El pasado 7 de octubre, la Secretaría de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de Nación, aprobó, bajo la resolución 41/2020, el primer trigo transgénico del país, el cual incorpora la tecnología HB4 que produce una mutación genética en la cadena biológica del alimento, por la cual puede resistir a la sequía y tolerar el agrotóxico Glufosinato de Amonio. Pérdida en términos de soberanía alimentaria, y giro total en la agenda agroecológica.
Por Juan Patricio Méndez*
La publicación de la resolución en el Boletín Oficial causó revuelo. Desde grupos ambientalistas hasta miembros de la economía popular, pasando por lobbistas empresariales y ciertas cúpulas institucionales. Es que la autorización para comercializar trigo transgénico de la empresa Bioceres (ad-referendum del visto bueno del Brasil, principal destino de exportaciones con el 85%), supone un giro copernicáno en materia de agenda verde. Se trata de un “evento biológico (IND-ØØ412-7)” que combina la tecnología HB4, la cual resiste la sequía y tolera el herbicida Glufosinato de Amonio.
La transgénesis es uno de los tantos mecanismos de manipulación de los alimentos, y uno de los principales estadíos contrarios a la Soberanía Alimentaria. El derecho a acceder a una alimentación saludable y soberana debería ser una garantía a nivel federal (e internacional, por supuesto). Sin embargo, el lobby empresarial sumado a la ausencia de una fuerte política pública regulatoria en el uso extensivo de agroquímicos, coloca a esta resolución como una amenaza a la producción agroecológica y a la salubridad de los suelos y alimentos.
HB4: De venenos e impactos ambientales
Es un evento biotecnológico, desarrollado por la empresa estatal Bioceres, por el cual se lleva adelante un proceso de mutación genética. En esta intervención del genóma, la planta es modificada por un lado insertando un gen que aumenta la resistencia a la sequía y al estrés hídrico; y por otro, aplicando otro gen que tolera el Glufosinato de Amonio y el Glifosato, en acción conjunta o ambos por separado.
Esta implementación de la técnica moderna sobre la naturaleza busca aprovechar el estado de crisis hídrica que sufre el territorio nacional, con todas las sequías ocurridas este año, sumado al abuso de agua en distintos puntos de la industria extractiva. Sin embargo, lo que no se toma en cuenta en este proceso de manipulación genética alimentaria, es que es la misma política de extracción a gran escala, sumado al abuso en la utilización de fitosanitarios, herbicidas y agrotóxicos, la que avanza hacia un cambio climático y en contra de la sustentabilidad ecosistemática y de los suelos.
Hecho el problema, hecha la solución. Dado una vez el conflicto ambiental, perpetrado a gran escala en todo globo, los responsables del asunto ofrecen una solución para “mejorar el rendimiento de los sectores abatidos por la sequía”. Traducido, el agronegocio busca expandir su frontera comercial, abordando terrenos imposibles y mutando genéticamente a las plantaciones, a los fines de reproducir este status-quo de privilegio económico. Que es sordo a las demandas de los pueblos y del ambiente.
Un estudio, publicado en 2017 por la Revista Conflictos Ambientales de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuya autoría pertenece a Cecilia González Calixto, María Elena Moreno Godínez, Mreiya Maruris Reducindo, María Elizabeth Hernández Ochoa, Betzabet Quintilla y Mayrut Actosa, sostuvo que, en ratones, “la exposición a Glufosinato de Amonio induce incrementos en la incidencia de partos prematuros, anormalidades y abortos en hembras preñadas, así como un retraso en el desarrollo del cigoto de preimplantación”. Asimismo, la OMS lo catalogó como “moderadamente peligroso (Grupo II)”. Hablando, estos términos, volvemos a encontrarnos con veneno.
El licenciado en Química y experto en temáticas ambientales, Damián Marino, explicó que “para dimensionar, mientras que la ingesta diaria admitida “segura” de glifosato según la FAO es 0,3 miligramos por kilo, para el Glufosinato es de 0,02 miligramos por kilo (de peso corporal), lo que implica 15 veces menos”. Los efectos del agroquímico son conocidos, y cabe destacar que la comunidad científica lo ha catalogado como neurotóxico, así como también, en suelos arenosos, por ejemplo, es persistente y móvil.
Marino añadió que “es tóxico para los microorganismos beneficiosos del suelo, es una amenaza para las plantas silvestres, es tóxico para algunos organismos acuáticos, y puede aumentar la lixiviación del nitrógeno en los suelos”, es decir, el desplazamiento de dicho componente por la superficie del terreno.
