Por Emiliano Vidal *
Tras el resultado de las elecciones primarias y en miras a las generales de noviembre próximo, comprender hoy, las raíces históricas del ayer, es tan útil como lo es para una persona saber de qué familia proviene. Una situación no se explica por una sola causa. Tampoco ocultando la complejidad de las acciones humanas. Son varias las razones y circunstancias que equilibran un resultado, sean objetivos, subjetivos, culturales, sociales. No hay una sola explicación para lo ocurrido tras las PASO recientes y la inmensa derrota sufrida por el oficialismo nacional y los provinciales afines. En consecuencia, esta tercera entrega, intenta proponer en el cometido ciudadano y en la compleja tarea de encontrar respuestas, camino a treinta ocho años de la recuperación de la democracia y a dos décadas de la parábola tras la explosión política y social de diciembre 2001, las reacciones cívicas de un pueblo que muy pocos dirigentes políticos logran comprender.
No alcanza con una sola arista para entender lo sucedido el domingo 12 pasado de los comicios primarios. Sus efectos, reflejan tanto la ausencia de respuestas del gobierno nacional, sus marchas y contramarchas, como la incidencia que la derecha ideológica y el poder económico corporativo funcional a la oligarquía financiera internacional siguen prevaleciendo en el país, ambos entintados por la pandemia del covid que irrumpió iniciado la actual gestión de Alberto Fernández.
Es una certeza política que el ejercicio prolongado del poder y en un manto único por un virus que mata, erosionó la figura del Presidente Fernández. Mucho más cuando un gobierno decide enfrentar corporaciones y grupos de poder, aunque sin el valor ni audacia suficiente.
La oposición política que perdió el gobierno en las elecciones presidenciales efectuadas poco más de un año y medio atrás, con todos los medios a favor del mandatario en ejercicio, territorialidad en base a la alianza con la UCR y un sector del peronismo con quien era candidato a vice, Miguel Ángel Pichetto, ya había experimentado diversos ensayos tras el cambio de época pos batalla por las retenciones al sector del campo en el año 2008 y a dos meses de asumir la primera magistratura, la actual vice, Cristina Fernández de Kirchner.
El entonces llamado Grupo A, integrado en ese momento por hoy referentes del Frente de Todos, Felipe Solá y Sergio Massa, los “cacerolazos espontáneos” del otoño 2012 y el “periodismo independiente”, fueron algunos de esas expresiones. Jorge Lanata fue la mejor contratación del grupo Clarín para ese año que devino en la derrota de las legislativas del año siguiente 2013.
Más allá de las operaciones mediática, la lucha por aplicar la Ley de Medios -sancionada en 2009 y que derogaría en su primer decreto firmado recién asumido Mauricio Macri en enero 2016- el entonces gobierno de Cristina no supo entrever las señales de descontentos de la sociedad con relación a sectores tan particulares como transporte, salud, tarifas.
Si en estas elecciones al Gobierno nacional lo corrieron por derecha y por izquierda, hay procesos que pueden mirarse como si fueran engranajes en diapositivas de una larga película. Introducirse en el pasado ayuda a la tarea de comprender el presente y los títulos del mañana.
Hace 14 años, en los comicios por la alcaldía porteña, el entonces presidente Néstor Kirchner no quiso o no supo alentar la figura de su candidato, Daniel Filmus, quien estaba al frente de su Ministerio de Educación, como sí lo había efectuado casi cuatro años antes, con Aníbal Ibarra y frente al mismo contrincante: Mauricio Macri. El sector del entonces titular del club Boca Junior, abarajó Compromiso para el Cambio y construyó su caudal política en medio de la tragedia de Cromañón del 30 de diciembre de 2004. Desde hace casi dos décadas que esa fuerza, indistintamente de las modificaciones en su denominación, no pierde una elección, más allá de la ajustada segunda vuelta que el actual jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta mantuvo con su actual socio político, el multipartidario Martín Losteau.
Ahora, el macrismo tuvo la inteligencia para capitalizar estados de ánimo e insatisfacciones, sobre todo en una enorme porción de la clase trabajadora, harta por la pandemia y el bombardeo constante de los medios de comunicación con proyección nacional y asiento en la ciudad capital del país. Abocado a la política sanitaria y a las llegadas de las vacunas, el gobierno de Alberto Fernández no logró cubrir las demandas por las cuales la sociedad lo eligió a instancias de la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner.
Rara avis Alberto. Es aquel que formara parte de la lista de legisladores porteños de Encuentro por la Ciudad, que había llevado la fórmula a la jefatura de gobierno porteño, a Domingo Cavallo y Gustavo Beliz en aquel otoño del 2000 frente a la fórmula vencedora de la Alianza, Aníbal Ibarra y Cecilia Felgueras.
