Lawfare puertas adentro. Elecciones en noviembre. Los semiconductores como evidencia de proyectos diferentes. Intereses y filosofías que contrastan. Sanciones, discursos y acciones. El liderazgo en versión norteamericana.
Por Gabriel Fernández *
Ni siquiera el denostado Richard Nixon recibió tantos empellones.
Pocas semanas atrás se indicó, desde esta secuencia, que la propagandizada democracia configuraba un verdadero problema para Occidente. Si se la ejerce a pleno, estos pueblos locos eligen populistas, respondones, industriosos.
Por eso, los demócratas más entusiastas vienen resolviendo anular los derechos democráticos de sus sociedades con el loable objetivo de garantizar la continuidad de la democracia. Interesante contradicción: aplican lo que dicen combatir en sus demonizados adversarios.
Censura, autoritarismo, proscripción. Y mientras tanto, absorción de recursos sociales a través de un Estado sometido para trasladarlos hacia el Agujero Negro de las corporaciones financieras.
Aunque enseguida nos zambulliremos en el árido mundo político, primero digamos que los actos señalados son enfáticos cuando se lanzan sobre el espacio cultural. Es vasta la difusión de bandas rusas y poetas del Oriente que claman a viva voz su derecho a ser binaries o ateos, mientras se silencian artistas occidentales que protestan contra los crímenes de los nazis en Ucrania o los cometidos por los soldados israelíes en la Franja de Gaza.
En todos los niveles se detecta una dualidad que destruye –también- el discurso pro capitalista y lo releva por un gaseoso principismo rentístico. Los programas periodísticos más aburridos y superficiales de la historia merecen voluminoso respaldo publicitario y hasta subsidios de los Estados sojuzgados. Cantantes talentosos que han sido elevados por el público a la cúspide del ranking son cancelados y reemplazados por vulgares ladradores con gesto rebelde y contenidos sin creatividad.
Es decir, a estos curiosos defensores de un sistema que dice buscar la rentabilidad y promover la libertad creativa, no les importa el primer factor, y sólo buscan atenuar la intensidad del segundo.
Se trata de una guerra cultural enlazada con la económica: su equivalente es forzar a Europa a consumir combustibles mucho más caros … para contribuir a la defensa de la democracia de Kiev, sostenida por bandas mercenarias y agrupamientos nacionalsocialistas impulsados y articulados por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
Pero vamos al asunto.
HACIA LA PROSCRIPCIÓN. Cuando resta un mes para los comicios de mitad de mandato en los Estados Unidos, y dos años para las presidenciales, se ha desatado una ofensiva feroz destinada a promover la proscripción del ex jefe de Estado Donald Trump. El ataque tiene tres columnas básicas: el Congreso, el Poder Judicial y los medios de comunicación.
La introducción del segundo punto es una gran novedad para el Norte. Con sentido y razón, allí se cuidaron bien de no judicializar las decisiones políticas de sus gobiernos. Ahora, junto a los planes de ajuste, importaron el lawfare bien conocido en nuestras patrias.
Como ya ha sucedido, el tema llama a confusión. Quien esto escribe debe insistir: no se trata de considerar a Trump un líder latinoamericano; el rubicundo sigue calibrando nuestra región cual patio trasero. La cuestión está en que, para su hemisferio, encarna un intento de reposicionar el capitalismo productivo en detrimento del control financiero.
Para entender eso resulta pertinente despojarse de la propaganda citada con antelación. La andanada publicitaria es tan potente, que artistas, pensadores, periodistas que cuestionan al actual presidente Joseph Robinette Biden Jr, son catalogados como “derechistas” sin más fundamento que el presunto respaldo al anverso.
El disparate es visible, aunque la sociedad norteamericana está “mal, pero acostumbrada” como indicara en su momento el personaje de Roberto Fontanarrosa.
De hecho, el 90 por ciento de los pobladores de la máxima potencia occidental estima que la misma se encuentra en una situación de “crisis de salud mental”. El tiroteo de cada semana, que acaba con las vidas de transeúntes, estudiantes, docentes, apuntala la idea. La turbación que implica una censura simultánea a la difusión de preceptos favorables a la libre expresión, así como la inutilidad de destinar la vida al trabajo en la tierra de las oportunidades, cooperan con la misma.
