EL PRECIO DE LOS ALIMENTOS, LA INFLACION, LOS MONOPOLIOS y LA NECESARIA PREPARACION PARA PLANIFICACION, DIRECCION y CONTROL DE LA PRODUCCION EN MANOS DE LOS TRABAJADORES.
“Saboteadores que quieren rendir la patria a la voracidad de los imperialismos y que son los mismos que mienten anunciando el racionamiento de alimentos (…). Esos mecanismos serán extirpados, porque antes de tirarse fruta, por ejemplo,
ha de crearse un mercado de excedentes para darla a quienes no la puedan consumir,
en base al nuevo principio constitucional de poner la propiedad en función social”
D. Perón, 1949.
“Una tarea fundamental durante el año que viene es alinear salarios y jubilaciones, precios,
sobre todo los de los alimentos, y tarifas”
CFK, 17 de diciembre 2020
No hay lugar de trabajo, fábrica o taller en donde los trabajadores y trabajadoras no estemos discutiendo la brutal suba en los precios de los alimentos, las tarifas y la inflación en general.
En la Argentina somos 45.000.000 habitantes. La pobreza alcanza a un 47,5% de la población, 21.375.000 de personas, y la inseguridad alimentaria al 14% de la población, 6.300.000 de compatriotas que pasan lisa y llanamente secuencias de hambre. A su vez, quienes sí podemos acceder a los alimentos pagamos por ellos un 44,5% más que hace un año atrás; llegando la inflación en algunos rubros al 78,8% interanual (como las frutas), 62,5% (las verduras y legumbres) o un 55% (carnes y derivados).
Para el grueso de los trabajadores, esto se agrava: se estipula que una familia gasta, en promedio, el 33% de sus ingresos en alimentos, aunque ese 33% es un promedio, donde el 20% de ingresos más bajos gasta casi un 50% de su ingreso en la comida, y el 20% más rico solo gasta un 29%.
Es así que, a pesar de ciertas ráfagas de optimismo, basado en las perspectivas de crecimiento del 5,5% de la economía para este año, cuando venimos de una caída del 12% y de un supuesto “control” de la inflación en base al comparativo del 36 por ciento de 2020, contra el 53,8% del último año del marmota, la única verdad es que la economía local, atada en su dependencia estructural a los países centrales y los grupos financieros globales, “volvió” a entrar de lleno en un régimen de alta inflación, empujada por los grandes grupos concentrados del complejo agroindustrial.
La idea cierta que tenía Alberto Fernández de construir una Argentina en donde “todos puedan comer en sus casas y vivir modestamente bien” cae por tierra bajo el desquiciado proceso de “transferencia” de riquezas (ROBO) que sufre la clase trabajadora a manos de estos grupos locales y los capitales globales que, como resultado de la competencia anárquica, se disputan entre sí la succión de valor para extender su agónica existencia agudizando la concentración y centralización de capitales.
Cristina Fernández hace poco planteó que por más que se alcance el gobierno del Estado y se ocupen todos sus cargos, desde ahí no se controla más que el 20% del poder. Porque cuando se quiere avanzar en transformaciones profundas, que revoquen intereses del poder económico concentrado para conquistar nuevos niveles de justicia social, éste poder, el Estado profundo, impide y bloquea ese avance.
Entonces la batalla contra la inflación, la lucha por construir un país en el cual “todos podamos comer y vivir modestamente bien”, está absolutamente ligada a resolver el carácter concentrado y dependiente de nuestra economía nacional. Al igual que hace más de 200 años, sigue planteado resolver nuestra independencia y nuestra soberanía pero sabiendo que ya no nos enfrentamos como en aquel entonces al incipiente capitalismo inglés, que movía los hilos detrás de las Coronas de España y Portugal, en plena expansión de comienzos del siglo XIX, sino que ahora la lucha es contra el Imperialismo en el siglo XXI, que no es más que el capitalismo en descomposición, con dominio del monopolio y el capital financiero-parasitario.
Un poco de historia
Ya en el primer gobierno de Perón, el incendio de campos y la caída de la superficie sembrada por decisión de los dueños de la tierra de no producir alimento, para sabotear la experiencia de la clase obrera en el gobierno del Estado, marcó un modus operandi; desabastecimiento, acopio y una espiral inflacionaria, sumado al impacto en la caída de las divisas que un país dependiente como el nuestro necesitaba como el agua para importar la maquinaria para desarrollar los sectores estratégicos de la producción nacional.
Durante los gobiernos populares de Néstor y Cristina, la política de retenciones apuntó a cortar el emparejamiento de los precios internos de los alimentos con su valor de exportación. Aunque desde el razonamiento lógico podría esperarse lo contrario, lo cierto es que en nuestro país cuando los dueños de la tierra dejan de pagar retenciones, el precio de los alimentos se dispara, no baja porque en la medida en que la exportación no se grava, nos obligan a pagar en el mercado local el precio al que ellos colocan sus terneros y sus granos en el mercado mundial. Un ejemplo fue cuando apenas asumido el gobierno de cambiemos el Kg de pan estaba 20 pesos, al quitarles las retenciones al trigo, automáticamente el precio del pan se disparó a 40 pesos.
Las retenciones actúan como un incentivo a abastecer el mercado interno, que junto con las cuotas mínimas garantizadas y la regulación de precios, intentan aplicar un torniquete a la matriz agroexportadora de nuestra economía. Es célebre la expresión de D´Angelli en pleno golpe económico al gobierno de Cristina Fernández: “El que quiere lomo que lo pague $ 80 el kilo” (unos $ 1.600 pesos de hoy).
Tras aquella derrota legislativa con el voto “no positivo” de Cobos, el problema del control de precios adquirió más y más relevancia. Tempranamente, los inspectores de la Secretaría de Comercio comandada por Guillermo Moreno en el Mercado Central y los hipermercados. Más tarde, por el 2013, con el lanzamiento del plan “MIRAR PARA CUIDAR”, con el que Cristina convocó a la militancia en 50 ciudades a “mirar los precios en el supermercado para cuidar el bolsillo de la gente”. Por último, en 2014, con los “PRECIOS CUIDADOS” de Kicillof y Costa, que iniciaba con 194 artículos de 65 proveedores en 10 grandes cadenas de supermercados de alcance nacional. En todas chocamos con el mismo problema, la imposibilidad de controlar a semejantes pulpos trasnacionales desde la góndola del Carrefour o Wallmart.
Durante el gobierno de Mauricio Macri, con quita de retenciones y devaluación de por medio, el proceso inflacionario no sólo no se detuvo, sino que se agravó. En 2019 el índice de precios al consumidor registró el nivel más alto en 28 años, 53,8%. Superó incluso al 47,6% de 2018, récord desde 1991 en ese momento, también bajo el gobierno de Macri. El rubro alimentos, en particular, registró un alza del 56,8%.