Hacer foco en la “resistencia” a la crisis hídrica muestra solo una cara del problema. Es que no se trata, meramente, de la posibilidad productiva en terrenos secos. Sino que encubre la aplicación del Glufosinato de Amonio, más tóxico que el glifosato, que incrementa los niveles de amonio en las plantaciones. Andrés Carrasco, ex presidente del CONICET y referente en estudios sobre agrotóxicos y sus consecuencias en el país, detalló en vida que “el glufosinato en animales se ha revelado con efectos devastadores. En ratones produce convulsiones y muerte celular en el cerebro. Con claros efectos teratogénicos (malformaciones en embriones). Todos indicios de un serio compromiso del desarrollo normal”.
Este herbicida es uno de los conocidos como “de recambio” al Glifosato. Una especie de suplente del jugador titular, que ingresa a la cancha del agronegocio para mantener el resultado del lobby empresario y de la crisis ambiental. Un partido que el extractivismo viene jugando hace mucho tiempo, y que plantea cada batalla de forma estratégica, arbitrando medios (de comunicación) y cercanías con funcionarios e instituciones públicas.
El Glufosinato de Amonio produce la muerte de las plantas alcanzadas por el químico. De esta forma, el agrotóxico busca eliminar toda la maleza, arbusto o planta, para que el Trigo HB4 pueda expandirse rápidamente. En un severo ataque a la biodiversidad de las especies vegetales, este químico, literalmente, produce la muerte de todo lo que alcance, menos de una variedad exclusiva de plantación, que es aquella tolerante al Glufosinato.
Abro HILO respecto al tema del uso del Glufosinato asociado al trigo. Tenemos +20años estudiando al glifosato y aun luego de tanta evidencia en Argentina no hay regulación, no hay ningún justificativo ético ni científico para la aprobación del Trigo HB-4👇 @LEBasterra
— Damián Marino (@DaminMarino1) October 12, 2020
Uso de glifosato (y agrotóxicos)
Es de público conocimiento que Argentina se ubica en el top de naciones que más agrotóxicos utilizan. Según un informe de la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (RENAMA), publicado en el año 2019, son casi 500 millones de litros de agroquímicos los utilizados en campos para fumigar. En Radio Nacional, Eduardo Cerdá, asesor agroecológico y fundador de la Red, aclaró que “en los 90 Argentina usaba 38 millones de litros de agroquímicos en el sector agropecuario, el año pasado se superaron los 500 millones de litros”.
Por el uso masivo de Glifosato, muchas variedades de plantas generaron resistencia. Es por ello que la solución que se visibilizó en el horizonte industrial y extractivo no fue una transformación de las metodologías productivas, ni mucho menos el fomento a la transición agroecológica. La búsqueda de nuevas combinaciones químicas, en conjunto con la alteración de los genes vegetales, fueron los movimientos principales en las grandes industrias. El modelo va hacía la utilización de más venenos, y si bien parece contradictorio, muchos portales agropecuarios y agrícolas han festejando esta innovación.
La adopción de una variedad resistente a los herbicidas implicará un aumento en el uso de agroquímicos y más fumigaciones en el territorio. La decisión de dar curso a un evento como el que se anunció a través del boletín oficial, pone en jaque los horizontes de la agenda verde establecida a principio de año, y reafirmada hace un mes con la presentación del Plan de Políticas Ambientales.
Los anuncios realizados por la cúpula ejecutiva y gubernamental, en referencia al cuidado del medio ambiente, van a contramano de esta decisión. Por un lado, el aumento en el uso de agroquímicos implica más exposición de la ciudadanía a venenos de todo tipo. El ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Juan Cabandié describió a los agroqúimicos, en aquella oportunidad de apertura de sesiones, como “venenos” que atentan contra la salud humana.
A su vez, Alberto Fernández planteó la necesidad de modificar de raíz el esquema productivo a nivel nacional. La creación de la Dirección de Agroecología implicó, en su momento, un gran avance en estos términos, y más cuando se trata de concretar definitivamente la transición hacia un modelo sustentable de producción de alimentos, así como de pureza nutritiva y sin contaminantes. Sin embargo, la resolución 41/2020 va en contra de estos planteos previos, ya que la transgénesis y los agroquímicos no son compatibles con la soberanía alimentaria, ni tampoco con el desarrollo de cultivo natural, sin intervención química, planteado por la agroecología.
Una voz autorizada sobre dicho concepto es la de Myriam Gorban, investigadora, doctora Honoris Causa y titular de la cátedra de Soberanía Alimentaria de la Universidad de Buenos Aires. Soberanía Alimentaria es un concepto político, y se refiere a la “capacidad de cada uno de los pueblos para implementar y definir sus propias y particulares políticas y prácticas agrarias en virtud de sus metas sostenible y de seguridad alimentaria”. Salubridad, nutritivo y propio. Horizontes de los pueblos para marcar una independencia en el plano nutricional, y que el agronegocio, con sus políticas extractivas, pone en riesgo continuamente.
