Por Sergio Fontana *
Primera batalla ganada a los ingleses
Entre 1806 y 1807 los ingleses invadieron Buenos Aires, Colonia del Sacramento y Montevideo. Su objetivo era establecer el libre comercio. Luego de ser rechazados por las milicias hispanoamericanas se inicia un proceso político por el cual en 1808 -año en que se forman las Juntas Populares en España, en Alto Perú, Quito, y Caracas- se sustituye al virrey Sobremonte por el militar Santiago de Liniers, héroe de la Reconquista. Veamos cómo se encadenaron los acontecimientos.
La primera invasión (1806) logró desembarcar en las costas de Quilmes y ocupar la ciudad de Buenos Aires, capital del Virreinato del Río de la Plata que había sido abandonada por el Virrey Sobremonte, quien se había replegado hacia Córdoba. Los ingleses no planteaban la independencia de España. Únicamente vinieron con ideas y objetivos de libre comercio y juramento de lealtad al rey Jorge que es acatado por casi todos los funcionarios (una excepción es la de Manuel Belgrano que dijo: “el amo viejo o ninguno” y partió a la Banda Oriental). Los grandes comerciantes criollos saludaron al invasor, dándoles su bienvenida (Mariquita Sánchez, futura esposa de Martin Thompson, se manifestó contenta porqué los ingleses traían “jabón con olor”).
En cambio, el pueblo rechazó desde un principio a los invasores. El historiador José María Rosa cuenta que en la posada ‘Los Tres Reyes’ una camarera se indignó al tener que servirles a los oficiales ingleses allí presentes. Los esclavos se mostraban altaneros, lo que obligó a Beresford, jefe militar inglés, a largar un Decreto que indicaba que los negros y mulatos esclavos debían obedecer a sus amos bajo severas penas.
Al día siguiente de la invasión inglesa un catalán, José Fornaguera, planeó acuchillar de noche a todos los ingleses. El plan fue seguido por Martín de Álzaga (comerciante monopolista español), el español americano Juan Martin de Pueyrredón y Santiago de Liniers (de origen francés). Se sumaron también “hombres de ideas”. Se tramó finalmente ir a buscar a Montevideo a 1000 veteranos, colocar minas debajo del Fuerte (Casa Rosada) y La Ranchería, y se creó un “ejercito invisible” que, organizado en células secretas, se destinó a operaciones de guerrilla.
Liniers partió a Montevideo y logró reunir 650 soldados con los que cruzó el río en medio de una feroz sudestada que paralizó a los ingleses y los obligó a no levantar anclas hasta que pasara el temporal. Liniers esperó el pico de la sudestada (3 de agosto) para cruzar el río entre los navíos anclados del comodoro Popham, desembarcando entonces en Tigre y acampando en San Isidro el 5 de agosto. El 9 de agosto se encontraron en Chacarita de los Colegiales, engrosados por los húsares que reclutó Pueyrredón y por voluntarios que se fueron sumando. El 10 de agosto, finalmente, llegaron a los Corrales de Miserere desde donde se le envía una intimación al general ingles Beresford.
Beresford controlaba Retiro (donde estaba el arsenal militar), la Plaza Mayor (luego plaza de la Victoria y actualmente plaza de Mayo), la Recoba y el Cabildo. Si eran desalojados la decisión era sostener la Fortaleza. Desde esas posiciones los ingleses se dispusieron a resistir frente a los 6.000 hombres con los que contaba Liniers, de los cuales 600 estaban bien armados. El resto eran orilleros que habían llegado para rechazar al invasor con sus chuzas y sus viejos trabucos. Incluso se sumaron niños como por ejemplo Juan Manuel de Rosas que a sus 13 años participó de la resistencia sirviendo un cañón. El 11 de agosto se atacó la escuadra enemiga. En esa jornada Martín Miguel de Güemes, el futuro padre de los pobres de Salta, tomó a caballo una cañonera inglesa varada en el rio.
El 12 de agosto se atacó la Plaza Mayor. El combate se generalizó y el pueblo todo junto al naciente ejército popular y miliciano lograron rodear la plaza Mayor. Una multitud que gritaba e insultaba a los ‘piratas herejes’ llenó la plaza. Fue tal la ebullición popular que incluso Manuela Pedraza, “La Tucumanesa”, ahorcó a un inglés con sus propias manos. Beresford ordenó finalmente la retirada hacia el Fuerte (actual Casa Rosada). Los ingleses levantaron el puente levadizo y el pueblo hispanoamericano se agolpó contra el Fuerte. Los ingleses debieron rendirse definitivamente, arriando su bandera. Posteriormente se alzó el pabellón español ante los vítores de los criollos. Luego, el día 20 de agosto, Beresford firmó la capitulación inglesa ante Liniers.
Fue la primera victoria latinoamericana contra el imperio inglés. Fue también el nacimiento de nuestro ejército.
Los ingleses vuelven a intentarlo y vuelven a ser derrotados
La segunda invasión sucedió en 1807 donde los ingleses lograron tomar la ciudad de Montevideo. Sin embargo, fue rechazada por las milicias bonaerenses, paraguayas y de las provincias norteñas (arribeñas) del Virreinato. También, incluso, se habían ofrecido a participar en la defensa algunos caciques pampeanos. En Buenos Aires, Álzaga y Liniers dirigieron la gesta: se levantaron barricadas, se combatió casa por casa, arrojándoles a los ingleses piedras y agua hirviendo desde las terrazas. Esta vez los invasores no lograron tomar el Fuerte, y se rindieron instantáneamente.
Tras los dos fracasos, no volverían a insistir con una intervención militar hasta lo que sería la Vuelta de Obligado, batalla en la que fueron derrotados una vez más, pero esta vez de forma diplomática por el gobierno de la Confederación Argentina dirigido por Juan Manuel de Rosas. Es por Vuelta de Obligado que José San Martin le regaló su sable a Rosas, manifestando en carta al Brigadier la que luego sería una de sus máximas: “Ahora los gringos sabrán que los criollos no somos empanadas que se comen así nomás sin ningún trabajo”.
(*) Historiador del CEMO (Centro de Estudios para el Movimiento Obrero)
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