Por Carlos Aira *
Amancio Alcorta al fondo. Junto a las vías del ferrocarril, frente a la vieja Quema. Allí fue feliz. Doscientos metros. No más. En el corazón del viejo Parque de los Patricios, a escasos metros del Palacio Tomás Adolfo Ducó (¡Justó él, quién lo fue a buscar a su casita de Ensenada y lo llevó a Huracán cuando no era nadie!), está ubicada la calle Herminio Masantonio.
¿Masantonio fue un mito agrandado por el tiempo? ¿Existió un centrodelantero capaz de marcar más de 250 goles vistiendo la camisa con el globo en el corazón? Sí, fue todo eso, y mucho más. Herminio Masantonio representó a un barrio. Para aquel Parque de los Patricios, populoso y tanguero, Herminio fue un goleador implacable que no tenía reparos en plantarse y fajarse con quien fuera necesario con la noble determinación de las causas justas.
EL PRIMER MASANTONIO
Herminio nació en Ensenada en el seno de una familia de inmigrantes italianos. Nació con el centenario, el 5 de agosto de 1910, en una casa ubicada en Mitre 720. Su primer equipo fue Contra viento y marea. En verdad eran once pibes barderos que buscaban rivales para apostarles naranjas o cervezas. Según propias palabras de Masantonio “las mismas siempre terminaban sobre nuestras molleras”.
Su carrera comenzó en el club Villa Alberino Sportivo, liga platense. Allí debutó en cuarta división. Año 1926. En 1929 pasó al Club Platense de la misma liga. Su fama crecía junto a sus goles. Tanto, que en mayo de 1931, días antes de implementarse el profesionalismo, llegó la noticia que cambió su vida.
HERMINIO Y HURACAN
Mayo de 1931. Comienza el fútbol profesional en Buenos Aires. Herminio Masantonio, de jóvenes 21 años, no pensaba en el fútbol, si en el boxeo, deporte que practicaba con asiduidad. Pero una tarde su apellido se ligó al de un teniente que será leyenda en Parque de los Patricios. Era Tomás Adolfo Ducó, militar ligado al Club Atlético Huracán, y años después histórico titular de la institución.
Informado de sus condiciones – y ante la necesidad de contratar un centrodelantero urgente – Ducó envió un soldado a su casa. Luego del imaginable susto, Masantonio marchó hacia la sede de avenida Amancio Alcorta, donde en cuestión de minutos firmó contrato profesional.
Debutó en la primera fecha de 1931. Fue ante Quilmes de visitante. Ganó Huracán 5 a 1, y según sus propias palabras “esa tarde marqué el gol más formidable de mi vida. Tomé la ball en el centro del campo. Sorteé al half izquierdo, al centrehalf y a los dos backs, rematando con tanta fuerza que no sólo el goalkeeper no alcanzó a divisar la trayectoria de la pelota, si no que muchos solo oyeron un tremendo pelotazo en uno de los postes y nada más“. Esa fue su carta de presentación.
EL MITO DEL GUAPO DE PARQUE DE LOS PATRICIOS
Fanático de Boca Juniors hasta que una tarde de 1931 falló un penal ante los xeneizes y la hinchada boquense se cansó de reírse e insultarlo. Pronto se convertirá en hincha y símbolo quemero. En su temporada inicial marcó 23 goles, quedando a 10 de Máximo Zozaya, goleador del certamen. Formó delantera con el negro Alejandro De los Santos, ídolo de la hinchada. En 1932, asentado, no solo fue goleador, si no el pibe terrible. Se recuerdan tanto sus duelos, como sus peleas. Como aquella tarde de 1933, cuando se agarró a trompada limpia durante un largo rato con Gregorio Esperón. Fue de visitante – como le gustaba – en la vieja cancha calamar de Manuela Pedraza y Crámer. Se encontraron en el córner cercano a la salida de vestuarios. Se dieron sin que interviniera el arbitro hasta que se sacaron las ganas. Pero a no confundirse: Masantonio no era un matón.