La pandemia agudizó el problema. A poco de declararse el aislamiento social, no sólo nos bancamos un aumento indiscriminado de los precios de los alimentos y de otros productos que, ante la situación de emergencia sanitaria y la necesidad de extremar las medidas de higiene y desinfección, se han vuelto de primera necesidad en nuestros hogares, sino que también lidiamos con el desabastecimiento de algunos. Desde el gobierno nacional se fijaron precios máximos para una lista de productos y facultó a los gobiernos municipales de ejercer el control de su cumplimiento en los comercios de su territorio. Pese a que los precios máximos entraron en vigencia el 19/03, la inflación de marzo relevada cerraba en un 3,3%, y mayor aún en el rubro de alimentos: 3,9%.
La soberanía alimentaria:
Argentina es uno de los principales productores agrícolas y de manufacturas de origen agropecuario del mundo en donde se produce alimentos para 400 millones de personas al año, mientras 6.300.000 personas pasan hambre. Es evidente, entonces, que producir toneladas y toneladas de alimento de por sí solo no nos garantiza el derecho del pueblo argentino a acceder a una alimentación saludable.
La agroindustria es el fuerte de la economía nacional. En conjunto, la producción de Cultivos agrícolas y Ganado, más la rama industrial de elaboración de Alimentos y Bebidas significaron el 18% del total del PBI argentino en 2019. Mirando sólo las exportaciones, el complejo oleaginoso significó el 29% del total de los envíos argentinos al exterior, el cerealero el 15,5% y el bovino el 7,4%. Es decir que entre estos tres rubros, todos agroindustriales, se explica más de la mitad de las exportaciones nacionales en 2019.
En este país de vacas gordas y niños flacos, el 8 de junio del año pasado el gobierno lanzaba el proyecto de intervención y posterior expropiación de la concursada Vicentín. “Los argentinos tenemos que estar muy contentos porque estamos dando un paso hacia la soberanía alimentaria”, anunciaba Alberto Fernández. Tal como anticipaba Cristina, los monopolios mediáticos enseguida reaccionaron en defensa del sagrado derecho a la propiedad privada, y -al grito de “chavización” y “comunismo”- convocaron a su tropa “al enfrentamiento más grande de la historia argentina desde el regreso de la democracia en 1983, cuyo antecedente –la crisis de la 125 en 2008- es un modesto remedo de lo que está en marcha”, según uno de los analistas estrella del diario Clarín.
Apenas trascendida la idea del proyecto original, la conducción cipaya de nuestra “burguesía (tras) nacional”, junto a sus pelotones mediáticos, se alistaron para el enfrentamiento. Héctor Magnetto del Grupo Clarín, Paolo Rocca de Techint, Luis Pagani de Arcor, Marcelo Mindlin de Pampa Energía, Miguel Acevedo de Aceitera General Deheza y el inefable fiscal estrella del PRO, Cristiano Ratazzi, heredero de Fiat, declaraban el estado de alerta y movilización. El poderosísimo Foro de Convergencia Empresarial que agrupa a las cámaras industriales, bancarias, de salud privada, de comercio y servicios, más la Cámara de Comercio argentino-norteamericana, IDEA y la Sociedad Rural Argentina manifestó su oposición porque “es un antecedente sumamente negativo para recrear el clima de inversión”.
Luego de varias idas y vueltas el proyecto el gobierno nacional daba marcha atrás con la propuesta; el mismísimo Alberto decía; “Cuando miro para atrás y me pregunto qué hice mal en Vicentín, veo que me equivoqué porque pensé que estaba más asumida la situación de crisis. Pensé que iban a salir a festejar. No pasó, empezaron a acusarme de cosas horribles”. El apoyo de los sectores populares era mayoritario. Con el recrudecimiento del enfrentamiento diferentes consultoras realizaron encuestas de opinión preguntando la preferencia de la población en el tipo de propiedad –pública o privada- para las empresas de productos de primera necesidad (alimentos y remedios) y las empresas de servicios esenciales y todas obtuvieron un mismo resultado. La preferencia sobre la participación pública estatal en este tipo de empresas supera el 60% y el 70%. Hasta el mismo diario oligarca de la familia Mitre-Saguier publicó un informe de la consultora Opina Argentina que aborda la cuestión en términos generales y frente a la pregunta “¿Cuál es el grado de intervención que debería tener el Estado en la economía?” Un 32% contestó que debería ser menor a la actual, mientras que un 52% considero que debería ser superior y el 16% no respondió.
Vale acá recordar el consejo que le diera Cristina a Alberto en la asunción del 10 de diciembre del 2019 en Plaza de Mayo: “Presidente, no se guie por la tapa de los diarios (…). Confíe en su pueblo, este nunca traiciona, son los más leales, sólo pide que los defiendan y representen (…). Los pueblos tarde o temprano terminan escribiendo la historia.”
Con este antecedente y la disparada de precios para las fiestas de fin de año, el 30 de diciembre, el gobierno nacional decretó el cierre de la exportación de maíz hasta marzo, para garantizar el abastecimiento interno del grano, que es un insumo clave en la producción de carne de cerdo, pollo y vacas de feed-lot. Sobre un total exportable de 38,50 millones de toneladas, ya se habían autorizado exportaciones por 34,23 millones, es decir más del 89%. Por lo tanto, la medida afectaba a 4,27 millones de toneladas, que representan alrededor del 11% del total.
Recordemos que en octubre de 2020, en medio de una fuerte presión de los sectores concentrados de la economía para forzar una devaluación, el gobierno bajó transitoriamente las retenciones, aspirando a que los dueños de la tierra y de sus frutos liquidaran la cosecha y los dólares y así sortear el cuello de botella. La respuesta fue una liquidación 4% menor a la de septiembre y un 13% más baja que en el mismo mes de 2019. Las divisas ingresadas por exportaciones del complejo de granos acumulaban a noviembre pasado unos US$ 18.583.581.963, casi 3.000 millones de dólares menos que igual período de 2019, cuando alcanzó un total de US$ 21.496.115.004. Quedaba claro, por si alguno todavía dudaba, que lo que se está disputando no se trata de unos puntos en las retenciones meramente, si no la reacción de los poderes fácticos y la construcción de las condiciones del enfrentamiento político contra el frente nacional.
A su vez las patronales agropecuarias convocaron a un lock-out contra el gobierno, en rechazo a la intervención en el mercado de maíz, que si bien no obtuvo la concurrencia de antes y no pudieron consensuar un plan de acción conjunta, fruto de la presión expropiatoria que los grandes terratenientes ligados al capital extranjero ejercen sobre los pequeños y medianos terratenientes, deja claro el carácter irreconciliable del enfrentamiento. Ya no tiene las bases de antaño, y no pueden construir el consenso de la 125, lo que no quita su capacidad de daño y erosión, ya que siguen siendo dueñas de la tierra y de los medios y la tecnología para ponerla a producir.
