras de poder”. A pesar del conflicto, Fidan expresó la disposición de Ankara a cooperar con el gobierno de Damasco, así como con otros países con los que su nación ha tenido relaciones tensas en el pasado, como Armenia y Grecia. Pero las hostilidades están desatadas. Y se sabe, cabe mencionar, que cuando aparece en escena el presidente sirio Bashar al-Assad, los nervios occidentales se endurecen.
Un día antes, fuentes de seguridad iraquíes kurdas indicaron que un ataque con drones turcos mató a un militante del PKK e hirió a otro. En junio, aviones de combate y drones turcos bombardearon varios sitios del PKK y asesinaron a tres líderes del grupo en una “operación antiterrorista” en la provincia iraquí de Sulaymaniyah. Los bombardeos se produjeron como parte de una operación militar turca en curso llamada Claw Lock, que comenzó en abril de 2022. El ejército turco ha invadido Siria directamente en reiteradas ocasiones para evitar el establecimiento de una región autónoma kurda en todo el norte de ese país, un área conocida como Rojava por los kurdos sirios.
La pugna resulta una complicación extra, además, para el gobierno de Al-Assad. La frontera entre Siria y Turquía comprende 822 kilómetros de extensión; inicia en la intersección de la frontera triple con Irak (al oriente) y termina al occidente en el Mar Mediterráneo. Mientras Putin dispuso la cooperación con el gobierno sirio para garantizar la seguridad, el presidente norteamericano Joseph Biden pretende retomar presencia en la zona para limar, kurdos mediante, a Damasco y Ankara en simultáneo. Una política distinta a la del ex mandatario Donald Trump, quien había iniciado el retiro de tropas para no inmiscuir a los Estados Unidos en lo que denominó una “ridícula e interminable guerra”. Desde que comenzaron las operaciones militantes del PKK en 1984, han muerto aproximadamente 37 000 personas.
Todo esto, y bastante más lector, es Turquía. Pocos gobiernos del planeta necesitan realizar un equilibrio tan delicado en tantos asuntos como el que lidera Erdoğan. Seguramente la geografía (la ubicación transcontinental), ha sido determinante en el desarrollo continuo de esta trama de complejidad extraordinaria.
Para pensar un buen rato, ¿no?
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
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