Entre el escepticismo y la bronca se acrecienta el consumo de estupefacientes. Para seguir con las paradojas cabe recordar que la Administración de Control de Drogas (Drug Enforcement Administration, DEA) se presenta como vanguardia de la lucha contra el narcotráfico y se arroga el derecho a intervenir en otras naciones.
LA PERSECUCIÓN JUDICIAL. Las causas derramadas sobre Trump –de poco vale su dinero si no se alinea con Davos y Bilderberg, vale reflexionar al respecto- son numerosas, variadas y extrañas. Por un lado se lo imputa como promotor de un golpe de Estado aquél 6 de enero de 2021, cuando tantos ciudadanos se lanzaron sobre el Capitolio al observar que las elecciones que repusieron a los demócratas en el gobierno trasuntaban opacidad y los responsables del conteo, escaso anhelo de recurrir al VAR.
Por otro, la Justicia infiere irregularidades documentales y fiscales en su emporio, la Organización Trump, que están siendo investigadas desde 2019, con el republicano aún en la Casa Blanca, por la Fiscalía del Estado de Nueva York y la de Manhattan. Además, se investiga desde el FBI, en su residencia de Mar-a-Lago, la retención de documentos oficiales secretos o clasificados.
Hasta ahora, ningún presidente en la historia del país había sido inculpado, ni siquiera Nixon por el escándalo Watergate. Todo esto se delinea a través de un comité del Congreso formado por nueve legisladores (siete demócratas y dos republicanos) que carece de atribuciones para desplegar una investigación criminal, pero las asume de facto ante lo que considera “los evidentes esfuerzos de Trump por anular los resultados de las elecciones –que aún no se conocen, dos años después- y su papel en la violencia sobre el Capitolio”. Es decir, a esos congresistas les parece que es así.
Los miembros de la comisión continúan hablando con nuevos testigos y es posible que haya más audiencias públicas en los días venideros.
El Departamento de Justicia acusó a dos ex asesores de Trump de desacato al Congreso por oponerse a sus citaciones; el ex asesor Steve Bannon ya fue condenado –a fines de julio- por obstrucción a la justicia. El juicio contra el ex asesor comercial de la Casa Blanca, Peter Navarro, está programado para noviembre. Según las leyes norteamericanas, este comité no puede acusar a un ex presidente de un delito ni siquiera demostrando su participación en el mismo. Pero el Departamento de Justicia se asienta en las “investigaciones” del mismo y ha pedido la transcripción de las declaraciones para integrarlas a sus legajos.
Hay más. La oficina del fiscal de distrito de Manhattan y la oficina de la fiscal general de Nueva York han estado investigando las prácticas comerciales de Trump, en particular las acusaciones de tergiversar el valor de sus activos ante los prestamistas y Hacienda para garantizarse préstamos en condiciones preferentes y obtener exenciones fiscales. Son dos investigaciones paralelas, una civil y otra penal. En abril, un juez declaró a Trump en desacato al tribunal por no entregar los registros a la fiscalía y ordenó una multa de diez mil dólares al día. La sanción se levantó después de que Trump pagara 110 mil dólares y declarase bajo juramento que no había retenido nada de lo que se buscaba. Existen otras investigaciones menores llevadas adelante por distintos fiscales.
La lectura de coberturas periodísticas fomenta el azoramiento. Despojadas de todas esas cosas legales que se mentan en la Constitución, abundan en “Trump se defiende con uñas y dientes”, “el ex presidente hizo llamadas imperativas a sus colaboradores”, “presionó a funcionarios de su gobierno”, y hasta hondas inferencias psicológicas según las cuales “a través de sus gestos, resultaba evidente que Trump no confiaba en el sistema electoral norteamericano”. Como veremos más adelante, casi nadie confía.
En el análisis que cabe realizar sobre la situación, el eje no puede partir de un intento por demostrar la inocencia del ex presidente ante cada causa. La cuestión radica en comprender a qué viene esa madeja de acusaciones en una nación que siempre descreyó de la judicialización de la política. Desde allí es preciso observar que congresistas demócratas, jueces y medios, sitúan a Trump fuera de la democracia –terrorista, le llamó Biden- y que las agencias de inteligencia son empleadas para combatirlo a él y a sus adherentes políticos.
Nadie en el Congreso, el Poder Judicial y los medios de los Estados Unidos se pregunta por los vínculos de los jefes de Estado con las empresas que fabrican y venden armas y a su vez convocan ejércitos irregulares que combaten bajo la insignia de las barras albirrojas. Nadie indaga en el comportamiento de la Reserva Federal a favor de las corporaciones financieras privadas y en contra de los recursos del Estado. Nadie se ha preocupado por la propiedad de pozos petroleros ucranianos en manos del hijo de Biden, llamado Hunter.