¿A quiénes nos enfrentamos, quiénes son los dueños de nuestros alimentos?
“En la actualidad, todos los bienes se hayan apropiados, pero no todos los hombres pueden satisfacer sus necesidades;
el Pan tiene dueño, pero un dueño sin hambre.”
CGT de los Argentinos-1 de Mayo 1968
En medio de la campaña que lo llevaría a la presidencia, Alberto Fernández ya planteaba el problema de la inflación en términos de concentración de la economía. “En un trabajo que me acercó Axel (Kicillof) y que se puede constatar, algo que también constató el Fondo, se observa que en Argentina hay una concentración de la economía muy peligrosa y nunca miramos si los problemas de los precios no tienen que ver con esa concentración de la economía. Si hablamos de concentración, por ejemplo, tenemos que el 80% de la comercialización de los panificados está en manos de una sola empresa, que también es dueña de Fargo. La industria láctea está en manos de dos grandes empresas. La industria cervecera está en manos de tres empresas, cuando uno empieza a revisar eso se da cuenta que el nivel de concentración es enorme”.
Si se mira la campaña 2018/2019, las principales cuatro empresas exportadoras de granos, harinas y aceites vegetales de Argentina concentran el 48% de las ventas externas totales, en tanto que las principales 10 representaron el 91% del total.
Siguiendo los datos anteriores se desprende que más del 40% de las exportaciones de este sector están en manos de capitales norteamericanos (Cargil, ADM, Bunge y Dreyfus), el 17% en manos de la suiza Glencore (controlante de Oleaginosas Moreno y “socia” de Vicentín), y un 15% en manos de la estatal china COFCO (controlante de Nidera y Noble).
El abastecimiento en el mercado interno de un producto básico de la canasta familiar local, como el aceite de girasol, es controlado por 3 empresas, que concentran el 90,5% de la facturación y el 90,6% del volumen. AGD, con su marca Natura, Grupo Navilli, con su marca Cañuelas, y Molinos Rio de la Plata, de PerezCompanc, con sus marcas Cocinero y Lira. El precio de la botella de aceite de girasol de 1,5 lt. subió un 31% de agosto de 2019 a agosto de 2020.
Si miramos la harina de trigo, la empresa Cargill (EEUU) tiene siete plantas de molienda, seguida por Molinos Cañuelas del Grupo Navilli (Argentina), luego por Lagomarsino e Hijos (Argentina) y Los Grobo (Argentina). Estas cuatro empresas llegan a casi el 50% de la producción de harina y superan el 55% de la exportación de harina de trigo, en el que Argentina tiene el 73% del mercado latinoamericano.
En el caso de la comercialización en el mercado local de la harina de trigo, nuevamente Perez Companc (Blancaflor y Favorita) y Navilli (Pureza) concentran el 82,1% del mercado.
En el aprovisionamiento de fideos, Molinos Rio de la Plata tiene el 79,4%, controlando 7 marcas líderes: Mattarazzo, Luchetti, Canale, Don Vicente, Don Felipe, Favorita y Manera.
Existen una gran cantidad de molinos que procesan arroz. Sin embargo, el dominio lo ejerce claramente la empresa Adecoagro, dueña de la marca Molinos Ala. La otra empresa fuerte del sector es Molinos Río de la Plata, dueña de las marcas Gallo y Luchetti, que en este segmento tienen más de un tercio de la participación de ventas en el mercado interno. En el año medido de Agosto 19-Agosto 2020, el arroz subió un 52,23%.
Otro producto esencial, el azúcar de mesa, también está en manos de un puñado muy reducido de corporaciones, donde tres empresas concentran el 85% de la facturación y el 81% del volumen producido: Ingenio El Tabacal, de la multinacional norteamericana Seabord (Chango y Tabacal), el por ahora nacional Grupo Blaquier (Ledesma), aunque en varios emprendimientos aparece asociada a la multinacional Cargill y la local Valpafe (Domino, Madison, Santa Lucía) (y 8% marcas propias de supermercados). El azúcar subió 52,77% en un año, también por encima de la inflación general, e incluso de la de alimentos en particular.
En el sector lácteo, la concentración en muy gráfica. La familia Mastellone asociada con Inversiones Dallpoint (EEUU) y Danone (Francia), es la empresa más grande, tiene siete plantas industriales, es líder en ventas de leche fluida, con el 60% del mercado. Y acapara también el 77% de los yogures y el 70% de los postres.
Resumiendo sólo 3 grupos controlan el 90,6% del aceite que se consume en nuestro país; sólo 2 el 82% de la harina de trigo; sólo uno el 79% de los fideos secos; sólo 2 el 80% del arroz; y sólo 2 más del 85% del azúcar. Y aunque la suma da diez grupos, son sólo 6 en total, porque los mismos nombres se repiten aquí y allá. Pérez Companc, con el gigantesco Molinos Río de la Plata; AGD, de la familia Urquía, de la cual proviene Acevedo, el actual presidente de la Unión Industrial Argentina; Navilli, dueños de Molino Cañuelas; Adecoagro, cuyos orígenes se remontan al magnate George Soros; Ledesma, de la familia Blaquier, y Seabord, una multinacional norteamericana que desde el 96 explota el histórico ingenio azucarero San Martín de Tabacal.
El Problema Nacional y el dominio de la renta
“Yo elijo la Historia”
Cristina Fernández de Kirchner
Luego de las grandes gestas emancipadoras de comienzo del siglo XIX en nuestra tierra como en todo nuestro continente, los proyecto de constituir una Patria Grande quedaron inconclusos, derrotados por los intereses del capital británico que logró desmembrarnos en distintos países de acuerdo a sus necesidades e intereses que incorporando oligarquías locales, se apropiaron de la explotación de los recursos naturales y la producción de las materias primas y alimentos que el desarrollo de una burguesía pujante y la expansión del capital europeo requería.
Necesitado de producciones primarias de materias primas que abastezcan su insaciable reproducción y de mercados para colocar sus crecientes manufacturas industriales, destruyeron las incipientes industrias locales, e impusieron como ley para cada país un modelo extractivo-exportador atando a sus intereses a una nueva clase anti-nacional, esas oligarquías, quienes cumplieron a su vez el papel de gendarmes cuando las ocupaciones militares ya no daban respuestas frente a la resistencia de nuestros pueblos. Ese fue el nacimiento de las alianzas entre las potencias imperialistas y las oligarquías locales que terminó de configurar una región profundamente injusta para los habitantes de nuestro territorio y una estructura económica social dependiente que aún está vigente en sus aspectos centrales.
