Un sistema electoral diseñado para limitar la participación de amplios sectores sociales. Una sociedad extremadamente polarizada. Denuncias de fraude y maniobras para desconocer cientos de miles de votos emitidos por correo. Ciudadanos portando rifles en las puertas de los centros de votación. En este escenario, un repaso de lo que dejaron las elecciones de Estados Unidos hasta el momento y los ejes para pensar más allá de los resultados.
Por Leila Bitar*
El poder del voto
El mito de la perfecta democracia estadounidense, que la propia potencia supo instalar para reforzar su dominio ideológico a nivel global, probablemente terminó de derrumbarse el 3 de noviembre pasado. El voto popular quedó nuevamente devaluado: votó cerca del 67% del padrón y ya se habla de la mayor participación electoral en cien años (cuando en otros países, como Argentina, vota frecuentemente más del 80% de los ciudadanos habilitados).
El voto popular, además no es definitorio, y como ya pasó algunas veces (con Adams, Hayes, Harrison, Bush hijo y Trump) puede llegar a la casa blanca el candidato menos votado. Además cada estado tiene su propio sistema electoral, con lo cual existe un arcoíris de posibilidades en cuanto a la modalidad de empadronamiento, votación y conteo de boletas, que complejiza aún más todo el proceso. Y a todo esto, se vota un martes laboral, como para agregar otro palo en la rueda del trabajador o trabajadora promedio.
Otro aspecto central en el esquema electoral es el económico: no existe un sistema transparente que permita determinar el origen de los recursos financieros para las campañas, por lo que los candidatos terminan representando los intereses del mejor postor.
Como señaló el senador por Vermont, Bernie Sanders, algo deberá cambiar en el sistema electoral tras el papelón mundial: “Si ésta campaña nos ha enseñado algo, es que el congreso debe aprobar una verdadera reforma electoral. No más supresión de votos. No más esperas de 5 horas en una fila para votar. No más maniobras para no contar los votos por correo. Debemos hacer que sea más fácil votar para la gente, no más difícil”.
If this campaign has shown us anything it is that Congress must pass real election reform. No more voter suppression. No more five-hour waiting lines to vote. No more threats to not count mail-in ballots. We must make it easier for people to vote, not harder.
— Bernie Sanders (@BernieSanders) November 3, 2020
Guerra mediática
La arena mediática es otro campo de disputa: “Empieza una guerra de medios, como la CNN, e incluso la cadena FOX, que antes era parte del conglomerado cercano a Trump y fue comprado por los globalistas”, alerta el analista internacional Walter Formento, consultado por este medio. En la noche del jueves 5, todavía a la espera de los resultados en estados claves, el mandatario dio una conferencia de prensa que fue abruptamente interrumpida en varios canales de televisión tradicionales (ABC, NBC, MSNBC, CBS, Univisión). En el terreno de las redes sociales, las restricciones no fueron la excepción y varios tuits del presidente fueron parcialmente censurados por ser considerados “engañosos”.
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) November 6, 2020
Al cierre de esta nota, ya se hicieron célebres varias frases del actual presidente que marcarán un clima de época: “stop the count” (paren el conteo) o “stop the fraud” (paren el fraude). La desesperación republicana por la enorme ventaja de Biden en los votos por correo, tuvo su correlato judicial: exigieron a los tribunales de Georgia, Michigan y Pensilvania que se desconozcan dichos sufragios. Según Formento, la batalla judicial del mandatario en aquellos estados donde pierde por un margen estrecho, responde a una estrategia política: “cuando Trump se declara ganador busca una enorme negociación tras bambalinas” alerta el analista, y agrega: “fuerzan una situación de negociación en una mesa donde participen directamente los grandes factores de poder: Black Rock y los grupos con peso en la Reserva Federal, los más cercanos al secretario del Tesoro, Warren Buffet, y por otra parte, los sectores industriales que respaldan a Trump”.
“Cuando Trump se declara ganador busca una enorme negociación tras bambalinas”
Círculo rojo (y azul)
El nivel de polarización (exacerbado gracias a los algoritmos de las redes sociales) llegó a tal punto, que en las calles de algunos estados en disputa hay ciudadanos armados exigiendo el freno de conteo de votos. De hecho, Facebook cerró un grupo llamado “detengan el robo” donde más de 300 mil personas denunciaban la manipulación del escrutinio en lugares como Arizona o Michigan, al tiempo que pedían presencia militar.
El alto grado de tensión y polarización de la sociedad norteamericana es el reflejo de una grieta que se profundiza en las más altas esferas del poder: “Hay una fractura interna muy fuerte en la clase dominante, con globalistas y americanistas nacionalistas, que tienen estrategias muy diferentes en su política exterior. Llegamos a un momento donde cualitativamente esa grieta se volvió una fractura que conmociona al conjunto de la sociedad” explica Gabriel Merino, investigador del CONICET, y docente de la Universidad Nacional de La Plata.
Las fuerzas liberales tradicionales del establishment angloamericano están detrás del demócrata, sostiene el especialista: “Hay un conjunto de fondos de inversión y grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley, que tienen una estrategia globalista detrás de Biden. El globalismo plantea un multiculturalismo de mercado que se acople a ese heterogéneo mundo”. Disciplinar a China, Rusia, América Latina y a las economías emergentes, requiere de un conjunto de instituciones globales y de acuerdos de libre comercio que han impulsado ininterrumpidamente las administraciones demócratas desde los ’90 en adelante (el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, el Acuerdo Transatlántico, la Alianza del Pacífico, son algunos ejemplos).
“Trump prefiere la guerra económica, que es lo que le hace a Venezuela, Rusia e Irán con las sanciones. Los globalistas son de las guerras civiles como las que vimos en Siria o Libia”.
Por otra parte, Trump y los americanistas proponen medidas proteccionistas para las grandes industrias norteamericanas: “representan a sectores industriales que no pueden competir mano a mano, no sólo con China, sino con aliados como Alemania y Japón. Son sectores que necesitan proteccionismo, no quieren libre comercio, quiere expandir el mercado interno” señala Merino.
Descartar esos acuerdos de libre comercio y proteger al sector industrial implicó romper andamiajes fundamentales de la vieja hegemonía estadounidense: “El movimiento organizado blanco de las áreas tradicionales del cinturón industrial era demócrata” indica el investigador, y agrega: “Después, el partido en los ‘90 se inclina al globalismo, y su cúpula se empieza a correr de la clase trabajadora industrial. Es así que en 2016, en esos estados tradicionalmente demócratas, ganó Trump”.
“Acá hay estructuras de poder que están pujando fortísimo. Por eso la elección se vuelve una batalla”
Si bien corresponde analizar la utilización política que el partido demócrata hace de sus históricas banderas a favor de los derechos civiles (logró capitalizar parcialmente el malestar social por el racismo), no hay que perder de vista el impacto de la estrategia geoeconómica que ésta administración implementará en la región y el mundo (y así, despejar falsas ilusiones).
Para cerrar, propongo mirar el vaso medio lleno. Hay algunas ventajas a considerar en caso de una derrota republicana: en América Latina implicaría un duro golpe para el bolsonarismo, cuyas bases se referencian ideológicamente en el líder mediático. En el mundo, por otra parte, la salida del magnate del poder será un tropezón (que nunca es caída) para las nuevas derechas radicales envalentonadas durante la pandemia.
*Periodista de Radio Gráfica
- Entrevistas realizadas por Lucas Molinari en Punto de Partida (lunes a viernes de 8 a 10 hs, por Radio Gráfica)
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