Por Matias Strasorier y María Rizzo*
El puñado de hombres y mujeres embanderados de celeste y blanco, mezclado con consignas cargadas de propiedad y republicanismo, son empujados a las calles para cuidar los privilegios de un minúsculo grupo que se queda con la riquezas, mientras lo mira por TN.
Durante el 2020, en plena pandemia, Vicentin se fue la propiedad privada a defender. Todo el equipo completo, como te contamos en el informe de investigación “Vicentin: La Estafa Blanca”, salió a la cancha: Los dueños de la pelota; los relatores; los referí; y los barras. Y tras dar esa batalla victoriosa, la avanzada de la trasnacional Glencore parece no tener quien la pare.
El 2021 continúa con la disputa puesta sobre la estructura de comercialización del sector cerealero y oleaginoso, claro es que éste, está en el podio de competitividad a nivel global. Las condiciones de suelo, clima y cercanía a una salida al atlántico por vía fluvial, se conjugan con la estructura tecnológica, haciendo que en un radio de 300 km2 se desarrolle un polo productivo, agroindustrial y tecnológico altamente intensivo en conocimiento. Los otros dos competidores por el mercado global, EEUU y Brasil, presentan su estructura de salida al tráfico internacional a unos 1500 km de sus polos productivos.
El tráfico de mercancía es una disputa histórica, John William Cooke sabía de su importancia, sin soberanía del tráfico no hay independencia económica, por lo tanto la justicia social se hace una utopía carente de materialidad. Eso que entre el 45 y el 55 se disputó al igual que en el siglo XIX, era la madre de las batallas: “Uno de los medios más eficaces para dominar política y económicamente a un país, consiste en limitar la <<soberanía del tráfico>>”. Cooke citaba al alemán List, el principal impulsor de los ferrocarriles en Alemania, para argumentar la importancia de un Estado protagonista de la economía. Otra derrota que la clase privilegia logró por medio de las bombas y el aniquilamiento de los opositores.
Lo que post 2008 y 125, parecía ser un sendero de profundización del proyecto nacional y popular, se encontró con el bombardeo mediático, el lawfare, entre otras herramientas “democráticas” que las clases privilegiadas supieron utilizar a su favor. La corta era macrista ordenó en segundo los privilegios que la chusma descamisada les había arrebatado. Ya no se podía andar en patas con la estufa encendida, eso era para gente como “ellos”.
El resultado salta a la vista, la catástrofe amarilla se agravó por la pandemia global de COVID-19. Las muertes y los contagios exacerbaron aún más las desigualdades de un sistema que concentra riquezas y reproduce miseria, destruye lo que toca vorazmente con el único fin de que sus amos acumulen insaciablemente dinero. En Argentina, el 64% de los menores de 17 años viven en la pobreza; y el 35% en inseguridad alimentaria.
Mientras las acciones de la empresa de Galperin, Mercado libre, es la acción de Wall Street más operada en la bolsa local, según Instituto Argentino de Mercado de Capitales (IAMC). Y se fugan en dólares el equivalente al 60% del PBI según el INDEC.
Este 9 de julio se cumplen 205 años de la declaración de la independencia, pasó mucha agua bajo el puente, mucha lucha, aunque el mitrismo intente esconderlo. La clase privilegia, especuladora y rentista, al igual que hace 205 años, defiende su noble hidalgía, su privilegio de vivir sin trabajar.
En el 2021 el foco está en la Cuenca del Plata, esa ruta fluvial que controlan los amos del mundo en sociedad con la oligarquía parasitaria argentina, todo en una estructura conformada por una red de empresas y grupos trasnacionales que manejan la semilla, el financiamiento y el comercio. La vía por donde transita el 80% de las mercancías que la estructura socio productiva nacional produce. ¿La consigna será “todos somos Jan De Nul” o “todos somos Cargill”? Hace 75 años todos fueron Braden, con lo cual no sería una sorpresa.
Nosotres disputamos la independencia económica, la soberanía política y la justicia social. Sin los cuerpos y las mentes predispuestas para esta lucha, seguramente la licitación que acordaron con Dietrich, a cambio de un montaje jurídico vulgar basado en fotocopias, hoy sería un hecho.
Sabemos que la Cuenca del Plata seguiría siendo la Hidrovía, sin la batalla que desde el 2020 venimos dando las organizaciones, centros de estudios, actores políticos, etc. Con diferencias y matices pero con la claridad de estar obligados por la vuelta, este 9 de julio luchamos por la independencia, y por el sentido de ser nacional y popular.
(*) Integrantes del Centro de Estudios Agrarios
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