De esta manera, esas oligarquías nativas han construido y construyen mecanismos de control y asfixia para las economías nacionales. Como vimos más arriba producen para exportar, por lo cual cuanto más devaluadas estén las monedas nacionales, se ven beneficiadas con un dólar más caro, porque sus ingresos son en esa moneda, pero los salarios que pagan son en moneda local, por lo que sus costos de producción se le abaratan respecto a sus competidores internacionales. Por eso, exigen permanentemente que no haya cupos a la exportación, aunque como en el caso de los alimentos sean productos de la canasta básica del pueblo. Por supuesto, también se oponen fervientemente a que se le cobren cualquier tipo de impuestos, es decir, a que una parte de los dólares ingresados con sus exportaciones queden en las arcas del Estado y sea transferido al desarrollo de la producción, la salud, educación y empleo.
Así, nos desarrollamos bajo el proyecto de una clase de carácter antinacional y antipopular, por esto nuestras ciudades se constituyeron subordinadas al campo y las regiones de nuestro país no están relacionadas a partir de una misma matriz productiva, sino que se desarrolló la zona centro y el puerto por un lado y el resto de la regiones fue realizándose como pudo. Es decir, no tenemos un país auto centrado donde el desarrollo esté organizado desde la cooperación de las zonas más rica y más pobres, sino por el contrario las zonas de mayor riqueza son funcionales al capital extranjero. La unidad nacional objetivamente requiere de la derrota de ese orden oligárquico imperial, sin el cual es imposible, resolver el problema de nuestra dependencia.
Los países como el nuestro exportador de materias primas, nos desarrollamos como una rama de la industria extranjera, y nos han negado el desarrollo industrial propio, y que por lo tanto también nos niegan las universidades y los científicos con sentir y pensar nacional, y no que solamente nos la niegan sino que deben impedir cualquier tipo de desarrollo autónomo de la industria estratégica nuestra. El desmantelamiento del Cóndor, fabricaciones militares en los 90, el vaciamiento del INTA y la entrega del ARSAT son solo algunos hitos. Así las máquinas necesarias para la producción e industrialización del país son desarrolladas por otros países que son los dueños del avance tecnológico. Esto da que nosotros si bien somos un país periférico, no significa que en nuestra principal rama de producción nuestro campo sea atrasada, sino más bien lo contrario, es decir, nosotros nos desarrollamos con un alto grado tecnológico, pero subordinados a la industria extranjera. La producción agraria en nuestro país la desarrolla el capital inglés con un alto grado de desarrollo tecnológico y es de lo más competitivo a nivel mundial, pero en función de sus necesidades, por eso el campo que es la rama más desarrollada de nuestro país, de donde sale la mayor riqueza, es una rama de la industria de los capitales de afuera.
Fruto de la pujante organización y lucha de la clase trabajadora durante el peronismo pudimos expropiar una parte de la renta y la utilizamos para industrializar el país y generar una mejora en la vida de los trabajadores y del pueblo en general institucionalizando y constituyendo un Estado de cosas que negaba y se oponía al Estado constituido por la Oligarquía a partir de 1853. Ahora bien, la experiencia indica que a pesar de todo lo realizado por nuestro pueblo y en especial por nuestra clase trabajadora, no alcanzó. Que con la sola idea de redistribuir una parte de la renta, a la larga no se puede sino se modifican las bases del mecanismo de dominación, ya que a pesar de todos los posibles avances, los problemas del pueblo, el hambre y la miseria vuelven a brotar de la mano de la derrota de nuestras fuerzas. Por esto, no es cuestión de intentar retener una parte de la renta y redistribuirla, sino que para que esa renta esté al servicio del pueblo, es necesario que derrotemos a quienes se apropiaron de la misma y poder ponerla definitivamente al servicio del nuestro pueblo y el conjunto de la humanidad a quien le pertenece.
Queda así a las claras que la posibilidad de industrialización del país, desarrollar el mercado interno, y generar trabajo está directamente atada indisolublemente a la discusión sobre qué país y que región necesitamos y centralmente cómo lo hacemos. Para el empresariado nacional mercado internista, y para gran cantidad de representantes políticos de lo que fueron los gobiernos progresistas de nuestra región, desarrollar los países ha significado en esta última década, desarrollar más y más empresas, ser más competitivos a nivel internacional, otorgando a través de ello mejores productos y servicios a la población.
Atento a esto, por supuesto que los trabajadores compartimos la idea de que nuestros países crezcan económicamente, de que haya cada vez más puestos de trabajo, porque ello redunda inevitablemente en estabilidad, mejores condiciones salariales y de vida en general. Pero a su vez, implica que los trabajadores no quedemos solamente “apoyando el modelo”, porque ese empresariado nacional mercado internista, que es quien básicamente le puso plan económico a muchos gobiernos regionales, no tiene posibilidad histórica frente a los problemas que venimos analizando. Ya vimos que, sin ir más lejos, que frente a los mecanismos de estrangulación económica, la especulación financiera y las corridas cambiarias y bancarias, rápidamente buscan refugio en el dólar agravando aún más el problema. Lo mismo hace con la especulación en los precios, la rebaja de salarios y el recorte de los puestos de trabajo a partir de la necesaria incorporación de tecnología para, vía abaratamiento de los costos, ganar en competitividad.
El empresariado nacional, parido por la oligarquía, que empujada a comienzos del siglo XX por las crecientes crisis y recesiones mundiales en la década del 30, se ve obligados a financiar con parte de sus rentas el desarrollo sustitutivo de algunos bienes y servicios que durante las grandes crisis y guerras veían escasear y que a su vez les garantizó la creación de un mercado interno que le haga de colchón para el consumo de parte de las materias primas producidas. Acá desde su nacimiento estos sectores empresarios nacionales siempre se vieron atados al financiamiento vía plan propio de la oligarquía o años más tarde, vía confiscación de los gobiernos populares de parte de la renta de la producción primaria de materias primas para su desarrollo.
Ahora bien, sin perder de vista lo arriba ya desarrollado, es central comprender que los avances sobre nuestros recursos se acrecientan cada día, ya que el capital concentrado necesita abaratar los costos de las materias primas, de la energía y de los alimentos para librar la guerra en que se encuentran las grandes corporaciones económicas mundiales.
Resolver definitivamente el problema del “desarrollo nacional” implica enfrentar el problema de la dependencia, y eso solo puede hacerlo la clase trabajadora, por ser la única que en su lucha representa de manera profunda los intereses comunes y no los del interés privado (grande o pequeño) que se desarrolló sobre la explotación del hombre por el hombre.
