En un posicionamiento sobre cómo leer el momento político, un grupo de historiadores de línea revisionista se refirieron a las posiciones del presidente argentino Javier Milei.
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En la última apertura de sesiones legislativas, el actual presidente de los argentinos convocó pomposamente a un Pacto de Mayo que venga a resolver los problemas acuciantes que padece el pueblo argentino. Estamos de acuerdo de que nos encontramos ante una encrucijada, pero diferimos diametralmente con respecto a la solución: para nosotros no se resuelve el problema matando al enfermo sino atacando a la enfermedad.
Suscribimos al manifiesto “Milei ante la Historia argentina” llevado a cabo por historiadores nucleados en su mayoría en el CONICET y en los reductos del departamento de Filosofía y Letras, sin embargo, nuestra posición ligada al revisionismo histórico nos obliga a manifestar ciertas cuestiones que fueron omitidas y que constituyen, en definitiva, el verdadero eje del problema.
Javier Milei puede ser considerado para los politólogos y analistas un outsider de la política, pueden vincularlo a nuevos fenómenos de la política posverdad como son los casos de Donald Trump, Jair Bolsonaro o el VOX de España. Sin embargo, el espíritu de sus ideas, su programa de gobierno y el sistema de alianzas nos indican que se trata más de lo mismo. Una muestra más de la fricción dicotómica que existe en nuestra nación desde sus inicios, continúan regidos bajo el dilema sarmientino “Civilización y Barbarie”. El pacto de Mayo que propone el presidente debería llamarse el Pacto de la línea Mayo-Caseros porque Milei no es (como indican en la carta mencionada) un representante revanchista de sectores socioeconómicos que buscan torcer nuestro destino desde 1970 sino que es un exponente del odio gorila de 1955 y de la represión ejercida hacia los pueblos por los triunfadores de Caseros en 1852.
Como sentenciaría en 1956 el historiador Fermín Chávez, lo que padecemos no es síntoma de una crisis social, política, ni siquiera económica sino netamente ontológica. Los vencedores de ayer, los que exhibieron los cuerpos en los parques de Palermo luego de vencer a Juan Manuel de Rosas; los que decidieron exterminar a nuestros pueblos originarios; los que llevaron la guerra de policía para silenciar a los Pueblos comandados por sus caudillos; los que buscaron someterse al estatuto legal del coloniaje de la mano de Gran Bretaña y luego harían lo propio con Estados Unidos; los que bombardearon la plaza de Mayo y asesinaron a civiles en los basurales de José León Suarez; los que interrumpieron cada gobierno democrático cuando estos quisieron avanzar en la justicia social; los responsables no sólo del genocidio en tiempos del Proceso sino también del industricidio; los que promovieron las privatizaciones y la timba financiera son lo mismo que se encuentran en las sombras de esta figura extravagante y soberbia.
Javier Milei asume la fórmula sarmientina que fue la que trastornó los supuestos culturales de la Argentina hasta el punto de hacerle creer a los nativos que su civilización consistía en la silla inglesa y en la levita. Pero aquella “civilización” unitaria y gorila es resistida tercamente por la “barbarie” federal: he aquí el hecho argentino que ha de ir desencadenando nuestras luchas morales y políticas durante todo el siglo XIX y se prolonga hasta nuestros días.
Lo alarmante del programa de Milei no es precisamente (como advierten en la carta) un peligro hacia el sistema democrático y sus instituciones sino lo que realmente nos apremia es que las políticas no sigan socavando hacia nuestra comunidad, con la completa desprotección de nuestro Pueblo. Al “estado” no lo concebimos como el elemento central, sino que se trata de un instrumento que posibilite herramientas para brindar justicia social. Muchas veces desde el discurso académico y cientificista, los conceptos adquieren significados que son vacíos si no ponemos el foco sobre la profundidad de los mismos: tanto el “estado” como la “libertad” no pueden ser ni buenos ni malos, se trata más bien de sincerar al Pueblo de qué tipo de “estado” y “libertad” estamos hablando. Como dijo el General Perón: “Se ha dicho que sin libertad no puede haber justicia social, y respondo que sin justicia social no puede haber libertad”. En resumidas cuentas, no son conceptos antagónicos. Y la justicia social sólo es posible con una independencia económica y soberanía política. Sin estas banderas, lo que queda de nuestra nación no es más que una cascara vacía donde nos exponemos hacia la miseria sino también hasta podríamos llegar hasta el paroxismo de la desintegración nacional.
