Por María Rizzo y Matías Strasorier *
“Remarcar, remarcar, remarcar” (risas), resuenan las palabras y risas de Federico Braun, mientras responde a la pregunta sobre qué hace su empresa La Anonima con respecto a la inflación. Sentado cómodamente en el sillón del escenario del Foro de la Asociación Empresaria Argentina (AEA), esbozó dicha respuesta que luego declaró, fue un chiste.
Risueños, sin ningún prurito, definen cuánto cuestan los alimentos, en fin, cuánto dinero le sacan a los argentinos y argentinas desde las góndolas. Aumentan más rápido el precio de los bienes y servicios que los salarios, apropiándose de este modo de la riqueza que los laburantes y los productores generan. La realidad es cada vez más nítida, aunque muchos se esfuercen en ocultarla; tampoco son necesarios simposios académicos para darnos cuenta de que la inflación la generan ellos, los Braun, los Pagani, los Blaquier, los Coto, los Perez Companc, entre otros. Sin más, así de sencillo.
Días atrás mostrábamos los aumentos de precios en relación a frutas y hortalizas, que el período de 23 meses, oscilaron, en promedio, entre el 85 y el 200%, según el producto. Sumado a esto, publicábamos la comparativa entre los “precios de referencia” de la Secretaría de Comercio respecto a los precios relevados por el INDEC, observando diferencias entre $50 y $100 por kilo, dependiendo del producto.
Según los datos publicados por CAME, los consumidores pagaron en promedio 3,3 veces más de lo que cobraron los productores en abril. La participación del productor en los precios de venta pasó del 27,3% al 11,4%, es decir, participa casi un 30% menos. En productos como la berenjena, el brócoli y el repollo, los precios al consumidor tuvieron un alza promedio de 17%, pero al productor se le pagó 32% menos. En definitiva, también les pagan poco a los productores. La pregunta es, una vez más, ¿quién se queda con las diferencias? Será por eso que Braun se ríe, se ríe de quienes producen y trabajan. Ni más ni menos.
Podemos sumarle complejidades a la situación que vivimos los argentinos, pandemia, guerra, endeudamiento, etc., pero no hay más perro que la gata se dice por ahí, y estos muchachos definen quien come y quien no, todos los días. Cada punto de inflación es un/a compatriota que no tiene cómo llevar un plato de comida a su mesa, es el 40% de los argentinos que está bajo la línea de pobreza.
Por eso, insistentemente es necesario que el presidente de la Nación use la lapicera, dándole sentido a la acción política sobre la cual se apoya la esperanza de millones de hombres, mujeres y niños que SENCILLAMENTE NO TIENEN PARA COMER. Es un deber asumido en las elecciones 2019, por las cuales productores, PyMEs, cooperativas, trabajadores, consumidores, depositaron el voto al Frente de Todos. Tener un Estado que garantice el alimento como bien social es fundamental, es urgente, es necesario, porque el hambre es ahora. Sin distribución de la riqueza no hay Justicia social. Y sin Justicia Social no hay Peronismo. AEA es riqueza para 3 o 4 vivos. Para el resto solo hay miseria.
(*) Rizzo es médica veterinaria, Maestranda en Desarrollo Regional y Políticas Públicas de FLACSO, y co-Directora del Centro de Estudios Agrarios. Strasorier es Director del Centro de Estudios Agrarios, médico veterinario y analista agropecuario.
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