Las manifestaciones de la Crisis y sus causas
Acá detengámonos un momento para analizar, no las manifestaciones que ya hemos recorrido en varias oportunidades y que las padecemos día a día, sino el eje central en que se asienta todo el proceso que venimos describiendo. El desenvolvimiento lógico del sistema capitalista ha entrado en una crisis irreversible en cuanto a poder garantizar las condiciones de su reproducción. Crisis orgánica que se caracteriza por tener su estallido en el centro de los países imperiales, en que la creciente expulsión de mano de obra y el deterioro de las condiciones de vida del conjunto de los trabajadores y trabajadoras es la manifestación directa de la monumental concentración económica y el galopante desarrollo tecnológico que se impone a escala planetaria. El capital monopólico, al no poder reproducir a fracciones enteras de capital nacional en los países dependientes y en los propios países centrales, y al verse obligado a apropiarse de sus activos para garantizar su propia reproducción, acumula y crece pero a expensas de liquidar los Gendarmes que históricamente cumplían la función de reproducir las relaciones capitalistas en esos territorios subordinados, reproduciendo y adoctrinando a fracciones de clases diversas.
Concretamente en nuestro país, durante el macrismo, la causa de las fotocopias de los cuadernos, apuntó no solo a la conductora indiscutible del movimiento nacional y popular para intentar proscribirla a través del aparato judicial sino también, y fundamentalmente, al llamado “círculo rojo” del empresariado “nacional”. Al lado del nombre de Cristina, hay más de cuarenta nombres de directores, accionistas, y dueños de empresas, y no de las pymes, precisamente!
En lo profundo de este fenómeno que sacude cada día a la economía global, cada vez con mayor violencia y el caos como “normalidad”, se encuentra la lógica intrínseca al funcionamiento del sistema capitalista. En la competencia entre capitales, cada empresa innova y transforma el proceso productivo para reducir al mínimo los costos e incrementar el excedente del que se apropia. La introducción de nuevas tecnologías a la producción obedece a la necesidad, desde el punto de vista de cada capitalista de manera individual, de achicar el costo laboral reduciendo la cantidad de obreros necesarios y de aumentar la explotación de los que permanecen, incrementando el rendimiento de sus horas de trabajo. Partiendo de que el valor sólo lo genera el trabajo de los hombres y las mujeres en el proceso de producción, cuanto menos tiempo de trabajo lleve producir una mercancía, menos valor tendrá contenida. Por lo tanto, el enorme grado de desarrollo de las fuerzas productivas lleva a una caída generalizada de los tiempos necesarios de producción, y con ellos también a una caída del valor, con la consecuente reducción en las ganancias empresarias. Esta reducción puede ser compensada momentáneamente por el incremento en la escala y las cantidades producidas (de ahí que el mundo en que vivimos tenga excedentes de productos por doquier y que su ritmo vital lo marque el pulso de la competencia entre grandes pulpos económicos por el control de los mercados), pero más temprano que tarde lleva al decrecimiento inexorable de las ganancias, al achicamiento de “la torta” de que viven los capitales. Es la competencia lo que genera ello, como inexorable ley intrínseca del desarrollo del capital, la necesidad de reproducirse en escala ampliada.
El imperialismo, que no es más que el capitalismo en descomposición, con el dominio del monopolio financiero parasitario, sólo puede avanzar contribuyendo a la disolución social, que también es su propia disolución como sujeto histórico-social, ya que niega los pilares sobre las cuales se erigió; el “Estado Nación” y la “libre competencia”. Las bases materiales para semejante programa simplemente no existen. El descomunal desarrollo de las fuerzas productivas plantea a los ojos del mundo la necesidad de una gobernanza mundial, los estragos de la pandemia del Covid-19, solo ponen de manifiesto la esencia de un mundo en descomposición, porque el imperio no puede construir un gobierno del mundo en el cual, fruto de su propio desarrollo, debe liquidarnos a todos. Del fracaso del gobierno mundial de los grandes pulpos financieros globales surge, en un acto de impotencia -derrota y fin de la burguesía como sujeto histórico social-, las aventuras nacionalistas de Trump o el Brexit a los que no han faltado algunos trasnochados locales intentando llevar a las fuerzas del capital a un momento de la historia que ya no vuelve más. Sobre el fracaso del gobierno mundial de los grandes grupos económicos financieros globales, no se puede volver hacia atrás; el capitalismo en su fase imperialista tiene más de 125 años y no puede volver a ser un niño. Lo que se plantea, entonces, no es la ilusión de la salida nacionalista, sino un gobierno regional-mundial de los pueblos del mundo que, a condición de derrotar las fuerzas imperiales al interior de nuestros propios países, construyamos relaciones de nuevo tipo que se asienten en negar la competencia irracional del capital, en pos de la cooperación, la solidaridad y la búsqueda de los pueblos del mundo en quienes se amasa un profundo sentimiento antiimperialista, que pone en el centro la vida humana, el buen vivir de un destino común de humanidad, en correspondencia con nuestra Casa Común, que es el planeta tierra.
La crisis devino en posibilidad. Se ha abierto para los trabajadores un desafío histórico a condición de superar nuestras derrotas y escindirnos del imperio.
Cambiar todo lo que deba ser Cambiado
La descomposición del sistema empuja a la transformación, pero debemos entender que la pérdida hegemónica no significa que las ideas, valores e ideología que impuso la burguesía dejen de existir, y mucho menos deje de tener influencia sobre las grandes masas y la mente de nuestro pueblo trabajador. Frente a la pandemia los dirigentes y políticos del mundo no dudan en plantear que orden mundial bajo el dominio del capital financiero no va más, y brotan todo tipo de propuestas para intentar superar el injusto orden en que estamos. Desde una Internacional Progresista, un plan Marshall criollo, o la búsqueda de un Estado de bienestar 2021 aparecen rápidamente en la palestra. Todas estas “alternativas” ponen en el centro el ataque a los síntomas que la avanzada enfermedad del imperialismo hace brotar por todos lados, pero más allá de los países que han derrotado dichas fuerzas destructivas del Imperialismo (China, Rusia, Irán, Cuba, Venezuela) no aparecen planteos profundos que den cuenta de las causas que los generan, y entonces aún siguen detrás del dominio estructural del imperialismo. Estas propuestas serían algo así como un frankestein-capitalismo, que sería la conjunción de un monstruo con rostro humano. Todos hemos visto la película y sabemos cómo termina. No dudamos de las intenciones del conjunto de las fuerzas que pugna por un orden más justo, pero la acciones deben responder a las necesidades profundas que brotan del agotamiento del desarrollo de las fuerzas productivas y, por ende, del conjunto de las relaciones sociales que han conducido el mundo hasta aquí.
El tan mencionado Estado de Bienestar fue la política de los monopolios para neutralizar a las clases obreras de los países centrales, convocados e incitados a luchar por su interés histórico luego de la victoriosa Revolución Rusa. La burguesía aprendió que mientras integraba a una parte podía reprimir con mayor facilidad a los díscolos-consejistas y revolucionarios. Dicho Estado de Bienestar también se proyectó hacia fracciones del proletariado de los países dependientes, mucho más reducidas en número, pero decisivas por el lugar que ocupan en la producción y circulación de los bienes y recursos definidos como vitales según la división internacional del trabajo impuesta por los monopolios.
