Carlos Ulanovsky, reconocido periodista, historiador y autor de libros emblemáticos sobre medios de comunicación en Argentina, repasó en Radio Gráfica su trayectoria en el periodismo, su visión del oficio, del pasado y el presente.
Gabriel Fernández: ¿Cuándo entendiste que eras periodista? ¿Cuál fue el momento en el cual en tu vida ingresó este virus benéfico que te hizo periodista?
Carlos Ulanovsky: Sin duda cuando hice la secundaria en el Mariano Moreno. Tuve de compañero los cinco años a Rodolfo Terragno.
Rodolfo en tercer año tuvo la iniciativa de crear una revista estudiantil que él imaginaba como una revista de interés general. Le puso un nombre, un título absolutamente inmodesto, era Orbe, o sea, el mundo. La revista salió en tres años siete veces y ahí empezó todo, porque con la excusa de la revista pude conocer una cantidad de gente que yo ya conocía o seguía e incluso admiraba.
Cuando trabajé en serio, porque eso era jugar al periodismo y que bueno que tuve esa oportunidad de jugar, me di cuenta de que también era más o menos parecido. Yo con la excusa de representar o hablar en nombre de un medio podía acercarme a la figura que tenía interés en conocer. Me pasó centenares de veces. Por ejemplo, no conocía a Borges, estaba en Clarín en el 85, y un día lo llame con la excusa de la entrevista.
Nos turnábamos en Clarín con Jorge Halperín, un domingo le tocaba a uno la entrevista, a otro le tocaba el otro. Eran unas entrevistas largas, preciosas y ahí conocí a Borges. También conocí a centenares de personas que no conocía.
De alguna manera mis padres querían que yo tuviera un título universitario y mi papá en especial quería que yo fuera médico. Intenté tres veces entrar a medicina y las tres veces me bocharon. En el curso de ingreso había matemáticas, química, física y biología, era imposible. Un día fui y le dije a mi padre ‘mirá, no vas a tener un hijo médico, me voy a anotar en sociología’, cosa que hice. Tampoco concluí la carrera, pero suelo decir eso, entre mis 29 libros y todo lo que aprendí haciendo periodismo tengo una especie de carrera hecha.
GF: Además arrancar con Terragno, que era un redactor de panoramas realmente sorprendente. Creo que ha realizado algunos los trabajos de indagatoria política periodística muy sólidos en los años 70. Vale la pena recordarlo como profesional del oficio.
CU: En algún momento cuando terminamos la secundaria fuimos a pedir trabajo, fuimos a golpear puertas a distintos lugares para conseguir trabajo. Era un momento en que ibas, golpeaban la puerta, te abrían y si tenias un poco de suerte salías con una nota encargada.
En un momento dado me dijo ‘hasta acá llegué’, ya había empezado a estudiar derecho y dijo que quería terminar la carrera y que por el momento no iba a pedir más trabajo en periodismo. En principio yo me enojé, me pareció que se cortaba una situación amistosa que a mi me gustaba, pero después me di cuenta de que en realidad con quien me estaba enojando era conmigo porque no hacía un esfuerzo similar.
Cuando empecé a trabajar más o menos formalmente a partir de la revista Confirmado, dejé sociología, hice 7 materias y dejé. En realidad, estaba criticando mi falta de esfuerzo.
GF: Antes de evolucionar en el trabajo, había otro bicho que te pico, otra identidad que te quedó para siempre, que es Racing club.
CU: Eso se lo debo a mi papá y se lo agradezco para siempre. Racing es mi papá. Él me llevó de la mano cuando tenía 6 años al Cilindro. Fui a la inauguración del Cilindro. Cada vez que voy a la cancha siento eso, siento que mi viejo me acompaña. De esas miles de veces que fuimos a la cancha ida y vuelta, a veces nos íbamos felices y otras no tanto. Pero si, mi papá me hizo de Racing y se lo agradezco.
GF: Siento lo mismo, no sabés cuánto. Adentrándonos en tu extenso trabajo y el que seguís realizando felizmente, hay algunas aseveraciones que me interesan. Vos has señalado en algún momento que los periodistas fuimos víctimas del mito de la objetividad, y que hay sobradas pruebas de que la objetividad no es posible. Me gustaría que lo fundamentes porque está en discusión el tema de la neutralidad, la objetividad, el posicionamiento.
