“El Ejército ya ha sido desplegado y las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado han sido reforzadas”, sostuvo el presidente español Pedro Sánchez tras la crisis humanitaria y migratoria que se desató en Ceuta, ciudad situada en la orilla africana del estrecho de Gibraltar. Las imágenes de miles de marroquíes ingresando a pie y por agua al territorio español preocuparon a la Unión Europea, que considera que su frontera sur ha sido vulnerada. El bloque “no se dejará intimidar ni chantajear”, aseguró la vicepresidenta de la Comisión del organismo, Margaritis Schinas.
¿Qué desató la tensión diplomática?
La inteligencia marroquí descubrió que España había dado ayuda humanitaria a Brahim Galli, presidente de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y líder del Frente Polisario, organización que reivindica la soberanía e independencia del Sahara Occidental, y que Marruecos considera terrorista.
El líder saharaui, gracias a un acuerdo entre España y Argelia (país aliado del Sahara Occidental), logró ingresar a la ciudad española de Logroño para tratar su severo cuadro de covid 19. El gesto fue considerado por Marruecos como una provocación: “Hay actos que tienen consecuencias y se tiene que asumir”, sostuvo la embajadora marroquí en Madrid, Karima Benyaich mientras se viralizaban las imágenes de sus compatriotas — entre ellos miles de niños— que intentaban ingresar nadando a la ciudad española.
Antes de abandonar la Casa Blanca, Donald Trump respaldó a Marruecos en sus ambiciones territoriales sobre el Sahara Occidental: “La propuesta de autonomía de Marruecos es seria, creíble y realista, la única base para una solución justa y duradera al conflicto”, había expresado Trump tras hablar por teléfono con el rey Mohamed VI. De esta manera, se rompía la posición que EEUU había asumido por décadas junto a Naciones Unidas, que consistía en lograr un pacto entre ambas partes, respetando la libre determinación del pueblo saharaui. A cambio de ese respaldo, Marruecos normalizó sus relaciones diplomáticas con Israel.
Otros firmantes de acuerdos con Israel, impulsados por EEUU, fueron Emiratos Árabes Unidos, Sudán y Bahréin. La estrategia republicana era reforzar la posición israelí en la región y rivalizar con Irán. Ahora, Joe Biden, quien planea reactivar el pacto nuclear con Irán, se encuentra en una posición incómoda y no es de extrañar el silencio norteamericano ante la crisis migratoria desatada al sur de Europa. Por el momento, además, los demócratas no ratificaron el apoyo a Marruecos en la disputa territorial con el Sahara Occidental.
Maniobrando a último momento para restablecer la tranquilidad en Ceuta, el gobierno español a través del Consejo de Ministros, aprobó un presupuesto de 30 millones de euros para Marruecos, que con esos recursos deberá reforzar la seguridad de las fronteras. Además se reactivaron causas contra el líder saharaui por supuestos delitos de lesa humanidad, detenciones ilegales, torturas y genocidio.
El fallido proceso de descolonización del Sahara Occidental se vuelve en contra, en este caso, de España, que abandonó al territorio hace 45 años y no se hace responsable de la parte que le toca en la resolución del conflicto — delegando el problema a la ONU—.
La llegada al gobierno de España de una coalición de izquierda en la que una de sus fuerzas —Unidas Podemos— había proclamado abiertamente su defensa a la RADS y denunciado las violaciones de derechos humanos cometidas por Marruecos, generó esperanzas en el pueblo saharaui. Esas ilusiones se fueron apagando a medida que se observaba una continuidad en materia de política externa del gobierno del PSOE, con la de Rajoy el resto de las administraciones precedentes.
- Redacción Leila Bitar
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