La gran masa de capital que el monopolio pudo resignar e invertir, plan Marshall mediante, para la reconstrucción de la Europa de post guerra, garantizando que una gran parte de la clase trabajadora europea y del tercer mundo viva de manera “ficticia” los beneficios de los patrones (a costa de hambre y guerra del tercer mundo), fue presentado a los ojos de las masas laboriosas como una conquista propia, sin darnos cuenta de que lo único que estaba pasando era que nos estaban engordando para el festín neoliberal, que desde la década del 70 en adelante mostró toda su insaciable voracidad. Así el oportunismo, como corriente política al interior de la clase trabajadora, se volvió dominante luego de las derrotas que sufrimos los trabajadores en el mundo en general, y a fuerza de dictaduras, desapariciones y represión en Nuestramérica.
Superar la derrota
Esa derrota aún tiene un peso abrumador en las espaldas de nuestra historia. Del sentido mismo de “cambiar al mundo” llegamos a la consigna “otro mundo es posible”. “El fin de la historia” caló muy hondo al interior de nuestras fuerzas, así la idea de poder conseguir mejoras al interior del sistema parecía posible y militable. Que cualquier conquista inmediata era mejor que la construcción de un proyecto de país para futuras y difusas generaciones. Así fueron echando tierra en nuestros ojos y confusión en nuestras cabezas, nos pusieron a discutir que “la panza llena” valía más que las “utopías”, y de esto se hizo bandera. Que había que “escuchar” a las mayorías, “estar” con las mayorías y no preocuparse por la formación política ideológica de nuestros compañeros. Que había que atender las cuestiones urgentes en pos “del bien común”. Pero vale aclarar y entender que LO COMUN, las mayorías, no es lo inmediato, LO COMUN no es la práctica espontánea. Entender lo COMUN, y las causas del conjunto de manifestaciones y pesares que sufrimos los trabajadores no es accesible a través de los sentidos. Si con los sentidos alcanzara para poder comprender el movimiento profundo de la sociedad y las cosas, si con la práctica misma alcanzara, ¿para qué existen las ciencias? La práctica va adelante, pero hace falta la crítica de esa práctica, hace falta la teoría. Es muy común escuchar que hace falta “más conciencia”, dirigentes encumbrados que hablando de la falta de conciencia de sus propios representados, pero más conciencia es MAS CIENCIA, es CON-CIENCIA, es estudio profundo del conjunto de los acontecimientos que trascurren cotidianamente en nuestra historia, es crítica y síntesis de todo la historia de lucha que tenemos acumulado los trabajadores y nuestro pueblo, es compresión científica de los fenómenos, sin la cual es imposible salir del orden “táctico”, en donde domina el enemigo. Por esto, necesitamos dotarnos de esos elementos ideológicos y organizativos para llevar adelante nuestra responsabilidad histórica sin lo cual es imposible asumir al enemigo, identificar y combatir las causas profundas que generan nuestros males. Sin esa preparación, más allá de nuestras intenciones, no hay forma de superar la lucha meramente reivindicativa. La lucha táctica bajo el dominio del enemigo. Por esto hablamos de la necesidad de desarrollar un plan, una estrategia, EL PERON COLECTIVO que supere el comportamiento táctico de las bases del todos contra todos y construir nuestros destacamentos, fomentarlos, dotarlos de herramientas profundas, asumiendo al enemigo principal. La crisis pone la pelota en nuestro campo, donde lo que define es la organización política, es decir, la forma organizativa que toma la concepción del problema que hay que resolver y la estrategia que nos damos para superarlo en tanto clase trabajadora y no como sindicatos.
Como dijimos más arriba, Perón definía la política como la política internacional. En este sentido, la cuestión fundamental de la Argentina y de Nuestramérica era y es el problema del imperialismo.
Asumir al enemigo. Lo cruento
el pobre que piensa poco,
detrás de los equívocos
se vienen los perjudicos.
ATAHUALPA YUPANQUI
Como ya lo hemos analizado, hay que entender que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que su superación es de orden mundial. El Papa nos dijo que no hay respuestas locales a los problemas globales, no hay salida de a países, sino que lo que se plantea es el gobierno de un Nuevo Mundo, una gobernanza mundial. En donde la derrota de las fuerzas imperiales al interior de cada uno de nuestros países es solo un momento necesario de esa construcción regional y global.
La descomposición del sistema no alcanza para superar el caos en que este nos sumerge. Al nuevo mundo hay que construirlo y eso depende de la organización que seamos capaces de construir. No podemos predecir el futuro cual Nostradamus, pero jamás debemos ceder a la tentación claudicante de ser los abanderados de un pueblo que quiere su libertad, pero reniega de la lucha que ésta conlleva y la espera como un mendigo la victoria. Predecir es hacer abstracción del esfuerzo propio y conciente que vamos a realizar, medir, preparar y construir la fuerza que sea capaz de hacer que ocurra lo previsto.
Es absolutamente justo evitar todo sacrificio inútil. Por eso es tan importante el papel conciente y la preparación férrea de los hombres y mujeres con esclarecimiento de las posibilidades efectivas que tiene nuestro país y Nuestramérica dependiente de liberarse del dominio estructural del enemigo. Toda la historia de lucha de nuestro pueblo nos indica que no podemos hacernos ninguna ilusión, ni tenemos derecho a ello haciéndonos la idea de lograr la libertad sin prepararnos para derrotar a los causantes de todos nuestros males. La matanza de nuestros pueblos originarios, la “guerra” contra el gaucho, la semana roja, los fusilamientos en la Patagonia, las bombas en Plaza de Mayo, el ultraje al cadáver de Evita, los fusilamientos de José León Suarez, la proscripción del Peronismo, los bastones largos, los 30mil desaparecidos, los olvidados de Malvinas, los miles de muertos de hambre, enfermedades y miseria del Neoliberalismo, el Pocho y todos los asesinados del 2001, Darío y Maxi, Maldonado, Facundo, los ataques a Cristina y el hostigamiento a su hija Florencia, la cárcel de Milagros, Amado Boudou, Delia, Esteche, la persecución a Hugo y todos nuestros dirigentes, la intervenciones de nuestros sindicatos y los que festejan por los muertos del covid 19, son un claro ejemplo de lo que están dispuestos los dueños del dios dinero en pos de inmortalizar el dominio de su agónica y sacrosanta propiedad privada.
En el año 1968 Perón reflexionaba sobre su caída; y en esa reflexión podríamos involucrar al conjunto de mandatarios y pueblos latinoamericanos, que luego de la primera década ganada del siglo XXI por golpe o elección, fueron despojados del gobierno del Estado; él decía: “Yo no quería llevar a la República a una Guerra Civil ni a una Lucha Cruenta, no quería que se derramara sangre entre argentinos, hoy creo que cometí un grave error. Esa gente llegó para hacer el más grave daño que se le pudo haber el hecho al país”.