En esa Legislatura capitalina, Alberto era un adelantado. Corría el convulsionado 2001 y en la puerta del despacho de Fernández, se engalanaba una cartografía de Néstor Kirchner, entonces gobernador de la provincia de Santa Cruz. La gestión del radical Fernando de la Rúa temblaba y la estocada final radicó en el magro resultado electoral de los comicios legislativos de ese fatídico año. Fernández y su par Juliana Marino apostaban por el mandatario sureño, cuando sus pares provinciales, el bonaerense Carlos Ruckauf, el cordobés José de la Sota y el santafesino Carlos Reutemann picaban en punta hasta para algunos sectores del electorado porteño.
Hay un Alberto profesor en la Facultad de Derecho de la UBA, respetado y adjunto en su cátedra de derecho penal junto a Esteban Righi. Sus clases, y las del jurista, Eugenio Zaffaroni son las preferidas de los estudiantes desde hace más de dos décadas. También está la mejor versión de Alberto: la del jefe de gabinete de Néstor Kirchner, aquel presidente que al asumir, un 25 de mayo de 2003, dijo: “formo parte de una generación diezmada, castigada con dolores y ausencias. Me sumé a la lucha política creyendo en valores y convicciones a los que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada” y el “vengo a proponerles un sueño, que es el de volver a tener una Argentina con todos y para todos. Les vengo a proponer que recordemos los sueños de nuestros patriotas fundadores y de nuestros abuelos inmigrantes y pioneros, y de nuestra generación que puso todo y dejó todo pensando en un país de iguales”. Todo una rareza para aquella generación, como quien esto escribe, nacida hacia el final de la última dictadura cívico militar, criada en democracia y generacional a los nietos e hijos de las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo.
¿Falta de audacia y carencia de reflejos políticos en el actual jefe de Estado Nacional? Raro en quien fue la mano de derecha de aquel primer mandatario que propulsó la protección de los Derechos humanos y sociales, cambios en la Corte Suprema de Justicia; derogación de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final; la recuperación del trabajo, el desligamiento del FMI; auge en el tipo de cambio competitivo; superávit fiscal y de comercio exterior; quita sustancial de la deuda externa; expansión del gasto público; recuperación de los salarios reales; suba semestral de las jubilaciones; alto nivel de reservas; reindustrialización; política antiinflacionaria; cobro de retenciones a las exportaciones o implementación de programa de obras públicas y el rechazo al ALCA, la creación de Unasur y el fortalecimiento del Mercosur.
El mañana es hoy
En los comicios presidenciales de 2019, a la expectativa depositada en Cristina y a instancias de la ex mandatara, fue glosada la triunfante candidatura de Alberto Fernández sobre el entonces Presidente Macri. La irrupción de la pandemia fue el antes y el después.
Tras el duro resultado electoral de las elecciones primarias recientes, el esfuerzo principal del Gobierno, es gestionar, crear trabajo, pero además ganar credibilidad. El flamante gabinete de ministros está en esa línea. La llegada de los nuevos funcionarios no está pergeñada para ganar en los comicios generales del próximo noviembre. Alberto debe volver al aura de los tiempos de Néstor Kirchner, aquel presidente en combate para ganar la confianza perdida de sus votantes y de gran parte de la sociedad. A Kirchner le tocó vivir un momento histórico y dramático en un lugar de responsabilidad inesperado con tras la última trastada del peronista Carlos Menem huyendo de la segunda vuelta electoral de 2003. En esa línea, dice el periodista Luis Bruschtein: “Kirchner podría haber sido un desastre. Eran más las posibilidades de que así hubiera sido si se quedaba inmóvil, si se dejaba presionar, si hubiera sido incapaz o indolente o débil como muchos de los presidentes y aspirantes anteriores. Como ser humano tiene más mérito ese compromiso con el momento histórico. Es probable que antes de asumir, Néstor no pensara en hacer todo lo que hizo. Venía del pragmatismo de una gestión provincial que había atravesado la década menemista”.
Este es el momento de la definición. Por cumplirse 20 años, se cierra la parábola del 20 de diciembre de 2001, cuando en medio de una matanza, el radical De la Rúa renunciaba a la primera magistratura se hacía cargo del país el peronismo, quien dos años atrás había sido derrotado por esa infructuosa Alianza. El futuro, ya llegó. Y trasciende el resultado electoral de noviembre próximo. En el enorme auge de las vacunas contra la pandemia y en la contención de la variante Delta del virus como telón de fondo del principal escollo a una gestión que solo llevaba poco más de tres meses, más el atraso de décadas agravada por los cuatro años del macrismo, quien en sus intentonas de “desperonizar” el país, hasta declinó los Ministerio de Salud y Trabajo al rango de secretarías, transitará el gobierno de Alberto Fernández en sus dos años y medio de mandato restante. Sí, el futuro…ya llegó.
(*) De Acá para Allá (sábados de 12 a 13, en Radio Gráfica)
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