Masantonio era temperamental. Leal. Alto y fuerte. Sólo reaccionaba ante alguna jugada ríspida o al que lo chamuyaba. Esa era una invitación inevitable al pugilato. En 1933 marcó 16 goles, pero se recuerda su partidazo ante San Lorenzo en Avenida La Plata, que rompió una racha de años que tenía su equipo sin ganar en el Gasómetro. En 1934 marcó 23. Al año siguiente bajó su producción, pero sumó un ala con el cual hará historia: Emilio Baldonedo. Con el paso de los años su producción goleadora creció al ritmo de los pibes que surgían del semillero huracanense.
Dueño de un estilo singular. Masantonio no fue un típico centrodelantero torpe de su época. Era hábil. Sabía parar la pelota, peinarla, gambetear. Tendía a abusar de su gambeta. Pero jugaba lindo y brindaba espectáculo. Como lo definió un cronista de época: “era un centrofoward que a cuarenta metros del arco es Bernabé y a tres metros, Nolo Ferreyra“.
En 1939 formó conformó una delantera muy recordada en Parque de los Patricios: Rubén Perdomo, Ramón Guerra, Herminio Masantonio, Emilio Baldonedo y Plácido Rodríguez. Ya veterano adquirió una costumbre inaudita para su época: cambiar posiciones. Bajaba a la defensa o se colocaba de centrehalf, despertando la ira de la Directiva, que lo multaba por una sencilla razón: Masa tenía que hacer goles.
En 1941 el referente fue secundado por los desfachatados que subieron a primera: Tucho Méndez, Llamil Simes y Delfín Unzue. Ya no era el mismo jugador que una década atrás, pero le alcanzaba para ser goleador y símbolo del Globo.
FUERA DE PATRICIOS
A los 34 años, la directiva entendió que ya había dado todo. Se le dio el pase y fichó para Defensor de Montevideo. Jugó poco tiempo en Uruguay. En abril estaba nuevamente en el país. Por 10.000 pesos firmó para Banfield. Con la camiseta verdiblanca jugó nueve partidos, convirtiendo dos goles.
MASANTONIO EN CELESTE Y BLANCO
En épocas donde la convocatoria al seleccionado era un honor. Masantonio disputó 19 partidos, marcando 21 goles, entre su debut, el 6 de enero de 1935 (4 a 1 a Perú, Sudamericano de Lima) y el 7 de febrero de 1942 (0-1 ante Uruguay en el Sudamericano).
Masantonio entró en la historia al convertir el gol más rápido del seleccionado argentino. Fue el 11 de noviembre de 1937, en la goleada 5 a 1 ante Uruguay en el Centenario. Masa recibió en el área tras pase del Charro Moreno, y convirtió a los 23 segundos de juego. El Mortero de Patricios fue goleador de los sudamericanos de 1935 y 1942. Pero como una cruz en su carrera, nunca pudo consagrarse campeón.
EL HOMENAJE DE UN BARRIO
Una vez retirado, siguió de cerca a su Huracán. Enfermó en forma terminal muy joven. Estuvo internado en el pabellón modelo del Hospital Rawson. Allí recibió infinidad de visitas. Pero una lo emocionó. Era Gregorio Esperón, aquel aguerrido centro half de Platense, con quién se trenzó en una rosca infernal. Lo acompañó en la agonía, como lo que fueron: guerreros con honor.
En el crepúsculo del martes 11 de septiembre de 1956, su vida se apagó. Fue velado en la sede de Huracán, con un barrio que se sumó en triste luto. Parque de los Patricios que años más tarde, el 17 de marzo de 1996, inauguró un monumento en su memoria. Construido por el ingeniero Manuel Villa, está ubicado frente a la sede social del club, en Avenida Caseros. Su nombre también se encuentra en una de las calles del barrio.
En noviembre de 2006, Néstor Vicente – ex presidente del club – presentó una biografía de Herminio Masantonio. Su título engloba una definición de su vida: Amor por la camiseta.
(*) Periodista. Historia AFA. Conductor de Abrí la Cancha (Lunes a viernes, de 20 a 21hs. Domingos, de 23 a 00hs)
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