Así hace más de 42 años que está planteado de manera conciente resolver “lo cruento”, que no es un problema meramente instrumental, sino que es dotar a las masas de una concepción y organización permanente que permita afrontar las tareas de cara al enemigo principal. Lo cruento no es simplemente un problema militar, sino prepararse para derrotar al enemigo y todo su andamiaje de hambre, miseria y represión. Es Superarlo en todos los planos Moralmente, Políticamente, Culturalmente, e inclusive Militarmente en pos de construir una sociedad que reemplace la anarquía capitalista en función de la cooperación, la solidaridad que pone en el centro la vida humana y el buen vivir en un destino común de humanidad.
Para ello tenemos que tener todo pensado antes, preparar todo en función de que ellos no puedan doblegarnos. Entre menos preparemos, más cruento será el desarrollo de la situación. Entre más preparada esté la clase trabajadora y el pueblo, menos posibilidades tiene el enemigo de desplegar su accionar que, como sabemos por su historia y su presente, no puede ser otra cosa que violento. Lograr la paz es una lucha a muerte contra el Imperialismo.
Los enfrentamientos venideros no serán meras luchas callejeras de piedras contra gases lacrimógenos como en diciembre de 2017, ni de huelgas generales; ni será la lucha de un pueblo enfurecido que destruya en dos o tres días el andamiaje represivo de las oligarquías gobernantes como en el 2001; en eso nuestro pueblo ya tiene larga experiencia en sus espaldas. Recuperar las instancias de movilización del pueblo no es un problema de hacer más o menos movilizaciones a la Plaza de Mayo, sino que tienen que ver con asumir las tareas comunes de la clase. Con la movilización sola hacia los centros visibles del dominio imperial, no alcanza! Nuestra movilización debe ir hacia cada uno de los territorios en disputa en donde aún domina política e ideológicamente el enemigo, la movilización debe ser casa por casa en cada barrio, fábrica por fábrica, taller por taller. Debemos poder despojarlos de cada una de sus posiciones de dominio, en la producción, en el comercio, en las finanzas, en los medios de comunicación, el arte, el deporte, en nuestro barrios, en fin en cada uno de los aspectos de nuestras vidas en donde aún domina el capital financiero, la competencia y el sálvese quien pueda. Ya vimos que con ocupar las instituciones del régimen no alcanza. Que, si bien estando en ellas se avanzó en la legalización de una cantidad de demandas elementales del pueblo, desde ahí no se pone en cuestión los fundamentos más profundos del poder de la oligarquía y del capital.
Los límites que encontramos
Frente a esta situación, resulta evidente que con luchar solo por nuestro salario y nuestras condiciones laborales no alcanza, porque ese mismo capital al que nos enfrentamos no nos puede garantizar las cuestiones básicas que exigimos los trabajadores y el conjunto del pueblo, que no es más que Trabajo, Techo, Salud y Educación para todos. Por esto, más allá de la irrenunciable lucha por las condiciones de vida cotidiana, lo que se pone en el centro es trazar una hoja de ruta que nos permita delinear un plan, que nos encamine a dar respuesta a las causa profundas que arriba venimos describiendo.
Si hemos analizado que bajo el dominio privado del capital, el desarrollo de las fuerzas productivas da como resultado intrínseco la concentración cada vez en menos manos de la riqueza socialmente producida y la expulsión masiva de trabajadores y de capitales “no competitivos”, nuestro accionar debe elevar nuestra mirada hacia el control de esas fuerzas, y dar pasos en el control de las mismas que en manos del capital privado caotizan todo, pero que solo sobre la base de planificación racional en manos de la clase trabajadora pueden garantizar el bienestar común para el conjunto de la Humanidad.
Frente a semejante tarea, quedan claros los límites de la organización gremial que supimos construir hasta acá. Nacida centralmente durante el siglo XVIII, para discutir y defender condiciones de trabajo y salarios, en aquel entonces bajo el dominio de la manufactura, nos enfrentábamos a patrones, dueños de empresas y hasta grupos económicos que eran representativos de tal o cual actividad específica, o a lo sumo se diversificaban en otras actividades pero al interior de una misma rama. Hoy en día, el mercado mundial, que durante todo el siglo XX se unificó bajo la dirección de los monopolios y sus necesidades de reproducción, descomponiendo la fabricación de un mismo bien en un sinfín de procesos, que conectan el trabajo y la cooperación de los obreros de las distintas partes del globo, pero que los disloca en tanto la unidad de los trabajadores que participan en la transformación de un mismo bien; desaloja mano de obra de aquí y de allá, sin distinción de color, idioma y profesión.
El paro, y la huelga general como máxima expresión de la conciencia alcanzada dentro del plano de la lucha gremial, cumplía un objetivo fundamental para la lucha, ya que podía poner un freno o entorpecer el normal desenvolvimiento de ciclo del capital y con eso construir instancias de negociación frente al patrón. Pero bajo el dominio del capital financiero, con el alto grado de descomposición del proceso productivo que funciona desperdigado en todo el globo terráqueo, el paro y las medidas realizadas por las partes desde cada gremio o federación, no tienen escala para lograr entorpecer el normal funcionamiento del capital, ya que por el grado de diversificación existente, frente al parate de un punto del proceso de ensamble general, rápidamente pueden reemplazar lo producido en dicho lugar por otro en cualquier otro lado.
De la lucha Paritaria al control de la Producción
“El trabajo es cosa buena,
es lo mejor de la vida;
pero la vida es perdida
trabajando en campo ajeno.
Unos trabajan de trueno
y es para otros la llovida.”
ATAHUALPA YUPANQUI
Conocer qué, cómo, y cuánto se produce en cada establecimiento, en cada rama, como están distribuidos, en cada barrio, en cada distrito, provincia y países se vuelve una tarea fundamental.
Cuáles son las empresas y cuáles son sus terminales globales, a que grupos pertenecen, cómo están compuestos y cómo se concatenen en toda la cadena de valor entre las distintas ramas de producción. Con qué insumos se produce, cómo son los procesos de trabajo y con qué maquinaria se realizan los mismos. En dónde se consumen y cómo es el canal de comercialización de dichas mercancías.
Cómo es la situación de empleo en cada uno de los territorios, cómo esta desperdiga la fuerza laboral, activa ocupada en blanco, cuánto de trabajo en negro, cuánto de eso es permanente y cuánto esporádico, changarín, cuántos desocupados, manzana x manzana, barrio x barrio, municipio x municipio.
Saber cuáles son las necesidades comunes en cada una de las poblaciones en cuanto a los servicios públicos, desde la atención, mantenimiento y construcción de la infraestructura barrial, las escuelas, las plazas, las salitas, veredas, cordón cuneta, como también las necesidades básicas de consumo en alimentos y bienes de primera necesidad.