El Pacto de Mayo que enunció Javier Milei no responde a los ideales revolucionarios de mayo. De hecho, sería interesante que el Sr. Presidente no sólo extienda su admiración hacia Juan Bautista Alberdi por sus “Bases” sino que se interiorice sobre otras facetas del prócer tucumano tanto o más validas que aquel trabajo lamentable. Fue precisamente Alberdi quien señalaba que la Revolución de Mayo debía relacionarse necesariamente con la insurrección popular que estalló en España en 1808: “La Revolución de Mayo es un capítulo de la revolución hispanoamericana, así como ésta lo es de la española y ésta, a su vez, de la revolución europea que tenía por fecha liminar el 14 de julio de 1789 en Francia”.
Puede que Milei se haya nutrido únicamente de los textos canónicos que dieron forma a una historia liberal y profundamente antipopular. Como sabe observar acertadamente, Norberto Galasso: “Bartolomé Mitre pudo fabricar un Mayo liberal, elitista, proinglés, realizado por la gente decente con paraguas, cuyo programa era la Representación de los Hacendados de Moreno y su objetivo incorporarse a Europa. (Pero) nosotros consideramos que el pueblo es el protagonista de la historia, nos quedamos con el Mayo de Moreno y los chisperos, con la revolución, con la revolución auténtica y profundamente democrática, reivindicadora del esclavo y del indio, defensora por sobre todo de los derechos del pueblo y forjadora de una sociedad nueva donde imperen la libertad, la justicia y la igualdad reales en una Patria Grande, libre de toda intromisión extranjera”.
Volvemos a advertir que la retórica del odio que enarbola este gobierno y el respaldo de determinados sectores es el resultado del agotamiento y la apatía generada por la falta de respuestas por parte de nuestros gobernantes durante estos últimos años. No obstante, la solución no es cavando una fosa más profunda sino saliendo a la superficie. Y para ello, debemos poner en disputa nuevamente el relato histórico cuya herramienta puede ser sumamente nociva en manos equivocadas para el bien de nuestro Pueblo. Es por ello que, desde nuestra carta, convocamos a la unión y a la reflexión que es la única herramienta real para discutir la construcción de sentido enarbolada por el gobierno oligopólico comandado por Javier Milei. Como supo observar Don Arturo Jauretche “al tilingo, la mierda no se le cae de la boca ante la menor dificultad o desagrado que les causa el país como es. Pero hay que tener cierta comprensión para ese tilingo porque es el fruto de una educación en cuya base está la autodenigración como zoncera sistematizada”.
Argentina, marzo de 2024
Firman: Norberto Galasso, Luis Launay, Julián Otal Landi, Pablo Vazquez, Francisco Pestanha, Daniel Brión, Alberto Lettieri, Horacio Citarroni, José Luis Muñoz Azpiri, Juan Godoy, Dionela Guidi, Silvia Bianchi, Carlos Alberto del Campo, Ernesto Jauretche, Gustavo Matías Terzaga, Marcos Meléndez, Estefanía Cuello, Facundo Di Vincenzo, Néstor Forero, Fabián D’Antonio, Javier López, Damián Descalzo, Marco Aurelio Roselli, Erika Blum, María Cecilia Moreno, Sergio Monserrat. Invitamos a los compañeros historiadores, periodistas, escritores y todo el arco de la Cultura Popular a acompañarnos con su firma.
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