CU: Cualquiera que decida el lugar de la cámara fotográfica o la cámara de televisión va a incurrir en un flagrante acto de subjetividad. El periodismo es totalmente subjetivo, es el ejercicio de la opinión propia.
Recién escuchaba la tanda de la Gráfica, y por ejemplo, si me mandan un día a hacer una nota a Santiago del Estero al 900, ¿qué haré? Voy, miro, anoto, voy para un lado, voy para el otro. Al rato tengo que sentarme y escribir una nota de ochenta líneas sobre qué vi en Santiago al 900.
La mayor gratificación de un periodista es que al día siguiente alguien diga ‘pucha, este tipo vio muchas de las cosas que yo también vi en Santiago del Estero al 900’. Es eso, a mí me gusta mucho esa definición: el periodismo como ejercicio de la mirada. Cada uno tiene una mirada propia.
Está el viejo ejercicio de las escuelas de periodismo de ‘hubo un choque en la esquina, andá y contá el choque’. Van a ir 20 alumnos y cada uno va a traer una visión distinta. Seguramente la mejor visión, la más completa, va a ser la del tipo que a lo mejor leyó más libros.
GF: ¿Qué te gustaría subrayar de tu paso por Clarín? ¡Cómo unen las redacciones! ¿Cómo, a veces, el trabajo de la redacción congrega espíritus que en otros lugares no se congregaron, o que tuvieron diferencias muy apreciables?
CU: Exactamente, en relación con tu pregunta, la pasé muy bien cuando Clarín era diferente. Clarín era solo Clarín, y no este conglomerado de negocios, intereses y operaciones políticas que es ahora.
Cuando me fui de Clarín lo que más extrañé fueron dos o tres cosas. Algunos amigos, compañeros. Extrañé muchísimo la cantina, el momento previo al laburo. El laburo empezaba, en serio, a las cuatro y media. Ese momento previo que pasábamos en la cantina en donde surgían las mejores ideas, las mejores cosas. Eso extrañé muchísimo cuando me fui, y también el archivo que era un fabuloso archivo de papel, probablemente ahora esté digitalizado, ojalá que sí. Yo pasaba horas en el archivo, me encantaba buscar cosas, investigar ahí, además atendido por expertos, los tipos que lo atendían realmente sabían todo, sabían dónde estaba cada cosa y te ayudaban.
Muchas veces, volviendo al tema de la subjetividad, me pasó estando en una redacción: El periodismo es el ejercicio del riesgo.
GF: Has mencionado la sapiencia de quienes estaban en el área de archivo y lo vinculo con otras de las zonas que pude disfrutar en una redacción. ¿Vos te acordás de lo que sabían los correctores? A mí me encantaba ir a hablar de literatura, de historia, porque teníamos correctores que eran eximios lectores. Algunos de ellos escritores inclusive, y daba gusto. Archivo y corrección era un receptáculo, tipo de cosas que el público nunca se enteraba, un receptáculo muy importante de saber.
CU: Admiraba mucho a los diagramadores más veteranos que agarraban tu nota, la ponían sobre la palma de la mano y adivinaban qué tamaño iba a dar en la página. Eran extraordinarios esos tipos.
GF: Además uno les transmitía la idea, la captaban en el instante, entendían qué era lo importante, cuál llevaba foto.
CU: Aprendí muchísimo en Clarín. Nosotros estábamos en la sección Opinión, que era la sección donde estaban las opiniones editoriales del diario más una nota especializada, cada día distinto, un panorama económico, panorama religioso, panorama político y una determinada nota, que era de un colaborador externo.
Se supone que a las cuatro y media llegaba el blanco, pero el blanco venía siempre con un aviso. Periodismo era lo que se hacía en el blanco que te dejaba la publicidad.
GF: Nadie osaba a polemizar con el aviso. El aviso iba y estaba fijo ahí y nadie lo tocaba.