Está claro que para semejante tarea debemos nutrirnos de toda la experiencia y las conclusiones que tiene acumulada la clase trabajadora no solo a nivel local, sino también regional y mundial en tomar el conjunto de los problemas en nuestras manos en intentar resolver, negar y superar, las contradicción creciente al interior de las sociedad capitalista en la que estamos
Toda la experiencia en la gestión y participación de los trabajadores en las empresas estratégicas del estado durante el primer peronismo, asentada en la previa constitución de las comisiones internas fabriles, la organización de las unidades básicas en todo el territorio nacional durante la resistencia peronista, atendiendo a la salud, la educación, el arte y el deporte en cada uno de las barriadas, es una prueba cabal de la experiencia con la que contamos para semejante empresa en donde lo que en su momento fue el techo de la experiencia histórica, hoy debe ser el piso del cual partimos.
Sin irnos tan lejos la CGT y la corriente Nacional del Sindicalismo Peronista, encabezada por el compañero Hugo Moyano, tuvo la iniciativa de presentar el proyecto de ley de “Reparto de las utilidades empresarias entre los trabajadores” más conocida como la Ley Recalde en junio de 2010, que amparada en el Art. 14bis de la Constitución Nacional, planteaba que los trabajadores pudiéramos ver los balances de las empresas, conocer la estructura de costos y participar de las decisiones que tomara el Directorio de cada empresa, con todo un apartado que hacía referencia a la trasferencias de recursos para los sectores de desocupados que alentaba la generación de empleo a partir de la constitución de cooperativas vinculadas a la obra pública barrial fue un quiebre en la experiencia reciente para la clase trabajadora.
En aquel momento dicha iniciativa generó un rechazo generalizado de toda la dirigencia patronal que interpretaban como una cogestión que hería de muerte a la sacrosanta propiedad privada de los medios de producción y arrastró a gran parte de la dirigencia del kirchnerismo a oponerse, lo que permite dar cuenta del camino y las tareas que tenemos que poder zanjar y resolver. En donde los límites del intentar buscar salida desde arriba, como si una ley fuese garantía única de que las cosas ocurran, o puede reemplazar la organización necesaria, es una experiencia y conclusión que nuestra clase trabajadora y la historia tiene en su haber.
En este sentido la constitución y organización de cooperativas es algo que se vuelve fundamental. Si bien sabemos que el desarrollo de las empresas estratégicas y la pelea contra los monopolios no se gana del mero hecho de sembrar miles de cooperativas, creemos que las mismas pueden cumplir un papel central en el desmontaje del aparato económico actual en la transición necesaria hacia otro modo de producción.
Para esto las cooperativas no pueden quedar encorsetadas bajo la lógica capitalista donde se premie la competencia, en función de la reproducción individual de tal o cual compañero y tampoco resignarnos a los limites inmediatos que tienen las mismas cuando quedan bajo la lógica del emprendedurismo de mercado y a merced del financiamiento estatal en el cual solo cumple una función en tanto asignación de un subsidio al desempleo.
Hay que poner el trabajo en función de las necesidades del productor. El armado de cooperativas es desde el plan político, es para desarrollar la organización en donde el trabajo adquiere una condición nueva porque lo que hace cada trabajador ya no es expropiado por otro, sino que el producto de nuestro trabajo está puesto en función del bien común asentando las bases de un nuevo Estado que tenga a la clase trabajadora como núcleo dirigente y niegue las bases estructurales del dominio del capital privado y el Dios dinero en base al principio constitucional del 49 de poner “la propiedad en función social”
En fin, los trabajadores necesitamos entender profundamente los problemas planteados, para lo cual debemos apropiarnos del conjunto de conocimientos desarrollado hasta aquí por la humanidad, conocer cabalmente las distintas ciencias, para así poder dominar las leyes de la naturaleza más generales, como así también las leyes de la sociedad más específicas que rigen a los hombres y mujeres bajo el régimen actual de acumulación, para así poder; controlar el desarrollo de las fuerzas productivas alcanzados hasta aquí al tiempo en que logremos poder ponerlo en correspondencia con las necesidades del desarrollo integro de la humanidad, que no es más que el buen vivir y la justicia Social.
Las tareas planteadas
En este sentido y con grados crecientes de conciencia sobre los límites en los que estamos, y de lo que NO VA MAS, lo que se nos plantea por todos lados y a la vista de todos, ya no es solo la acción en busca de sostener tal o cual empleo o tal o cual reivindicación gremial, sino que lo que brota por todos lados es la necesidad imperiosa de poder dar pasos en el conocimiento y control de la totalidad del proceso productivo en que estamos inmersos.
Entonces vale preguntarnos ¿cómo se garantiza y realiza todo esto? ¿Se puede sin la participación popular en las bases? ¿Se puede sin la Unidad de la clase trabajadora, ocupada y desocupada? ¿Se puede sin la participación popular organizada, con arreglo a un plan sistemático de control de precios, de control de abastecimiento, sin estar organizado en cada fábrica, en cada establecimiento de trabajo, barrio por barrio, manzana x manzana, casa x casa?
El alimento, el trabajo, la salud, y la educación ¿se pueden garantizar sin la organización comunal del conjunto de los trabajadores, abajo en cada barrio que, a la vez, tenga clara conciencia de que la lucha para resolver cada uno de esos problemas es nacional, continental y mundial, de que enfrentamos poderes fácticos económicos trasnacionales? ¿Alcanza solo con las medidas específicas del gobierno? Ya hemos visto que no. Por esto el estímulo de la participación política en cada territorio, la superación de la caduca democracia representativa, en pos de una democracia participativa, con sus correspondientes órganos de participación, manzana por manzana, fábrica x fábrica, taller x taller, escuela x escuela, para llegar con la información, el debate y la acción educativa, cultural, sanitaria, laboral, en cada rincón de nuestra patria, es una acción necesaria para desplazar el dominio hegemónico que ha desplegado nuestro enemigo histórico sobre nosotros, y es la raíz de un proyecto profundamente democrático, sin la cual no se puede vencer la pandemia oligárquica de la desigualdad. Se nos plantea desarrollar las capacidades que nos permitan en función del bien común, planificar, dirigir y producir el conjunto de los bienes necesarios del conjunto de la población.
Toda la historia de lucha de la clase trabajadora nos dio una vasta experiencia en la organización de comisiones internas en los lugares de trabajo, de unidades básicas en nuestros barrios, en la creación y desarrollo de Escuelas, Sociedades de Fomento, Unidades Sanitarias, Centros Culturales, entre las tantas otras hemos organizado. Una vez más es la Hora del Pueblo, de que asumamos esas luchas parciales como una única lucha, la lucha por construir una Comunidad, Nacional, Regional y Mundial Organizada.
¡Sólo el Pueblo Salvará al Pueblo!
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