(Mejor olvidar a los hijos, ha de suponer Robinette: el pasado miércoles, mientras brindaba un discurso en el estado de Colorado, expresó que su hijo Beau Biden murió en Irak: “Digo esto como padre de un hombre que ganó la Estrella de Bronce, la medalla de servicio conspicuo y perdió la vida en Irak”. Lo cierto es que Beau murió de cáncer cerebral en 2015. Lo saben todos los norteamericanos, a excepción de su padre. El asombroso fallo del presidente volvió a poner sobre el tapete el debate acerca de su lucidez).
COMPLICACIONES ELECTORALES. Las elecciones están muy cerca. Entre los votantes probables en todo el país, la contienda se encuentra muy dividida. En trazo grueso, según los sondeos, la mitad respalda a los demócratas y la otra mitad a los republicanos. Pero en los distritos electorales denominados competitivos, el apoyo demócrata cae y las preferencias se inclinan hacia los republicanos: el 48% de los votantes probables en ese grupo prefieren al candidato republicano, el 43% al demócrata.
Es más. Los eventuales sufragantes sostienen que los candidatos republicanos tienen un plan claro para resolver los problemas del país (32 %) mientras que los candidatos demócratas se visualizan como carentes de programa (28 %). En una notable división entre partidos, se comprueba que los republicanos confían en sus delegados (el 71% de los votantes de esa orientación dice que sus candidatos saben qué hacer), mientras los demócratas ni saben, ni contestan.
En general, los futuros votantes de todo el país estiman que las políticas de los republicanos conducirán a los Estados Unidos en la dirección correcta si ganaran el control del Congreso. El 51% piensa así; en ese guarismo se incluyen votantes republicanos, demócratas e independientes. Vale añadir un prístino detalle que brinda, de un trazo, profundidad de campo: solo el 20% del público autorizado a emitir su voto asegura tener confianza en el sistema electoral. Lo cual permite inferir que las dudas republicanas sobre los resultados del comicio efectuado el 3 de noviembre de 2020 tienen cierto asidero.
SEMI CONDUCCIÓN POLÍTICA. Ahora bien, el Estado de los Estados Unidos, conducido desde el atlantismo desterritorializado, viene profundizando su contraste con Rusia, como se sabe, pero también con China. ¿Cómo? Intenta socavar la emergente industria de los semiconductores chinos a golpe de restricciones. La administración Biden, que ya había limitado la capacidad de numerosas empresas estadounidenses de exportar tecnologías avanzadas al gigante asiático, acaba de agudizar sus medidas restrictivas.
El Departamento de Comercio añadió nuevos requisitos de licencia para la exportación de semiconductores avanzados y equipos de fabricación de chips destinados a compañías con instalaciones en China. Estas licencias no eran fáciles de conseguir y su acceso ahora estará mucho más restringido. El litigio contiene tres problemas esenciales. Veamos.
Por un lado, esta industria es una de las más complejas y enlazadas. Empresas de Asia Oriental y de Occidente dependen unas de otras para mantenerla con vida. En mayor o menor magnitud, China depende de proveedores de los Estados Unidos, así como los Estados Unidos dependen de proveedores de China.
Debido a las últimas restricciones, Applied Materials, una compañía estadounidense que suministra equipos para la fabricación de chips, acaba de recortar su proyección de ventas en unos 400 millones de dólares. Este golpe se debe a que China es uno de sus principales clientes; ahora, no puede venderle sus productos. El trimestre pasado las ventas de Applied Materials a empresas multinacionales que operan en el coloso asiático se tradujeron en casi mil 800 millones de dólares. Para no perder este mercado, la compañía asegura que hará lo posible por obtener las licencias necesarias para continuar con sus tareas de exportación.
Por otra parte, algunas compañías están retirando a ciudadanos estadounidenses de proyectos de desarrollo e investigación de sus laboratorios y oficinas situadas dentro de las fronteras del país dirigido por Xi Jinping. Este movimiento también responde a la última medida indicada. En línea, Washington intenta persuadir a los Países Bajos, donde se encuentra la empresa encargada de diseñar y fabricar los equipos fotolitográficos ASML, de ampliar sus restricciones para evitar la exportación de tecnologías avanzadas. Tomo, y obligo.