CU: Por supuesto, era sagrado. Un día entré al lugar donde estaban los cables y ya se había pasado la hora de empezar a trabajar y digo ‘esta cantidad de cables’, y bueno todos los días era lo mismo. Nosotros podíamos hacer tres o cuatro ‘clarines’ con la cantidad de material que no se utilizaba. Y ¿por qué no se utilizaba? El diario tiene una cierta dimensión y de eso no se puede pasar. Por otro lado, porque hay unos expertos que en el nombre del gusto de la gente, deciden, esos son los secretarios de redacción, los editores, deciden qué cosa va y qué cosa no va. Cuando lo descubrí me sorprendió muchísimo.
GF: El periodismo también es selección. Qué importa, qué no importa, qué le importa al medio también y qué no le importa.
CU: Claro, pero la excusa es la gente, lo que la gente quiere. Qué es lo que el lector está eligiendo. El nombre de ese presunto gusto se imagina que ya está decidido e impuesto; ahí se edita el diario.
GF: Y cuantas sorpresas surgen porque hay notas que nadie da nada por ellas antes, y cuando salen logran un impacto fuerte. ¿Cuál es tu nota? ¿Cuál es la nota que más recordás, la que te generó más satisfacción, la que hoy decís ‘che, salió bien’?
CU: Todas las entrevistas, por ejemplo, esas entrevistas que hice en Clarín muchas de ellas la verdad me gustaron mucho. Era la posibilidad de hacer entrevistas con tiempo, preparadas, teníamos más de una semana para entrevista, edición, para redondear la entrevista.
Hay muchas, la verdad que no puedo elegir, pero hay una que me resultó muy simpática porque no conocía al personaje y la tuve que hacer en tres días consecutivos por problemas de él, fue con Borges. En el 85 me di cuenta de que no lo conocía y que suerte que se la hice porque al año siguiente se murió.
GF: Los oyentes preguntan: ¿Creés que en el periodismo existe un clima anti intelectual que se ve reflejado en esa frase ‘no a la literatura’, a pesar de que la narrativa popular produjo el gran salto del periodismo? ¿Qué pensás de las nuevas tecnologías? ¿Cómo te llevás con las redes?
CU: Inevitablemente se corrobora, certifica y confirma que el periodismo es subjetivo. Todo lo que vino a partir del nuevo periodismo que se desarrolla desde la década del 60 a partir de que las grandes revistas de Estados Unidos deciden encargarle coberturas de notas a escritores, y eso me parece que enriqueció al periodismo.
Me viene a la cabeza una anécdota que se le atribuía a Osiris Troiani, que fue un gran periodista de internacionales. Trabajó en Primera Plana, después trabajó en La Opinión, ahí lo conocí yo.
Parece que estaba en Primera Plana en el momento en que en las redacciones se fumaba. Estaba escribiendo la nota sobre el asesinato de John Kennedy, cada tanto venia el cadete y le agregaba un cable que acababa de llegar. En un momento dado lo miró al pibe y le dijo ‘che déjate de joder, no te das cuenta que yo estoy escribiendo la historia’. Es probable, si uno llegara al día del asesinato a Kennedy, que sucediera de una manera, pero si uno pudiera rescatar la nota de Troiani, debe tener mucho de literatura.
GF: Ha habido una confusión entre línea editorial de la empresa y las jefatura. Hemos tenido grandes jefes de redacción en el periodismo argentino. Hemos tenido jefes de redacción que no se negaban a la literatura, al vuelo y al desarrollo del artículo sino que en algunos casos lo incentivaban.
CU: Mientras estuve, en esos 7 años, el secretario general de redacción era Marcos Cytryblum, y el segundo era Joaquín Morales Solá, y mi jefe directo era Roberto Guareschi.
GF: Eso que marcaste como un lugar de construcción colectiva que es la redacción, la zona de encuentro, de intercambio y de aprendizaje. ¿Pensás que se ha diluido con las nuevas tecnologías? ¿Hay demasiado trabajo por encargo? Que se refleja por mail, que se refleja a través de la redes, en vez de ir a la redacción y charlarlo con los compañeros
CU: Creo que sí. Eso se ha perdido. Por varias cosas, primero, y en órdenes de importancia, por la precarización. Cada periodista tiene necesidad ahora de tener varios trabajos para sobrevivir. Recuerdo que en 1969-1970 se podía vivir con una cadenita de colaboraciones. Las colaboraciones se pagaban en tiempo y forma. Ahora se pagan a los premios y mal.