Es que, por más que lavemos las verduras, las frutas y nuestros alimentos, el SENASA informó, en el 2019, que existen 52 variedades de agroquímicos existentes en distintas hortalizas o vegetales que están a la venta. Es decir que la ingesta de venenos es permanente, y la probabilidad de contraer enfermedades (oncológicas, gastrointestinales, crónicas y autoinmunes) es constante.
¿Comeríamos todo lo que comemos si sabemos lo que estamos comiendo?, aclara Soledad Barruti en su libro Mala Leche, que plantea la existencia de un “juego de seducción que hacen las marcas a través de la maquinaria de una mega industria que adentro tiene mil industrias. La de los aditivos, la de la publicidad y el marketing y la de la nutrición”.
El veneno a la carta: Glufosinato de Amonio
Andrés Carrasco explicó, en el año 2012, que el Glufosinato de Amonio era altamente perjudicial para la salud humana, y señaló que “Bayer lo retiró del mercado por provocar malformaciones”. Esto último es un factor común de muchos agroquímicos que aún se siguen utilizando y que continúan perjudicando la salud de la sociedad.
Carlos Manessi, integrante del Centro de Protección a la Naturaleza (Cepronat) y la campaña Paren de Fumigarnos, señaló que “vamos a tener en el futuro un elemento transgénico metido en la comida las 24 horas de los argentinos, que es resistente no sólo al glifosato sino también al glufosinato de amonio, un veneno peor. Desde la medialuna hasta el biscocho del mate. Estamos muy preocupados por las consecuencias en la salud de nuestro pueblo”.
En el año 2019, algunas organizaciones como la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra) y el Foro Ecologista de Paraná firmaron un documento rechazando la transgénesis del trigo, y a su vez, explicaron que se multiplicaría el uso de agroquímicos. Además, señalaron la peligrosidad del glufosinato: “el glufosinato es más tóxico aún que el glifosato (prohibido en muchos países por su alta toxicidad y sus efectos cancerígenos, neurotóxicos, genotóxicos)”.
La UTT, en relación a la resolución 41/2020, emitió un comunicado en relación a la normativa, y aclaró que “al 40,9% de pobreza, a la emergencia alimentaria y al ecocidio sobre nuestros bosques, los combatimos con agroecología y acceso a la tierra, no con pan transgénico. Repudiamos la aprobación en la Argentina de un nuevo trigo transgénico”.
Del otro lado, el actual Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, Roberto Salvarezza, expresó que se trata de una tecnología “que permite obtener semillas más tolerantes a la sequía, minimizando pérdidas de producción”. Añadió, también, que “la ciencia argentina empieza a ser más visible”. Desde algunas instituciones nacionales se mostraron a favor de la resolución, así como también el CEO de Bioceres, Federico Trucco, quien mencionó que “Argentina se animó a liderar este proceso de transformación tecnológica a nivel internacional, llevando la ciencia argentina a lo más alto del mundo en la biotecnología agrícola”.
Junto a autoridades del @CONICETDialoga , @UNLitoral y @grupobioceres, anunciamos la aprobación del trigo HB4® en Argentina.
Se trata de la primera aprobación en el mundo para eventos de tolerancia a sequía en trigo.
Más info: https://t.co/bKnDS6rNuE pic.twitter.com/S8wOCL1K0k
— Roberto Salvarezza (@RCSalvarezza) October 8, 2020
Lobby y gubernamentalidades de un lado, y organizaciones sociales y ambientalistas por el otro. La bienvenida por aquí, y la amenaza por allá. La transgéneisis y la entrada de agroquímicos nunca es positiva en términos de salubridad y nutrición. La soberanía alimentaria se encuentra degradada en este aspecto, así como también la biodiversidad se ve vulnerada.
Acción por la Biodiversidad emitió un contundente comunicado con la consigna “Con nuestro pan, No”, en donde plantea la necesidad urgente de rever la resolución. 20 puntos en donde queda explicitado que la presencia de amonio en nuestras comidas diarias traerá, aparejada, una gran crisis sanitaria, ambiental y social en términos de salubridad. “La autorización va en contra de las recomendaciones de los órganos internacionales de protección de los derechos humanos a nuestro país”, señala uno de sus postulados.
Pan de cada día, veneno de siempre. El trigo transgénico en la mesa supone un peligro para la población. Basta de agroquímicos. Por un paso hacia definitivo hacia la agroecología y por el fin de la transgénesis, el agronegocio y el extractivismo.
(*) Columnista de Ambientales en Abramos la Boca (Lunes a Viernes de 16 a 18 horas) / Radio Gráfica 89.3
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