Pero en tercer lugar, la acción norteamericana acorrala a China hasta forzarla a la sustitución de importaciones. En el último trimestre ese país alzó su capacidad de producción de chips en más de un 40 por ciento. El diario Global Times, cuyo lineamiento es definido desde el Estado asiático, publicó esta semana un editorial en el cual afirma que la prohibición norteña “solo fortalecerá la voluntad y la habilidad de China para valerse por sí misma en ciencia y tecnología”.
El nuevo panorama se despliega en medio de una creciente demanda de semiconductores. La misma continuará incrementándose con el paso de los años debido a los avances de la supercomputación, la inteligencia artificial, la conducción autónoma y otras áreas cada vez más presentes en diversas actividades. Aunque sobre todo, nos introduce en el debate de fondo. De qué se trata.
En todos los foros internacionales, como informamos oportunamente en estas Fuentes, el país milenario insiste en la necesidad de desplazar la competencia y la confrontación por la cooperación a nivel internacional. La postura ha sido evaluada por analistas que se consideran avispados como una muestra superficial de bonhomía con rasgos promocionales y contenidos huecos. No es así: el caso de los semiconductores es un ejemplo nítido, pues su realización puede ser cada vez más acelerada y fluida en un marco de convivencia mundial y de colaboración inter empresaria y estatal.
Es la misma filosofía que orienta la Iniciativa de la Franja y la Ruta, a la cual han adscripto tantas naciones, incluyendo varias europeas. Su condena relega a los Estados Unidos a ese rol anti histórico del cual habla con preocupación Xi Jingpin.
Es probable que semejante decisión transite un derrotero semejante al de las sanciones dispuestas a raíz de la guerra en Ucrania. Fíjese lector, los datos más recientes: más allá de los discursos de ocasión, 13 países de la Unión Europea (UE) aumentaron las importaciones de bienes procedentes de Rusia en junio.
Eslovenia duplicó sus importaciones de productos rusos con respecto a mayo. España y Suecia también aumentaron su cuota de importaciones del mismo origen. El cuarto puesto fue para Bélgica, que aumentó sus importaciones en una cuarta parte. Le siguieron Polonia, Bulgaria, Dinamarca, Estonia, Letonia, Malta, Rumanía, Eslovaquia y Croacia.
Alemania fue el mayor importador en términos monetarios en junio, con 3.500 millones de euros en bienes rusos, seguida de Italia (2.600 millones de euros) y Países Bajos (1.700 millones de euros). El cuarto puesto fue para Bélgica (1.300 millones de euros), y el quinto para Francia (1.200 millones de euros). Esta es la base material que gestó la propuesta del presidente Emmanuel Macron para gestar la Comunidad Política Europea (CPE). En la Argentina, la novedad sólo fue analizada en estas páginas y –desde otro perfil- en el diario La Nación.
INTERESES Y PENSAMIENTOS. Para conversar de lo que pasa, y sacar conclusiones claras, es mejor preparar lentamente el mate y degustarlo en ronda. Las bebidas alcohólicas que caracterizan los encuentros en América del Norte nublan el desarrollo del diálogo; mientras más temprano se ingieren, menos razones se descubren. La costumbre, como se observa, intenta introducirse (también), por estos pagos. Bueno: ¿Qué está sucediendo?
Entre otras cosas, que una parte del pueblo norteamericano ha escogido un líder. Sus virtudes y sus notables defectos permiten inferir que lo ha elegido a imagen y semejanza. Los dueños del poder, vinculados en el espacio atlantista que domina la OTAN, conocen el riesgo y van contra esa representación. Es probable que ni siquiera Trump lo comprenda cabalmente, en los términos aquí expuestos.
El problema radica en que los intereses profundos que brindaron volumen a ese liderazgo, persisten. La nación industrial por excelencia se niega a convertirse en un páramo sin producción y con un mercado de bienes reales acotado. Las creencias inyectadas en la conciencia norteamericana perjudican la canalización política de esa necesidad. También, la compleja trama política, jurídica y comunicacional que atenaza la expansión de un diagnóstico que ubique a los Estados Unidos en el lugar objetivo que puede ocupar.
Sin embargo, esa necesidad existe. Y seguirá dando qué hablar.
- Area Periodística Radio Gráfica / Director La Señal Medios / Sindical Federal
Pinturas. Presidentes republicanos, Andy Thomas. Murales en Detroit, Diego Rivera.
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