Luego, la otra razón de ese cambio es la figura del editor. El editor es un puesto muy extraño, muy raro, y que tiene que ver sólo con una cuestión administrativa. El editor no es otra cosa que un buen redactor, adquiere la figura de editor después de un reclamo de aumento. Pero yo creo que cualquier periodista es un buen editor de su propia nota. Esa es una figura hoy por lo menos que me parece redundante.
También, en parte, cuando yo empecé, también había esas cosas. Yo empecé y era informante, me tocaba escribir enormes informes y después en la redacción alguien lo ponía en valor redaccional de acuerdo al estilo de la revista, de la revista Panorama o la revista Confirmado, lo que fuera. Después fui redactor, un día pedí aumento y me dijeron ‘bueno entonces, vas a ser redactor especial. Solamente tenía que ver con eso, con una cuestión de retribución.
GF: ¿Elegirías de nuevo este oficio?
CU: Sí, es el oficio con el que me gané la vida. Siempre. Es de lo único que laburé. Otra cosa importantísima, me pude ganar la vida cuando vivía afuera, en donde realmente no era nadie. Entonces me dijeron ‘bueno ok, sentate en la máquina y demostramelo’. Efectivamente eso hice. Cuando llegué a México, las máquinas eran eléctricas, no eran computadoras, pero tenían un teclado muy sensible al que me tuve que acostumbrar. Venia de la escudería de los pesaditos de mano.
GF: ¿Y algún libro? Qué le dirías a la gente, como lector, que le preste atención.
CU: Hay un libro, ya que estamos hablando de esto, que a mi me gustó mucho hacerlo y como quedó, se llama Redacciones. La profesión va por dentro. Es un libro del 2007 y cuento todas las redaciones por las que pasé. Es un libro muy crudo y muy sincero. Hablo con mucha franqueza de lo que es este laburo.
GF: ¿Alguna precisión más sobre el libro Redacciones? La verdad, me interesa especialmente.
CU: El libro está lamentablemente agotado. Podría ser un libro para reeditar. Otro libro que quiero mucho es el Seamos felices mientras estamos aquí, que tiene que ver con el exilio, son crónicas del exilio.
Lo empecé a escribir estando en México cuando me enteré que la Argentina le había declarado la guerra a Gran Bretaña. Lo termine de escribir acá y se presentó acá con una mesa que hoy sería imposible de reunir, por muchas razones, también por la grieta.
Los manuales, Días de radio, Estamos en el aire, el Paren las rotativas son libros que me marcaron y tuve la suerte de que entraran a los circuitos terciarios y universitarios y que todavía están vigentes.
GF: Has contribuido a la formación de generaciones de periodistas. Tengo la sensación de que más allá de los dilemas empresariales, sobre los que ya hemos hecho referencia, surgen nuevas camadas de jóvenes profesionales. Tengo grandes esperanzas en un nuevo periodismo en Argentina.
CU: En el 2018, hice un libro de puras ganas de hacerlo que se llamó Entrevista a 35 periodistas jóvenes. Entre la grieta y la precarización. Son todas chicos y chicas que tenían ya una carrera hecha, con un lugar obtenido.
En uno de los capítulos del libro les pedí a ellos que mencionaran periodistas que le interesaban de su edad, de su generación por su trabajo, y la cantidad de periodistas que mencionaron suman 300. Entre esos 300 y pico de periodistas está lo que se viene o lo mejor de este momento del periodismo argentino.
En este momento hay experiencias super interesantes como las radios sostenidas por sus oyentes. Eso me parece un acto de avance de la ciudadanía, un acto democrático. La decisión de alguien que no tiene que ver con la radio que dice ‘bueno el mensaje de esta radio, o de este medio, de este online, de este diario, me interesa, no quiero que desaparezca, en la medida de mis posibilidades voy a aportar algo para que esto no ocurra’. Esto me parece super interesante, Futurock, La Patriada, El Destape, Congo, Caput, Radio Gráfica, por supuesto.
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